LO TEOLOGAL Y LO INSTITUCIONAL*
(REFLEXIONES ÍNTIMAS)
Autor: Antonio Ruíz Retegui, teólogo
sacerdote numerario del Opus Dei
*Por institucional entiende el autor
la institución del Opus Dei
4. LOS RIESGOS DE LA
EDUCACIÓN: SEGURIDAD VERSUS LIBERTAD
Si la finalidad de la educación es disponer a la persona
para que pueda cumplirse como tal persona, la educación
tendrá también con un objetivo suyo la felicidad
de esa persona. Pero ese objetivo debe ser esencialmente ulterior,
no inmediato, ni buscado directamente o por si mismo.
El cumplimiento de la persona es algo distinto de la actualización
de sus potencia o de sus posibilidades, porque la persona
trasciende el ámbito en que puede llevar a cabo sus
acciones. La acciones se realizan en el mundo, pero la persona
está llamada a la trascendencia.
La consecuencia de esto es que la educación debe dirigirse
a la persona en cuanto que es la unidad que da cohesión
a todas sus dimensiones operativas. Si la raíz de la
acción, el corazón, es fuerte, la vida de la
persona será también fuerte y unitaria. Todas
sus potencias actuarán en concordia, y sus acciones
serán acciones de una persona. En cambio, si la educación
se dirige directamente a dar destrezas o pautas de acción
concretas, la persona queda olvidada y, aunque pueda resultar
un ser relativamente útil para ciertos fines, se pierde
como persona. Esto es lo que sucede con aquellos que han aprendido
ciertas destrezas concretas, pero han dejado de lado el fondo
de la persona. Esas personas tienen la lacerante convicción
de que no son ellos los que viven su vida, sino que la vida
se les vive desde fuera, es decir, que son "utilizados".
Por el contrario, quien se resiste a adoptar comportamientos
concretos y procura siempre que sus acciones le salgan de
lo más íntimo, a veces parecen persona un poco
"suyas", e incluso un tanto "indómitas",
pero enseguida se advierte que son estas personas las que
realmente viven la vida. Sus acciones no podrán ser
tan exactamente dominadas o aprovechadas por los que gobiernan,
porque son personas que no se dejan "instrumentalizar",
ni se dejan tampoco inducir acciones concretas si estas acciones
contrastan con lo que ven con su conciencia. No se dejarán
encajar en un conjunto como una pieza en un artificio. No
obstante, a la larga se percibe que son estas personas las
que son capaces de realizar las acciones más propiamente
humanas y defender los más grandes ideales.
Se puede llegar a juzgar que esas personas viven mal la unidad
con los demás, especialmente porque son muy capaces
de establecer relaciones muy personales y libres con algunas
personas y hablan libremente con ellas de las cosas más
importantes, como es propio de las amistades profundas. Estas
relaciones no son controlables por los que gobiernan y, por
eso, suelen ver esas amistades con sospecha de sedición.
En realidad, la unidad que viven o pueden vivir es la unidad
que no las disuelva en un conjunto. Ésta es la unidad
más perfecta, la que no disuelve las personas en la
unidad superior. En efecto, la unidad de Dios la debemos confesar
"neque confundentes personas, neque substantíam
separantes" (Símbolo "Quicumque").
Las personas bien formadas, las que son auténticas
y dueñas en verdad de sus propios actos, resultan evidentemente
algo incómodas para quien pretende un gobierno inmediato,
de tipo técnico, pero son las que viven la vida de
verdad y pueden colaborar de verdad a la realización
de los grandes fines. Sus opiniones sobre la realidad que
ven es una opinión que merece confianza, y no se remite
a lugares comunes o una mera servidumbre a las dimensiones
más superficiales de su existencia.
Además, cuando alguien es muy fiel a sí mismo
y no se deja dominar por instancias externas o superficiales,
es decir, cuando es sacrificada y fuerte, cuando sabe querer
a los demás, podrá dar oído con confianza
al juicio interior de su conciencia, aunque este juicio se
oponga a lo que le viene más desde fuera, sea la instancia
que sea: la autoridad o sus pasiones.
Por esto es tan importante que las personas crezcan de forma
armónica y en fidelidad a si mismas. Sólo así
cuando pasa el tiempo y maduran pueden ser personas capaces
de confiar en sus opiniones formadas en conciencia. A veces
se dice que las personas de conciencia recta y tranquila son
temibles porque hablan desde la seguridad de su propia rectitud.
Si crecieran en servidumbre a sus debilidades se verían
siempre inseguras, dudando de si sus opiniones son rectas
o se deben más bien a la debilidad de sus pasiones.
Quien claudica ante las tentaciones del orgullo o de la sensualidad
tenderá a refugiarse en los dictámenes de la
autoridad, porque en el fondo se sabe débil y poco
de fiar.
Pero no es que estas personas sean de suyo imposibles de
dirigir. Sencillamente reclaman un tipo de dirección
que no las convierta en simples piezas de un conjunto. Ellas
son un "todo de sentido" es decir, no se dejan integrar
sin más en un pretendido contexto más amplio
omniabarcante, no se les puede pedir que "actúen
como se les indica" y que "se queden tranquilas".
Por esto, cuando se pretende una acción de conjunto
muy mecánica, estas personas son vistas con cierta
desconfianza, y se las califica de "rebeldes" o
"difíciles".
Al mismo tiempo, estas personas son especialmente sensibles
a la dirección buena, que es aquella que se dirige
a la cabeza y al corazón. En efecto, esas personas
que actúan desde el fondo de su ser, advierten que
necesitan un alimento constante de sus principios y de su
visión de la vida. Por eso sintonizan enseguida con
la formación que tiene en cuenta su capacidad personal
de entender las cosas. Son más sensibles a la calidad
de la formación que se dirige a la cabeza y al corazón,
ávidas de doctrina rica, verdadera, que dé conocimiento
de la realidad, para que pueda orientar la conducta. Lógicamente
son más bien reacias a las indicaciones coyunturales
o simplemente autoritarias.
A su vez, cuando están en puestos de gobiernos, ejercitan
su misión dirigiéndose al fondo de las personas
que imperando actuaciones concretas. Por eso engendran ámbitos
de libertad y sentimientos de respirar aire puro. Hacen que
quienes dependen de ellas actúen con conocimiento de
la realidad, y desde ese conocimiento de la realidad. Su gran
misión es poner constantemente a los demás en
contacto con la verdad de las cosas, para que sepan responder
a las interpelaciones de esa realidad desde los principios
que cada uno tiene en su interior. Esto hace que su gobierno
sea muy exigente porque reclama que cada cual ponga en juego
toda su libertad y capacidad activa. Al mismo tiempo esa forma
de gobierno resulta lógicamente un tanto "débil"
para quien es inseguro de sí y pretende seguridades
inmediatas o proteccionismo por parte de la autoridad. En
efecto, ese gobierno se ciñe fielmente a "gestionar
la creatividad" y se niega a dar esa peculiar protección
que es orientar en concreto toda la acción que cada
uno ha de decidir con su libertad.
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