EL SANTO FUNDADOR DEL OPUS
DEI
Autor: Jesús Infante
CAPÍTULO 1:
TURBOSANTIDAD DEL FUNDADOR
SER SANTO, según la Iglesia católica, es ser
perfecto y libre de toda culpa, aunque lo más importante
ocurre cuando la Iglesia declara oficialmente a una persona
como santo, porque manda entonces que se le dé culto
universalmente. Sin embargo, el sentido de la palabra santidad
para el Opus Dei no sólo es la calidad de santo, es
decir, la persona de especial virtud y ejemplo, sino también
el tratamiento honorífico que se da al Papa. Y en esta
dimensión más terrestre el Opus Dei continúa
conspirando para buscar un sucesor a Juan Pablo II a la cabeza
de la Iglesia, que sea consecuente con sus ambiciones y deseos.
Como el año 2002 es el centenario del nacimiento del
fundador del Opus Dei, la organización ultracatólica
pretendió con tanta urgencia la declaración
oficial como santo del fundador que convirtió su presunta
santidad en una turbosantidad. Se entiende por turbosantidad
la fuerza viva o presión existente para alcanzar la
santidad y que aprovecha la mayor parte posible de la fuerza
motriz del Opus Dei, de tal forma que ha sido una poderosa
turbina humana la que ha empujado hasta la santidad al fundador.
La fabricación de prestigios ha sido una de las actividades
sobre las que se ha centrado el Opus Dei desde sus orígenes.
Como todos sus miembros deben aspirar a la santidad, el Opus
Dei mantiene la pretensión de crear santos en serie,
porque "las crisis mundiales son crisis de santos",
como ya señaló el fundador en la máxima
301 de su librito Camino. Desde sus orígenes, el Opus
Dei impuso esta obligación entre sus miembros y sigue
dispuesto a fabricar santos como sea, recurriendo a la turbosantidad
cuando hace falta, como ha sido el caso del fundador.
Primero hubo intentos con Isidoro Zorzano Ledesma, ingeniero
industrial compañero del fundador durante el bachillerato
en Logroño y primer administrador de la Obra de Dios
durante la guerra civil española. En los años
cuarenta no encontraron nada más santo y heroico que
la vida oscura y las escasas virtudes del ingeniero Zorzano.
Tras su fallecimiento en 1943 su caso se convirtió
en un ejemplo de santidad, porque así lo decidió
personalmente el fundador. Zorzano fue presentado como el
espécimen del santo ingeniero y, en consecuencia, promocionado
como tal desde su muerte. Por ello hicieron reliquias con
las sábanas guardadas religiosamente porque le habían
servido de sudario y cuyos trozos y pedazos el fundador del
Opus Dei repartió entre los primeros militantes, cuando
salieron al extranjero en la expansión del Opus Dei
para abrir nuevos campos de apostolado. Su causa de beatificación,
iniciada en 1948, quedó sin embargo enterrada por su
escaso relieve, como tantos otros miles de casos, en el Vaticano.
Sin ningún desánimo, el Opus Dei prosiguió
su labor canonizadora con otros candidatos y llegó
a contar con una chica, Montserrat Grases, y entre los adolescentes
masculinos con Miguel Díaz del Corral, muertos ambos
en "olor de santidad", que fueron propuestos como
modelos para los jóvenes seguidores, en las ramas femenina
y masculina respectivamente, dentro del Opus Dei. Sin embargo,
todos estos casos dejaron de ser promocionados ante la posibilidad
de una canonización acelerada en la persona del fallecido
fundador del Opus Dei, aprovechando el clima político
favorable desde 1978 tras la elección del cardenal
polaco Karol Wojtyla como Sumo Pontífice con el nombre
de Juan Pablo II. Para una nueva organización ultra-católica
como el Opus Dei la santidad del fundador iba a significar
la garantía máxima de autenticidad y a través
de ella se podía demostrar sobre todo que la Obra estaba
predestinada por Dios desde su fundación.
Así, tras su muerte en 1975, no resultó difícil
conocer las intenciones del Opus eiD respecto al fundador:
elevarle a los altares como fuera y por el camino más
rápido. Como hacían falta cinco años
para la introducción legal de la causa, el Opus Dei
empezó a montar unas "oficinas históricas"
desde 1975 para recoger los datos de que disponían
los miembros y simpatizantes sobre el fundador, incluso las
anécdotas más nimias, y todo ello fue acumulándose,
debidamente expurgado, en lo que pasó a denominarse
Registro Histórico del Fundador, que quedó centralizado
en la sede del Opus Dei en Roma.
También se llevó a cabo, por otra parte, una
monumental recopilación de todos los escritos atribuidos
al fundador y los sedicentes "escritos inéditos"
del fundador llegaron a alcanzar la fabulosa cantidad de 62
tomos encuadernados. En estos trabajos preparatorios, antes
de iniciar las causas de santificación del fundador,
participaron centenares de socias numerarias y socios numerarios
que recogieron y "reescribieron" todo lo que llegaba
por vía interna a las oficinas montadas al efecto,
"limpiando" de datos dudosos o poco favorables todo
lo concerniente a la peripecia biográfica de Josemaría
Escrivá.
En tan acelerada canonización privada, el Opus Dei
actuaba de propia turbina en el proceso. La turbosantidad
del fundador se tenía que realizar por fuerza con mucha
prisa por el temor inconfesable que existía dentro
del Opus Dei a su propia decadencia interna y la misma desaparición
del fundador les empujaba inexorablemente a ello.
La campaña en pro de la santidad del fundador se acompañó
de la publicación de varias biografías "autorizadas",
cuya característica más acusada era el culto
idolátrico al fundador. Tales publicaciones ofrecían
una muestra inigualable de ese subgénero literario
almibarado de la narrativa histórica y emocional denominado
hagiografía dentro de la Iglesia católica. Una
antigua socia numeraria del Opus Dei ha señalado, refiriéndose
a los hagiógrafos del fundador, que "magnifican,
arreglan, interpretan a su manera (...) Quitan y ponen con
toda comodidad, tal vez por la "libertad" que encuentran
en la limpieza de datos que antes se han encargado de conseguir
los directores".
La apertura formal de la causa de beatificación de
Escrivá data del 19 de febrero de 1981, cinco años
y unos meses después de la muerte del fundador del
Opus Dei, respetando el plazo mínimo establecido por
la normativa canónica vigente. Un proceso oficial de
santidad iniciado ante la Iglesia de Roma consta de dos fases
diferenciadas, primero la beatificación, con derecho
a utilizar la denominación de siervo de Dios, y luego
la canonización que le declara oficialmente santo.
El proceso de beatificación o primera fase en la turbosantidad
de Escrivá se iba a iniciar además de forma
paralela a la concesión del estatuto jurídico
de prelatura personal para el Opus Dei. El expediente fue
trasladado a Madrid inmediatamente después de la apertura
del proceso por el Vaticano, alegándose como razón
principal que, aunque hubiera muerto en Roma, era en España
donde había vivido más tiempo.
Las reformas realizadas en el Código de Derecho Canónico
iban a favorecer los acelerados planes que tenía el
Opus Dei para la canonización inmediata de su fundador.
El canon 2.050 del Código señalaba que "la
fama de santidad debe ser espontánea, no promovida
por arte o diligencia humana, proveniente de personas graves
y honestas", pero esta norma fue sustituida por otra
que omitía tales condiciones. El papa Juan Pablo II
expuso sus intenciones en la introducción al apéndice
1 del reformado Código de Derecho Canónico sobre
la Causa de los Santos. Según el papa polaco, "debido
a experiencias recientes se ha considerado oportuno revisar
esta forma de procesos para simplificar las normas, salvaguardando
naturalmente la solidez de la investigación."
La lectura de los veinte mil folios acumulados por el Opus
Dei para demostrar la primera fase de la santidad del fundador
resultaba edificante. Hasta el dispositivo económico
del Opus Dei tenía origen sobrenatural, según
los datos que figuraban en el voluminoso expediente. Así,
por ejemplo, Escrivá recibió una "iluminación"del
cielo en relación con la estructura jurídica
y económica de la actividad apostólica de la
Obra, durante la Segunda República, al regreso de una
visita de catequesis a los pobres. La iluminación divina
tuvo lugar precisamente en el barrio madrileño de La
Bombilla y allí, en aquel lugar de nombre tan apropiado,
fue cuando el fundador del Opus Dei "vio" por primera
vez "la necesidad de crear sociedades que, siendo titulares
de la propiedad y de los bienes inmuebles usufructuados por
el Opus Dei, se ocuparan de gestionarlos económicamente".
Como puede observarse, la cúpula directiva del Opus
Dei encontró una explicación divina hasta para
la utilización de sociedades de pantalla y testaferros
en las finanzas del Opus Dei, aunque en las imaginaciones
del fundador "la bombilla" tan sólo significase
su propia fuente de iluminación.
En materia de santidad, los dirigentes del Opus Dei no incluyeron,
sin embargo, en el expediente al Vaticano una serie de sucesos
milagrosos ocurridos en el último período de
la vida de Escrivá que habían atraído
especialmente su atención y que sirvieron de acicate
al fundador del Opus Dei. Los sucesos milagrosos habían
tenido lugar en España al final de los años
sesenta y consistieron en apariciones de la Virgen María
en un lugar llamado El Palmar de Troya, cerca de Utrera, en
la provincia andaluza de Sevilla.
Cuando en 1968 cuatro niñas llamadas Josefa, Ana,
Rafaela y Ana María dijeron en sus casas que habían
visto a una señora sobre unos lentiscos de la finca
La Alcaparrosa, próxima a El Palmar de Troya, pronto
se corrió la voz de la presencia de un milagro y de
que la Virgen, con hábito de carmelita, se había
aparecido. La Iglesia mantuvo oficialmente una actitud escéptica,
pero los videntes fueron cada vez más numerosos y Escrivá,
tan aficionado a cualquier fenómeno sobrenatural y
con ánimo de recuperarlo como nuevo movimiento mariano,
se interesó muy especialmente por aquellas apariciones.
Hubo miembros del Opus Dei que discretamente se pusieron en
contacto con algunas de las videntes.
Los mensajes de la Virgen supuestamente aparecida hacían
referencia, muy en la línea ideológica de Escrivá,
a catástrofes venideras. La vidente María Luisa
Vila apareció estigmatizada en ambas manos y Escrivá
mantuvo una larga entrevista con ella, después de haberla
citado previamente en la cercana ciudad de Jerez de la Frontera,
en la provincia de Cádiz, donde el Opus Dei mantenía
la residencia y centro de retiros Pozoalbero, destinado a
los habitantes de la zona.
Posteriormente, Pablo VI excomulgó en 1976 al "papa
Clemente" y a cuatro obispos de la congregación
fundada en El Palmar de Troya, cuando ya se habían
autodeclarado como la auténtica Iglesia católica,
apostólica y palmariana. Entre sus insólitas
canonizaciones como santos figuraban los dictadores Adolf
Hitler, Benito Mussolini y el general Franco, el almirante
Carrero Blanco y el fundador de la Falange española
José Antonio Primo de Rivera.
Como Escrivá había dedicado en vida una atención
especialísima a los videntes y a las apariciones, la
pequeña Iglesia del Palmar de Troya agradecida le tuvo
muy en cuenta en sus canonizaciones y le declaró santo
el 24 de septiembre de 1978, adelantándose así
al proceso de beatificación emprendido por el Opus
Dei ante la Iglesia de Roma. Junto con "monseñor
José María Escrivá de Balaguer"
fueron elevados a los altares una italiana, una alemana, siete
ingleses, cuatro españoles -entre ellos el hacendista
José Calvo Sotelo, político y "protomártir"
del levantamiento militar de Franco en julio de 1936- y dos
naturales de Quebec.
El "Decimosexto Documento de Su Santidad el Papa Gregorio
VII", más conocido popularmente como el "papa
Clemente", declaraba solemnemente: "Adornamos hoy
la Iglesia Santa de Dios elevando a la Gloria de los Altares",
"previo análisis histórico" y "con
la autoridad de la que estamos revestidos" a "San
José María Escrivá de Balaguer",
porque "en estos tiempos de tinieblas necesitáis
conocer a figuras importantes de la Iglesia: pues, de esta
forma encontraréis maravillosos ejemplos para luchar
contra los enemigos de la Iglesia" y "mientras Dios
siga fortaleciendo a Nos, combatiremos con Nuestra espada
de fuego a todos los malditos traidores." La pequeña
Iglesia del Palmar de Troya se había adelantado a la
Iglesia católica de Roma en materia de turbosantidades.
El proceso de beatificación de Escrivá, que
se inició en 1981, ofrecería numerosos puntos
oscuros e irregularidades diversas. La turbosantidad de Escrivá
iba a adolecer de una falta de transparencia comparable a
su vida activa como clérigo de la Iglesia. La intervención
de algunos prelados del ala ultraconservadora vaticana y grandes
sostenedores del Opus Dei fue decisiva en el proceso. Como
prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos,
el cardenal Pietro Palazzini envió una carta el 10
de febrero de 1984 al tribunal eclesiástico que instruía
la causa en Madrid, en la cual respaldaba la exclusión
de todos los testimonios desfavorables o en contra. Palazzini
sentó el criterio que "en nada puede servir a
la verdad quien no duda en ofender a la fe", y el citado
tribunal se consideró respaldado para excluir a ex
miembros del Opus Dei que habían conocido y trabajado
con Escrivá durante largos años.
Palazzini había permanecido en el ostracismo durante
el pontificado de Pablo VI y por sus dudosas actividades llegó
a ser interrogado por magistrados italianos, en calidad de
testigo, acerca de sus presuntos contactos con Roberto Calvi,
el suicidado presidente del Banco Ambrosiano. El cardenal
había sido, por otra parte, amigo personal de Escrivá.
Una amistad "bella y sincera" que Escrivá
consideraba "uno de los más delicados y gratos
dones recibidos del Señor", según consta
en la página 1.080 de la biografía oficial del
fundador, incluida entre los documentos del proceso que ya
se había iniciado en el Vaticano.
Resuelto de modo expeditivo el problema de los testigos contrarios,
el único debate significativo en la Congregación
para la causa de los Santos se redujo a si debía admitirse
o no la declaración de Álvaro Portillo, por
el hecho de haber sido durante 31 años uno de los más
fieles seguidores, guardaespaldas y confesor de Escrivá.
El tribunal de nueve miembros se inclinó, por mayoría,
a darla por válida. Dos miembros, sin embargo, habían
emitido un dictamen negativo; en los procesos normales de
canonización que se desarrollan en la Congregación
para la Causa de los Santos, basta un voto contrario dentro
del tribunal que examina la causa en cuestión, para
que se abra de nuevo todo el proceso introductorio. Uno de
los jueces, el italiano Luigi de Magistris, insistió
en su malestar ("profondo disagio" es la expresión
del documento redactado en italiano), por la aceptación
del testimonio de Álvaro Portillo, que este juez italiano
consideraba que "debería ser anulado". El
otro voto negativo correspondía al único juez
español, Justo Fernández, quien advertía
una ausencia completa de testimonios contrarios y señalaba
además que la práctica habitual de beatificación
era que la mayoría de los miembros del tribunal debía
tener la misma nacionalidad que el aspirante a beato.
En el turboproceso de beatificación se detectaron
otras irregularidades. Así, miembros del Opus Dei habían
solicitado a obispos y sacerdotes el envío de cartas
al papa en apoyo de la causa, en clara violación del
requisito de que estas cartas sean remitidas espontáneamente,
según establece el canon 2.077 del Código de
Derecho Canónico. De las seis mil cartas recibidas
en el Vaticano, unas dos mil de ellas pertenecían a
obispos, mientras el canon citado establece que los obispos
que las remitan deben haber conocido personalmente al beato
y la propia documentación del proceso atestiguaba que
Escrivá sólo conoció en vida a 128 obispos.
No obstante, una instrucción emitida en 1935 por la
Congregación de Ritos dejaba abierta la posibilidad
de que dicho conocimiento se podía referir sólo
a la "fama de santidad del candidato" y no al candidato
mismo, subterfugio legal que fue utilizado por el Opus Dei
hasta la exageración, traspasando los límites
de lo justo, verdadero o razonable.
Otra de las irregularidades provenía de los testimonios
y de las 2.101 páginas recogidas en el proceso; 839
correspondían a las declaraciones de Álvaro
Portillo y de Javier Echevarría, los dos colaboradores
más íntimos de Escrivá y sucesores del
fundador al frente del Opus Dei. Pero lo más sobresaliente
fue sin duda la ausencia de pruebas para afirmar sin reparos
que la actividad de Escrivá no tuvo ninguna significación
política o económica precisa. Para sostener
semejante afirmación no se incluyeron apenas documentos
sobre las estrechas relaciones del Opus Dei y de su fundador
con la dictadura de Franco. Tampoco se mencionaban las estrechas
relaciones personales del fundador del OD con el general Franco:
mantuvo correspondencia, visitó en repetidas ocasiones
el Palacio de El Pardo y hasta dio ejercicios espirituales
a la familia Franco.
Giancarlo Rocca, religioso paulino, uno de los raros analistas
sobre el Opus Dei competentes, opinó que "la excesiva
velocidad del proceso no beneficia a nadie y pone en tela
de juicio su legitimidad. La mayor parte de los archivos eclesiásticos
y civiles sobre el período de la vida de Escrivá
está aún cerrados. ¿Qué pasará
si se descubren, cuando se abran, documentos comprometedores
sobre él?".
Ocurrió, entre tanto, algo insólito y que no
había sucedido hasta entonces en ninguno de los procesos
de beatificación de la Iglesia. Por intervención
directa de Juan Pablo II, el Vaticano adoptó íntegramente
la postura del Opus Dei y lejos de considerar irregulares
los datos publicados sobre la causa de Escrivá los
asumió como normales y propios, tanto en la fase de
instrucción del proceso como en la heroicidad de las
virtudes o en la prueba del milagro.
Como la adulación se generalizó porque la turbosantidad
del fundador contaba con el apoyo de la más alta instancia
del Vaticano, en la documentación del proceso aparecieron
informes dando muestras de halago que podían serle
muy gratas al Opus Dei. Se cita como ejemplo, la conclusión
del promotor de la fe sobre el examen de las virtudes heroicas
de Escrivá, que fue la siguiente: "Considero,
a la luz de los testimonios del proceso, que la prueba más
sólida de la autenticidad del elevado grado de la vida
mística que alcanzó el siervo de Dios viene
precisamente de su continuo esfuerzo de identificación
con la voluntad divina y de aquella humildad que (...), después
de cincuenta años de sacerdocio vivido intensamente,
hacía que se considerase aún como un niño
que balbucea".
En la beatificación de Escrivá la palabra clave
era aceleración. Todo se iba a realizar antes y se
haría más deprisa que con los restantes candidatos
y en otras causas pendientes de la beatificación. Importaban
menos la heroicidad de sus virtudes o el tipo de milagro realizado.
La palabra clave era aceleración, convirtiéndose
de esta manera en la primera turbosantidad de la Iglesia católica
romana. Ademas, la turbosantidad del fundador quedaba a la
misma altura de los intensos intentos realizados por la Obra
de convertirse en la primera superdiocesis mundial, tras buscar
simultáneamente la beatificacion rapidísima
de Escrivá junto con el estatuto jurídico de
prelatura personal, por la sintonía ideológica
y simpatías particulares que el papa Juan Pablo II
nutría desde antiguo por el Opus Dei.
Respecto al milagro presentado por el Opus Dei para la beatificación,
presuntamente realizado por Escrivá y ocurrido en 1976,
cl proceso instruido por la curia diocesana de Madrid tuvo
lugar en 1982. Una monja anciana, religiosa carmelita dc la
Caridad, presentaba al parecer unos tumores por distintas
partes del cuerpo y un sacerdote numerario del Opus Dei, que
actuaba como confesor del convento, afirmó que habían
desaparecido de la noche a la mañana.
La monja pertenecía a uno de los 92 conventos de carmelitas
que se habían negado a modernizar la regla después
del Concilio Vaticano II y de la asistencia espiritual del
convento se encargaban sacerdotes numerarios del Opus Dei.
El milagro atribuido a Escrivá podía resultar
espectacular si, gracias a él, la religiosa se salvó
de una muerte anunciada. Sin embargo, no fue ella sino su
lejana familia, los Navarro Rubio, vinculados estrechamente
al OD, quienes la habían encomendado al difunto Escrivá.
Según testimonios recogidos en su entorno, ella nunca
pensó pedir a nadie que la curara. Aún más,
la curación milagrosa fue tan secreta que la propia
superiora del convento solo se entero varios años mas
tarde del supuesto milagro por la prensa. La monja murió
a los 82 años de edad de una enfermedad que no guardaba,
según la documentación aportada por el Opus
Dei, ninguna relación con las que le fueron curadas
"milagrosamente", la calcificación distrófica
y la úlcera gástrica, gracias a la presunta
intercesión de Escrivá.
En junio de 1976, sor Concepción Boullón Rubio,
la protagonista del presunto milagro, tenía 76 años.
El medico que la atendió declaró en su cita
que no se realizó ningún examen para completar
un diagnostico. dado el mal estado de la enferma. Vino luego
la presunta curación y según cuenta otra religiosa
que la cuidaba, Maria del Pinar Prieto, cuando volvieron al
medico unos días después, este solo le encontró
un pequeño resto de los bultos que tenia en un pie.
Se decidió entonces hacerle un examen de un trozo de
tejido tomado del lugar afectado que dio como resultado una
calcificación distrófica sobre inflamación
previa. El análisis con microscopio mostró que
no era un tumor sino una calcificación consistente
en la infiltración o depósito de sales cálcicas
en zonas del tejido conjuntivo subcutáneo, mientras
que el tumor es una proliferación celular anómala
que tiene un comportamiento biológico de escasa o gran
agresividad. La calcificación de sor Concepción
Boullón nada tenía que ver con tumores peligrosos,
aunque desde un punto de vista grosero llega a formar bultos
y hay médicos que la confunden con el tumor.
Como los resultados eran decepcionantes para apoyar científicamente
la presunta curación milagrosa, intervinieron expertos
médicos militantes del Opus Dei de la Clínica
Universitaria de Navarra que, en un principio, no se atrevieron
a pronunciarse, por lo que sus informes eran evasivos; aunque
también hubo expertos médicos que se pronunciaron
claramente en contra, señalando que no se trataba de
un tumor sino de una calcificación. El catedrático
de Patología Anatómica y miembro militante del
Opus Dei, Jesús Vázquez, mantuvo serias dudas
al respecto, pues un caso de calcificación distrófica
difícilmente podía servir de base para una curación
milagrosa. Hasta el propio decano de la facultad de Medicina
de la universidad del Opus Dei en Navarra, Eduardo Ortiz Landázuri,
catedrático de Patología y Clínica Médicas
y uno de los doctores de la Casa Real española, se
vio obligado a desviar la atención de los expertos
hacia otra patología concurrente. Como los más
que dudosos tumores de la monja no servían, hallaron
una úlcera gástrica que lograba ennegrecer el
cuadro clínico, afirmando que, aunque las dos patologías
eran independientes, el agravamiento y concurrencia de ambas
había hecho prever un desenlace fatal a corto plazo.
Pese a todo, el expediente con la presunta curación
milagrosa continuó su camino y en Roma llegó
a manos de Raffaello Cortesini, médico y miembro militante
del Opus Dei, presidente del Instituto para la Cooperación
Universitaria y jefe de la Oficina Vaticana de la Congregación
para la Causa de los Santos, organismo que dictamina si las
curaciones son o no milagrosas. Allí fue donde la prudencia
científica, las dudas razonables y los escrúpulos
profesionales fueron barridos de un plumazo. El presidente
de la consulta médica, que interviene siempre de oficio,
firmó entonces en Roma que las calcificaciones de la
monja carmelita española habían sido un milagro,
pese a que los miembros del Opus Dei sabían que aquello
podía invalidar totalmente el proceso de canonización
de Escrivá.
Así, el Opus Dei consiguió que Escrivá
llegara a ser declarado beato y, en espera de la ansiada santificación,
su imagen ya podía ofrecer una aureola blanca en torno
a su cabeza. Sin embargo, expertos canonistas aseguraron que,
aunque la Iglesia católica no podía dar marcha
atrás, tampoco Escrivá podría alcanzar
la categoría de santo, después de tantas tropelías
e irregularidades. Sin embargo, la turbosantidad y el culto
al fundador contaban en el Vaticano con apoyos suficientes
para superar la condición de beato de Escrivá
y elevarle a los altares.
En mayo de 1992, antes de la ceremonia pública de
beatificación de Escrivá que tuvo lugar en la
plaza de San Pedro en Roma, el Opus Dei calculó la
asistencia global esperada en 200.000 personas. Tan exageradas
previsiones se desglosaban, aparte de unos 15.000 italianos,
en 185.000 peregrinos de los cuales 70.000 serían españoles
y 23.000 latinoamericanos, de ellos 5.000 mexicanos. También
afirmaron que se esperaban unos 5.000 asiáticos y africanos
y 2.000 norteamericanos, cifras a todas luces exageradas si
se las compara con las 120.000 personas que la propia oficina
de prensa del Opus Dei ofreció públicamente
más tarde como posibles asistentes a la ceremonia.
El único dato real, sin embargo, consistió en
que se colocaron 26.000 sillas dentro del perímetro
de la Plaza de San Pedro para acoger a los miembros y simpatizantes
del Opus Dei y a algunos invitados selectos. Testigos presenciales
pudieron constatar que la masa de asistentes no logró
alcanzar la columnata de Bernini y que entre los asistentes
a pie en la ceremonia destacaba el político italiano
Giulio Andreotti con varios escoltas, quien sería luego
hasta acusado judicialmente y procesado por mantener estrechos
contactos con la mafia siciliana.
Mientras fuentes oficiales del Opus Dei afirmaban, aumentando
exageradamente las cifras, que 21 miembros de la Casa Real
española habían estado presentes en la ceremonia
de beatificación de Escrivá en Roma, el rey
de España se había desplazado precisamente el
mismo día de la ceremonia de beatificación al
pueblo valenciano de Villarreal para celebrar junto con el
cardenal aperturista Vicente Enrique y Tarancón el
cuarto centenario de san Pascual Bailón, un santo muy
oportunamente vinculado a las actividades religiosas de la
Casa Real española para aquella fecha.
Por su parte, el embajador de España ante la Santa
Sede, Jesús Ezquerra, intentó rectificar inútilmente
la noticia difundida por la oficina de prensa del Vaticano,
dirigida por el numerario del Opus Dei Joaquín Navarro
Valls, según la cual la "delegación oficial
española" que asistió a la beatificación
había incluido "veintiún miembros de la
Casa Real". El embajador español llamó
por teléfono al numerario del Opus Dei para que rectificara
la noticia errónea, pues ningún miembro de la
Casa Real española estuvo presente en la beatificación
de Escrivá, asistiendo a título personal tan
sólo un grupo integrado por seis funcionarios y exfuncionarios
de dicha casa. Sobre el "error" de la oficina de
prensa vaticana el Opus Dei nunca quiso rectificar ni se publicó
desmentido alguno.
"Los cristianos están llamados a colaborar en
una nueva evangelización que impregne los hogares,
los ambientes profesionales, los centros de cultura y de trabajo,
los medios de comunicación, la vida pública
y privada, de los valores evangélicos que son fuente
de paz y de hermandad", dijo el papa en su alocución
el lunes 18 de mayo de 1992 en la audiencia multitudinaria
que, sin precedentes en el Vaticano, concedió en la
plaza de San Pedro de Roma a los seguidores del fundador del
Opus Dei que ya había sido beatificado la víspera.
Decenas de miles de personas, algunos señalaron hasta
cerca de cien mil, cantaron "Cumpleaños feliz"
a Juan Pablo II que celebraba su 72 aniversario. El papa propuso
a Escrivá como cristiano ejemplar en el mundo moderno,
situando al Opus Dei como eje de la nueva evangelización
de la Iglesia católica en el mundo contemporáneo.
Los actos de la beatificación del día anterior
fueron compartidos con la modesta beata sudanesa Josefina
Bakhita, demostrando las decenas de miles de asistentes a
la ceremonia el poder de convocatoria de masas del Opus Dei,
objetivo que no se había propuesto el beato Escrivá
cuando comenzó su fundación como organización
secreta de élite en 1935, aunque quizás soñara
con ello, pues las espectaculares concentraciones de masas
también se celebraban, con frecuencia, como ceremonia
de culto a líderes y caudillos, en los mejores tiempos
del fascismo.
En las cuestiones de santidad, el Opus Dei intentó
arreglar el caso del fundador a una velocidad enorme. La beatificación
era, sin embargo, el comienzo del "happy end" en
la santificación de Escrivá y el Opus Dei necesitaba
recorrer más camino para verlo colocado en los altares.
El purgatorio burocrático de Escrivá prometía
ser largo, porque cualquier camino hacia la santidad estaba
lleno de obstáculos y el castigo a tanta velocidad
en un turboproceso solía residir en la extremada y
prudente lentitud de la Iglesia, por lo menos hasta nuestros
días.
Después de ser declarado el fundador oficialmente
beato por el Vaticano en mayo de 1992, y como necesitaban
urgentemente un nuevo milagro para su santificación,
la cúpula directiva del Opus Dei prosiguió el
camino de la turbosantidad, iniciando una nueva campaña
entre los militantes de la Obra y hallando rápidamente
más de una veintena de curas milagrosas en países
tan distantes como Filipinas, Puerto Rico y España.
No obstante, estaba claro que para la turbosantidad del fundador
los casos milagrosos de España resultaban ser más
dignos de interés, al ser más fácilmente
controlables directamente por el Opus Dei.
Uno de los casos considerados más interesantes se
refiere a la cura milagrosa en el mismo mes de mayo de 1992
de un niño de seis años, un día después
que su madre invocase a Escrivá, tras haber visto por
televisión la ceremonia de beatificación del
fundador. Sin embargo, entre los informes aportados al expediente
del milagro del niño, hijo de un alto magistrado de
la judicatura cántabra, destacaba el del jefe de nefrología
infantil del hospital en donde fue tratado, quien negaba el
milagro y atribuía la curación a los efectos
de un acertado tratamiento farmacológico. El pequeño
padecía una alta tensión arterial debido a un
estrechamiento de la arteria renal derecha y el 17 de mayo
de 1992, la víspera del pretendido milagro, el niño
ya presentaba una importante mejoría, "más
de lo que la madre dice", según señaló
por escrito el médico especialista. Aquello no fue
óbice para que el Opus Dei, frente al dictamen del
experto que le había tratado, movilizara a otros médicos,
entre los que destacaba el doctor Jesús Bustamante,
del Hospital Clínico Universitario de Valladolid, quien
aportó un informe contradictorio que dejaba las puertas
abiertas a lo excepcional y al milagro: "la literatura
médica dice que si no hay operación, y no la
hubo, la enfermedad es irreversible. Lo ocurrido es, desde
el punto de vista científico, incomprensible".
Para que no presentase tantas reservas e inconvenientes como
el caso del niño de Cantabria y no fallase el trámite
burocrático en el Vaticano para la turbosantidad de
Escrivá, el segundo caso de milagro en España
fue preparado cuidadosamente por el Opus Dei hasta en los
detalles más mínimos. El protagonista del pretendido
milagro era en este caso un médico-cirujano de Extremadura,
Manuel Nevado Rey, todo un personaje importante en el pueblo
de Almendralejo, porque paralelamente a la medicina el cirujano
extremeño se ha dedicado a la agricultura después
de haber incrementado su patrimonio personal, adquiriendo
un latifundio de nombre "La Portuguesa" con cerca
de 1.000 hectáreas en la frontera con Portugal. También
junto con una hermana suya, monja mercedaria por más
señas, participó activamente en la transformación
en hospital de la casa de hospicio de beneficencia y, cuando
fue cesado en 1986 como médico director de la Casa-Hospital
de la Misericordia, se vinculó como miembro cooperador
con el Opus Dei. El caso, de todas maneras, fue bien escogido,
porque si la curación milagrosa en la que se apoyó
la beatificación no fue de un laico sino de una religiosa,
en la curación milagrosa de Manuel Nevado Rey, por
ser un laico, su caso no llegaba a presentar claramente ninguna
dimensión religiosa, añadiendo además
él públicamente que no era miembro del Opus
Dei. Al ser tan sólo miembro cooperador de la Obra
de Dios, antiguos miembros extremeños del Opus Dei
señalan que sus declaraciones sobre su pertenencia
o no al Opus Dei no son una mentira, sino tan sólo
una restricción mental.
Los orígenes de la grave dermatitis o fuerte irritación
de las manos del médico-cirujano que motivaría
el milagro se remontan a principios de los años sesenta.
Fue entonces cuando contrajo la enfermedad, trabajando doblemente
de médico y de cirujano en la Residencia Sanitaria
de Badajoz. Como cirujano traumatólogo estuvo continuamente
expuesto a las radiaciones de los rayos X y en muchas ocasiones
no llegó a cubrirse las manos con guantes de plomo.
La radiodermitis enseguida le supuso "la pérdida
del vello de las manos, con la aparición de zonas sonrosadas
y con picores."
El historial médico de la dermatitis que le produjeron
durante cuarenta años de profesión los rayos
X y las escayolas en los dedos, se convirtió en un
relato escalofriante y muy bien documentado con testimonios
afines a la causa, gracias al Opus Dei. Relatos y noticias
que desfiguraban lo que realmente había sucedido, para
darle apariencia de ser más valioso y atractivo. Así,
el doctor Nevado fue empeorando con el tiempo hasta perder
la sensibilidad en los dedos, lo que le habría obligado
en 1992 a abandonar la mesa de operaciones como cirujano y
la profesión como médico, si no hubiera ocurrido
ese año el milagro. Además, según el
informe de otro médico del Opus Dei, creyente en los
milagros de Escrivá a pies juntillas, Nevado padecía
radiodermitis crónica grave en tercera fase, caracterizada
por la transformación neoplásica de las lesiones.
La dolencia habría entrado así en una "fase
de irreversibilidad" y se encaminaba a un "diagnóstico
terrible sin esperanza y que habría podido llegar hasta
hacer necesaria la amputación de las manos".
Para la tropa de seguidores de Escrivá, la dermatitis
de Manuel Nevado Rey fue considerada como una "enfermedad
degenerativa" que llegó hasta impedirle "ejercer
la profesión" y cuando llegó el milagro
"las lesiones desaparecieron y las manos adquirieron
el aspecto actual, perfectamente curadas", lo que le
ha permitido a sus 69 años de edad seguir trabajando
como médico: Manuel Nevado Rey continúa ejerciendo
como cirujano en Zafra, además de la consulta privada
en su domicilio.
Sobre la "radiodermitis crónica grave" expertos
dermatólogos consideran que en algunos casos, sin milagro
alguno, es posible la mejora espontánea de la enfermedad
y como Manuel Nevado Rey sigue trabajando aunque ya se encuentra
oficialmente jubilado, un médico colega suyo señala,
de forma más realista, que no ha vuelto a tener problemas
de piel desde que dejó de operar y de usar sin guantes
los rayos X.
El Opus Dei había puesto en marcha el mecanismo de
la turbosantidad y el expediente sobre el milagro y la enfermedad
"gravísima" que el médico-cirujano
extremeño había padecido se inició cuando
el postulador de la causa de canonización de Escrivá
y miembro del Opus Dei solicitó al arzobispado de Mérida-Badajoz
la apertura del proceso por un posible hecho sobrenatural
en Extremadura. Se creó entonces un tribunal integrado
por un promotor de la fe, un postulador y el juez delegado
que analizaron los certificados médicos, incluido uno
en radiología. El dictamen final fue favorable a la
tesis del posible milagro y como caso "científicamente
inexplicable" fue enviado desde España a la Congregación
para la Causa de los Santos en Roma. Allí, la comisión
médica también se pronunció a favor del
milagro, señalando que la curación del médico-cirujano
de Extremadura había sido "muy rápida,
completa, duradera y científicamente inexplicable."
Tras los médicos, el expediente pasó con pronunciamiento
favorable la comisión de teólogos que declararon
lo extraordinario del caso, fuera del orden o regla natural
o común, y por último, tan sólo quedó
para que aprobara el caso la comisión de cardenales
y obispos, antes que el papa, quien conoció a Escrivá
y no ocultaba sus fervientes deseos de elevarle a los altares.
Los 505 santos y beatos, recientemente proclamados, la mayoría
"mártires" de la guerra civil española,
son sólo un indicio de la disposición favorable
del Vaticano. La turbosantidad de Escrivá iba a resultar
fácil por ya existir cartas de 2.000 obispos que declaraban
haber tenido conocimiento de la "fama de santidad"
del fundador del Opus Dei. Para la turbosantidad en el futuro
de la Iglesia católica bastará con ejercer fuerte
influencia, como la realizada por el Opus Dei en el Vaticano.
Respecto a las circunstancias del milagro sólo cabe
señalar que en 1992, seis meses más tarde de
la proclamación como beato de Escrivá, al médico-cirujano
de Almendralejo le regalaron una estampa del ya entonces beato
y fundador del Opus Dei. "Me acerqué a un amigo
para explicarle lo que me pasaba", relata el cirujano
extremeño en las actas del proceso de turbosantidad
del fundador. "Él me ofreció una estampa
del beato Josemaría Escrivá de Balaguer y me
sugirió que recurriese a su intercesión."
Es decir, que con tan sólo una sencilla invocación,
Josemaría Escrivá, el fundador del Opus Dei,
podía hablar en las alturas del cielo con Dios y a
favor de él, para librarle de la dermatitis que sufría
desde comienzos de los años sesenta, en los comienzos
de su carrera profesional, hacía entonces por lo menos
treinta años.
Sobre la llamada sobrenatural a Escrivá en su favor
y auxilio, Nevado reconoce que "lo hice en aquel momento
y días después fui a Viena a un congreso".
En relación con el viaje, las afirmaciones de Manuel
Nevado Rey sobre su no pertenencia al Opus Dei han sido desmentidas
por antiguos socios quienes señalan que en el viaje
con motivo de un congreso médico en Austria "fue
bien instruido" después de haber frecuentado los
centros y las iglesias dirigidas en Viena por el Opus Dei.
En su versión del viaje a Austria, Nevado Rey confiesa
que "allí me quedé muy impresionado porque
"en todas las iglesias que visité" encontré
estampas del fundador del Opus Dei. Esto me indujo a invocar
con más fervor todavía su intercesión".
Como estaba completamente decidido a apoyar a una colectividad
o grupo tan señalado como es el Opus Dei, Nevado del
milagro sólo habló a sacerdotes de la Obra y
a personas muy allegadas suyas. Semanas después del
viaje a Austria el médico-cirujano extremeño
dejó entender también a otras personas que sus
manos se habían curado milagrosamente por intercesión
del beato fundador Escrivá.
Ahora el procedimiento de beatificaciones y canonizaciones
es mas rápido, cuando ha desaparecido el famoso "abogado
del diablo", encargado de detectar los posibles errores
de las causas, quien ahora se llama "promotor de la fe"
y está más preocupado en el siglo XXI por los
dones espirituales y por el testimonio de las virtudes heroicas.
Ello ha permitido que el fundador del Opus Dei se convierta
en el pionero de la turbosantidad católica sobre la
tierra.
La turbosantidad de Escrivá se resume en que, más
de un cuarto de siglo después de su muerte, continúa
como protagonista de todo lo que se hace y se dice en el Opus
Dei. En su fuero interno Escrivá tema la idea de que
era un predestinado. Creía que era un elegido de Dios
y que estaba irreversiblemente destinado a ser un santo, llegando
hasta la utilización abusiva de "armas sobrenaturales"
para llevar a cabo su proyecto. Para el Opus Dei no hay en
el catolicismo caminos distintos para la santidad, sino que
solo existe el camino de la Obra, trazado durante su vida
por Escrivá, declarado oficialmente beato y logrando
finalmente la turbosantidad. Como declaró en el año
1992 uno de sus seguidores en Televisión Española,
en el programa "Línea 900": "Todos sabíamos
que nuestro Padre era santo, la beatificación es sólo
para que se enteren los demás". Para los miembros
del Opus Dei está claro que Escrivá tuvo una
vida de santidad y el Opus Dei fue el único objetivo
de su paso por la tierra.
Sin embargo, es práctica habitual en la Iglesia católica
declarar a sus beatos tras la prueba de un primer milagro
y elevarlos a la santidad una vez probado el segundo. Aunque
el Opus Dei tiene documentados mas de veinte milagros presuntamente
realizados por la intercesión de Escrivá, el
temor que albergaba la cúpula directiva del Opus Dei
era que si la canonización no se realizaba durante
el pontificado de Juan Pablo II, tal vez no se realizaría
en siglos. De ahí que el Opus Dei haya inaugurado cl
nuevo tipo de santidad, denominado turbosantidad que consiste
en un sencillo cálculo promocional, donde a menor tiempo
en el proceso existe mayor santidad en la persona. Luego,
con la turbosantidad declarada del fundador el objetivo de
los miembros del Opus Dei, hijos e hijas de Escrivá,
será utilizar el apelativo de "santos" tan
corrientemente como lo empleaban los primeros fieles cristianos
y como Escrivá ya recomendaba en la máxima 469
de su librito Camino: "Saludad a todos los santos. Todos
los santos os saludan. A todos los santos que viven en Éfeso.
A todos los santos en Cristo Jesús, que están
en Filipos. -¿Verdad que es conmovedor ese apelativo
-¡santos!- que empleaban los fieles cristianos para
denominarse entre sí? -Aprende a tratar a tus hermanos."
Una monja, sor Concepción Boullón, resolvió
favorablemente la primera fase y el débil caso de Manuel
Nevado, el médico-cirujano de Extremadura que sigue
afirmando públicamente "yo no pertenezco al Opus
Dei", ha intentado completar sin excesivas dificultades
la segunda fase en la turbosantidad del fundador del Opus
Dei.
Escrivá decía frecuentemente en vida que "las
monjas eran tontas" y recomendaba a las mujeres militantes
en el Opus Dei: "Hijas mías, no seáis bobicas
como las monjas". Y agregaba que él a la única
monja que visitaba era a sor Lucía de Portugal, "no
porque haya visto a la Virgen, sino porque nos quiere mucho",
y añadía que sor Lucía era "un poco
tontucia, pero buena mujer".
Los lazos de amistad de Escrivá con sor Lucía
de Fátima se remontaban a los años cuarenta
y desde entonces públicamente el fundador del Opus
Dei, visitaba regularmente a sor Lucía, una de las
videntes de Fátima, en un convento de Túy, provincia
de Pontevedra, en donde se encontraba tras haber profesado
como religiosa dorotea. Fray José López Ortiz,
llamado familiarmente "tío José" dentro
del Opus Dei, había sido nombrado obispo de Túy
y llamó a Escrivá que acudió solícito
a la llamada, empeñado como estaba en la expansión
de la Obra de Dios hacia Portugal, la dictadura hermana de
España. Tras un primer contacto hubo un segundo encuentro
con sor Lucía donde la vidente de Fátima insistió
en que el Opus Dei tenía que ir a Portugal. "Le
constaté que no teníamos pasaporte, según
ha contado Escrivá, pero ella respondió: eso
lo arreglo yo enseguida. Llamó por teléfono
a Lisboa y nos consiguió un documento para pasar la
frontera." Desde entonces, una de las tres videntes de
Fátima, monja retirada en un convento, quedó
asociada a la historia y a la primera expansión internacional
del Opus Dei. Posteriormente, el santuario de Fátima
se convirtió en uno de los lugares preferidos de peregrinación
mariana del fundador del Opus Dei. Allí se le podía
ver rezando descalzo y desgranando un rosario cargado de medallas,
como él mismo confesaba: "Vengo con frecuencia
a Portugal, sin que me vea nadie, y me acerco a Fátima..."
En el proceso de beatificación del fundador del Opus
Dei, el milagro discutible de una monja en un proceso plagado
de deficiencias y anomalías iba a tener sin embargo
una importancia relativa; pues, antes, para la beatificación
hacían falta dos milagros seguros y otros dos para
la canonización. Ahora basta uno por cada fase y, en
algún caso, el papa Wojtyla ha dispensado del hecho
sobrenatural. Por esa causa el expediente del médico-cirujano
de Extremadura pudo continuar su curso favorable hasta el
Vaticano.
Para la Iglesia católica lo importante es la certidumbre
que tras el primer paso, la beatificación, el candidato
a la santidad se ha salvado y no ha ido al infierno, aunque
podría estar aún en el purgatorio. Con el segundo
paso, la canonización solemne, se asegura, con infalibilidad
papal, que dicho personaje ya goza de la gloria del cielo.
Existen escasos indicios sobre la ubicación exacta
del fundador del Opus Dei, ignorándose si se encuentra
en el purgatorio o quizás en el infierno. La pista
ofrecida por la monja vidente portuguesa amiga de José
María Escrivá, una de las protagonistas del
milagro de Fátima, nos deja con la duda, cuando en
cierta ocasión la vidente sor Lucía le dice
al fundador del Opus Dei: "Don José María,
usted con lo suyo y yo con lo mío nos podemos ir al
infierno."
Esta es la biografía completa de un personaje que
afirmaba haber actuado como un santo durante toda su vida.
Si la Iglesia católica romana constituye una de las
más importantes organizaciones mundiales, dentro de
ella, como grupo de presión internacional, el Opus
Dei representa un fuerte núcleo integrista con capacidad
para condicionar la política del Vaticano, por encontrarse
alentado y protegido por el papa Juan Pablo II, cabeza máxima
de la Iglesia. No obstante, esta capacidad de influencia es
limitada, como se pudo observar durante los pontificados de
Juan XXIII y de Pablo VI; además el Opus Dei, durante
el pontificado de Juan Pablo II, debe compartir con otras
organizaciones y movimientos católicos sus posibilidades
de intervención en la política y asuntos del
Vaticano. Se puede mencionar como ejemplo de la influencia
limitada del Opus Dei lo ocurrido en 1992, cuando Juan Pablo
II, escarmentado por el escándalo que supuso la polémica
beatificación de Escrivá, cedió a las
presiones de los jesuitas y del episcopado alemán,
críticos con el Opus Dei, por lo que dijo en un momento
de debilidad al entonces presidente Álvaro Portillo
que iba a ser el siguiente pontífice quien declarase
santo al fundador de la Obra de Dios.
En la guía artística de 1829 titulada "Promenade
dans Rome", el escritor francés Henri Beyle, más
conocido como Stendhal, anota en sus paseos romanos mientras
visitaba la basílica de san Clemente: ... En realidad
no poseemos todavía la mínima idea de lo que
fue el cristianismo de los primeros siglos. A partir de aquel
hombre de genio, parangonable sólo a Moisés,
que fue san Pablo, hasta llegar a León XII "felizmente
reinante", como se dice en Roma, la religión cristiana,
parecida a los grandes ríos que corren salvando los
obstáculos que encuentran a lo largo de su recorrido,
ha cambiado camino cada dos o tres siglos." Viene a cuento
la cita porque la Iglesia estuvo a punto de cambiar una vez
más de camino durante los pontificados de Juan XXIII
y Pablo VI, pero la elección y muerte, casi simultáneas,
del sucesor de Pablo VI, Juan Pablo I, con sólo treinta
y tres días de actividad como papa, ya indicaban que
la elección de su sucesor como nuevo pontífice
de Roma en el otoño de 1978 iba a surgir entre los
cardenales más conservadores del cónclave vaticano.
La elección estuvo polarizada entre el cardenal Giuseppe
Siri, arzobispo de Génova, candidato del ala conservadora,
y el cardenal Giovanni Benelli, arzobispo de Florencia, candidato
de los renovadores. A medio camino entre Génova y Florencia
se encontraban otros candidatos italianos, además de
algún "outsider", entre ellos el cardenal
polaco Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, que fue elegido
como papa y representaba una fórmula de compromiso
continuadora del efímero Juan Pablo I, por lo que tomó
el nombre de Juan Pablo II.
En la sede central del Opus Dei, en la cripta donde reposan
los restos de Escrivá, rezaron algunos cardenales y
eclesiásticos en los días que precedieron a
los dos cónclaves de 1978. Aunque no conoció
en vida al fundador del Opus Dei, un dato revelador sobre
el cardenal Albino Luciani fue que antes de su elección
como papa con el nombre de Juan Pablo I estuvo orando ante
la tumba de Escrivá y había escrito un artículo
laudatorio días antes sobre el fundador del Opus Dei.
La víspera del cónclave que iba a designarle
como papa sucesor de Juan Pablo I, el cardenal arzobispo de
Cracovia Karol Wojtyla también fue a rezar sobre la
tumba de Escrivá, a la sede romana del Opus Dei.
El cardenal polaco Karol Wojtyla ya había sido "tratado"
por el Opus Dei antes de su elección como papa. El
"tratamiento" es el modo de trabajar del Opus Dei
con ciertos eclesiásticos para su transformación.
Desde sus primeros contactos, que se iniciaron al comienzo
de los años setenta, Karol Wojtyla se había
quedado prendado del Opus Dei. Éste se hallaba entre
los miembros del episcopado de los países del Este
de Europa que solían transitar por Roma, el cual quedó
maravillado con la intensa actividad desplegada por el Opus
Dei, basada sobre todo en la audacia y en la desvergüenza.
Wojtyla recibió la ayuda incondicional del Opus Dei
antes de su elección como papa. Por ejemplo, entre
los regalos que recibió figuraba, junto con un paquete
de ejemplares del libro Camino traducido al polaco, una colección
de vídeos sobre la catequesis en América de
Escrivá, que le sirvieron luego como inspiración
para sus viajes ya siendo papa. En Roma visitó varias
veces la sede central del Opus Dei y de él se ocuparon
de forma especial; en expresión típica de la
Obra ya le "trataban" desde hacía varios
años. El fichaje de Wojtyla fue importante, sobre todo
cuando fue elegido papa, porque el nuevo pontífice
no se atrevería a negar nada al Opus Dei.
Remontándonos en el tiempo, ya en abril de 1972, la
revista del Opus Dei, "Studi Cattolici", le dedicó
atención a Karol Wojtyla y publicó una primera
entrevista con él. Dos años más tarde,
en octubre de 1974, Wojtyla fue invitado a dar una conferencia
en el Centro Romano de Encuentros Sacerdotales (CRIS), residencia
del Opus Dei especializada en acoger eclesiásticos
y en donde permaneció luego como huésped cuando
efectuaba sus periódicas visitas a la Ciudad Eterna.
Según testigos que le conocieron en Roma, Wojtyla mostraba
un interés enorme por conocer la situación general
de la Iglesia católica que calificaba de catastrófica
y comenzó a utilizar para informarse la importante
red capilar de espionaje montada por los miembros de la Obra
diseminados por el mundo católico y cuyo centro neurálgico
se hallaba en la sede romana del Opus Dei. La mentalidad de
Wojtyla no era diferente de la de cualquier sacerdote o miembro
veterano del Opus Dei. Su pensamiento tenía una lógica
interna implacable de sentido integrista, siguiendo un modelo
medieval de la persona humana, de la sexualidad, del matrimonio
y de la Iglesia, en la cual los principios predominantes son
la jerarquía y la subordinación.
Las complicidades intelectuales de Wojtyla con los dirigentes
del Opus Dei se fortalecieron conversando del pasado, de los
años de la segunda guerra mundial, cuando Wojtyla ingresó
en el seminario mayor de Cracovia e inició sus estudios
eclesiásticos en la clandestinidad. Este dato de su
biografía sería explotado hábilmente
en las "tertulias" que mantuvo antes de 1975 con
Escrivá y Portillo en la sede central del Opus Dei.
Escrivá, el fundador del OD, insistió entonces
en contarle sucesos como las dramáticas persecuciones
del clero ocurridas en los primeros tiempos del Opus Dei,
durante la guerra civil española, lo cual impresionaba
mucho al prelado polaco que nunca había llegado a sufrir
padecimientos similares en Polonia durante la segunda guerra
mundial.
Con la elección del papa polaco hubo satisfacción
intensa dentro del Opus Dei, porque representaba el punto
culminante de un proceso de escalada en el que la Obra había
ejercido una influencia poderosa y aplicado todo el poder
de su organización. Sus dirigentes estaban realmente
emocionados con el resultado conseguido, después de
haber diseñado fórmulas para hacerse con el
poder en el Vaticano. Apenas conocida en 1978 la elección
del nuevo papa de Roma, el sucesor del fundador al frente
del Opus Dei, Álvaro Portillo, hizo público
un comunicado de prensa en donde agradecía la buena
nueva al santo Espíritu y resaltaba los antiguos lazos
de solidaridad y amistad que unían al nuevo papa con
la Obra de Dios y con él mismo.
Karol Wojtyla, el papa del Este de Europa que estaba prendado
de la Obra de Dios, comenzó a demostrarlo desde sus
primeros días de pontificado. El Opus Dei iba a obtener
finalmente un estatuto jurídico a su medida, que encajaría
además de forma acorde con el papado medieval de Karol
Wojtyla, en la encrucijada del fin del segundo milenio y el
comienzo del tercer milenio, en los finales del siglo XX y
en los comienzos del siglo XXI. Durante una audiencia celebrada
por Juan Pablo II en el período inicial de su pontificado,
el 21 de diciembre de 1978, el rector mayor de los salesianos
difundió luego en el boletín de su orden un
testimonio que aclaraba mucho las posiciones del nuevo papa
en relación con el Opus Dei. El superior de los salesianos
le dijo en la audiencia concedida por el nuevo papa que no
era exagerado hablar de cien mil miembros activos en la familia
salesiana. "Entonces, exclamó Wojtyla, ¡sois
más poderosos que el Opus Dei, que sólo tiene
setenta mil!" "Santidad, le respondió el
salesiano, nosotros no somos poderosos, sino humildes e inquietos
trabajadores." "¡No, no!, replicó vivamente
Juan Pablo II, para realizar el bien es necesario el poder,
ya lo decía Santo Tomás de Aquino."
Moderno en sus formas, pero integrista en sus planteamientos
teológicos y morales, el Opus Dei se iba a convertir
en el espejo en el que el papa quería ver reflejadas
sus intenciones de renovación y de revisión
dentro de la Iglesia católica. Pero lo que nunca llegó
a imaginar el papa polaco era que el poder ambicionado por
el Opus Dei resultaba ser la propia Iglesia católica.
Es pues, como señala Javier Pérez Pellón,
el primer objetivo que el Opus quiere conquistar y lo intenta
desde su interior. Otro experto en cuestiones vaticanas, Gianni
Baget Bozzo, indica también que es sobre la Iglesia
católica donde el Opus Dei aplica el poder de su organización
y la estructura social sobre la cual ejerce su influencia.
Algo así como un vasto organismo parasitario que se
ciñe como una red al cuerpo de la Iglesia católica
e intenta taponarle todos los poros.
Con tales antecedentes, el papa Juan Pablo II no tuvo fuerzas
para oponerse al OD ni a la forzada santidad, mejor dicho,
a la turbosantidad del fundador. Juan Pablo II aprobó
sin remilgos el 20 de diciembre del año 2001 el decreto
por el que convertía en santo a Escrivá, el
fundador del OD. Los remilgos son la pulidez o delicadeza
exagerada o afectada mostrada hábilmente con gestos
expresivos por el papa polaco Karol Wojtyla. Cuentan en el
Vaticano que el papa Juan Pablo II tuvo que ser ayudado y
hasta tuvieron que empujarle el brazo para la firma del decreto,
dado el estado de salud del romano pontífice polaco.
La canonización de Josemaría Escrivá
quedó pendiente, sin embargo, de un consistorio encargado
de la confirmación de la decisión pontificia,
como asimismo de la fijación de la fecha del solemne
acto de la canonización, que los dirigentes del Opus
Dei pretendieron que fuera dentro de la celebración
del centenario, el 26 de junio de 2002, conmemoración
del aniversario de la muerte de Escrivá.
De la turbosantidad del fundador cabe señalar, por
último, que Escrivá fue declarado beato a los
diecisiete años de su muerte y ha sido elevado a los
altares en calidad de santo diez años después,
un tiempo de espera mínimo comparado con la media de
cincuenta años requerida en la mayor parte de los procesos.
Junto con la turbosantidad de Escrivá el papa Juan
Pablo II aprobó también once decretos para elevar
a los altares a tres nuevos santos y ocho beatos, entre ellos
el indio Juan Diego, a quien dicen se le apareció la
mexicana Virgen de Guadalupe, y el religioso franciscano Padre
Pío, que cuenta con una devoción muy extendida
en Italia. El proceso de turbosantidad de Escrivá ha
merecido, por su parte, los fríos comentarios de altos
cargos del Vaticano y uno de ellos ha señalado que
"el Opus vence pero no convence".
La fecha del 30 de julio de 2002 ha quedado fijada por el
Vaticano para la ceremonia en México de la declaración
como santo del indio Juan Diego, y el 31 de julio en Guatemala
para la de Pedro de Betancur, que será el primer santo
guatemalteco. El papa se desplazará a México
y Guatemala, y estará presente en ambas ceremonias
de canonización. Finalmente el papa Juan Pablo II canonizará
el 6 de octubre en Roma a monseñor Josemana Escrivá,
fundador del Opus Dei.
Ha ganado finalmente la hagiografía seductora del
fundador del Opus Dei, entendiéndose por seducción
el hecho de presentar los aspectos más atractivos de
una personalidad, escondiendo otros muchos, entre ellos los
que son especialmente sórdidos. Los hechos históricos,
sin embargo, siguen estando por encima de los legalismos,
sobre todo en el caso de una santidad tan dudosa. La proclamación
como santo del fundador del Opus Dei es buena prueba de que
la Iglesia católica suele preferir cualquier versión
legendaria antes que la realidad de la historia.
El craso error del Opus Dei ha sido el no tener la paciencia
de esperar para su fundador el juicio de la historia y con
la turbosantidad han intentado forzar la situación
y, como tienen los lectores la posibilidad de analizar en
esta biografía completa, con unos resultados a largo
plazo negativos tanto para el Opus Dei como para la Iglesia
católica.
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