HIJOS EN EL OPUS DEI
Javier Ropero
21. CORRECCIONES Y
CORRECTIVOS
Pero cuando Cefas fue a Antioquía le eché
en cara que se había hecho reprensible. (Carta de
San Pablo a los Gálatas, 2, 11)
La cita anterior refleja cómo Pablo de Tarso corrige
abiertamente a san Pedro, el primer papa de la Iglesia. Esta
corrección fraterna no nos debe extrañar. Al
igual que en los partidos políticos, empresas, etc.,
la crítica interna es un mecanismo de evolución
de estas instituciones, el cuerpo de Cristo que es la Iglesia
también se perfecciona a través de esta autocrítica.
Más aún, es obligación de todo cristiano
el corregir al hermano y casi un deber el hacerlo con un sacerdote,
obispo e, incluso, como hemos visto, con la propia cabeza
visible de la Iglesia:
Si pecare tu hermano contra ti, ve y repréndele
a solas. Si te escucha habrás ganado a tu hermano.
(San Mateo, 18, 15.)
Como ya vimos, en el Opus Dei existe la llamada corrección
fraterna, que consiste precisamente en corregir al socio que
a nuestro juicio haya cometido algún tipo de falta.
Hasta ahí la cosa va bien. Pero cuando se exige a todos
los socios el hacer al menos cinco correcciones fraternas
diarias de las que hay que dar cuenta previamente al director
del centro, y se prohíbe expresamente la crítica
institucional o al superior, nos encontramos ante una situación
propia de la conocida novela de George Orwell "1984",
en que los protagonistas vivían en un estresante estado
policial de permanente vigilancia de los unos para con los
otros. Por otra parte, el fomentar la crítica horizontal
como método coercitivo, únicamente en la base
de la pirámide de una institución, mientras
se impide el mínimo comentario al superior o crítica
vertical, es una de las características más
representativas de las organizaciones sectarias que utilizan
esta estrategia para afianzar más su lavado de cerebro.
En palabras del fundador de la Obra:
¿Quién eres tú para juzgar el acierto
del superior? ¿No ves que él tiene más
elementos de juicio que tú; más experiencia;
más rectos, sabios y desapasionados consejeros; y,
sobre todo, más gracia, una gracia especial, gracia
de estado, que es luz y ayuda poderosa de Dios? (Camino,
punto 457.)
Si con estas "piadosas" razones se pretende silenciar
a los elementos críticos de dentro de la institución,
¿con qué otras se acallarán las voces
que provienen de fuera: de periodistas, ex numerarios, escritores...,
de aquellas personas que pueden amenazar con socavar el "prestigio"
de la institución que, como ya mencionamos, era para
el fundador el verdadero "anzuelo de pescador de hombres"?
En estos casos la "santa intransigencia" y la "santa
coacción" a las que invita Escrivá de Balaguer
en el punto 398 de Camino constituyen la norma clara de conducta
para sus seguidores:
En enero de 1961, en la Facultad de Derecho de Barcelona,
un violento incidente enfrentó a los estudiantes
del Opus Dei con sus camaradas. El 23 de enero se celebraba
la fiesta de San Raimundo de Peñafort, patrono de
los juristas. Los estudiantes montan tradicionalmente una
ópera bufa llena de alusiones. Este año aludían
sobre todo al Opus Dei y a los privilegios de que gozan
sus miembros dentro de la enseñanza. Los estudiantes
del Opus hicieron irrupción sobre el escenario y
lo destruyeron todo. Éste fue un buen escándalo:
huelga de estudiantes, se abre una investigación,
se nombra un dictaminador cuyo nombre se discute, etc.
Poco tiempo después un monje encontró a uno
de los veinticinco estudiantes del Opus que habían
cometido esta agresión y le preguntó por qué
habían procedido de esta manera. Este le respondió:
Si alguien ofende a vuestra madre, ¿no la defenderíais?
Para nosotros esto es lo que ha sucedido. Para nosotros
la Obra es nuestra madre. (Yvon le Vaillant: "La Santa
Mafia. El expediente secreto del Opus Dei", Edamex,
México, 1985.)
Si bien la actitud de los estudiantes del anterior relato
podría, para algunos, estar excusada al catalogarla
como una acción visceral y no premeditada, éste
no es el caso de los incontables testimonios de ex numerarios,
periodistas y escritores que han soportado la difamación
más vejatoria, ni el caso de aquellos otros para los
cuales la recepción de anónimos con la amenaza
velada de perder su puesto de trabajo ha sido el sainete continuo
desde esa ocasión en que escribieron aquel inocente
o no tan inocente artículo sobre el Opus, ni tampoco
el de aquellos que han visto impedido su acceso a determinados
cargos públicos o privados porque prestaron su voz
o sus declaraciones a tal o cual revista "sensacionalista".
En este sentido, Pepe Rodríguez comenta en su libro
"El poder de las sectas":
Son ya muchas las denuncias públicas, avaladas por
la credibilidad y/o pruebas de sus autores, que sitúan
al Opus Dei, a sus hombres, en el eje de campañas
de persecución en contra de sus ex afiliados de cierto
peso. De esta forma, desde los infinitos resortes que los
obedientes hombres del Opus Dei controlan en la sociedad,
se ha llegado a arruinar vidas y carreras profesionales
de algunos de los tránsfugas de la Obra que han mostrado
excesiva locuacidad. Cualquiera que investigue los aledaños
del Opus se encuentra siempre con una constante claramente
verbalizada: el miedo a hablar. (Pepe Rodríguez:
"El poder de las sectas", Ediciones B, 1 edición.
Barcelona, 1989, pág. 75.)
Son tan prolijos estos casos que me limitaré a transcribir
a continuación algunos de ellos que han sido publicados
en la prensa o en otros libros sobre la institución.
Para empezar citemos el caso de la secretaria del propio Escrivá,
María del Carmen Tapia:
En 1966 se me envió desde Venezuela a Roma y fui
sometida durante ocho meses a un virtual arresto domiciliario
en la oficina principal del Opus Dei en Roma. Nunca se me
dijo claramente qué crimen había cometido,
pero aparentemente, y como directora de la sección
femenina en Venezuela, yo había dañado la
"unidad" del Opus Dei al promover una considerable
lealtad hacia otros socios de allí, incluidos algunos
sacerdotes. Se me vigilaba constantemente, impidiéndome
llamar por teléfono o escribir cartas, siendo interrogada
regularmente por mi directora y varios sacerdotes, además
de aplicárseme sutilmente frecuentes correctivos.
Se realizaba un esfuerzo continuado para que admitiese ser
culpable y desembocase en un estado de remordimiento. Mi
cabello se volvió blanco (entonces tenía cuarenta
y un años); empecé a gritar por las noches,
a adelgazar y a tener arcadas. Rehusé admitir ninguna
culpabilidad.
Mientras estaba allí, persuadí a una de las
numerarias auxiliares, una querida amiga mía, a abrir
un apartado de correos privado para enviar y recoger mi
correspondencia. Esto se descubrió casualmente y
el fundador, furioso, nos llamó a las dos ante él.
Mi amiga rehusó decirle mi apartado de correos. Me
dijo que yo estaba en un estado de pecado mortal porque
no había revelado el número de mi apartado
de correos. Entonces se me obligó a salir del Opus
Dei. Poco antes de que dimitiese me obligaron a confesarme
y el padre Joaquín Alanzo me dijo que aunque pasase
toda una vida purgando mis pecados no obtendría la
salvación. Posteriormente, un sacerdote del Opus
Dei vino a exorcizarme pues se le había dicho que
yo había tenido dos abortos y estaba poseída.
(Testimonio de María del Carmen Tapia al Dr. John
Roche. Más información sobre este incidente
en el libro "Tras
el umbral. Una vida en el Opus Dei", María
del Carmen Tapia. Ediciones B, 1992.)
También mencionaremos el caso "sangrante"
de la asturiana Covadonga Carcedo G. Roces, que manifestó
en una carta a la revista "Tiempo":
Gracias por su valentía y por los reportajes del
Opus Dei. La información que están dando es
valiosa, necesaria y constructiva. Pueden y deben estar
orgullosos de lo que están haciendo. No tengo miedo.
Somos muchos y muchas los que hemos sido amenazados por
anónimos y llamadas telefónicas.
A mí me han dicho que "me van a desaparecer",
que van a "regar las calles de Oviedo con mi sangre",
pero todo lo hacen cobardemente, con la falta de valentía
que nace de la verdad y de la honradez, no de los beneficios.
Tengo una querella contra el Opus Dei por estafa, pero es
difícil que prospere al tener en cuenta su influencia
en el poder judicial. ("Tiempo", 21 de julio de
1986, pág. 4.)
Citaremos asimismo el caso "magnetofónico"
del irlandés Kevin Mahon, que trabaja como médico
en uno de los principales hospitales de Dublín y que
ha sido un franco oponente del Opus Dei y de sus métodos
de reclutamiento durante muchos años:
A comienzos de 1982 un sacerdote que decía ser miembro
del Opus Dei me visitó en el hospital en el que estaba
trabajando. Él afirmaba que sabía que yo era
el responsable de un artículo que apareció
sobre el Opus Dei en uno de los periódicos dominicales,
además de una serie de escritos que se oponían
al Opus Dei y que fueron remitidos por correo a varios despachos
de los médicos del hospital. Él me manifestó
que todo quedaría olvidado si cesaba de criticar
al Opus Dei, pero que si volvía a realizar alguna
crítica mis jefes serían informados, sería
despedido y se impediría que alguien intentase darme
un empleo. Ellos también pretendían hacerme
creer que los miembros más antiguos de la profesión
médica eran miembros del Opus Dei. Ahora sé
que tal afirmación es falsa. Sin embargo, estaba
enterado de que el Opus Dei estaba haciendo un gran esfuerzo
en reclutar jóvenes estudiantes de medicina, principalmente
de la U.G.C., y al haber trabajado previamente en el oeste
de Irlanda conocía a algunos estudiantes que consideraba
que estaban en una especial situación de peligro.
Yo también tenía el completo respaldo de un
conjunto de padres y de la familia de otra asociada, los
cuales estaban sumamente desconcertados porque lo que ellos
creían que era una institución católica
los había separado radicalmente de su hija.
Yo también había remitido por correo lo que
consideraba que era información exacta sobre el Opus
Dei, que acababa de obtener del doctor John Roche y de un
psicólogo de Liverpool cuya hija había sido
capturada por la organización.
Pocos días después de haber enviado estos
documentos recibí una llamada telefónica del
mismo sacerdote del Opus Dei diciendo que me quería
ver. La llamada fue bastante desagradable y contenía
amenazas veladas de naturaleza imprecisa. Yo quedé
en verle aquella tarde en el hospital. Sin embargo, como
estaba algo preocupado sobre lo que pudiera acaecer en aquella
reunión, me puse en contacto con un policía
cuya hija había sido reclutada sin él saberlo
ni consentirlo. Me aconsejó que grabase la conversación
con un magnetófono oculto y, que si me amenazaban
o usaban conmigo la fuerza, avisara a la policía.
También intenté ponerme en contacto con mi
sindicato, la Organización Médica Irlandesa,
para avisarles, pero me fue imposible.
Nada más llegar, mi "invitado" dio muestras
de estar agresivo y excitado. Le conduje a la habitación
que había preparado al efecto y empezamos la conversación.
Mi visitante me dijo que no venía a entablar un debate
ni una discusión sobre el tema, sino a advertirme
de las consecuencias de mi comportamiento. Mi trabajo estaba
definitivamente acabado. La totalidad de la institución
médica había sido informada de mis acciones.
Jamás encontraría un empleo y el Opus Dei
estudiaría la manera de retirar mi nombre del registro
de los médicos. Corno resultado, jamás podría
practicar la medicina en ninguna parte del mundo. Además
se informaría a mi familia de mi deshonrosa situación.
Estaba a punto de ser demandado y me pasaría la vida
pagando pesadas facturas legales. Mi salud estaría
en peligro (no especificó cómo). Dijo que
mi acción era ineficaz porque nada podría
dañar al Opus Dei o impedir que la organización
creciera. Sin embargo, en ese momento mi magnetófono
produjo un chasquido un poco alto al finalizar una de las
caras. Mi visitante se enfadó muchísimo. Empujó
la mesa donde estaba escondida la grabadora e intentó
sacar el casete. Intenté evitarlo y aquello se convirtió
en una auténtica pelea que duró un par de
minutos. Desafortunadamente tuvo éxito en quitarme
el magnetófono y retirar la cinta. Cuando descubrió
cerillas en una mesa cercana intentó quemar la cinta,
pero sólo se derritieron algunas zonas. Finalmente
la rompió en trozos más pequeños y
la tiró a un cesto de papeles. Cuando mi "invitado"
partió me dijo que no había esperanza para
mi ni en esta vida ni en la próxima y que, de hecho,
me había excomulgado a mí mismo de la Iglesia.
Cuando se fue recuperé la cinta y, con la ayuda de
algunos amigos, intenté arreglarla. Intento que fue
tan sólo parcialmente satisfactorio.
Durante los siguientes años recibí varias
llamadas de teléfono anónimas y hostiles relativas
a mis críticas acerca del Opus Dei. Mis padres también
recibieron llamadas. No sé quién sería
el que las realizaba, aunque todas ellas hacían referencia
al Opus Dei y decían que difícilmente podría
salvarme. Las llamadas comenzaron a ser más frecuentes
en torno a mayo de 1983, en que se publicó la investigación
realizada por la revista "Magill". Poco tiempo
después volví a ser visitado por el Opus Dei...
(Fergal Bowers: "The Work. An Investigation into the
History of Opus Dei and how it operates in Ireland Today,
Poolbeg Press Ltd., 1989, págs. 65-67.)
Es llamativo el hecho de que son los propios sacerdotes del
Opus Dei los que se encargan de realizar la labor sucia cuando
se trata de ejercer una presión moral y psicológica
sobre un ex miembro, y más aún cuando éste
da una opinión poco favorable sobre la institución.
Otro relato de similares características al anterior,
con magnetófono y todo, es el de María Angustias
Moreno Cereijo:
En diciembre del 76 publiqué un libro titulado "El
Opus Dei. Anexo a una historia", cuyo contenido he
ido comentando, o lo han hecho las cartas que han salido a
colación. En enero del 77 publica la prensa (Diario
de Barcelona) una carta
en la que veintitantas personas, antes pertenecientes a la
Obra, se solidarizan con dicho contenido. Carta que siguió
saltando a la opinión pública en distintas revistas
nacionales durante los meses posteriores. El 27 de abril del
mismo año, y en menos de una semana, seis sacerdotes
del Opus Dei: dos en Madrid (don Emilio Navarro Rubio y don
Juan García Llovet), dos en Barcelona (don Benito Badrinas
Amat y don Severino Monzón) y dos en Andalucía
(don Ernesto Peñacoba Muñoz-Chapuli y don Antonio
del Val), todos ellos con años, muchos años,
de vuelo en la institución, en la cual han desempeñado
y desempeñan cargos de responsabilidad, previa cita
con carácter urgente y para una visita rápida
(así lo fueron advirtiendo a las interesadas), recorrieron
las casas de una serie de personas firmantes de la carta antes
mencionada. Se trataba de que yo era persona peligrosa, y
se consideraban en el deber de advertirlas contra mí...
No voy a ser yo la que lo cuente, lo van a contar ellas,
cada una. Como cada una, luego, localizando mi teléfono
(algunas de ellas a través de la editorial), me fueron
llamando para ofrecerme su ayuda. Aproveché para pedirles
una redacción de lo ocurrido, lo más exacta
posible, legitimada ante notario.
Para mayor brevedad, de las siete narraciones publicadas
por María Angustias Moreno sólo recojo la siguiente,
la de A.M.C.:
El pasado 27 de abril, miércoles, sobre las 17.15,
el telefonista de mi empresa me llamó para comunicarme
que tenía una llamada exterior de don Benito Badrinas
Amat, a quien yo conocía como sacerdote del Opus
Dei, el cual deseaba hablar conmigo. Dado que mi relación
personal con dicho sacerdote había sido -y es- nula,
indiqué al telefonista que le interrogara sobre si
deseaba tratar algún asunto comercial; contestó
que no, que era un asunto personal. Ante esa respuesta,
me negué a que el telefonista me pasara la comunicación,
indicándole que respondiera a don Benito Badrinas
Amat que tengo por norma no atender llamadas personales
en mis horas de trabajo.
A las 21 horas de ese mismo día don Benito Badrinas
llamó por teléfono al domicilio de mi madre
y preguntó por mí. Mi madre le contestó
que yo acababa de salir de su casa y añadió
que si deseaba hablar conmigo, me localizaría mejor
en mi despacho. Por cierto, ignoro cómo consiguió
don Benito Badrinas mi teléfono profesional y el
de mi domicilio familiar, pues yo no se los he dado nunca.
Sobre las 10.30 horas del 28 de abril, el telefonista de
mi empresa me comunicó que tenía nuevamente
una llamada de don Benito Badrinas para mí. Ante
tanta insistencia, accedí a que me pasara la comunicación.
Don Benito Badrinas me pidió si podía recibirle
aquella mañana. Contesté afirmativamente y
quedé citada con él para las 11.30.
A esa hora mi secretaria, Elena de Diego Oriol, me avisó
de que habían llegado dos sacerdotes, uno vestido
de clergyman y el otro con sotana, y que habían dicho
que yo los esperaba. Me extrañó que vinieran
dos personas, pues yo sólo había citado a
don Benito Badrinas. Mientras ellos esperaban en la sala
de visitas, conecté en presencia de mi secretaria
el magnetófono que tenía en mi despacho y
le pedí que dijera algo para comprobar el funcionamiento
del mismo. Hecho esto, y ya con la grabación en marcha,
le indiqué que hiciera pasar a mis visitantes, a
los cuales, previamente, mi secretaria había preguntado
sus nombres. Sólo dio su nombre don Benito Badrinas.
Mi despacho tiene un amplio ventanal de cristal transparente
que comunica con otro despacho más amplio donde trabajan
varias personas. Allí se encontraban a petición
mía mi hermano, F. J. C. J., y uno de mis colaboradores,
P. M. A. Ellos fueron testigos de la entrada de esos dos
sacerdotes y de su entrevista conmigo, si bien no escucharon
el diálogo, pues la puerta de comunicación
entre ambos despachos estaba cerrada.
Los sacerdotes que se entrevistaron conmigo fueron don
Benito Badrinas Amat, sacerdote numerario del Opus Dei,
antiguo rector de la iglesia de Santa María de Montealegre
de Barcelona, y que en la actualidad trabaja en los trámites
del proceso de beatificación de don Josemaría
Escrivá, fundador del Opus Dei, y don Severino Monzó
Romualdo, sacerdote numerario del Opus Dei, que era, en
los últimos años de mi pertenencia a dicho
instituto secular, sacerdote secretario de la delegación
del Opus Dei en Barcelona. Por razón del cargo que
ocupaba, don Severino Monzó era superior interno
mío, con autoridad real y moral sobre mi persona.
Ignoro si sigue ocupando actualmente dicho cargo.
Resumo a continuación la entrevista que sostuve
con ellos: en primer lugar, manifesté mi extrañeza
por el hecho de que se presentaran dos personas, cuando
yo sólo había quedado citada con una, y les
indiqué la conveniencia de llamar a otra persona
más para que fuera mi testigo. Me dijeron que no
tuviera ningún miedo, que sólo venían
a darme información, y que yo, si así lo quería,
podía no decir nada.
Seguidamente les pregunté el motivo de su visita.
Don Benito Badrinas, con voz bastante entrecortada, me repitió
que yo no necesitaba decir nada, que no pretendían
de mí ningún cambio de conducta ni rectificación.
Le pregunté si podía actuar según mi
conciencia, y él me contestó que eso era lo
que él quería pedirme. Le respondí
que ya actuaba así.
A continuación, y siempre en este estilo entrecortado
y confuso, se refirió a "esas cosas que habéis
hecho". Le pregunté qué cosas eran ésas,
y él me contestó que publicar una carta, que
yo también había firmado. Le recordé
que yo era la primera firmante de la misma. Don Benito Badrinas
siguió diciendo entonces que con esa carta les habíamos
hecho daño, que "posiblemente era lo que se
pretendía". Le aseguré que no habíamos
pretendido hacer daño a nadie, sino dar un testimonio
de justicia y de verdad. Se refirió entonces, quejoso,
al hecho de sacarlos en la prensa, públicamente,
cuando yo sabía que ellos jamás utilizarían
nada de nadie, que "absolutamente nunca nosotros diremos
nada de ti" (esta última frase me produjo cierta
hilaridad interna, pues me consta lo contrario).
Volvió a referirse a la carta y dijo que la encontraba
muy genérica. Yo la saqué de uno de los cajones
de mi mesa y le leí los párrafos en los que
corroboramos con nuestra experiencia "los complicados
entresijos de esta asociación -el Opus Dei-, su autoritarismo
llevado a extremos aniquiladores de la personalidad, su
radical integrismo religioso". Don Severino Monzó
intervino por primera vez en la conversación y dijo
que esto era muy vago. Le contesté que eran cuestiones
de fondo. No insistieron en el tema, quizá fuera
que los convencí...
Don Benito Badrinas volvió a repetirme entonces
que les habíamos hecho daño, y yo me reafirmé
en mi postura de que decir la verdad nunca es hacer daño
a nadie. Me insistió en que lo pensáramos
bien. Respondí que pensado estaba, que la carta no
era una improvisación, sino una cosa muy meditada.
Se refirió entonces a las posturas de las personas
firmantes, y dijo que era dudoso que todas pensáramos
del mismo modo. Le hice ver que él mismo podría
comprobar, si hablaba con ellas, que ninguna firmó
con inconsciencia, engaño o desconocimiento. Ante
esta respuesta me contestó que él no iba a
preguntar a las personas por qué habían firmado,
y que eso tampoco le interesaba. He de decir que sus palabras,
entrecortadas y deshilvanadas, me iban dejando cada vez
más sorprendida. Daba la impresión de estar
muy nervioso.
Seguidamente me dijo que en la carta había una serie
de cosas evidentemente peyorativas, y que si él supiera
algo de mi vida -"que no sé nada", se apresuró
a añadir- no andaría publicándolo.
Y dijo textualmente esta frase: "Sí sabemos
de otras personas, o sea, quiero decir, sabemos, pero vamos,
sin entrar en detalles, por ejemplo, que María Angustias
no tuvo, es decir una actuación, ¡hombre!,
moralmente... y los motivos de salida, pues moralmente no
son los motivos de salida, es decir que como pueden ser
los tuyos, es decir un problema que esto no es lo mío
y me voy."
Le pregunté qué pretendía decirme
con eso. Respondió: "¡Hombre!, quiero
decir... ya te puedes imaginar.., bueno, moralmente quiere
decir que ella, a pesar de que después en el libro,
eh, con una exageración a que se guarden unas precauciones
en una serie de cosas en las que ella cayó. ¿Comprendes?"
Le confesé que no entendía nada; que me dijera
a qué página del libro se refería.
Me contestó que no se refería al libro, sino
a la vida suya; que ella en el libro hablaba de la guarda
de la castidad de manera que a los ojos del público
quedaba como algo peyorativo, siendo así que era
natural que se guardaran una serie de precauciones. Y que,
además de eso, lo escribía "una persona
que, a pesar de esas precauciones, no ha vivido bien la
castidad".
Le interrogué sobre qué quería decir
no vivir bien la castidad. Me contestó: "Bueno,
pues que ha tenido relaciones con otras chicas."
Dirigiéndome entonces a don Benito Badrinas y a
don Severino Monzó les pregunté: "¿Eso
les consta?" Don Benito Badrinas dijo: "Sí."
Don Severino Monzó añadió: "Hay
una documentación bastante abundante..." Don
Benito Badrinas concluyó: "¡Hombre! No
todo debía ser acostarse con otras chicas."
Ante la gravedad de estas palabras, les pedí si
podían asegurarme bajo juramento lo que acababan
de decirme. Don Benito Badrinas pronunció un sí
en voz bastante baja, pero perfectamente audible. Seguí
insistiendo: "Aquí delante, ahora mismo."
Entonces ambos se pusieron muy nerviosos y empezaron a hablar
al mismo tiempo, quitándose la palabra el uno al
otro. Dijeron que no lo hacían en sentido de acusación,
sino sólo por información.
Yo estaba muy indignada por dentro, pues no entendía
cómo dos sacerdotes, demostrando a las claras su
condición de tales, y de los que me constaba su pertenencia
al Opus Dei, podían pronunciar las palabras que yo
acababa de escuchar. Por eso insistí que les pedía,
como sacerdotes, que se comprometieran bajo su palabra delante
de Dios de que lo que acababan de decirme de María
Angustias Moreno era cierto. Don Benito Badrinas pronunció
nuevamente "sí" en voz baja, pero audible.
Repetí nuevamente: "¿Se comprometen bajo
juramento?" Don Severino Monzó insistió
en que no se trataba de ninguna acusación.
Les pedí pruebas, les pedí detalles. Muy
nerviosos, repitieron que no se trataba de ninguna acusación,
que no querían entrar en detalles, que era exclusivamente
para que yo lo supiera.
Seguidamente don Benito Badrinas dijo: "Este tema,
en el momento preciso, se comentará". Yo exclamé:
"Entonces ustedes están dispuestos a..."
Don Benito Badrinas acabó la frase diciendo: "Utilizarlo."
Les pregunté si a utilizarlo públicamente,
y me contestó que públicamente no. Le interrogué
entonces si lo iban a decir "privadamente" a mil,
a dos mil, a sesenta mil personas. Me contestó que
no, que de momento sólo lo iban a decir a las personas
que nos habíamos solidarizado con esto. Les dije
que me constaba que había cooperadoras que lo iban
diciendo por ahí. Respondieron que no lo creían,
que no dudaban de mi palabra pero que se trataría
de personas que lo habían averiguado por su cuenta.
Insistí: "¿Una cooperadora del Opus Dei?"
Don Benito Badrinas me dijo que esto no podría ser,
porque, entre otras cosas, la documentación a que
se refería se tenía desde hacía muy
pocos días, porque había costado mucho reunirlo
todo.
Refiriéndome a la documentación le pregunté
si tenía testigos, si tenía chicas que dijeran
que se habían acostado con María Angustias
Moreno. Dijo que no quería entrar en detalles. Insistí:
¿Tienen datos de hechos concretos? ¿O son
deseos, suposiciones o imaginaciones?" Me contestó:
"Hechos concretos."
"¿Hechos concretos? ¿Y la han tenido
durante catorce años siempre en cargos de gobierno
y de formación de otras personas?" Me contestó
don Severino Monzó que no se sabía. Le manifesté
mi extrañeza por "tamaña" ignorancia,
pues las tendencias homosexuales se pueden detectar con
facilidad. Nuevamente don Severino Monzó me respondió
que en este caso no aparecieron hasta ahora. Les pregunté
si las habían descubierto ahora (cuando han pasado
ya más de cuatro años de su salida del Opus
Dei) porque espontáneamente la gente lo ha dicho
o bien si se había fomentado que se dijera. Don Benito
Badrinas me respondió entonces que eso él
ya lo sabía, que él no había hecho
la investigación, que él había visto
la documentación terminada, pero que no sabía
cómo la habían realizado.
Finalmente yo les contesté que conocía a
María Angustias Moreno y que me constaba su honradez,
su espíritu cristiano, su veracidad, su sinceridad
y su deseo de llevar una vida entera cara a Dios. Don Benito
Badrinas me dijo:
"De acuerdo." Añadí: "Que
quede constancia." "Bueno, que quede constancia
de lo otro", replicó don Benito Badrinas.
Así terminó la conversación. Inmediatamente
después de la marcha de don Benito Badrinas Amat
y de don Severino Monzó Romualdo entró mi
hermano en mi despacho. En su presencia paré el magnetófono,
desconecté el micro y, juntos, escuchamos el resultado
de la grabación, deficiente por las malas condiciones
acústicas de mi despacho pero perfectamente audible.
Quisiera que se adjuntara como prueba de mi testimonio.
Así lo manifiesto en Barcelona, fecha ut supra.
Fdo.: A. M. C. Barcelona. (María Angustias Moreno:
"La otra cara
del Opus Dei", Editorial Planeta, Barcelona, 1978,
págs. 115-116 y 142-150.)
Un breve paréntesis para indicar que don Benito Badrinas
ha sido vicepostulador de la causa de beatificación
del fundador.
Dados los anteriores precedentes, no creo que sea la persona
más adecuada para presentar de manera verosímil
una narración de la vida y virtudes del fundador ante
la Santa Sede.
Posteriormente, y dado que esta acusación difamatoria
de lesbianismo refrendada por la "autoridad sacerdotal"
se iba extendiendo de boca en boca, María Angustias
Moreno interpuso una querella criminal por injurias y calumnias
contra todos los sacerdotes implicados. Estos, mediante carta
de su abogado, pretendieron disculparse en privado haciendo
recaer toda la culpa del asunto sobre uno de los sacerdotes,
para que así el Opus Dei se viese exonerado y María
Angustias Moreno no siguiera adelante con la querella.
Tras sucesivos actos de conciliación que terminaron
sin la avenencia de la parte acusada, no se admitieron a trámite
las sucesivas presentaciones de la querella, que fue realizada
por el conocido y prestigioso abogado don José María
Gil Robles. Estas denegaciones se debieron a supuestos defectos
formales, que se subsanaban en cada presentación.
Era evidente que el Opus Dei estaba moviendo los hilos desde
la sombra para que fuese vano todo intento de seguir adelante
con la querella. Finalmente sus tentáculos llegaron
a atenazar al propio José María Gil Robles,
siempre invulnerable en situaciones comprometidas, que comenzó
a dar largas a su cliente. María Angustias, viéndose
impotente para dar una solución legal al asunto, publicó,
en "La otra cara
del Opus Dei" una narración detallada de todo
lo acontecido. Sin embargo, ni sus libros se salvaron de la
inquisición opusdeística, como ha sucedido en
otros casos. Normalmente, cuando sale un libro criticando
a la institución ésta, a través de sus
miembros, se encarga de comprar prácticamente toda
la primera edición para que así se vean truncadas
las expectativas de difusión de las editoriales. Incluso
compran la propia editorial, según apunta Carandell
en relación con la editorial Ruedo Ibérico.
Estas, presionadas además por diversas entidades financieras
controladas por el Opus Dei, y por la amenaza de que otros
escritores afines a la Obra puedan dejar de publicar sus libros
en ellas, terminan evitando la publicación de las subsiguientes
ediciones. Alberto Moncada, por ejemplo, escribió varios
libros sobre la Obra. La censura opusdeísta prohibió
su primer libro en tiempos de Franco, el Banco de Madrid presionó
a Argos Vergara para que no se publicase otra de sus obras
y los gerentes de Plaza y Janés sufrieron presiones
de diversa índole cuando intentaron publicar un libro
posterior. Un ejemplo del ostracismo al que se ven condenadas
todas las publicaciones que critican a la Obra me resultó
evidente al tratar de documentarme sobre los libros de María
Angustias Moreno en la Biblioteca Nacional. Misteriosamente,
las fichas referentes a ellos habían desaparecido.
De la misma manera le sorprenderá al lector la cantidad
de libros, citados muchos de ellos en la bibliografía,
que para ser vendidos en España han tenido que ser
publicados en otros países y luego importados a esta
nación. Animo a quienes coleccionen libros raros a
que no se olviden de comprar los que modestamente escribimos
ciertos autores.
Hasta aquí hemos hablado de los libros. Abrimos a
continuación un capítulo dedicado al tipo de
presión que el Opus Dei realiza sobre las revistas.
Un escándalo que dio la vuelta al mundo es el que le
sucedió al padre Bernardino Hernando, editor de la
revista católica "Vida Nueva". El mundialmente
conocido rotativo "The Times" recogió de
la siguiente manera la noticia:
El padre Bernardino Hernando es un sacerdote secular de
47 años de edad que se dedica al periodismo, la literatura
y la poesía, edita "Vida Nueva", uno de
los semanarios más influyentes de la Iglesia Católica
Romana, y lleva siguiendo la trayectoria del Opus Dei desde
hace veinte años. En octubre de 1979, recibió
de manera anónima, a través del correo, documentos
que pudo identificar como genuinos, que versaban sobre la
campaña del Opus Dei para incrementar su influencia
en la Iglesia. Revelaban que se iba a otorgar una prelatura
personal al presidente general del Opus Dei, que se convertiría
en obispo, transformándose el Opus Dei en una diócesis
internacional.
El padre Hernando se puso a escribir un largo artículo
sobre la "transformación del Opus Dei"
que constituiría una separata de ocho páginas.
El artículo había sido ya enviado a la redacción
cuando el padre Hernando tuvo unos inesperados visitantes:
"Dos tipos vinieron a mi oficina, un sacerdote y un
seglar... Dijeron que eran de la secretaría del Opus
Dei en España", nos comentó el Padre
Hernando.
Ellos intentaron persuadirle para que retirase el recién
impreso artículo diciendo que sería malo para
la Iglesia, antiético y contrario a los deseos de
su santidad el Papa. Él se negó. Poco después
sus superiores de la casa editora, a la cual pertenecía
la revista, le ordenaron que lo retirase. Sometido a una
intensa presión, accedió aunque no renunció
a ofrecer una mínima explicación a los lectores
en el siguiente número.
La edición del 3 de noviembre apareció puntualmente
con el artículo mencionado en la portada, pero sin
las ocho páginas. En cada copia, una tira suelta
de papel decía: "La sección... ha tenido
que ser arrancada de la revista cuando ésta se había
impreso y encuadernado. El director y los editores de "Vida
Nueva" expresan su tristeza ante esta decisión
de estamentos superiores que se ha tenido que acatar. (Artículo
aparecido en "The Times" titulado: "Profile
of Opus Dei", el 12 de enero de 1981, por Clifford
Longley y Dan van der Vat.)
Otro caso significativo es el de la periodista irlandesa
Mónica McEnroy, quien escribió un artículo
sobre los métodos de reclutamiento juvenil por parte
del Opus Dei en una conocida revista femenina. Apunta la referida
periodista:
Poco después de la publicación de mi artículo
me llamó la directora de la revista. Esta mujer era
una directora ejemplar, una de las mejores que había
conocido. Me dijo que nunca más debía mencionar
al Opus Dei en la revista, y parecía bastante conmocionada.
La única forma de explicar este suceso era que respondiese
a una presión desde las altas esferas. Alguien había
decidido que yo no era quién para escribir sobre
el Opus Dei. (Fergal Bowers: "The Work. An Investigation
into the History of Opus Dei and how it oper tes in Ireland
Today". Poolbeg Press Ltd., 1989, páginas 86-87.)
Tras escribir Mónica una carta al "The Irish
Times" relativa a las actividades del Opus Dei en Irlanda
pudo, como tantos otros, sentir la presencia cercana de la
institución:
Una mañana, poco después de la publicación
de mi carta en The Irish Times, llamaron a la puerta principal
de mi casa y me saludaron varios sonrientes miembros del
Opus Dei. Me dijeron que no volviese a escribir al periódico
otra vez porque la organización se podría
disgustar. Ante esta actitud me quedé pasmada y me
dio la impresión de que aquélla era una manera
muy profana de hacer negocios. Cuando se fueron telefoneé
a mi párroco. No le hizo ninguna gracia escuchar
lo que se realizaba, en nombre de la Iglesia católica,
a un tiro de piedra de su casa. (Idem.)
Antes de la beatificación del fundador los métodos
utilizados por el Opus Dei para acallar las voces de los críticos
se volvieron más refinados. Así, en 1990, poco
después de la publicación en España del
libro del eminente historiador católico Michael Walsh
"El mundo secreto
del Opus Dei", la oficina de información de
la prelatura del Opus Dei en España se apresuró
a editar un folleto de 89 páginas titulado "Datos
y respuestas" (Antonio Hernández Deus: "Datos
y respuestas, comentario al libro "El Mundo Secreto del
Opus Dei", Oficina de Información de la Prelatura
Opus Dei en España. I.S.B.N.: 84-404-6795-8, depósito
legal M. 16.719-1990). Este folleto, por ser de una tirada
muy limitada, no estaba destinado a informar al público
sino más bien, en mi modesta opinión, a servir
de antídoto a la utilización del libro de Michael
Walsh por parte de las autoridades eclesiásticas competentes
en el proceso de canonización del fundador.
"Datos y respuestas" contiene veladas amenazas
legales contra Michael Walsh. Cuando Walsh los acusa de actuar
como una secta, el Opus Dei, mediante dicho folleto, responde:
La gravedad de esas afirmaciones salta a la vista: constituye
una acusación que, dada su falsedad, implica una
injuria jurídicamente perseguible.
Tras la beatificación de Escrivá, el Opus Dei
ha evitado tomar represalias contra sus detractores por no
desbaratar el proceso de la canonización. Incluso diría
más: ve con agrado la posible aparición de libros
o revistas que los ataquen visceralmente o con evidente demagogia.
El martirio "post morten" del fundador podría
representar un mérito añadido a su ya nutrida
hagiografía.
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