CONTRAPUNTOS AL CAMINO DEL
OPUS DEI
Autor: Mosén Josep Dalmau
PUREZA
Punto 118. La santa pureza la da Dios cuando se
pide con humildad.
Contrapunto. Dios exige la santa pureza a todo hombre
bien nacido. Si no la alcanzas, es bien a pesar suyo.
Punto 119. ¿Qué hermosa es la santa
pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos
de la caridad. La caridad es la semilla que crecerá
y dará frutos sabrosísimos con el riego, que
es la pureza. Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas
estériles convierten las almas en un lodazal, en una
charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia.
Contrapunto. Es imposible ser puro y vivir sin austeridad
en los otros órganos del gusto. Por ejemplo, ser refinado
y exigentes en las comidas, tener por insoportable la falta
de calefacción, de una cama lujosa o de una casa a
todo confort, no saber vivir sin tener un coche a la puerta,
etc. Si me dices que eres puro en medio de una vida así
de cómoda, te diré que tu pureza debe de ser
harto fofa, y tu caridad mucho más aún.
Punto 120. ¿Pureza? -preguntan. Y se sonríen.
-Son los mismos que van al matrimonio con el cuerpo marchito
y el alma desencantada. Os prometo un libro -si Dios me ayuda-
que podrá llevar este título: "Celibato,
Matrimonio y Pureza".
Contrapunto. ¿Pureza? No la esperes llovida
del cielo. Conquístala. Conozco muchachos ateos que
se han propuesto ser puros y lo han conseguido. Es tanto un
deber de virilidad como una exigencia cristiana.
Punto 121. Hace falta una cruzada de virilidad
y de pureza que contrarreste y anule la labor salvaje de quienes
creen que el hombre es una bestia. -Y esa cruzada es obra
vuestra.
Contrapunto. No se te ocurra organizar una cruzada
en favor de la pureza. Lo más probable es que fracases.
No conozco ninguna cruzada que haya tenido éxito. Las
cruzadas coaccionan y tienen de cristianas sólo el
nombre.
Punto 122. Muchos viven como ángeles en
medio del mundo. -Tú... ¿por qué no?
Contrapunto. Compadece al que te dice -y se lo cree-
que lleva una vida de ángel. Procura ser sencillamente
hombre. Ya será mucho si lo consigues.
Punto 123. Cuando te decidas con firmeza a llevar
vida limpia, para ti la castidad no será carga: será
corona triunfal.
Contrapunto. Una vida limpia no termina con el control
de la propia carne. La limpieza de vida abarca todos los aspectos
del hombre. Ganar millones -lo diga quien lo diga- no es limpio.
Gastar 50 ó 100 mil pesetas para vestir de largo a
la niña no es limpio. Ni tener mucho dinero y tirarlo
en cosas como éstas. Ser limpio exige un montón
de condiciones. No es ninguna corona triunfal. No te engañes.
Punto 124. Me escribías, médico apóstol:
"Todos sabemos por experiencia que podemos ser castos,
viviendo vigilantes, frecuentando los Sacramentos y apagando
los primeros chispazos de la pasión sin dejar que tome
cuerpo la hoguera. Y precisamente entre los castos se cuentan
los hombres más íntegros, por todos los aspectos.
Y entre los lujuriosos dominan los tímidos, egoístas,
falsarios y crueles, que son características de poca
virilidad".
Contrapunto. Los médicos se quedan solos hablando
de castidad. Hace tiempo que lo han dicho todo. Ahora no hacen
más que repetirlo. He conocido hombres de toda especie
en este aspecto. Personas muy generosas, inteligentes y valientes,
y sexualmente unos calaveras. Otros, ejemplares de pureza,
pero tímidos, cobardes y egoístas. Unos terceros,
una calamidad en todos los aspectos. Algunos, admirables en
todo, incluso religiosamente. Escoge, pues.
Punto 125. Yo quisiera -me has dicho- que Juan,
el adolescente, tuviera una confidencia conmigo y me diera
consejos: y me animase para conseguir la pureza de mi corazón.
Si verdaderamente quieres, díselo: y sentirás
ánimos y tendrás consejo.
Contrapunto. En tu marcha ascendente hacia la pureza
de corazón, no hagas ni el comediante ni el sentimental.
Puedes pedir la pureza a Juan, el adolescente. Pero, ¿por
qué no a Pablo o a la Magdalena? Seguro que su ayuda
iba a ser la misma.
Punto 126. La gula es la vanguardia de la impureza.
Contrapunto. Vivir quiere decir, entre otras cosas,
saborear los alimentos.
Punto 127. No quieras dialogar con la concupiscencia:
despréciala.
Contrapunto. Dialoga con tus peores enemigos. Aprenderás
así a dominarlos. Despreciándolos es fácil
caer de lleno, cándidamente, en sus garras. ¿Por
qué esto no ha de valer para la concupiscencia? ¡Cuánto
mal ha hecho al mundo el tabú de la concupiscencia!
Punto 128. El pudor y la modestia son hermanos
pequeños de la pureza.
Contrapunto. La normalidad y la naturalidad han de
ser los puntales de tu pureza. Integra en tu vida lo que veas
u oigas. Esas mojigaterías y esas gesticulaciones de
pudor ofendido, en vez de liberarte te esclavizan.
Punto 129. Sin la santa pureza no se puede perseverar
en el apostolado.
Contrapunto. No te desanimes. Puedes ser apóstol
a pesar de tus infidelidades, fruto de la debilidad humana.
Si para testimoniar nuestra fe tuviéramos que ser todos
santos canonizables, pocos podríamos salir de casa.
La importante es no ser hipócrita. Convence más
un pecador consciente de su pecado que un santón hinchado
de su virtud.
Punto 130. Quítame, Jesús, esa corteza
roñosa de podredumbre sensual que recubre mi corazón,
para que sienta y siga con facilidad los toques del Paráclito
en mi alma.
Contrapunto. Haz, Señor, que la sensualidad
y el pecado no me aparten de Ti sino que me hagan sentir más
cerca y más hondamente tu redención y tus caricias
amorosas.
Punto 131. Nunca hables, ni para lamentarte, de
cosas o sucesos impuros. -Mira que es materia más pegajosa
que la pez. -Cambia de conversación, y, si no es posible,
síguela, hablando de la necesidad y hermosura de la
santa pureza, virtud de hombres que saben lo que vale su alma.
Contrapunto. No es malo hablar -al menos con los amigos
de confianza- de cosas o sucesos impuros. ("No es lo
de fuera lo que mancha al hombre"). Acabarás así
con la obsesión de guardado todo dentro; te entrarán
aires renovadores; no te sentirás solo y te animarán
con su entusiasmo y consolación a seguir luchando.
Punto 132. No tengas la cobardía de ser
"valiente": huye!
Contrapunto. Ten la valentía de acostumbrarte
a perder. Huir es siempre una mala salida.
Punto 133. Los santos no han sido seres deformes;
casos para que los estudie un médico modernista. Fueron,
son normales: de carne, como la tuya. -Y vencieron.
Contrapunto. Los santos no son seres deformes, aunque
en casi todas las vidas de santos los autores nos los pintan
así. Pero muchos modelos de pureza que nos presentan
en nuestro país, tan simple de ideas, vaya que sí
lo son. ¡Mucho ojo, pues!
Punto 134. Aunque la carne se vista de seda...
-Te diré, cuando te vea vacilar ante la tentación,
que oculta su impureza con pretextos de arte, de ciencia...,
de caridad! Te diré, con palabras de un viejo refrán
español: aunque la carne se vista de seda, carne se
queda.
Contrapunto. Sábete que la caridad, la ciencia,
el arte... pueden coexistir con actitudes o formas, en otros
casos morbosas. Sino sabes asimiladas o deslindadas, no eches
la culpa al arte o a la ciencia. Las cosas pueden ser y son
frecuentemente buenas. Eres tú el que les añades
muchas veces malicia.
Punto 135. Si supieras lo que vales!... -Es San
Pablo quien te lo dice: has sido comprado "pretio magno"
-a gran precio. Y luego te dice: "glorificate et portate
Deum in corpore vestro" -glorifica a Dios y llévale
en tu cuerpo.
Contrapunto. San Pablo nos dice: "Honra. a Dios
y llévalo en tu corazón". Que no se te
ocurra pensar que lo llevas solamente porque eres casto. La
impureza es una -y no la mayor- de las muchas infidelidades
que el. hombre puede cometer contra el espíritu evangélico.
Punto 136. Cuando has buscado la compañía
de una satisfacción sensual... qué soledad luego!
Contrapunto. Cuando has cedido culpablemente a una
presión del sexo, ¿por qué te rebelas
contra ti mismo? La Iglesia canta en el pregón de Pascua:
"¡Oh, feliz culpa, que nos ha merecido un salvador
tan grande!". San Agustín tuvo esta experiencia
favorable del pecado. y fue santo.
Punto 137. Y pensar que por una satisfacción
de un momento, que dejó en ti posos de hiel y acíbar,
me has perdido "el camino"!
Contrapunto. ¡Cuántas veces un tropezón
o una caída son ocasión para volver a encontrarse
uno mismo y hallar de nuevo el camino!
Punto 138. "Infelix ego homo!, quis me liberabit
de corpore mortis hujus?" - Pobre de mí!, ¿quién
me librará de este cuerpo de muerte? -Así clama
San Pablo. -Anímate: él también luchaba.
Contrapunto. "¡Pobre de mí!, ¿quién
me librará de este cuerpo de muerte?". San Pablo
dice a los cuatro vientos -en una carta pública- que
tenía grandes dificultades. No seas hipócrita
aparentando una tranquilidad o una pureza que no tienes. Es
una de las maneras de no liberarte.
Punto 139. A la hora de la tentación piensa
en el Amor que en el cielo te aguarda: fomenta la virtud de
la esperanza, que no es falta de generosidad.
Contrapunto. A la hora de la tentación, más
que en el cielo -que suele estar un tantico lejos todavía-,
piensa que una caída es un golpe más de martillo
sobre el clavo que remacha. No se termina todo confesándolo
una vez más.
Punto 140. No te preocupes, pase lo que pase, mientras
no consientas. -Porque sólo la voluntad puede abrir
la puerta del corazón e introducir en él esas
execraciones.
Contrapunto. Preocúpate -sin obsesión-,
mientras es hora de resolver las situaciones difíciles.
Desatenderte de ellas sería claudicar. No emplear los
recursos a tiempo, por desprecio, es una manera indirecta
de consentir y de ser culpable.
Punto 141. En tu alma parece que materialmente
oyes: " ese prejuicio religioso!"... -Y después
la defensa elocuente de todas las miserias de nuestra pobre
carne caída: " sus derechos!". Cuando esto
te suceda di al enemigo que hay ley natural y ley de Dios,
y Dios! -Y también infierno.
Contrapunto. Si la castidad ya no se considera hoy
un prejuicio religioso sino una exigencia de honestidad, también
es cierto que el bullicio de la carne no sólo no nos
ha de preocupar, sino que -como la explosión primaveral-
ha de alegrar nuestro corazón abriéndolo a la
esperanza. A este alboroto informal Dios tiene destinado todo
un sacramento. ¿ Te parece poco?
Punto 142. "Domine!" - Señor!-
"si vis, potes me mundare" -si quieres, puedes curarme.
-!Qué hermosa oración para que la digas muchas
veces con la fe del leprosito cuando te acontezca lo que Dios
y tú y yo sabemos! -No tardarás en sentir la
respuesta del Maestro: "volo, mundare!" -quiero,
sé limpio!
Contrapunto. ¿No te parece que es demasiado
cómodo copiar la escena del leproso: "-Señor,
si tú quieres puedes curarme. Quiero quedar limpio"?
Si la cosa fuera tan simple, ¿no crees que serían
millones los limpios de corazón? Los milagros tenían
una finalidad concreta: demostrar la divinidad de Jesucristo.
No han sido narrados para que nosotros repitamos la proeza.
La pureza, como la santidad, es tanto una conquista personal
como una plegaria.
Punto 143. Por defender su pureza San Francisco
de Asís se revolcó en la nieve, San Benito se
arrojó a un zarzal, San Bernardo se zambulló
en un estanque helado... -Tú, ¿qué has
hecho?
Contrapunto. Se dice que por defender su pureza san
Francisco de Asís se revolcó en la nieve, san
Benito se arrojó a un zarzal, san Bernardo se zambulló
en un estanque helado. Todos hemos hecho muchas tonterías
en nuestra vida. Seguramente también los santos, que
han sido hombres como nosotros. Pero todo esto -si es que
realmente es histórico- lo hicieron a pesar de su santidad.
(¡Yo preferiría suponerlos -y creo que lo eran-
un poco más serios!).
Punto 144. La pureza limpísima de toda la
vida de Juan le hace fuerte ante la Cruz. -Los demás
apóstoles huyen del Gólgota: él, con
la Madre de Cristo, se queda. -No olvides que la pureza enrecia,
viriliza el carácter.
Contrapunto. No tenemos nada en contra de la pureza
de los otros apóstoles. Hemos de suponer que fueron
tan santos como Juan. Lo que enrecia y viriliza el carácter
es la conciencia de fidelidad, en el matrimonio como en el
celibato.
Punto 145. Un grupo de jóvenes en noble
y alegre camaradería. Se oye una canción, y
después otra y más. Aquel muchacho del bigote
moreno sólo oyó la primera:
Corazones partidos
yo no los quiero;
y si le doy el mío,
lo doy entero.
"Qué resistencia a dar mi corazón entero!"
-Y la oración brotó, en cauce manso y ancho.
Contrapunto. Ciudad de Madrid, en tiempos de Alfonso
XIII. Unos religiosos de votos solemnes invitan al rey a la
inauguración de un edificio de la Orden. Le muestran
las amplias y lujosas dependencias, las esculturas valiosas
y los ricos artesonados. Se explica bien que el rey dijera:
"Si con el voto de pobreza son capaces de estas filigranas,
¡qué demonios harán con el de castidad!
". Esto es profundamente trágico. Riqueza y castidad,
¿cómo ayuntarlas?
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