Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
OPUS DEI: ¿UN CAMINO A NINGUNA PARTE?

De cómo entré en el Opus Dei
Índice
Prólogo e introducción
1. Primer contacto
2. Proselitismo y vocación
3. La santa coacción
4. El centro de estudios
5. El mundo real y el cariño de mis padres
6. Se me cae la venda de los ojos
7. Mi salida del Opus Dei
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DE CÓMO ENTRÉ EN EL OPUS DEI
(y otras tribulaciones)

Autora: HALMA

4. EL CENTRO DE ESTUDIOS

Empecé a vivir en un "Centro de Estudios" del Opus Dei.

Cara a "los de fuera" es un Colegio Mayor. Si alguien "de fuera" va a pedir plaza se le dice que está completo y, se puede dar el caso que se enseñe la "parte visible" del mismo. Su aspecto es agradable y bastante lujoso, el nuestro estaba situado en el corazón de la ciudad, tenía un montón de plantas e incluso una piscina.

Por supuesto, me dijeron que debía pedirles a mis padres el coste de mi estancia.

- Mamá, papá ¿cuánto dinero me podréis dar para que estudie en Puerto del Sol?

- Nosotros dinero no tenemos para que estudies fuera. Si te vas tendrás que apañártelas como puedas. Nos es imposible soportar esa carga económica."

Sin embargo, tras negociar con ellos, logré el mismo patrón que para el Colegio del Opus Dei en Cuidad del Monte: la mitad con beca y la otra mitad pagada por la empresa de mi padre.

En ese "Centro de Estudios" o "Colegio Mayor" tenía que continuar mi formación (o mejor deformación) durante dos años.

Toda numeraria debe pasar por esa etapa de instrucción antes de poder formar a las demás.

Aquello era como estar en la mili:

- A las seis de la mañana en pie, viviendo "el minuto heroico". Esto consistía en levantarte de un bote, sin remolonear, besar el suelo y hacer el ofrecimiento de obras a Dios de tu día.

Aseo en silencio: "porque ibas a recibir poco más tarde a Dios en la Santa Misa y tenías que prepararte para ello diciéndole cosas de enamorada al Señor" desde que abrías los ojos por la mañana hasta que comulgabas.

Forma de asearte: con una refrescante, tonificante ducha fría, -pero fría, fría, en verano y en invierno- Es un sacrificio que te ayuda a mantener a raya las "cosas sucias" que te pide el cuerpo.

- 6'30, limpiar la zona del Centro que te correspondía -a veces la escalera, a veces la entrada, etc, según te encomendaban.

- 7'00 a.m. Media hora de oración dirigida por un sacerdote

- 7'30 a.m. Misa y Comunión

- 8h a.m. Desayuno

- Después Trabajo, Universidad o cada cual lo que tuviera.

- 14'30 comida en familia. Las numerarias auxiliares (= criadas) te sirven todo recién hecho y calentito. Normalmente van con cofia blanca y delantal y no suelen dirigirse a los que sirve. Luego, no quitas la mesa porque de eso se encargan las auxiliares.

- Todos los días, después de comer, media hora o tres cuartos de tertulia en familia en el salón -era "voluntariamente" obligado asistir salvo dispensa de la directora del centro-. Allí se hablaba de El Padre (Alvaro del Portillo), de Nuestro Padre (Escrivá de Balaguer), de anécdotas "de casa", se cantaban canciones "de casa", etc.

- Después, apostolado, estudio, visitas a pobres... y también cumplir el resto del "plan de vida", según te organizaban tu horario en la charla semanal. Que yo recuerde,

- Otra media hora de oración por la tarde,

- Rosario, (en familia a ser posible, después de la tertulia),

- 15 minutos de lectura espiritual del libro que te aconsejaran. Podían ser las "cartas del padre" o de escritos internos que recogen la manera de vivir "el espíritu de la obra" y que no conocen "los de fuera". La directora del centro, cada noche los guardaba bajo llave en un armario al terminar el día. Recuerdo que una noche un libro de estos no estaba y nos hicieron levantar a todas para dar explicaciones y buscarlo.

- Recitar las Preces, una oración privada que sólo recitan los miembros del Opus Dei. Es una "oración de familia" que "los de fuera" desconocen.

- Visita al Santísimo

-A las 9'30 se cenaba en familia -todas debíamos estar en el centro a esa hora-

- A las 10'00 p.m. una segunda tertulia familiar presidida y dirigida por la directora del centro, hasta las 11h menos cuarto.

- A las 11'45 p.m., en silencio, recogiendo los sentidos, nos levantábamos todas para ir al oratorio y hacer examen de conciencia.

- 12 o 12'15 p.m. intentar dormir en las camas de fakir o no dormir -como era mi caso- si te tocaba "noche de guardia". Esa noche, como ya he dicho, se dormía sin almohada y lo ofrecías a Dios por todas las de tu Centro.

Además también estaba:

- La charla semanal con tu directora en la que ejerces la "sinceridad salvaje" contando todo, todo, todo. Hasta los pecados, "aunque no sea obligatorio" "porque la mejor manera de ayudarte es que te dejes ayudar". En esa charla te dan uno o varios "consejos" concretos y precisos de los que tendrás que hablar en tu próxima charla.

- Confesión semanal con sacerdote de la Obra porque "los trapos sucios se lavan en casa" y porque "los curas que no son del Opus Dei son malos pastores para ti".

- Una vez al mes un día de retiro espiritual en el que no hablas con nadie, excepto con el cura y tu directora. Durante el mismo, recibes más meditaciones y charlas.

- También un viernes de cada mes se exponía el Santísimo toda la noche. Ponían una lista para que supieras a qué hora tenías que ir al oratorio. Funcionaba con relevos: la que estaba en el oratorio, cuando acababa su turno, despertaba a la que tenía que sustituirla que se levantaba, vestía, maquillaba y arreglaba para ir al oratorio los quince o veinte o treinta minutos que le correspondiera. Y así hasta la hora de la Misa. También esto era "voluntario"-obligado.

En el Centro de Estudios o Falso Colegio Mayor los fines de semana y durante las vacaciones de verano recibías clases y charlas de todo tipo:

- Clases presenciales y prácticas de: cómo doblar un calcetín, quitar el polvo de una habitación, la manera de limpiar unos zapatos, de planchar una camisa, coser un botón, colocar la ropa en el armario, quitar una mancha de cera en un vestido...

Según ellas "todo está estudiado y para todo hay una manera de hacer "mejor las cosas, incluso las más pequeñas". Era así como había que hacerlo porque "otros que saben más que tú" lo han estudiado y han llegado a esa conclusión.

- Charlas sobre vida interior y espíritu de la obra. Cada vez un tema distinto - fe, pureza, fraternidad, fortaleza, alegría, espíritu de sacrificio...-

- Clases de teología, filosofía, moral, mariología... dadas por el sacerdote o por alguna numeraria que hubiera estudiado Teología en la Universidad de Navarra. Los contenidos se dividían en asignaturas. Decían que "estábamos haciendo la carrera de teología". Por eso nos hacían exámenes y controles escritos. Me pregunto, si es así, dónde estará mi expediente.

Además de todo esto, tenías que sacar tiempo para estudiar y sacar buenas notas. En mi caso, muchas veces tenía que pedir permiso para quedarme a estudiar hasta la una o las dos de la madrugada porque no tenía suficiente tiempo.

VIVIENDO CONTROLADA: TU VIDA PERTENECE AL OPUS DEI.

En esas condiciones, no puedes pensar por ti misma. Tienen tu mente ocupada el 100% del tiempo en el estudio, el apostolado, las charlas, las lecturas, las meditaciones...

Recuerdo que siempre estaba muerta de sueño. No podías ir a la cama o levantarte cuando querías. Ni siquiera los domingos o los sábados, ya que también había una hora preestablecida (normalmente una hora más tarde de lo habitual).

Entre las vigilias una vez al mes, la noche sin almohada, la cama de fakir, horarios predeterminados para todo y las horas extras nocturnas para estudiar... era una zombi viviente. Pero como "no estaba enferma" no había motivo para permitirme dormir un poco más.

En todas mis acciones me sentía observada constantemente. En el "Espíritu de la Obra" viene recogida lo que llaman "corrección fraterna": "En casa nunca nadie va a ir diciendo nada de ti por detrás, todo se te dirá a la cara"

(Yo no sabía entonces que mi charla semanal, todo lo que yo contaba en confidencia era puesto a la luz a terceras personas en el consejo local y con el sacerdote, para pensar una mejor estrategia de control sobre mi, eso no se me decía a la cara)-

Así era como te corregían, después de consultar a tu directora espiritual:

Tu "hermana" te llamaba a un lugar parte y discretamente te corregía por cosas como me dijeron a mí: "morderte las uñas mientras rezas es falta de sacrificio", "tienes la letra muy grande y utilizas demasiadas hojas de papel lo cual es falta de pobreza" "te ríes de forma escandalosa cuando se han contado chistes y eso no es de buen tono". (...¡jo!, para una vez que te ríes a gusto y de forma no forzada!)

A esas correcciones no podías responder nada que no fuera un "gracias" que te llenara la boca y una gran "sonrisa profident"

A base de muchas correcciones de este tipo, -en mi caso en un día podían ser hasta cuatro- cuando actuaba, nunca estaba segura de haberlo hecho bien, siempre algo temerosa de haber metido la pata, hasta en mis actos más espontáneos y cotidianos.

La libertad se ve coartada hasta límites que ni tú misma sospechas. El lavado de cerebro es intenso. No tienes tiempo de pensar ni en lo que te ocurre ni en cómo te ocurre. El leer "Mi Pesadilla En El Opus Dei de Sharon Clasen" me ha ayudado a analizar este proceso.

Controlaban todo lo que leía. Me prohibieron leer muchas de las lecturas obligatorias en mi primer año de universidad. Si lo había, me daban un dossier critico del libro. Este estaba escrito por "alguien de casa que tiene más formación que tú y a quien no le puede hacer daño su lectura porque está más preparado". Y si no había dossier tenía que rezar a Nuestro Padre para que no me saliera esa lectura en el examen o el Espíritu Santo me iluminara.

Leían mi correo personal antes de que yo lo leyera y me entregaban sólo aquellas cartas que no consideraban "dañinas para mi salud espiritual".

Por la mañana temprano la directora del centro dejaba el periódico del día al alcance de todas. Era el único ejemplar "autorizado". Estaba mutilado aquí y allá. La directora, tijera en mano, se encargaba de amputar al ejemplar "aquellas noticias que no nos iban a aportar nada interesante" o que "podían hacer daño".

Tenía que apuntar en mi agenda todo el dinero que me gastaba y en qué me lo gastaba y eso se lo debía decir también periódicamente a mi directora espiritual cuando tocábamos el epígrafe "Pobreza" en la charla semanal.

Si quería o necesitaba comprarme algo, antes, debía pedir permiso.

Vivía una pobreza férrea. No creo recordar que en aquella época me comprara nada superfluo: mientras fui del Opus Dei no me comí ni un chicle -que me hubiera comprado yo-. Sólo gastaba en fotocopias, pasta de dientes y poco más.

Cuando pedía algún dinero, si no era una cantidad "de bolsillo" - doscientas o trescientas pesetas- tenía que justificar en qué me lo iba a gastar y si consideraban que no era necesario no me lo daban. (Las doscientas o trescientas de bolsillo también se justificaban, no te vayas a pensar... Esta semana he gastado: "95 pesetas en autobús el lunes", "45 pesetas en fotocopias el miércoles", "100 pesetas en desodorante el jueves"... )

Si me hacían algún regalo tenía que entregarlo a dirección, quien disponía de él.

No tenía nada mío.

Ni siquiera eran míos mis pensamientos. Tenía la impresión de que mi alma estaba desnuda y expuesta.

Lo sabían todo, absolutamente todo de mí.

Era una autómata. Hacía y actuaba siempre como me decían que lo hiciera. Si no era así, en la charla se encargaban de crearme mala conciencia y culpabilidad, eso sí, "eres libre de hacer lo que quieras", "en el Opus Dei nadie te obliga a nada." -Pero, sabes que, si no haces lo que dicen, estás "obrando con mal espíritu" y "vas por mal camino"-.

No podías hablar con otra numeraria de otra cosa que no fueran pájaros y flores. Nunca hablábamos de nuestra familia de sangre ni sobre nuestros problemas personales y/o espirituales ya que sólo podía aconsejarte tu directora y el cura del Opus Dei.

Una vez se me escapó algún comentario delante de otra numeraria que me corrigió "fraternalmente" de inmediato.

Siempre estaba cansada físicamente y agotada mentalmente.

Cuando lo comentaba en mi charla mi directora espiritual nunca le daba importancia.

Pronto empecé a sentirme deprimida, triste, con ganas de llorar, y muy cansada. Parecían no darse cuenta de lo que me pasaba.

Hay que vivirlo para entenderlo.

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