SANTOS
Y PILLOS. El Opus Dei y sus paradojas
Joan Estruch
CAPÍTULO II. JOSÉ MARÍA
ESCRIVÁ
Pero si me preguntan cuál es su nombre, ¿qué
les responderé?
(Exodo 3,13)
1. El Padre: ¿una identidad personal frágil?
Quien quisiera atenerse a la conclusión de Umberto
Eco, que termina "El nombre de la rosa" afirmando
que "nomina nuda tenemus", quedaría más
que desconcertado al enfrentarse con la figura de monseñor
Escrivá. En este personaje, extraordinario según
sus seguidores, carismático para muchos observadores,
complejo como todo el mundo, enigmático a pesar de
los millares de páginas que se han escrito sobre su
vida y obra, y rodeado de una cierta aureola de misterio seguramente
como consecuencia deliberada de este alud de textos, una de
las primeras cosas que llaman la atención es precisamente
la variabilidad de su mismo nombre.
Si los "nomina" de Umberto Eco fueran un reflejo,
una manifestación o una expresión de la realidad
que designan, habríamos de concluir que la personalidad
de monseñor Escrivá se caracteriza básicamente
por la inconstancia y la versatilidad. Si tuviésemos
que juzgar el talante de la persona por sus frecuentes cambios
de nombre, nos hallaríamos ciertamente ante un caso
digno de análisis psicológico, con una serie
de síntomas que habría que interpretar como
indicio de inestabilidad, o de no aceptación de los
propios orígenes, o de fragilidad en la construcción
de la identidad personal y de precariedad en el mantenimiento
de dicha identidad.
Sin embargo, nada de esto concuerda en absoluto con los datos
aportados por los biógrafos "oficiales" de
monseñor Escrivá (básicamente, Berglar,
Bernal, Gondrand, Helming, Sastre, y Vázquez de Prada),
quienes tienden a subrayar más bien tanto la coherencia
como la fortaleza interior del personaje, otorgando escasa
importancia a la cuestión de la pluralidad de los nombres
que emplea, sin mencionarla siquiera en algunos casos, y dando
de ella otras veces una interpretación que cabría
considerar como sumamente discutible. No será inútil,
por consiguiente, que nos detengamos en el tema; procurando
evitar las conclusiones precipitadas o abusivas, pero considerando
que se trata al fin y al cabo de una de las vías posibles
de aproximación a la compleja y enigmática figura
del fundador del Opus Dei.
1) Los nombres de Escrivá
José María Escrivá Albás
Estos son, según todas las apariencias, el nombre
y los apellidos originales. Para lectores poco familiarizados
con las costumbres españolas al respecto, Berglar explica
que se acostumbra a "añadir el apellido de la
madre detrás del apellido del padre" (Berglar,
26). No habría más que decir, de no ser porque
en un volumen que según cómo puede considerarse
asimismo como una biografía, aunque desde luego no
"oficial", antes bien una biografía que a
los miembros del Opus Dei ha de resultarles irritante por
su tono irónico y casi sardónico (Vida
y milagros de Monseñor Escrivá de Balaguer,
Fundador del Opus Dei), Lluís Carandell asegura
que en el libro de registro de la catedral de Barbastro, junto
a la partida de bautismo del pequeño José María,
una anotación fechada el 20 de junio de 1943 indica
que se cambia el apellido Escriba por Escrivá de Balaguer
(Carandell, 80).
De todos modos, en ninguna de las biografías "oficiales"
se hace referencia a este primer posible cambio de apellido,
modificando su ortografía. Nos consta, por otra parte,
que él utilizó la grafía Escrivá
desde mucho antes de 1943: en el recordatorio de su primera
misa, que celebró en 1925, tanto su apellido como el
de su padre aparecen escritos con la v, y no con una b.
De ahí que resulte tanto más sorprendente que
el obispo de Madrid, Leopoldo Eijo Garay, en una carta dirigida
el día 24 de mayo de 1941 al abad (coadjutor) de Montserrat,
Aureli Escarré, carta sistemáticamente citada
en la literatura del Opus por cuanto constituye, como más
adelante veremos, el primer documento de un miembro de la
jerarquía en defensa del Opus Dei y de su fundador,
a quien monseñor Eijo Garay dice conocer muy bien,
tres veces mencione su nombre, y en las tres ocasiones le
llame "Dr. Escribá".
Por supuesto que tanto en el caso del obispo de Madrid como
en el de la partida de bautismo puede tratarse de un error.
Mas también podría ser la primera de toda una
serie de manifestaciones de la afición del "Padre"
por ir modificando su nombre.
José María Escrivá de Balaguer
En el recordatorio de la primera misa al que acabamos de
aludir, celebrada "en sufragio del alma de su padre D.
José Escrivá Corzán", el recién
ordenado sacerdote aparece como José María Escrivá
y Albás. Hay entre padre e hijo una diferencia en la
conjunción (y) que une ambos apellidos, cuya presencia
en el castellano suele ir vinculada a familias de la aristocracia.
Ya antes de la guerra española, monseñor Escrivá
utilizó sistemáticamente esta conjunción.
En la inmediata postguerra solicitó de forma oficial,
conjuntamente con sus dos hermanos, una modificación.
De nuevo es Carandell, que en este ámbito concreto
se documentó seriamente, el único que aporta
pruebas, al reproducir el texto publicado en el "Boletín
Oficial del Estado" del día 16 de junio de 1940.
Los hermanos solicitan que "se les autorice para modificar
su primer apellido en el sentido de apellidarse Escrivá
de Balaguer", y justifican la petición "por
ser corriente en Levante y Cataluña el apellido Escrivá,
dando lugar a confusiones molestas y perjudiciales" (Carandell,
78).
Hay que hacer un cierto esfuerzo para evitar la tentación
de ironizar al respecto. El fundador de una asociación
que incansablemente ha ido proclamando a los cuatro vientos
que estaba integrada por "cristianos corrientes",
aduciendo aquí el argumento de la molestia de las confusiones
provocadas por un "apellido corriente"...
En esta oportunidad, y a diferencia de lo que sucedía
con el hipotético Escribá original, algunas
de las biografías "oficiales" se detienen
a comentar esta modificación. Curiosamente, no obstante,
ninguna de ellas remite a la solicitud oficial cursada en
1940 ni a las motivaciones que la justifican. El único
que cuenta algo por el estilo es el francés Gondrand:
"Adoptó este apellido para distinguir su familia
de los Escrivá de Romaní, originarios de la
región valenciana y muy conocidos en España,
cosa que podía generar confusiones" (Gondrand,
167). No parece que un Escrivá, sin más, sea
fácil de confundir con un Escrivá de Romaní,
ni es precisamente el apellido Escrivá de Romaní
el "corriente en Levante y Cataluña"; por
otra parte, Gondrand sitúa el cambio en torno a 1945
y no en 1940. El apéndice documental del volumen de
Fuenmayor, Gómez-Iglesias e Illanes, al que habremos
de recurrir con frecuencia por su riqueza, además de
su carácter de literatura "oficial" del Opus
Dei, confirma indirectamente la fecha de 1940. En efecto,
los documentos correspondientes a los años previos
a la guerra son de José María Escrivá
y Albás, mientras que todos los reproducidos a partir
de comienzos de 1941 son de José María Escrivá
de Balaguer y Albás (Fuenmayor y otros autores, 509ss).
Gondrand prosigue diciendo que en un viaje de Escrivá
a Barcelona, en 1941, ya "había empleado este
nombre, que recuerda la ciudad de la cual procedía
su familia paterna" (Gondrand, 167). La anécdota
del viaje de 1941 es asimismo citada por los demás
biógrafos.
"Cuando don Josemaría pensó en visitar
a los del "Palau" (nombre que habían dado
al piso de los primeros miembros del Opus en Barcelona, en
la calle de Balmes), monseñor Cicognani, nuncio en
Madrid, le aconsejó que sacase el billete de avión
a nombre de Josemaría E. de Balaguer. Medida de cautela,
pues se le conocía entonces popularmente por Escrivá.
Tendría, además, que alojarse en casa de un
sacerdote amigo suyo, porque para dormir en un hotel se exigía
presentar la documentación" (Vázquez, 227).
El contexto en el que se produce esta situación es
el del conflicto abierto de Escrivá con el padre Vergés,
jesuita, de las Congregaciones Marianas de Barcelona, tema
sobre el que volveremos en su momento. "Los hechos llegan
a extremos de tal gravedad que comprometen la seguridad del
Fundador en sus viajes a Barcelona. Corre el peligro de ser
detenido por falsas acusaciones de tipo político-religioso.
Tiene que limitarse a ir y volver en el día para no
alojarse en ningún hotel. El nuncio de Su Santidad,
monseñor Gaetano Cicognani, le aconseja reservar los
billetes con otro nombre para no poner en movimiento a la
policía, pues se le conoce más en esta época
como padre Escrivá" (Sastre, 263s).
Tan interesantes son las coincidencias como las divergencias.
Todos los biógrafos "oficiales" se recrean
poniendo en boca del gobernador civil de Barcelona, Correa
Veglison, el comentario según el cual si él
hubiese sabido que Escrivá iba a ir a Barcelona, habría
mandado policía al aeropuerto para detenerle. A la
vez que coinciden asimismo todos en subrayar su extrema pobreza,
que le obligaba a viajar en un coche destartalado, cuando
no en tren sin tener apenas dinero para pagar el billete,
a todos se les escapa reconocer aquí que en 1941 Escrivá
efectúa el viaje en avión. También afirman
que no dormía en el hotel, aunque discrepan sobre el
hecho de si pernoctaba o no en Barcelona.
Todos ellos, por último, coinciden en atribuir al
nuncio Cicognani la iniciativa del cambio de nombre a fin
de protegerse, y no a la iniciativa de los propios hermanos
Escrivá, publicada en el "Boletín Oficial
del Estado" en 1940. Por lo demás, el interés
del cardenal Cicognani al dar estos paternales consejos al
padre Escrivá resulta tanto más conmovedor,
cuanto que Cicognani mismo, el día 3 de julio de 1941,
se dirige en estos términos al cardenal Segura, arzobispo
de Sevilla: "No desconoce, sin duda, Vuestra Eminencia,
la existencia y funcionamiento de la institución denominada
Opus Dei. Habiendo surgido acerca de ella diversas apreciaciones
y encontrados criterios, yo agradecería sinceramente
a Vuestra Eminencia tuviera la bondad de manifestarme el juicio
que le merece dicha obra y de proporcionarme al mismo tiempo
cuantos informes y datos crea convenientes y necesarios al
objeto de que yo pueda informar cumplidamente a la Santa Sede
en el momento oportuno" (Rocca, 1985, 134). A esta carta
el cardenal Segura responde el día 29 de julio de 1941.,
diciendo que apenas tiene información alguna, que esa
misma falta de información "indica el carácter
secreto, rigurosamente secreto con que funciona", que
aun así le consta que el "Sr. Escrivá"
tiene tratos con dos obispos españoles y que ignora
"si es una obra política, o social, o de apostolado".
Para concluir que "confío muy poco para la buena
causa de estos modos de proceder tan ajenos a la tradición
de apostolado de la Iglesia" (Rocca, 1985, 134s).
Josemaría Escrivá de Balaguer
Pero no es sólo el apellido de monseñor Escrivá
el que sufre modificaciones. También el nombre evoluciona
con el tiempo: y así, del "corriente" José
María se pasará a un originalísimo Josemaría.
"Años más tarde -hacia 1935- unirá
sus dos primeros nombres -Josemaría- porque será
igualmente inseparable su único amor a la virgen María
y a san José" (Sastre, 22; idéntica explicación
en Vázquez de Prada, 34). Gondrand es algo más
preciso, y hace constar que en esta época junta los
dos nombres "sólo en la firma" (Gondrand,
106). Al cabo de veinte años, efectivamente, en los
documentos oficiales ambos nombres continúan apareciendo
separados, y tan sólo en la década de los sesenta
el uso del "Josemaría" será sistemático.
El cambio de nombre ha quedado incorporado a las modernas
ediciones de Camino, tanto en castellano como en otros idiomas,
y es utilizado en la literatura "oficial" para hacer
referencia a "cualquier" período de la vida
de monseñor Escrivá; hasta el punto que el empleo
de una u otra grafía constituye, en la actualidad,
un buen indicio para detectar la posición que un determinado
autor adopta ante el Opus Dei.
Mariano
Durante los años de la guerra española, Escrivá
firma algunos documentos y cartas con el nombre de Mariano,
"por devoción a la Virgen y para no llamar la
atención" (Helming, 47). Helming reproduce un
documento que lleva esta firma, fechado en Daimiel el 20 de
abril de 1939, "Año de la Victoria", y dirigido
a Dolores Fisac, una de las primeras socias de la rama femenina
de la Obra y hermana del arquitecto Miguel Fisac, miembro
también del Opus durante los años cuarenta.
Pero el empleo de ese nuevo nombre no es exclusivo del período
de la guerra. En 1949 envía desde Milán una
carta "a sus hijos de Portugal", que termina con
un: "Un fuerte abrazo a todos. La bendición de
vuestro Padre. Mariano" (Berglar, 284). La costumbre
perdura aún en 1960 y en 1969, a juzgar por las cartas
que se reproducen en otras biografías (por ejemplo,
Vázquez, 322s y 349). Al parecer, pues, éste
era el nombre usado para la firma en sus relaciones epistolares
con miembros del Opus.
Prescindiendo ya de otras modificaciones ocasionales: nombre
en latín en muchos documentos oficiales del Vaticano,
alternando con el Giuseppe italiano; Josep Maria en la primera
edición catalana de Camino (1955); o un divertido Joe
Mary en una postal redactada en inglés y mandada desde
Pamplona (franquista) a Madrid (republicano), pasando por
Francia, el día 29 de diciembre de 1937, tenemos pues
un inicial José María Escrivá (o Escribá)
convertido en Josemaría Escrivá de Balaguer.
Posiblemente sea exagerado basarse en estos datos para sostener,
como hace Carandell a lo largo de todo su libro, la tesis
según la cual cuanto se refiere al Opus Dei es un puro
reflejo de la personalidad del "Padre". No obstante,
lo cierto es que también el Opus Dei ha cambiado a
menudo de nombre -de "ropaje", en la terminología
oficial- en el transcurso de su historia. Y tampoco es absurda
la suposición de Carandell, en el sentido de que detrás
de todo ello pudiera haber una cierta voluntad de Escrivá
por borrar sus orígenes. Así, mientras por un
lado se nos explica que se quiso conservar la habitación
del "Padre", en la casa madrileña de la calle
Diego de León, exactamente igual que cuando residía
en ella en los años cuarenta, por otro lado resulta
que la casa natalicia de Barbastro ha desaparecido. Fue derribada
en los años setenta "y se sustituyó por
un edificio nuevo que actualmente alberga un centro del Opus
Dei" (Berglar, 25): es decir que el derribo fue deliberado,
y vendría a corroborar esta hipótesis de la
voluntad de negar los orígenes.
En cualquier caso, sin duda no es menos exagerado afirmar
que en la vida de Escrivá hay "una coherencia
interior y una continuidad inalterables" y que "no
hubo rupturas, cambios repentinos, ni transformaciones inesperadas
" (Berglar, 327). No hace falta ser psicólogo,
ni detective privado, ni novelista, como prosigue diciendo
Berglar, para hallar en la vida de monseñor Escrivá
sorpresas notables. Empezando por las sorpresas de su nombre.
Y continuando por las de los atributos y títulos que
lo acompañan, como veremos seguidamente.
2) Los títulos de Escrivá
Doctor Escrivá
Puestos a encontrar "suspense" en la vida del padre
Escrivá (Berglar, 25), incluso su título de
doctor universitario aparece envuelto de cierto misterio.
Según el perfil biográfico que actualmente
publican las ediciones más recientes de todas sus obras,
monseñor Escrivá de Balaguer era doctor en derecho
por la Universidad de Madrid y doctor en teología por
la Universidad Lateranense de Roma, además dc doctor
"honoris causa" de la Universidad de Zaragoza, y
Gran Canciller de las Universidades de Navarra y Piura (Perú),
ambas del Opus Dei.
Del doctorado romano en teología, obtenido a los cincuenta
y tres años, nada se sabe; ni siquiera el tema de la
tesis, que jamás se ha publicado. En su estudio bibliográfico
de las obras de monseñor Escrivá, Lucas E. Mateo
Seco (en Rodríguez y otros autores, 469-572) no la
menciona. Bien es cierto que aunque dedica cuatro páginas
(495-498) a la investigación de Escrivá sobre
"La Abadesa de Las Huelgas", omite precisar que
éste es el tema de su tesis de doctorado en derecho.
Pero el dato nos consta por muchas otras fuentes.
Resumiendo, la versión que se desprende de las biografías
"oficiales" es la siguiente: licenciado en derecho
por la Universidad de Zaragoza, en 1927 obtiene del obispo
de la diócesis un permiso de dos años para trasladarse
a Madrid y hacer el doctorado. El tema de su proyecto de tesis
es "La ordenación sacerdotal de mestizos y cuarterones
en los siglos XVI y XVII" (Bernal, 118). Nueve años
después, al estallar la guerra, Escrivá continúa
en Madrid, pero no ha terminado la tesis. Y no sólo
eso, sino que en 1938, instalado ya en Burgos, ciudad estratégica
"en la que residía el gobierno de la zona nacional"
(Vázquez, 188), ha de comenzar una nueva tesis, ya
que "los apuntes y notas de la que estaba haciendo habían
quedado abandonados en Madrid" (Helming, 43). En Burgos,
efectivamente, el monasterio de Santa María de las
Huelgas, en cuyo recinto había tenido lugar la ceremonia
de "exaltación del Caudillo Franco a la jefatura
del Estado", proporcionará a Escrivá "un
nuevo tema de investigación, sobre los problemas canónico-teológicos
que plantea la jurisdicción de las abadesas de dicho
monasterio, durante la edad media" (Gondrand, 136).
Esta vez el proceso de elaboración de la tesis va
a ser mucho más rápido, pese a tratarse de un
trabajo dc notable erudición, dado que tiene en cuenta
"todos los documentos y la literatura especializada"
y "bastantes publicaciones en lengua alemana" (Berglar,
398). Algunos autores han mostrado su extrañeza, en
vista de que el padre Escrivá desconocía e1
alemán, y han atribuido a algún discípulo
-concretamente, a Amadeo de Fuenmayor- una participación
decisiva en la redacción de la tesis. Comoquiera que
sea, según la versión oficial, en Burgos el
"Padre" pasa muchas horas en el archivo del monasterio
(y no hay constancia escrita, por lo demás, de que
Fuenmayor estuviese en Burgos, ni siquiera de que hubiese
conocido a Escrivá antes del año 1939, en Valencia),
y una vez concluida la guerra y de regreso a Madrid le comenta
a su amigo agustino José López Ortiz, futuro
obispo de Tuy-Vigo y futuro vicario general castrense, que
sigue "trabajando en la tesis doctoral sobre la Abadesa
de Las Huelgas" (Berglar, 59).
Antes de finalizar el año, el día 18 de diciembre,
lee la tesis en la facultad de derecho de Madrid y obtiene
la calificación de sobresaliente (Vázquez, 506).
Sorprende, de todas formas, la escasa atención que
los biógrafos prestan a este importante acto académico.
Algunos de ellos ni siquiera aluden a él, y los que
lo mencionan lo hacen muy velozmente y como de paso: en ningún
caso, por ejemplo, tenemos constancia de los miembros que
integraban el tribunal, ni de los amigos y discípulos
que sin duda quisieron acompañar al "Padre"
y asistir al acto. Causa extrañeza semejante ausencia
de todo tipo de precisiones, en el contexto de unas obras
tan documentadas y que en la inmensa mayoría de los
casos, se caracterizan justamente por su forma de ocuparse
de todos los detalles.
De ahí que resulte hasta cierto punto comprensible
la reacción de Antonio Pérez, que había
sido uno de los principales colaboradores de Escrivá,
ordenado sacerdote en 1948, y antiguo administrador general
del Opus Dei (Annuario Pontificio, 1956, 880), cuando afirma
que "el padre Escrivá no era un gran jurista,
como nos lo han querido presentar después. Yo incluso
dudo mucho de que hubiera estudiado derecho. Nunca vi su título
de licenciado y tal como eran las cosas en la Obra, de haberlo,
se lo hubiera puesto en un marco dorado impresionante. Aunque
pudo haberse perdido ese documento, como tantos otros, durante
la guerra" (Moncada, 1987, 19). El título de licenciado,
desde luego, pudo haberse perdido durante la guerra. Pero
el de doctor no, porque es posterior.
Otro dato relativamente sorprendente es que, aun cuando Escrivá
afirma en 1939 que está trabajando en la tesis, que
presentará el mes de diciembre, un curriculum vitae
de Escrivá enviado en 1943 a Roma por el obispo auxiliar
de Madrid, Casimiro Morcillo, incluye entre sus publicaciones
un "Estudio histórico-canónico de la jurisdicción
eclesiástica nullius dioecesis de la Ilma. Sra. Abadesa
del Monasterio de Santa María La Real de Las Huelgas",
editado en Burgos en 1938 (Fuenmayor y otros autores, 523).
Teniendo en cuenta que Escrivá no llega a Burgos hasta
el mes de enero de 1938, resulta difícilmente imaginable
que antes de terminar cl año tuviera ya el estudio
listo. Un estudio, por lo demás, que con esta referencia
de lugar y año no es jamás citado en ninguna
otra publicación.
De hecho, según todas las fuentes, el estudio sobre
"La Abadesa de Las Huelgas" se publica en 1944 (Editorial
Luz, Madrid). El texto "constituye, ampliado y revisado,
el tema de su tesis doctoral en derecho" (Sastre, 272).
Hemos consultado esta primera edición, y una vez más
llama la atención el hecho de que en ningún
momento se mencione para nada que se trata de una tesis de
doctorado. El prólogo, firmado por José María
Escrivá y fechado precisamente en Burgos, el 31 de
marzo de 1944, se limita a indicar que "aquí te
presento, amable lector, a la famosa Abadesa de las Huelgas"
(Escrivá, 1944, 5). Añade, eso sí, una
frase enormemente significativa, pero que nada tiene que ver
con la cuestión que ahora nos ocupa, cuando escribe:
"Vas a verla gobernar, como lo hiciera una reina... Vas
a verla regir como "Madre y Prelada"". Estos
dos atributos, en boca del "Padre" y fundador de
la que será a partir de los años ochenta la
"prelatura" del Opus Dei, parecen una auténtica
premonición... Pero de la tesis doctoral, ni palabra.
No es más explícita al respecto la recensión
que, firmada por M. Giménez Fernández, publica
en su número 6 (noviembre-diciembre 1944, 395s) la
revista "Arbor", del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, fundada y dirigida por un equipo de personas
entre las que abundan los socios del Opus Dei. El autor de
la recensión comenta que "Don José María
Escrivá ha confirmado el juicio ya merecido en otras
actividades por su extraordinaria valía", y que
"por doquier, a través de la exposición
serenamente objetiva, se siente latir el fervor sobrenatural
que en el alma verdaderamente sacerdotal del autor brota incontenible".
Independientemente de lo que pudiera haber sucedido en diciembre
de 1939, pues, parece indiscutible que cinco años más
tarde se opta por destacar el "fervor sobrenatural"
del sacerdote, por encima de las "virtudes científicas"
del trabajo del doctor universitario. Y en todo ello hay sin
duda un poquitín más de" suspense"
(Berglar, 25) de lo que algunos suponen.
Monseñor Escrivá de Balaguer
El 22 de abril de 1947 el "Padre" es nombrado "prelado
domestico di Sua Santitá", título que le
otorga el derecho a recibir el trato de monseñor. Gondrand
asegura que antes de aceptar vacila, "pues no quiere
nada para él. Si, por fin, acepta, es para no desairar
a quienes le han propuesto" (Gondrand, 181). Gracias
a Vázquez de Prada sabemos que quien le ha propuesto
es Alvaro del Portillo, en nombre del Consejo del Opus, "sin
que él se enterara" (Vázquez, 249). La
nota de humildad viene a continuación, al precisar
que "rara vez se ponía el vistoso ropaje prelaticio,
ni calzaba el zapato de hebilla. Sentía el peso de
la purpúrea vestimenta como un cilicio; pero, en ocasiones
señaladas, sabiendo "cuánto divertía
a sus hijos el colorido", les seguía la corriente
del buen humor" (ibíd., 249; el entrecomillado
es nuestro).
Es curioso comprobar hasta qué punto esas apreciaciones
contrastan, por no decir directamente que se contradicen de
modo radical, con los testimonios de quienes no son, o bien
han dejado de ser, miembros del Opus Dei (Hertel, Moreno,
Steigleder, Walsh, etc.) y con los testimonios de aquellas
personas entrevistadas en el transcurso de la presente investigación
que habían conocido personalmente a monseñor
Escrivá. Todos ellos coinciden en afirmar su afición,
no sólo al lujo, a los refinamientos y a cuanto se
le antojara aristocrático, sino también, y ante
todo, a los honores, los títulos y los símbolos
de prestigio.
Si alguien quisiera llevar a cabo algún día
una investigación centrada en este período concreto,
podría trabajar sobre la hipótesis de que el
nombramiento como "prelado doméstico" de
1947 fue recibido, en efecto, con escaso entusiasmo, pero
porque llegaba de hecho como compensación por una meta
más alta que no se había podido alcanzar. Lo
que el procurador general del Opus Dei, Alvaro del Portillo,
habría intentado conseguir no era el título
de monseñor por la vía del nombramiento como
prelado doméstico del Santo Padre, sino por la vía
del "episcopado". El objetivo era que el padre Escrivá
llegara a obispo (o arzobispo). Y la hipótesis dice
que estuvieron a punto de lograrlo, pero que muy en última
instancia el proyecto se vio frustrado (por intervención
de miembros de la Compañía de Jesús)
y que el nombramiento del 22 de abril de 1947 fue una especie
de "premio de consolación".
Monseñor Escrivá morirá en 1975 habiendo
visto cómo eran consagrados obispos varios sacerdotes
de su Obra destinados a América Latina; pero al fundador
nunca le será otorgada semejante dignidad.
El Padre
Sin embargo, el presbítero José María
Escrivá, convertido en monseñor Josemaría
Escrivá de Balaguer, y simplemente Mariano en las cartas
personales a los amigos, es sobre todo conocido y habitualmente
designado como "el Padre". "Más de sesenta
mil personas le llamaban Padre", titulará un periódico
de Milán en un artículo escrito con motivo de
su fallecimiento ("Ii Giorno", 26.7.1975).
Ya durante los años iniciales se extiende, entre los
miembros del Opus Dei, la costumbre de llamarle así.
El, por su parte, se dirigirá siempre a la gente de
la Obra llamándoles "hijos e hijas". Hasta
había pedido, para su tumba, el siguiente epitafio:
"Orad por este pecador, que engendró hijos e hijas"
(Vázquez, 309). La idea está ya presente en
Camino (n°. 28), cuando afirma: "Hijos, muchos hijos,
y un rastro imborrable de luz dejaremos, si sacrificamos el
egoísmo de la carne." Pero por una vez no se le
hizo caso y se prefirió para su sepultura esta fórmula
realmente lapidaria: "El Padre".
Los ejemplos y las citas relativas a esta costumbre de denominar
"el Padre" al fundador del Opus Dei serían
interminables. Limitémonos, por consiguiente, a dos
o tres observaciones.
En primer lugar, es de advertir que la costumbre se convirtió
en ley. En las Constituciones del Opus Dei vigentes hasta
su conversión en prelatura, las referencias a la figura
del "Padre" son muy frecuentes, y expresamente se
estipula que el presidente general es llamado "Padre"
por los socios ("avocaturPater"; Constituciones,
1950, n0. 327), en el artículo 2 (De Patre) del capítulo
1 de la parte III.
En vida de monseñor Escrivá, la polarización
del Opus en torno a la figura del "Padre" contribuye
a hacer posible la imagen de la organización como una
gran "familia". Las analogías "familiares"
son muy del agrado del "Padre", el cual recurre
a ellas con frecuencia. Así, en los comienzos de la
Obra, la madre de Escrivá era llamada "abuela",
mientras que su hermana era "tía Carmen".
"Nos vino muy bien -dicen que monseñor Escrivá
decía- que mi madre y mi hermana quisieran encargarse
de la administración de nuestros primeros centros.
Sobre todo Carmen, que fue la que más se metió
en todo. Si no, no hubiéramos tenido un verdadero hogar:
nos habría salido una especie de cuartel." Y añade
Helming que "los miembros de la Obra empezaron a llamarla
"tía Carmen" espontáneamente, y no
sólo por ser hermana del fundador, sino por el cariño
que 1e tenían. Conocía los nombres de todos
los primeros miembros de la Obra, sabía cuáles
eran sus platos favoritos y los postres que les gustaban.
Les regalaba caramelos y, si un botón estaba a punto
de caérseles, se lo cosía... " (Helming,
58). El texto puede ser considerado como una buena muestra
de aquello que para Escrivá constituía la diferencia
entre un "cuartel" y un "hogar", así
como del papel asignado a la mujer, tema al que en otro momento
tendremos ocasión de referirnos.
Incluso más tarde, cuando el grupo de estudiantes
y jóvenes licenciados que seguían al "Padre"
se haya transformado en una organización internacional
de considerables dimensiones, se intentará preservar
esta imagen del Opus Dei como una gran familia. "Padre
de familia numerosa y pobre", es el título del
último capítulo de la biografía de Bernal.
"Reuniones de familia", denomina Gondrand (p. 284)
a las grandes asambleas congregadas para escuchar al "Padre"
con motivo de sus grandes viajes de los años setenta
por el mundo entero ("un maratón sobrenatural",
según Sastre, cap. IX). Y en el momento de su muerte
Alvaro del Portillo dirá que "no importa que se
nos salten las lágrimas, porque somos una familia y
nos queremos mucho" (en Vázquez, 486).
Bien es verdad que en algún caso este apelativo del
"Padre" puede dar lugar a una cierta ambigüedad.
Así, cuando e1 "Padre" escribe a sus "hijos":
"qué confianza, qué descanso y que optimismo
os dará, en medio de las dificultades, sentiros hijos
de un Padre, que todo lo sabe y todo lo puede" (citado
en Gondrand, 67), es preciso andar ojo avizor para saber de
qué "Padre" se está hablando en cada
caso. Y esa ambigüedad podría quedar todavía
más acentuada a raíz de la muerte de monseñor
Escrivá ya que, como dice Alvaro del Portillo en la
primera misa de corpore insepulto celebrada aquel mismo día
(26 de junio de 1975), "además de que tenemos
a Dios Padre, que está en los cielos, tenemos a nuestro
Padre en el cielo, que desde allí se preocupa por todas
sus hijas y todos sus hijos" (citado en Vázquez,
486). Y ya desde los años treinta don Josemaría
aconsejaba a sus hijos que rezasen a menudo el Padrenuestro,
"meditando sobre todo las dos primeras palabras, Padre
Nuestro..." (Gondrand, 82).
Marqués de Peralta
De los honores, títulos y condecoraciones recibidos
por monseñor Escrivá a lo largo de su vida,
el más sorprendente de todos acaso sea éste,
que él mismo solicitó en 1968. Cuando el hecho
trascendió a la opinión pública, provocó
un revuelo considerable y propició un montón
de rumores sobre las posibles motivaciones ocultas subyacentes
a semejante decisión (véase, por ejemplo, Carandell,
65, e Ynfante, 31s). La noticia dio pie a comentarios irónicos,
causó una cierta consternación en muchos ambientes
eclesiásticos y no resultó fácil de digerir
para muchos miembros de la propia Obra. El hecho ni siquiera
es mencionado en el perfil biográfico oficial que encabeza
las ediciones recientes de sus obras; algunos biógrafos
pasan por él como de puntillas y otros lo presentan
de un modo tan forzado, que diríase que denota una
franca incomodidad.
Así, Bernal se refiere al tema en un subcapítulo
en el que Escrivá es paradójicamente descrito
como "Pobre de solemnidad" (Bernal, 327-343), y
lo presenta como una "heroica decisión",
tomada con plena conciencia "de las críticas que
su petición iba a suscitar" y basada en el hecho
de que "el desprendimiento de los bienes humanos o de
los símbolos de honor nunca puede ser excusa para incumplir
el propio deber" (Bernal, 342). Plantear la cuestión
en términos de "deber" podría ser
interpretado como una transposición del principio de
una de las máximas de Camino (n°. 332): "Al
que pueda ser sabio no le perdonamos que no lo sea",
transformado ahora en un: "Al que pueda ser noble no
le perdonamos que no lo sea." Lógicamente no es
ésta, sin embargo, la interpretación de las
biografías oficiales: Escrivá actúa así
con el fin de compensar a su familia por los muchos sacrificios
que habían hecho por la Obra (Gondrand, 250ss; Vázquez,
348ss).
Dado que de estos familiares el único que aún
vive es su hermano Santiago, el título será
para él: al cabo de un año, según Gondrand;
al cabo de cuatro años, según Bernal. Ninguno
de ellos considera oportuno añadir que "simultáneamente"
a la petición del marquesado para monseñor Escrivá
se había solicitado otro título, una baronía,
para el hermano. Ninguno de ellos considera necesario reproducir
el decreto (publicado en el "Boletín Oficial del
Estado" del 3 de agosto de 1968) que accede a la solicitud
de rehabilitación del título de marqués
de Peralta. Vázquez de Prada, en cambio, sí
reproduce el documento de 1972 en el que consta que el titular
ha pasado a ser Don Santiago Escrivá de Balaguer y
Albás (Vázquez, 350). Ese mismo autor, en el
índice biográfico que incluye al final de su
volumen, relaciona todos los títulos, nombramientos,
condecoraciones y honores recibidos por monseñor Escrivá
(ibíd., 550): el marquesado no aparece para nada.
Eso sí, todos ellos coinciden en describir detalladamente
las consultas previas efectuadas "a algunos de los cardenales
que en la Curia romana gozaban de mayor fama de prudencia,
y a la Secretaría de Estado del Santo Padre" (Bernal,
342). El episodio recuerda curiosamente aquel otro de 1941,
ya comentado, en que esos mismos autores pretendían
atribuir al nuncio Cicognani la iniciativa de hacer viajar
al "Padre" a Barcelona con el nombre de Escrivá
de Balaguer. Como si ambas manifestaciones de aristocratismo
debieran legitimarse mediante el recurso a la bendición
de las jerarquías eclesiásticas. Y es que, en
efecto, si la legitimación quisieran buscarla en la
propia producción literaria, fácilmente podrían
encontrarse con aquel: "Honores, distinciones, títulos...,
cosas de aire, hinchazones de soberbia, mentiras, nada"
(Camino, n° 677).
2. ¿San Josemaría?
Como coronación de todo este conjunto de "mutaciones"
de los nombres de monseñor Escrivá, sus "hijos"
desearían poder ofrecerle, a título póstumo,
el honor mayor de todos, el de su canonización.
Inmediatamente después de su fallecimiento empiezan
a llegar a la Santa Sede millares de cartas pidiendo la apertura
del proceso. Cartas "de jefes de Estado y de gobierno,
de ministros, de senadores y de diputados, de familias y de
individuos de toda clase y de todo el mundo; también
de 69 cardenales y de 1300 obispos, más de una tercera
parte del episcopado mundial, lo cual constituye un hecho
único en la historia de la Iglesia católica"
(Le Tourneau, 19). La fama de santidad del fundador del Opus
Dei se extiende progresivamente, "con significativa espontaneidad",
según se dice en el decreto de introducción
de la causa de beatificación y canonización
(texto íntegro reproducido en Seco, 196-205).
El sucesor de monseñor Escrivá, Alvaro del
Portillo, nombra rápidamente a un postulador de la
causa. El reverendo Flavio Capucci lo es oficialmente desde
1978. En 1980 se solicita la introducción de la causa.
En 1981 se inicia el proceso. Monseñor Escrivá
se convierte en "el Siervo de Dios Josemaría Escrivá
de Balaguer".
En los distintos países, las respectivas "vicepostulaciones
del Opus Dei" publican periódicamente unos boletines
informativos, "con censura eclesiástica de la
Congregación para las causas de los santos", que
dan cuenta de la marcha del proceso, reproducen fragmentos
de aquellas cartas de obispos del mundo entero y publican
nuevas cartas de personas que agradecen los "favores"
obtenidos por la "intercesión" de monseñor
Escrivá, a quien se dirigen en sus plegarias.
Con idéntica "significativa espontaneidad",
el vicario general del Opus Dei, Javier Echevarría,
entra a formar parte de la Congregación para las causas
de los santos, como consultor (Annuario Pontificio, 1982),
seguido del propio prelado, monseñor Alvaro del Portillo
(Annuario Pontificio, 1983). No van a ser los únicos;
más adelante se incorporarán a la misma Congregación
otros sacerdotes del Opus Dei: Joaquín Alonso, asimismo
como consultor, o José Luis Gutiérrez Gómez,
como relator, por ejemplo.
En 1990 se publica un decreto pontificio "sobre el ejercicio
heroico de las virtudes del Siervo de Dios Josemaría
Escrivá de Balaguer" ("Hoja informativa"
de la vicepostulación del Opus Dei, n°. 12). Monseñor
Escrivá se convierte en "el Venerable Josemaría
Escrivá de Balaguer".
Pero el proceso no termina necesariamente ahí. El
"Venerable" puede convertirse en "Beato".*
Y el "Beato" se puede convertir en "Santo".
En general estos procesos son sumamente lentos, y acostumbran
a durar muchos años. Hasta ahora, la causa del "Venerable
Josemaría Escrivá" ha avanzado a una velocidad
que muchos observadores, en Roma, califican de insólita.
En 1991, también en Roma, se dijo que se habían
terminado las prisas y que el proceso, en e1 caso de seguir
adelante, transcurriría con la rapidez (es decir, la
lentitud) habitual.
El tiempo dirá, pues, si el Opus Dei podrá
reivindicar un día, junto a aquel ambiguo "nuestro
Padre en el cielo", un no menos ambiguo "Padre santo".
O bien si se convertirán en profecía unas palabras
pronunciadas años atrás por monseñor
Escrivá (y citadas en Vázquez, 54): "¡No
te hagas ilusiones!, no soy de madera de santo."
*Lo es ya en el momento de publicarse estas páginas.
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