VIDA Y MILAGROS DE MONSEÑOR ESCRIVÁ, FUNDADOR
DEL OPUS DEI
MARQUÉS DE
PERALTA
Según la Enciclopedia heráldica y genealógica,
el escudo de la casa de Peralta, rama de Benabarre, tiene
en ampo de plata una banda de gules cargada de tres estrellas
de oro y acompañada en lo alto de un águila
de su color y, en lo bajo, de un ala de sable. La genealogía
del apellido Peralta parece remontarse al siglo XIV. La misma
Enciclopedia indica que la familia procede por
varonía del infante de Navarra don Pedro, hermano del
rey navarro don Carlos III el Noble y, por línea de
hembra, de una hija de Pedro Martínez de Peralta, de
la que el citado infante tuvo un hijo natural, llamado mosén
Pierres de Peralta, que es con quien comienza la filiación
de esta familia en la cual habían de nacer ilustres
españoles como don Juan de Tassis y de Peralta, conde
de Villamediana, el célebre caballero y poeta que murió
asesinado en Madrid durante el reinado de Felipe IV. Una rama
de la familia, por una serie de conexiones, llegó a
La Puebla de Castro, lugar del partido judicial de Benabarre,
ciudad de la actual provincia de Huesca, situada no lejos
de Barbastro. A esta rama sebió pertenecer don Tomás
de Peralta quien, según se afirma en la solicitud de
rehabilitación del título de este nombre, es
antepasado de monseñor Escrivá de Balaguer.
No he podido seguir la genealogía de monseñor,
aunque no hay motivo alguno para sospechar que el consejo
de ministros, el consejo de Estado y la Diputación
de la Grandeza de España, organismos que informaron
y conocieron de la solicitud, no exigieran todo el rigor que
conlleva la rehabilitación de un título. No
me ha sido posible ver el expediente, que obra en el Ministerio
de Justicia, ya que para ello era necesario contar con la
autorización del titular, es decir, del Marqués
de Peralta. Por otra parte, miembros del Instituto Salazar
y Castro de Heráldica y Genealogía, del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, me informaron
de que los expedientes de los títulos concedidos en
España por el archiduque Carlos de Austria, entre los
que al parecer se cuenta este marquesado, están todos
en Viena, sin que pueda encontrarse en España ninguna
referencia ni estudio sobre tales títulos. He visto,
pues, solamente, a fata de la documentación completa,
la Resolución publicada en el Boletín Oficial
del Estado de fecha 25 de enero de 1968 dando cuenta de la
solicitud de rehabilitación del título a nombre
de don José María Escrivá de Balaguer
y Albás, de fecha 24 de enero de 1968, publicada en
el Boletín Oficial del Estado del día siguiente,
y el Decreto 1851/1968 de 24 de julio, accediendo a la solicitud,
que aparece en el Boletín del día 3 de agosto
del mismo añó de 1968.
De la lectura de estas dos fuentes se desprenden algunos datos
de interés que creo necesario señalar. En la
Resolución se dice que el título de marqués
fue concedido el 12 de febrero de 1718 por el archiduque Carlos
de Austria a don Tomás de Peralta. No se dice que el
título concedido fuera de marqués de Peralta,
sino el de marqués simplemente, y se añade que
el solicitante pide su rehabilitación eligiendo
en la gracia ahora interesada la denominación de marqués
de Peralta. Asimismo, en el decreto se dice que se rehabilita
a favor del solicitante, el título de marqués
con la denominación de Peralta, añadiendo
que ello se hace sin perjuicio de tercero de mejor derecho.
Esto parece significar que no existía originalmente
un título de marqués de Peralta, sino sólo
un título de marqués para el cual se elige ahora
la denominación de marqués de Peralta.
Por otra parte, en la misma fecha de la Resolución
dando cuenta de la solicitud presentada por don José
María Escrivá de Balaguer y Albás se
publica otra Resolución anunciando que se ha presentado
la solicitud de don Santiago Escrivá de Balaguer y
Albás, hermano del anterior, pidiendo la rehabilitación
del título de barón de San Felipe, concedido
a Don Francisco Castillón el 23 de mayo de 1728, es
de suponer por el mismo archiduque Carlos. Esta segunda solicitud
parece haber sido denegada o al menos no aparece en el Boletín
Oficial del Estado, por lo que yo he podido ver, noticia alguna
de su aceptación.
He dado estos detalles, aun a riesgo de causar fatidio al
lector, porque me parecen significativos de las precarias
condiciones en que los hermanos Escrivá de Balaguer
y Albás solicitaron la rehabilitación de los
respectivos títulos y no para discutir un problema
meramente genealógico que está fuera del ámbito
de este que hemos llamado retrato-robot del fundador
del Opus Dei. Un miembro de la familia Albás con quien
hablé en Zaragoza, me decía que aunque él
no había estudiando el expediente del título,
creía firmemente que tenía mejor derecho que
monseñor Escrivá, por la sencilla razón
de que la madre de monseñor, doña Dolores, era
la hija menor de don Pascual Albás y doña Florencia
Blanc, mentras que la abuela de este Albás zaragozano
era la hija mayor de este matrimonio. No quiero meterme en
líos de familia ni sé (y el pariente de monseñor
tampoco lo sabía) si el título solicitado corresponde
a la línea materna o paterna del solicitante. Abonaría
esta última suposición el hecho de que don José
Escriba, abuelo paterno de monseñor Escrivá
de Balaguer- y ya veremos más adelante qué explicación
tiene la sensible variación ortográfica así
como el pomposo alargamiento del apellido- era oriundo del
pueblo de Peralta de la Sal, famoso en la historia por haber
sido cuna de san José de Calasanz. Por otro lado, si
alguno de los dos apellidos era apto para ser galardonado
con un título nobiliario, este apellido era el de Albás,
pues, según manifestaciones del Albás de quien
he hablado, esa familia es de algún abolengo en la
provincia de Huesca. [El fundador presumía, con
la mayor humildad, desde luego, de la prosapia de su familia
a la que, según él, pertenecerion nada menos
que San José de Calasanz, fundador de las Escuelas
Pías y el médico Miguel Servet, descubridor
de la circulación de la sangre y que murió en
la hoguera de la Inquisición de Ginebra. Como quien
no quiere la cosa, Escrivá respondía, en una
tertulia, a los que le calificaban de santo: hay un
santo, pariente mío lejano, a quien yo quiero mucho...
otro antepasado mío fue quemado por la Inquisición
protestante. ¡Anda! Tampoco soy de madera de herejes...]
Abandono ahora mi torpe incursión en la noble ciencia
de la genealogía para preguntar: ¿Cuál
es la razón que pueda justificar el hecho de que monseñor
Escrivá de Balaguer, sacerdote y fundador de un Instituto
que persigue la santificación de sus miembros y del
mundo, solicitara un título nobiliario? ¿Se
hallaba ya en el ánimo del joven seminarista cesaraugustano,
que usaba calcetines de seda y llevaba el bonete ladeado,
ver algún día su nombre inscrito en la Guía
de la nobleza? ¿Había surgido esta idea
tardíamente, en el sacerdote que bajaba las escaleras
mejor bajadas del mundo? A los pocos días de haberse
dado en los periódicos la noticia de la solicitud del
título, Juan Gomis publicaba en la revista El
Ciervo una nota titulada: ¿Qué es
esto, monseñor?, en la que decía:
¿Qué es esto? ¿Cómo es posible
que un cura aspire a estos honores? Si el Opus Dei encuentra
críticas y recelos en amplios sectores y es acusado
de clasista, ¿se rehabilitará a base de que
su fundador y cabeza rehabilite título marquesal?
No, no es posible. Uno diría que la noticia es una
inocentada, obra de algún periódico zumbón
y poco amigo del Opus y del autor de Camino.
Pero no se trata del día de los Inocentes. Es verdad,
sí, verdad.
No abundaron los comentarios de prensa. Los periódicos
se limitaron a dar la noticia, elocuente por sí sola.
Los comentarios estaban en la calle. Un sacerdote contestatario
amigo mío me dijo: El próximo título
que va a pedir es el de duque de Dios. Circuló
por Madrid un chiste que decía que el Opus había
evolucionado de tal manera que la portada de Camino,
que antes decía:
Escrivá de Balaguer
CAMINO
ahora tenía que decir:
Marqués de Peralta
AUTOPISTA DE PEAJE
Un periódico francés publicó una nota
según la cual el motivo por el que monseñor
había rehabilitado un título era el de que aspiraba
a ser nombrado regente. Se decía que el mismo Escrivá
había dicho que en él concurrían las
tres condiciones para tan alta responsabilidad: la popularidad,
el sacerdocio y, ahora, la nobleza. También se ha dicho
en algún momento que el Opus Dei pretendió hacer
suya la Orden de Malta. En este caso, el título hubiese
facilitado al fundador el acceso a las cúspide de una
Orden de tanto abolengo.
También eran interesantes as respuestas que pudieran
dar los miembros del Opus a tan insólita pregunta.
Una señorita de la Caja de Ahorros de Zaragoza, con
quien hablé, me dijo que al rehabilitar el título
que llevaban sus antepasados, monseñor
había querido demostrar que incluso los títulos
nobiliarios pueden santificarse. Otro miembro del Opus,
cuando le pregunté cómo podía explicarme
aquello, me contestó muy serio: Eso demuestra
la profunda humildad de monseñor. Me dijo que
los sobrinos de monseñor, los hijos de su hermano Santiago,
tenían interés por el título y su tío,
para complacerles, había decidido solicitarlo en contra
de su propio criterio. Bastantes años después
de haber obtenido el reconocimiento del título de marqués
de Peralta, monseñor Escrivá ha cedido este
título a su hermano. Esto no demuestra, sin embargo,
nada respecto de las intenciones de monseñor al solicitar
el título. Recordemos que su hermano Santiago había
solicitado la baronía de San Felipe, que no le fue
concedida, al tiempo que monseñor pedía el marquesado
de Peralta. [El 25 de enero de 1968, Monseñor Escribía,
con el familiar nombre de Mariano, la siguiente carta al consiliario
del Opus Dei en España, don Florencio Sánchez
Bella:
Querido Florencio: Que Dios me guarde a esos hijos
de España.
En esta vida, y no pocas veces, a pesar de mi flaqueza,
me ha dado el Señor fuerzas para saber cumplir deberes
más bien antipáticos.
Hoy, después de considerarlo despacio delante de
Dios y de pedir los oportunos consejos, comienzo a cumplir
con uno, que solamente es antipático -para mí-
por las circunstancias personales mías; para cualquier
otra persona será cosa gustosa y sin quiebras.
Desde la altura de mis sesenta y seis años, vienen
a mi recuerdo mis padres, que tanto hubieron de sufrir -estoy
seguro-, porque el Señor tenía que prepararme
como instrumento -bien inepto soy- y ahora estoy persuadido
que es la primera vez que, en cosas de este mundo, guardo
un dulcísimo precepto del Decálogo.
Hasta ahora, pido perdón porque no os he dado buen
ejemplo, mi gente me sirvió de medio para sacar adelante
la Obra: también Carmen y, de algún modo,
Santiago.
Me ha movido también, en el caso actual, a obrar
como obro no sólo lo que parece claramente nuestro
buen derecho, sino la posibilidad de ayudar
a los hijos de mi hermano. De otra parte, observo rectamente
el espíritu de la Obra: ser iguales a
los demás. Esto me hacía notar un Cardenal
de la Curia, la semana pasada: con la manera de ser
del Opus Dei, decía, su conducta es consecuente y
razonable.
Ayer os hice decir, por medio de Alvaro, cuando hablasteis
por teléfono, que no me importan los comentarios
-que no harían, si se tratase de otra persona cualquiera,
de otro ciudadano español-, y os ruego que, si dicen
o escriben algo molesto, que sea lo que sea será
injusto, hagáis oídos sordos.
De todas formas, si prudentemente se puede evitar
que los haya, mejor sería evitarlos, aunque a última
hora da igual.
Ya os he abierto mi conciencia: es, de mi parte, una obligación
razonable y sobrenatural.
Un abrazo muy grande. Contento, de tanta labor de almas
que hacéis en esa queridísima tierra nuestra.
Os quiere y bendice vuestro Padre,
Mariano.
Obsérvese que, si al comienzo de la carta la solicitud
del título nobiliario es un deber más
bien antipático, luego pasa a ser la posibilidad
de ayudar a los hijos de mi hermano y, en los últimos
párrafos se convierte en una obligación
razonable y sobrenatural.
Conviene tomar nota de esta última contestación,
que pone de relieve la profunda humildad que supone
solicitar un título de nobleza, porque es muy propia
de la peculiar lógica que suele utilizar en sus razonamientos
el fundador del Opus dei y, por extensión y docencia,
sus hijos. Para seguir conjeturando acerca de las posibles
motivaciones que hubiesen podido inducir a monseñor
a solicitar el título de marqués de Peralta,
hay un dato que merece la pena tener en cuenta, aunque por
sí solo no pueda explicarlo todo. Al parecer, y por
lo que me aseguran antiguos miembros de la Obra, el secretario
general del Opus Dei, don Alvaro del Portillo, verdadera eminencia
gris de la Obra -según se dice- es de familia noble.
Don Alvaro ha tenido siempre un ascendiente especial sobre
don Josemaría, ascendiente que algunos explican diciendo
que cuando monseñor abandonó la España
republicana para trasladarse a Burgos cruzando por el monte
la frontera de Andorra, dejó en Madrid al que es ahora
su segundo de a bordo expuesto a los peligros que el mismo
fundador arrostrara durante su estancia en la capital. Al
parecer, monseñor Escrivá, durante el arriesgado
viaje andorrano, se lamentó repetidamente de su decisión
de haber dejado en Madrid a Alvaro del Portillo y desde entonces
ha procurado por todos los medios compensar aquel abandono,
convirtiéndole en su principal consejero. El hecho
de que Alvaro del Portillo sea de familia noble, con todo
lo que ello implica, puede haber tenido un considerabl peso
en el ánimo del padre.
No cabe pensar, sin embargo, que tal haya sido la motivación
determinante de esta decisión sin precedentes. En el
fundador pueden adivinarse inclinaciones aristocráticas
propias. El joven que andaba separado de la fila, cuando iba
a clase al seminario de san Carlos, escribió después
páginas de inconfundible sabor elitista. Más
adelante veremos que la esencia misma de su pensamiento tiene
claro contenido aristocrátizante. Nos contentaremos
ahora con citar unas frases de su tesis doctoral, La
abadesa de las Huelgas, que demuestran, al menos, su
admiración por la nobleza de sangre. Dice monseñor
en el prólogo, con su peculiar estilo:
Aquí te presento, amable lector, a la famosa abadesa
de las Huelgas. Quiero contarte, de esta ilustrísima
señora, lo que fue su gloria y su blasón durante
siglos.
Vas a verla gobernar, como lo hiciera una reina, a los
numerosos vasallos de su extenso señorío,
con alcaldes y merinos que administraban justicia en su
nombre, cuando no lo hacía por sí, sentada
en su tribunal...
Y si todo esto no te moviera a tener admiración,
espero que abras mucho tus ojos cuando la sorprendas dando
licencias para celebrar el Santo Sacrificio...
La verás también encerrar en la cárcel
de la torre del Compás a sus súbditos...
Espero que llegues a sentir admiración por una
de las mayores glorias de nuestra historia; allí,
en santa María, ofrecieron su vida al Altísimo,
en oblación religiosa, infantas y nobles de León
y Castilla...
Apenas puede encontrarse otra muestra más elocuente
de la profunda admiración que la grandeza y el señorío
despiertan en el autor de Camino. Pero si estuvier
aseguro de que con ello no voy a fatigar al lector, daría
todavía otra. Y es la lista, posiblemente incompleta,
de los títulos y honores que monseñor ha acumulado
durante su vida y de los cuales alardea la Obra en las semblanzas
que de él publica:
-Doctor en Derecho (Madrid).
-Doctor en Sagrada Teología (Roma).
-Profesor de Derecho Romano (Madrid).
-Profesor de Filosofía y Deontología (Escuela
de Periodismo, Madrid).
-Rector del Patronato de Santa Isabel (Madrid).
-Prelado Doméstico de Su Santidad.
-Académico ad honorem de la Pontificia
Academia Teológica Romana.
-Consultor de la Sagrada Congregación de Seminarios
y Universidades.
-Fundador y Presidente General del Opus Dei.
-Miembro del Colegio de Aragón.
-Doctor Honoris Causa de la Universidad de Zaragoza.
-Gran Canciller de la Universidad de Navarra.
-Hijo Predilecto de Barbastro.
-Hijo Adoptivo de Barcelona.
-Hijo Adoptivo de Pamplona.
-Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort.
-Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
-Gran Cruz de Isabel la Católica.
-Gran Cruz de Carlos III. [Se asegura que los socios
españoles mandaron labrar en oro macizo la Gran Cruz
de Carlos III que había de ser impuesta al fundador
por el gobierno español. Cuando Escrivá la
vio, la rechazó con cajas destempladas y dispueso
que la Gran Cruz debía de ser de brillantes.]
-Gran Cruz de Beneficencia.
-Marqués de Peralta. [Monseñor Escrivá,
ha sido, posiblemente, el único sacerdote de toda
la historia de la Iglesia católica que ha pedido
un título nobiliario. Las personas que tenían
alguno renunciaron a él al ordenarse. Escrivá
tardó años en ceder el título de Marqués
de Peralta a su hermano Santiago. Personas que tenían
entonces una estrecha relacion con él, afirman que
se disgustó mucho cuando supo que Santiago se casaba
con una profesora de la villa de Casetas, próxima
a Zaragoza. Le habría gustado que se casara con una
marquesa. Se negó a ir a la petición de mano
y sólo consintió en viajar a Zaragoza a condición
de hospedarse en el palacio de Cogullada, donde solía
alojarse Franco en sus visitas a la ciudad. Las autoridades
locales, no sin justificadas dudas, accedieron a su petición.
No fue en cambio a la boda de Santiago y Gregoria, familiarmente
llamada Yoya, a quien casó don Alvaro del Portillo.
Para la ocasión, el Opus consiguió hacer a
Santiago, Caballero del Santo Sepulcro, al objeto de que
pudiera lucir algún uniforme vistoso. A Yoya, el
fundador le tuvo siempre manía, según cualificados
testigos, por ser maestra en vez de marquesa.]
He aquí una relación de títulos que
podrían envidiarle los más encopetados personajes
de la España contemporánea. Pero, si queremos
profundizar algo más en la personalidad de Escrivá
de Balaguer, debemos añadir que lo característico
de monseñor es la capacidad de simultanear la pomposa
cosecha de honores mundanos con una filosofía de clara
raíz ascética. Se pueden ambicionar los éxitos
y aplausos del mundo o bien se puede seguir la dura senda
del ascetismo. Lo peculiar del padre Escrivá es haber
hecho las dos cosas. Así, el fundador del Opus Dei,
uno de los españoles más copiosamente galardonados
de nuestra época, ha podido escribir este párrafo
de la máxima 677 de Camino:
Honores, distinciones, títulos... cosas de aire,
hinchazones de soberbia, mentiras, nada.
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