LOS HIJOS DEL OPUS: LA SOCIALIZACIÓN
DE LAS SEGUNDAS GENERACIONES DEL OPUS DEI
Autora: Esther Fernández Mostaza
Editorial: Mediterrania
CAPÍTULO IV. El proceso de
socialización
1. Definición
Entendemos por socialización el proceso mediante
el cual la persona humana aprende e interioriza, durante el
transcurso de su vida, los elementos socioculturales de su
medio, los integra en las estructuras de su personalidad,
bajo la influencia de experiencias y agentes sociales significativos,
y se adapta así al entorno social en cuyo seno ha de
vivir. [Guy Rocher, Introducción a la sociología
general (Barcelona: Herder, 1980), 133-139]
Esta definición sugiere tres aspectos fundamentales
de la socialización: a) adquisición de la cultura;
b) integración de la cultura en la personalidad; c)
adaptación al entorno social.
a) La adquisición de la cultura
En primer lugar, la socialización es el proceso de
adquisición de los conocimientos, modelos, valores,
símbolos, en resumen: de las "maneras de obrar,
de pensar y de sentir" propias de los grupos, de la sociedad,
de la civilización en cuyo seno una persona está
llamada a vivir. Este proceso se inicia con el nacimiento,
continúa a lo largo de toda la vida y finaliza con
la muerte. La primera infancia, sin duda alguna, constituye
el período más intenso de socialización:
no es sólo el período en que el ser humano tiene
más cosas que aprender (higiene, gustos culinarios,
urbanidad, lenguaje, roles, etc.), sino que también
es el período en que el hombre es más "plástico"
y más apto para aprender, ya que lo hace con una facilidad
y rapidez que nunca más conocerá en el resto
de su vida. La sociedad moderna tiende, sin embargo, a alargar
cada vez más -hasta la adolescencia- este período
de intensa socialización, especialmente si lo comparamos
con las sociedades no industriales, sociedades en las que
el adolescente se hace adulto mucho antes.
Una vez transcurrido este intenso período de socialización
(la infancia y la juventud), la persona adulta no dejará
de socializarse a lo largo de su vida. En particular, hay
determinadas etapas en las que el adulto conocerá una
socialización más intensa. Pensemos, por ejemplo,
en toda la adaptación que exige el primer puesto de
trabajo en la sociedad moderna industrial: adquisición
de nuevos conocimientos técnicos; comprensión
de un sistema oficial y de un sistema no oficial u oculto
de roles, interacciones, comunicaciones y sanciones; adaptación
a unos nuevos métodos y a un nuevo ritmo de trabajo,
a unas nuevas condiciones de vida y, a veces, incluso a un
nuevo nivel de vida. Toda promoción, toda cambio de
colocación abre asimismo un nuevo período de
socialización... constituyen otras tantas etapas que
imponen adaptaciones.
b) La integración de la cultura en la personalidad
En segundo lugar, nuestra definición afirma que como
consecuencia de la socialización algunos elementos
de la sociedad y de la cultura pasan a ser parte integrante
de la estructura de la personalidad psíquica, hasta
el punto de convertirse en una parte del contenido de esta
estructura. No es posible calibrar qué proporción
de la cultura y del sistema social se integra en la personalidad
de esta forma. Sin embargo, la proporción variará
de una persona a otra. Lo que sí podemos afirmar es
que la cultura y el sistema social, una vez integrados en
la personalidad, se convierten en obligación moral,
en regla de conciencia y en lo que parece la manera "natural"
o "normal" de obrar, de pensar y de sentir.
Gracias a esta integración de elementos socioculturales
en la personalidad, el actor social -por lo menos conscientemente-
a penas advierte el peso del control social, de los imperativos
y exigencias que el medio social le impone. No tiene la sensación
de obedecer en cada momento a la presión de una autoridad
externa, ni de ser objeto de una coacción por parte
de las instituciones o del resto de actores. De su propia
conciencia surge finalmente la fuente de su conformidad, en
la medida suficiente para asegurarse la tranquilidad de no
parecer original, ni perturbado, así como para no hacerse
merecedor de respeto tanto a sus propios ojos como a los ojos
de invisibles testimonios.
c) La adaptación al entorno social
El tercer aspecto de la socialización incluido en
nuestra definición es, en realidad, su consecuencia
principal desde el punto de vista sociológico: la adaptación
de la persona a su entorno social. La persona socializada
es "de un medio ambiente", "pertenece"
a una familia, al grupo, a la empresa, a la nación,
a la religión... en el sentido que forma parte de estas
colectividades y que tiene un lugar propio en ellas. Esto
es así por el hecho de tener suficientes elementos
en común con el resto de miembros de estas colectividades,
hasta el punto de poder comunicarse con ellos, comulgar con
determinados sentimientos, compartir aspiraciones, gustos,
actividades. En resumen, se parece a ellos no sólo
físicamente -en el caso de los familiares- sino mental
y psíquicamente. Pertenecer a una colectividad significa
compartir con los otros miembros ideas o rasgos comunes suficientes
para poder identificarse con el "nosotros" que constituyen,
reconocerse suficientemente en este "nosotros" como
para extraer de él -aunque sea parcialmente- la propia
identidad psíquica y social.
En cuanto al pensamiento, la socialización proporciona
unas categorías mentales, unas representaciones, unas
imágenes, unos conocimientos, unos prejuicios, unos
estereotipos; en resumen, unas "formas de pensar"
sin las cuales la inteligencia, la memoria y la imaginación
no podrían desplegarse, crecer y producir. Incorporando
los elementos de la cultura, las facultades intelectuales
se desarrollan y pueden crear a la vez nuevos elementos culturales.
2. Los protagonistas
Como ya hemos explicado, el resultado normal de la socialización
-desde el punto de vista sociológico- radica en producir
una conformidad suficiente de las "maneras de obrar,
de pensar y sentir" en cada uno de los miembros de una
colectividad, con la doble finalidad de que cada persona se
adapte y se integre en una colectividad y que esta colectividad
o grupo se pueda mantener y perdurar en el tiempo. Este ejercicio
de adaptación tiene unos protagonistas que son los
que conducirán al ser humano -y no sólo en su
infancia- por el camino de convertirse en miembro de su sociedad,
colectividad o grupo. Entre estos protagonistas, por su importancia
y por el orden que ocupan, debemos empezar por los "otros
significativos" [significant others]
a) Los otros significativos
La primera vez que el ser humano experimenta la sociedad
es al nacer, momento en que ya empiezan a establecerse las
primeras relaciones: con el propio cuerpo (se tiene calor,
gana o sueño), con el ambiente físico (molesta
la luz o se siente frío), y con otros seres humanos
con los que se establecen relaciones de dependencia (ya que
el niño difícilmente puede sobrevivir sin la
ayuda de un adulto). El posterior desarrollo social humano
dependerá, básicamente, de la formación
de vínculos estables con otras personas en estos primeros
estadios. Estas "otras personas" no son otros cualquiera.
Por un lado, tienen una relación íntima con
el niño y, por el otro, sus actitudes serán
transcendentales para la imagen que todo individuo se va haciendo
de sí mismo desde que nace.
"Frank Jones, al referirse al pintor contemporáneo
Marshall Glasier, escribe: "Se ha dicho que cada uno
es tres personas: lo que piensa que es, lo que otros piensan
que es, y lo que él piensa que otros piensan que
es. La cuarta -lo que realmente es- es desconocida: posiblemente
no existe."" [H. Gerth & C. Wright Mills,
Carácter y estructura social (Buenos Aires: Paidós,
1963), 101-102]
Como afirman Berger & Berger:
"Mead denomina a los principales protagonistas del
proceso de socialización como "los otros significativos".
Son las personas con quienes el niño interactúa
con más frecuencia, con quienes tiene una importante
relación emocional, y cuyas actitudes y roles son
cruciales en este proceso. Obviamente, es muy importante
-para todo lo que se sucede al niño- determinar quiénes
son estos "otros". Con ello, no sólo nos
queremos referir a sus particularidades individuales o excentricidades,
sino a su posición dentro de la sociedad. En las
fases iniciales de la socialización, sean cuales
sean las actitudes y roles tomados por el niño, los
toma de estos "otros significativos". En un sentido
bastante real, ellos son el mundo social del niño."
[Peter L. Berger & Brigitte Berger, Sociology. A
biographical aproach (Nueva York: Penguin Books, 1976),
67]
Como veremos más adelante -cuando hablemos de los
estadios de la socialización- estas primeras experiencias
hay que situarlas dentro de la primera etapa y, por ese motivo,
enraizadas con mayor fuerza en el proceso socializador: la
socialización primaria. En este primer estadio de la
socialización, el niño empieza a interiorizar
modelos de comportamiento, maneras de sentir y hacer, formas
de entender la realidad... imitando las acciones de quienes
le rodean, quienes son -precisamente- los "otros significativos".
Poco a poco, el niño irá creándose una
imagen de sí mismo, imagen que será un reflejo
de la que los otros significativos tendrán de él.
Pero si durante el transcurso de la vida uno tiene cierta
libertad para escoger a aquellos que nos ven como nosotros
pensamos que somos, en la socialización primaria la
situación es diferente:
"La sociedad ofrece al candidato a la socialización
un conjunto cerrado de "otros significativos",
que debe aceptar en bloque sin posibilidad de modificarlo.
[...] Es decir, que cada uno se las tiene que apañar
con los padres que le han tocado. Esta desventaja injusta,
inherente al hecho de ser una criatura, tiene una consecuencia
obvia: el niño no es un mero sujeto pasivo de su
proceso de socialización, pues de hecho son los adultos
quienes dictan las reglas de juego. El niño podrá
jugar con entusiasmo o de mala gana, pero aquél será
el único juego posible."
Por eso el niño, al no escoger a los otros significativos,
automáticamente se identifica con ellos. Y por ese
mismo motivo, ineluctablemente interiorizará su realidad
concreta.
"El niño no interioriza el mundo de sus otros
significativos como un mundo posible; lo interioriza como
el mundo, el único real y el único posible.
Esta es la razón por la que el mundo que ha sido
interiorizado durante la socialización primaria hecha
raíces en la conciencia con muchísima más
fuerza que los mundos interiorizados a través de
las socializaciones secundarias. Aunque el sentimiento original
de ineluctabilidad se debilite por posteriores desengaños,
el recuerdo de aquella certeza que ya no volverá
nunca más, la certeza de la primera ráfaga
de realidad, continuará acompañando el mundo
inicial de la infancia." [Peter L. Berger &
Thomas Luckmann, La construcció social de la realitat.
Un tractat de sociologia del coneixement (Barcelona: Herder,
1988), 190-191]
En el momento de reafirmar la realidad subjetiva sólo
cuentan las evaluaciones de aquellos que son significativos
para la persona, que cuentan mucho para la construcción
y el mantenimiento de la imagen de uno mismo.
"En algunas sociedades y familias, "la madre"
es el otro más significativo para el bebé
y para el niño, pues ella satisface más directamente
las necesidades corporales del niño y, por medio
de sus acciones, completa sus inicios impulsivos. En estos
casos, la imagen que el niño tiene de sí mismo
es posiblemente la imagen que la madre tiene de él.
Pero cuando la persona crece, empiezan a operar una variedad
de otros significativos. Si sabemos quién ha sido
y quién es actualmente significativo para la imagen
de uno mismo, sabemos mucho más de esa imagen."
[Gerth & Mills, Carácter y estructura social,
97-98]
Sin embargo, "es un hecho que en la economía
de la preservación de la realidad son ellos quienes
ocupan el lugar central". [Berger & Luckmann,
La construcció social de la realitat, 208-211]
Los otros significativos son especialmente importantes para
ir confirmando dentro de las experiencias cotidianas aquel
elemento decisivo de la realidad que denominamos identidad
personal. El individuo, con el fin poder estar seguro de ser
realmente quien cree que es, necesita la implícita
confirmación de su identidad que le proporcionan los
contactos cotidianos, y sobre todo la confirmación
-explícita y llena de afecto- que le otorgan los otros
significativos. Los otros significativos son, pues, los principales
agentes de preservación de la realidad subjetiva del
individuo, mientras que los que no lo son tanto, como dicen
Berger & Luckmann, son "una especie de coro teatral"
[Loc.cit.]
b) El otro generalizado
Continuando con el análisis teórico de George
H. Mead sobre los procesos de socialización, nos centramos
ahora en el estadio en que el niño descubre la existencia
de otra instancia reguladora por encima de los otros significativos:
la sociedad. Para este autor la formación del propio
yo [self] es un proceso coincidente con el descubrimiento
de la sociedad: el niño descubre quién es él
a medida que aprende lo que es la sociedad. Este proceso interminable
cuenta con diferentes estadios que van desde los simples actos
de imitar las acciones de quienes rodean al niño hasta
jugar teniendo en cuenta los valores y reglas morales de la
cultura en que se está inmerso. El niño aprende
a jugar su rol o papel asumiendo el papel de otro. En otras
palabras: asumiendo las apariencias de toda una serie de roles
o papeles sociales es como el niño va descubriendo
progresivamente la significación de los caracteres
que se le han a signado a él. Poco a poco, el niño
se percata de que los papeles que juega no sólo tienen
significado para las personas de su círculo más
íntimo (sus otros significativos), sino que también
lo tienen para la sociedad en general. En este estadio -cuando
aparece una imagen global o generalizada de la sociedad-
Mead sitúa al "otro generalizado" [generalized
other]. Es decir: podemos hablar del "otro generalizado"
cuando el individuo adopta los valores generales de un determinado
grupo o sociedad durante el proceso de generalización.
Así, si queremos diferenciar a estos últimos
de los "otros significativos" afirmaremos:
"Los otros significativos [...] son aquellos a los
que la persona presta atención y cuyas evaluaciones
se reflejan en sus propias evaluaciones; denominaremos otros
autoritarios a aquellos otros significativos cuyas evaluaciones
sancionan nuestras conductas y deseos. El otro generalizado
está compuesto por una integración de las
evaluaciones y valores de los otros significativos de la
persona, y especialmente de los autoritarios." [Ibid.,
105-106]
Berger & Berger ejemplifican al otro generalizado de
la siguiente manera:
"A medida que la socialización avanza, el niño
empieza a comprender que las actitudes y roles particulares
remiten a una realidad más general. Es el momento
en que el niño empieza a comprender, por ejemplo,
que no sólo su madre se enfada cuando se hace pipí
encima, sino que este enojo es compartido por cualquiera
de los otros significativos adultos que él conoce,
e, incluso, por cualquier persona adulta del mundo en general.
En este momento, el niño aprende a relacionarse no
sólo con los otros significativos específicos,
sino con un otro generalizado (otra expresión
meadiana) que representa la sociedad. Este importante paso
se puede contemplar fácilmente en el lenguaje. En
las fases iniciales, es como si el niño se dijera
a sí mismo (y de hecho en ocasiones lo hace): "mamá
no quiere que me haga pipí encima". Después
de descubrir al otro generalizado, la frase se transforma
en: "los niños no se hacen pipí encima".
La actitud particular se ha transformado en universal. Las
órdenes y prohibiciones específicas de otros
individuos se han transformado en normas generales."
[Berger & Berger, Sociology. A biographical aproach,
67-68]
Es decir, en este estadio el niño no actúa
sólo en referencia a otro inmediato sino a otro social
más generalizado. Este otro es interno al actor, parecido
al super-ego de Freud ("La experiencia de este otro generalizado
-la experiencia de la conciencia- no es la de una imagen de
sí mismo; es la experiencia de las evaluaciones de
otros no presentes inmediatamente, pero que, a pesar de ello,
restringen o facilitan nuestras propias evaluaciones e imágenes
de nosotros mismos." [Gerth & Mills, Carácter
y estructura social, 105-106]), producto de su socialización
y de su integración en la vida cotidiana. El otro generalizado
actúa así como regulador de la conducta en interés
de todos los que componen un grupo o una sociedad, confirmando
el avance del proceso de socialización, proceso mediante
el cual el ser humano aprende a convertirse en miembro de
su sociedad.
En palabras del mismo Mead:
"En la forma del otro generalizado, los procesos sociales
influyen en la conducta de los individuos involucrados en
ellos y que los llevan a cabo, es decir, que en esta forma
la comunidad ejerce su control sobre el comportamiento de
sus miembros individuales; porque de esta manera el proceso
o comunidad social entra, como factor determinado, en el
pensamiento del individuo. En el pensamiento abstracto el
individuo adopta la actitud del otro generalizado hacia
sí mismo, sin referencia a la expresión que
el citado otro generalizado pueda asumir en algún
individuo determinado; y en el pensamiento concreto adopta
esta actitud en la medida en que es expresada, en las actitudes
hacia su conducta, por parte de aquellos otros individuos
junto con los que está involucrado en la situación
o acto social concretos. Pero sólo adoptando la actitud
del otro generalizado hacia él -en una u otra de
estas maneras- le es posible pensar, porque sólo
así puede darse el pensamiento. Y sólo cuando
los individuos adoptan la actitud o actitudes del otro generalizado
hacia sí mismos, sólo entonces es posible
la existencia de un universo de raciocinio, como el sistema
de significaciones sociales o comunes que el pensamiento
presupone." [George H. Mead, Espíritu, persona
y sociedad (Buenos Aires: Paidós, 1972), 184-186]
Tal como afirman Berger & Luckmann, la formación
de este otro generalizado en la conciencia significa que el
individuo ya no se identifica únicamente con otras
personas concretas, sino con una generalidad de otros, es
decir, con una sociedad. Gracias a esta identificación
generalizada, su propia autoidentificación puede ser
estable y continuada. Porque el individuo ya no tiene únicamente
una identidad frente a tal y tal otro significativo, sino
que tiene una identidad general, subjetivamente percibida
como permanente e independiente de los demás, sean
significativos o no. Y esta identidad, convertida en coherente,
incorpora todos los diversos roles y actitudes previamente
interiorizados. Se entiende así que la formación
del otro generalizado en la conciencia marque una etapa decisiva
de la socialización, porque implica la interiorización
de la sociedad como tal y de su realidad objetiva, al mismo
tiempo que se establece una identidad coherente y constante.
Estas dos etapas del desarrollo de la persona son caracterizas
por Mead en el juego y el deporte [Mead, Espíritu,
persona y sociedad, 182 y ss.] Mientras que en el juego
el niño adopta simplemente un papel frente otro (personas
y animales) que de alguna manera ha entrado en su vida, en
el deporte en cambio el niño se convierte en todos
los otros involucrados en la actividad humana -el individuo
ha de tener dentro de su persona toda la actividad organizada
con el fin de representar con éxito su propio papel-.
En este segundo estadio la persona no adopta simplemente el
papel de otro específico, sino el de cualquier otro
que participe en la actividad común; ha generalizado
la actitud de adopción de papeles. En otras palabras:
ha adoptado la actitud o el papel del otro generalizado.
"Existen dos etapas generales en el completo desarrollo
de la persona. En la primera de estas etapas, la persona
individual está constituida simplemente por una organización
de las actitudes particulares de otros individuos hacia
el individuo y de las actitudes de unos hacia los otros,
en los actos sociales específicos en que aquél
participa con ellos. Pero en la segunda etapa del completo
desarrollo de la persona del individuo, esta persona está
constituida no sólo por una organización de
las actitudes de estos individuos particulares, sino también
por una organización de las actitudes sociales del
otro generalizado, o grupo social, como un todo, al cual
pertenece." [Ibid., 187-188]
3. Los estadios
Como afirman Berger & Berger, "se puede afirmar
que la socialización nunca termina. En una biografía
normal, lo que sucede simplemente es que disminuye la intensidad:
la socialización disminuye después de la primera
infancia." [Berger & Berger, Sociology. A biographical
aproach, 75] Por este motivo, en sociología diferenciamos
entre socialización primaria y secundaria. Por socialización
primaria entendemos el proceso mediante el cual el niño,
en los primeros años de su vida, consigue interiorzar
otra realidad subjetiva que le permitirá convertirse
en miembro participativo de su sociedad; por socialización
secundaria entendemos todos los procesos posteriores mediante
los cuales el individuo es inducido a participar en unos mundos
sociales específicos. Pasamos ahora a definirlos:
a) Socialización primaria
Entendemos por socialización primaria la primera
socialización que tiene lugar durante la infancia,
que permite al individuo participar del mundo objetivo de
una sociedad o de alguno de sus sectores. Es, evidentemente,
la primera y por esta razón, la más importante.
En ella se interiorza un mundo que, a pesar de ser uno de
entre muchos otros, es asimilado por el niño como el
único posible, experimentándolo como el único
real; para él no es un mundo posible, sino el mundo.
Por eso este primer mundo interiorizado se arraiga con fuerza
en el individuo. La socialización primaria es, pues,
el período en el que se construye el primer mundo:
incuestionablemente real, un mundo sólido donde no
hay lugar para la desconfianza ni la duda.
Esta primera característica de la socialización
primaria se combina con la presencia de los otros significativos,
como no podría ser de otra forma. Eso supone afirmar
que la socialización primaria tiene lugar en un ámbito
de connotaciones afectivas muy fuertes. "Hasta tal punto,
que seguramente sin esta vinculación afectiva a los
otros significativos el proceso de aprendizaje sería
sumamente difícil, por no decir imposible." [Berger
& Luckmann, La construcción social de la realidad,
186] Esta identificación afectiva con los otros
significativos permite la interiorización de una realidad
concreta, y sobre su base se sedimentarán las futuras
socializaciones, aunque con una fuerza más débil.
Así, coincidimos con Berger & Luckmann al afirmar
que "la socialización primaria es el período
en que se construye el primer mundo del individuo". [Ibid.,
191]
Evocando la terminología meadiana, utilizada al hablar
de los protagonistas del proceso de socialización,
podemos afirmar que la socialización primaria termina
cuando la noción de otro generalizado ya forma parte
de la conciencia individual. Pero, como ya habíamos
dicho, la socialización es un proceso y como tal nunca
puede considerarse terminado; nuevas interiorizaciones irán
conformando la biografía del individuo a lo largo de
su vida. Pero éstas no tendrán la fuerza de
la primera porque la preceden en el tiempo, y porque no se
produce aquella fuerte vinculación afectiva con los
otros significativos. Será en estos casos cuando hablaremos
de socialización secundaria.
b) Socialización secundaria
Con la expresión socialización secundaria
nos referimos a los procesos ulteriores [a la socialización
primaria] por los cuales el individuo es inducido a participar
en un mundo social específico. En algunos casos, estos
procesos son relativamente superficiales. Por ejemplo, para
instruir a un individuo en el trabajo de contable no serán
necesarios unos cambios muy significativos. Pero eso cambia
si el individuo ha de ser formado para ser sacerdote o bien
revolucionario profesional. En este último sentido
nos encontramos con casos de socialización secundaria
que se parecen en intensidad a lo que sucede en la socialización
que tiene lugar en los primeros estadios de la infancia. [Ibid.,
75]
En otras palabras: "La socialización secundaria
es la interiorización de unos "submundos"
institucionales o basados en instituciones." [Berger
& Luckmann, La construcció social de la realitat,
194] Su alcance y sus características estarán
determinadas, por tanto, por el grado de complejidad de la
división del trabajo, y de la consiguiente distribución
social de los conocimientos. Estos procesos de interiorización
comportan la asunción de unos roles y también
de sus normas. Con el ejercicio de un rol determinado aparece
toda una terminología con unas funciones que no son
sólo instrumentales, porque es desde el lenguaje como
se construye todo un conglomerado de imágenes y representaciones.
Un ejemplo claro de socialización secundaria lo tendríamos
en el colegio, donde el submundo que el niño habita
no tiene la firmeza de aquel otro que encontrábamos
al hablar de la socialización primaria (el mundo de
los padres); donde la relación con los agentes socializadores
no es tan fuerte como la que se establecía con los
otros significativos y las realidades que en este estadio
se interiorizan son parciales, no configuran ningún
sistema de significaciones.
"La formalización y el anonimato se vinculan,
obviamente, con las características afectivas que
presentan las relaciones sociales en la socialización
secundaria. La consecuencia más importante de todas
es el hecho de atribuir a los contenidos de lo que se aprende
en la socialización secundaria una ineluctabilidad
subjetiva mucho menor de la que poseen los contenidos de
la socialización primaria. Por tanto, el acento de
la realidad de los conocimientos interiorizados en la socialización
secundaria es más fácil de cuestionar; o dicho
de otra manera, la sensación subjetiva de la realidad
de las interiorizaciones es menos sólida. Son precisas
unas transformaciones muy profundas para desintegrar la
sólida realidad que se ha interiorizado durante la
primera infancia, mientras que las realidades interiorizadas
más tarde se pueden destruir fácilmente."
[Ibid., 199-200]
A pesar de la representación secuencial de socialización
primaria y posteriormente secundaria, esta última agrupa
una serie de mecanismos conceptuales capaces de integrar nuevas
interiorizaciones que pueden llegar a contradecir otras anteriores.
No olvidemos que la socialización secundaria está
marcada por un dato básico: es posterior en el tiempo
a la primera socialización, siendo ésta la que
tiende a permanecer. Así, las nuevas interiorizaciones
deberán adaptarse a las formas del pasado, minimizando
las transformaciones que se hubieren producido.
En resumen: En la socialización primaria (la primera
y la más fuerte) el niño adopta los roles y
las actitudes de los "otros significativos"; se
identifica con ellos y los hace suyos, y este proceso conducirá
a su autoidentificación, es decir, a la adquisición
de una identidad subjetivamente coherente y plausible. Por
el contrario, en la socialización secundaria la interiorización
no tiene por qué ir necesariamente acompañada
de una identificación afectiva con otros significativos,
sino que el individuo puede interiorizar realidades diferentes
sin identificarse con ellas. En consecuencia, si en el transcurso
de la socialización secundaria se produce la aparición
de un mundo alternativo, el individuo puede escogerlo manipulativamente:
el individuo interioriza la nueva realidad, pero no para hacerla
suya, sino para servirse de ella con unas finalidades determinadas.
El individuo se limitará a representar un papel o rol
deliberadamente, manteniéndose subjetivamente distanciado
y, por tanto, sin identificarse con ellos.
Podemos ejemplificar con el aprendizaje de una idioma, la
diferencia entre las interiorizaciones según tengan
lugar dentro de la socialización primaria o de la secundaria:
"Un individuo aprende una segunda lengua mediante
la construcción sobre la realidad, dada por sobreentendida,
de la "lengua materna". Durante mucho tiempo,
se retraduce constantemente a esta lengua original todo
lo que se aprende del idioma nuevo. Y así la nueva
lengua comienza a adquirir una cierta realidad. Pero cuando
esta realidad ya se ha establecido, poco a poco el individuo
deja de retraducir y es capaz de "pensar en" el
idioma nuevo. Sin embargo, pocas veces una lengua aprendida
en la edad adulta consigue alcanzar el grado de realidad
inevitable y evidente que tiene siempre la lengua que se
ha aprendido de pequeño. Así, vemos que la
cualidad afectiva que tiene la lengua materna es clara.
Pues bien, lo mismo podríamos afirmar, aproximadamente,
de las otras secuencias de aprendizaje de la socialización
secundaria: encontraríamos también aquel "ir
construyendo" sobre la realidad más "familiar",
aquel "ir encontrando identificaciones", antes
de poder deshacer finalmente el vínculo." [Peter
& Luckmann, La construcció social de la realitat,
201]
4. Los mecanismos
El mecanismo más importante a través del cual
la socialización actúa es el proceso de interacción
e identificación con los demás. Un punto crucial
de este proceso es cuando el niño, en palabras de Mead,
"interpreta la actitud del otro". Esta expresión
hace referencia a aquellas situaciones en que la criatura
no sólo aprende a reconocer una determinada actitud
en otro entendiendo su significado, sino que también
aprende a interpretarla él mismo.
"[...] el niño observa que su madre se enfada
en determinadas ocasiones -por ejemplo, cuando se hace pipí
encima-. La actitud de enfado no sólo se expresa
por gesticulaciones y palabras, sino que también
transmite un significado particular, es decir, que hacerse
pipí encima está mal. El niño imitará
primero las expresiones externas de esta actitud, tanto
verbales como no verbales. En este proceso de interacción
e identificación, el niño se apropia del significado
de una actitud." [Berger & Berger, Sociology.
A biographical aproach, 65]
Esta fase de la socialización llegará a su
punto álgido cuando el niño haya aprendido a
adoptar de tal manera la actitud de los demás hacia
él que la interiorice, convirtiéndola en suya
propia, integrándola en su conciencia sin parodiarla.
En ese momento no hablaremos de asumir el rol de otra persona,
sino de hacerlo suyo, propio.
a) Asumir el rol de otro
Con esta expresión se quiere explicar que el niño
no sólo aprende a conocer ciertas actitudes en los
demás y entender sus significados, sino que además
aprende a adoptarlas, lo cual le convierte en protagonista
activo de su sociedad. Eso se consigue durante los primeros
estadios de la socialización primaria interpretando
el rol de aquellas personas que hemos definido en páginas
anteriores como "otros significativos". Entendemos
por rol el papel que cada uno juega o interpreta en
la sociedad de manera parecida a como lo hace un actor sobre
un escenario; el rol es como el guión: "proporciona
la pauta según la cual el individuo debe actuar en
el contexto de una situación determinada". [Peter
L. Berger, Invitació a la sociologia. Una perspectiva
humanística (Barcelona: Herder, 1986), 120]
Recordando los conceptos introducidos de otros significativos
y de otro generalizado, el siguiente ejemplo ayuda
a comprender qué queremos decir con la expresión
asumir el rol de otro:
"Inicialmente, el niño asume roles ante las
personas a quienes Mead denomina los "otros significativos",
es decir, aquellas personas que tienen una relación
íntima con el niño, y cuyas actitudes son
esenciales para la formación de la imagen que el
niño se hará de sí mismo. Más
tarde, el niño se dará cuenta de que los papeles
o roles que juega no son importantes tan sólo para
este círculo íntimo, sino que están
en relación con todo lo que la sociedad global espera
de él. Este nivel más abstracto de respuesta
social es lo que Mead denominará el descubrimiento
del "otro generalizado". Es decir, que ya no es
sólo su madre la que espera que él sea un
buen chico, nieto, que diga la verdad...: es la sociedad
en general la que espera lo mismo de él. En la experiencia
infantil, el "yo" y la "sociedad" son
dos caras de la misma moneda." [Ibid., 123-124]
Ampliándolo fuera del contexto de la socialización
primaria, la adopción de roles consiste en situarnos
fuera de nuestro mismo rol o papel y ponernos en el de otro,
en la posición social de otras personas. Además,
es esta capacidad de cambiar de papel la que nos permite contemplar
nuestro propio comportamiento simbólico desde otra
perspectiva, abriendo la posibilidad de interpretación
(no en el sentido de encarnar o representar a otra persona,
sino como el arte de entender el sentido o contenido de una
acción).
Como afirman Gerth & Mills, "la internalización
de los roles sociales organizados integran a la persona"
[Gerth & Mills, Carácter y estructura social,
95] Pero, ¿cómo se interiorizan estos roles?
La respuesta es: a través del lenguaje, mecanismo gracias
al cual los roles se pueden organizar (entendiendo los roles
como pauta de conducta esperada: "una pauta de conducta
de una persona y que es esperada típicamente por las
demás personas" [Loc.cit.]).
"Los roles ejercidos por una persona integran un segmento
de su conducta total con el segmento de la conducta de los
demás. Y esta integración de personas, y de
los roles que se esperan de los otros, se produce a través
del lenguaje, ya que en gran medida es por el lenguaje de
gestos vocales como sabemos lo que se espera de nosotros.
Nos encontramos con las expectativas de otros provocando
en nosotros mismos una respuesta parecida a la respuesta
que la otra persona ha provocado en sí misma... es
decir, los dos responden de igual manera al mismo gesto
vocal.
Cuando estamos aprendiendo un nuevo rol y no conocemos
lo que se espera de nosotros, la aprobación o desaprobación
de los otros nos indican los movimientos correctos o incorrectos.
Por medio de sus expectativas vocales nos guiamos hacia
la pauta de conducta. Diversos gestos no vocales también
pueden guiar nuestros actos: el enojo y la sonrisa nos desaniman
o nos alientan. Pero el gesto vocal es más explícito,
ya que quien realiza el gesto es afectado más directamente
por el lenguaje que por cualquier otro tipo de gesto que
pueda hacer. Podemos escucharnos hablar más fácilmente
que sentir que nuestros ojos brillan, o que nuestra frente
se arruga. Eso significa que podemos dirigir la actuación
de nuestros propios roles por medio de gestos vocales."
[Loc.cit.]
Así, cuando ya se han interiorizado los gestos vocales
de los demás, se interiorizan entonces algunos de los
rasgos clave de una situación interpersonal, es decir,
se interiorizan los gestos que indican aquello que los demás
esperan o piden de nosotros. "Y en ese momento podemos
tener ciertas expectativas sobre nosotros mismos. Las expectativas
de los demás se han convertido así en las auto-expectativas
de una persona auto-dirigida. El control social y la guía
que los gestos de los demás nos proporcionan, se han
convertido en la base del auto-control -y de la imagen de
sí misma de la persona-." [Loc.cit.] Y
es que tan importante es la manera en que el individuo es
introducido en un mundo particular (el mundo de sus padres),
como la forma en que se introduce a sí mismo; porque
el niño no es sólo socializado para formar parte
de un mundo determinado, sino que también lo es para
participar de un específico yo o self.
c) Los conceptos de "I" y "me"
Como ya hemos visto, en opinión de Mead el niño
empieza de pequeño a desarrollarse como ser humano
imitando las acciones de quienes tiene más cerca. El
juego es una de las formas que mejor facilitan el aprendizaje
de convertirse en miembro de una sociedad. Se empieza en los
primeros estadios de la socialización donde el niño
imita lo que ve hacer a los adultos. Después, estos
juegos de imitación evolucionan de manera que el niño
asume el papel o rol de un adulto, aprendiendo lo que significa
encontrarse "en la piel" de aquel que ocupa el rol
que él interpreta; hará y sentirá como
ese otro. Es en este estadio cuando el niño se percata
de que es un agente independiente -el me- y se podrá
ver con los ojos de aquél a quien interpreta.
Según Mead, el ser humano empieza a tener conciencia
de quién es cuando distingue entre el I y el
me: "El "yo" es el bebé no socializado,
una serie de necesidades y deseos espontáneos. El "mi"
es el yo social." [Anthony Giddens, Sociología
(Madrid: Alianza Editorial, 1991), 105] En otras palabras:
podemos entender el yo y el mi como los actores
gracias a los cuales el niño puede hablar con sí
mismo: el yo (I) representa la conciencia espontánea
del self; el mi (me), por el contrario, representa
la parte del self que ha sido modelada por la sociedad. [Usando
una expresión freudiana: el mi es el censor.]
"El "mi" responde a las actitudes organizadas
de los demás, que nosotros asumimos definidamente,
y que, en consecuencia, determinan nuestra conducta en la
medida en que ella es de carácter autoconsciente.
Y el "mi" puede ser considerado como el que da
forma al "yo". La novedad aparece en la acción
del "yo", pero la estructura, la forma de la persona,
es convencional." [Mead, Espíritu, persona
y sociedad, 232]
Berger & Berger lo ejemplifican de la siguiente manera:
"A un niño que crece en la sociedad americana,
se le enseña determinadas cosas que supuestamente
son apropiadas para los niños, como por ejemplo el
coraje ante el dolor. Imaginemos que se golpea la rodilla
y ésta comienza a sangrar. El I registra el
dolor y, como es lógico imaginar, quiere gritar expresando
así su dolor. Pero el me ha aprendido que
los niños valientes se muerden el labio y se aguantan
el dolor." [Berger & Berger, Sociology. A biographical
aproach, 72]
Sin embargo, habrá siempre algo espontáneo
e incontrolable que emergerá de forma difícilmente
previsible. Este elemento espontáneo del self es lo
que confronta su parte socializada.
En este capítulo, nuestra intención no ha sido
reconstruir todo el proceso del desarrollo y estructuración
de la personalidad. Nos ha bastado con extraer de los estudios
de diferentes autores lo que afecta de una manera muy particular
al desarrollo de la aptitud a la acción social y la
adquisición de los requisitos necesarios para ella:
normas, valores, símbolos, etc. En otras palabras:
sólo hemos querido mostrar los mecanismos mediante
los que la personalidad individual interioriza la cultura
de una sociedad o grupo; en qué medida estos mecanismos,
bajo la influencia de determinados agentes, son eficaces para
favorecer la homogeneización de las conductas de una
persona y los miembros del grupo al que pertenece.
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