DIECISIETE
AÑOS EN EL OPUS DEI
Testimonio de un ex numerario de Estados
Unidos
(Traducido por Hormiguita, Dionisio y Galileo)
versión
original en inglés
Mi historia - captación y los primeros años
Fui reclutado por el Opus Dei en 1969 cuando fui a Boston
a estudiar física como aspirante a entrar en el M.I.T.
El Opus Dei había convertido una antigua casa de la
calle Marlborough en el vecindario de Back Bay en una residencia
de estudiantes llamada Trimont House. Esa casa se cerró
uno o dos años después, y la labor apostólica
se trasladó a un centro llamado Elmbrook en la calle
Follen, justo detrás de Harvard, en Cambridge. El Opus
Dei pone en marcha centros en ciudades universitarias para
contactar gente joven competente, que unas décadas
después ocuparán posiciones preeminentes en
la sociedad.
El Opus Dei también usa la táctica de la célula,
como la habían usado los comunistas. Las personas son
agrupadas en células o círculos en base a su
profesión y entorno social, y uno no suele hablar ni
se reúne con otros miembros, a no ser que se trabaje
en proyectos o apostolados similares.
El Opus Dei averigua qué estudiantes provienen de
escuelas católicas, y se presentan en nuestras casas
durante la semana previa al curso, cuando muchas residencias
invitan a los futuros universitarios a visitar sus instalaciones
para captar residentes.
Yo no estaba especialmente interesado en su residencia, pero
era católico y quería convivir con otros católicos.
Para mí estaba claro que algunos de ellos (los directores
y los curas) estaban comprometidos de por vida a llevar una
vida de celibato dentro de la organización. El director
del centro nos explicó en qué consistía
su compromiso. Cuando le pregunté si podía dejarlo,
él sonrió y dijo que sí, que podía
irse, pero inmediatamente recurrió a un argumento muy
del Opus Dei, que utiliza la culpabilidad personal. Dijo que
podía dejar el Opus Dei, pero que debería dar
cuenta de ello ante Dios en el Juicio final.
Habiendo crecido en un entorno católico, el ambiente
de una Universidad secular produjo un shock en mi fe, y la
capellanía universitaria no me ayudó demasiado
en ese sentido. Me preocupaba mantener y alimentar mi fe,
de modo que seguí visitando el centro. Además
de los miembros que era obvio que estaban "comprometidos"
y que más tarde supe que se llaman "numerarios",
había otros miembros jóvenes, estudiantes amigables
de todo el mundo, que tenían sus planes profesionales
y tenían previsto volver a su casa y formar una familia
una vez terminada su formación. Tras unos pocos meses,
mi amigo y mentor, que era uno de esos estudiantes proveniente
del Brasil, me pidió que me incorporara a la obra.
Me había dicho que su compromiso era completamente
laico, sin nada que ver con una orden religiosa, y sin votos;
él simplemente vivía la vocación cristiana
que todos estamos llamados a vivir. Decidí aceptar
e incorporarme, de la misma forma que me había incorporado
al club católico de la Universidad. Me sorprendió
que tuviera que escribir a un cura de Nueva York, del que
no había oído hablar nunca. También se
me requirió que solicitara un tipo determinado de pertenencia
cuyo significado desconocía. Todo aquel proceso me
pareció un poco irregular y en cualquier otra situación
en ese punto lo habría dejado. Pero el Opus Dei decía
que tenía todas las aprobaciones de la Iglesia Católica,
y sus curas se dejaban ver continuamente en todas partes para
demostrarlo. Fiándome de la Iglesia, me hice miembro.
Se me dijo de pedir la admisión como miembro "supernumerario".
Mi amigo me dijo que eran los miembros que habitualmente se
casaban. Los directivos, en cambio, provienen de los numerarios.
Más adelante fui aceptado como miembro numerario. El
contraste entre las dos categorías es muy marcado.
El fundador del Opus Dei escribió en Camino (punto
28): "El matrimonio es para la clase de tropa y no para
el estado mayor de Cristo". Esto se debe tener en cuenta
al evaluar la información sobre la Obra que los supernumerarios
colocan en internet y en las entrevistas de prensa que dan.
Se supone que los supernumerarios forman el grupo más
numeroso dentro de la obra, y a menudo son la gente "para
enseñar" del Opus Dei - los que representan la
imagen de la sal en la tierra con sus familias numerosas católicas.
Los supernumerarios no se enteran de lo que sucede en el Opus
Dei. Si quieres enterarte de la composición de un ejército
y de a dónde se dirige, tienes que decidir si vas a
preguntar a los soldados o a los generales.
Antes de incorporarte al Opus Dei, eres presentado a un sacerdote,
el cuál empieza a "pescarte" y a explorar
tu manera de ser en el contexto de la dirección espiritual.
En la formación recibida se aprende que para crecer
en vida interior es preciso abrirse -en confidencia- a un
director espiritual experimentado. Con el sacerdote, eso se
hace fácilmente bajo el "secreto de confesión"
(cara a cara), y siguiendo un proceso gradual te acostumbras
a desnudar tu alma a una persona que conoces. Al incorporarte
al Opus Dei, se te asigna un director espiritual laico, y
el proceso se traslada del "secreto" (de confesión)
al ámbito de la "confidencia" con el director
espiritual laico. Todavía no te han explicado muchas
cosas sobre el Opus Dei. Se trata de un proceso en el que
te examinan para llegar a conocer qué pueden sacar
de tí y poner a prueba tu temple.
Al acercarse el final de mi primer año, y prepararme
para regresar a mi casa en California, a tres mil millas de
distancia, me dieron la "buena noticia" de que en
San Francisco había un centro del Opus Dei, a una hora
en coche de mi casa. En retrospectiva, me doy cuenta de que
se fijaron en mí para ayudar en la expansión
del Opus Dei en la Costa Oeste.
En otoño volví a la residencia. El Opus Dei
había dejado muy claro que no éramos una organización
religiosa, y que nuestra obediencia sólo era aplicable
a nuestra vida espiritual y al apostolado. Se suponía
que todos teníamos nuestra profesión, y el carisma
peculiar del Opus Dei como organización laica consistía
en que debíamos santificarnos por medio de esa profesión
ofreciendo un trabajo bien hecho a Dios y haciendo apostolado
para edificar el Reino de Dios en este mundo. Se suponía
que escogíamos nuestra profesión y la ejercíamos
libremente de acuerdo con nuestra conciencia y con los estándares
profesionales más elevados. No sólo se daba
por supuesto que fuéramos económicamente independientes,
sino que trabajáramos duro para conseguir dinero extra
para sostener la Obra y sus apostolados.
A mitad de camino para el fin de curso, mi director me dijo
que se estaba organizando una convivencia de fin de semana
con un grupo de gente, para hablar de apostolado y hacer planes
para ese año, y que estaba invitado. De hecho, era
ya muy tarde para hacer planes para ese año, ya que
el semestre estaba tan avanzado que ya estábamos en
medio de los exámenes parciales. El lunes tenía
un examen importante y necesitaba estudiar, y desde un punto
de vista profesional, no podía irme el fin de semana
para estar en una convivencia de la que se me había
avisado con tan poco tiempo. Mi director se mostró
extraordinariamente decepcionado pero me dijo que no fuera.
Cuando -a la semana siguiente- acudí a la dirección
espiritual, me dejó claro que los directores llevan
la pesada responsabilidad de las almas y que planean esos
fines de semana de formación con mucho cuidado. El
que no asistiera se consideraba una desobediencia formal,
y yo había provocado un retroceso importante en el
apostolado de ese año. Fue entonces cuando empezaron
a explicarme la primera cláusula en "letra pequeña"
(de mi contrato como miembro): el apostolado debe anteponerse
a las necesidades profesionales - y, como al final pude comprobar-
a todo lo demás.
Le manifesté a mi director que no pensaba que mi negativa
a asistir fuera un gran problema, y que en cualquier caso
dejaría el Opus Dei cuando me graduara y volviera a
California. Entonces fue cuando el director me explicó
la segunda cláusula en "letra pequeña"
y me dijo que todos se incorporan al Opus Dei de por vida
Sí
¡para toda la vida! A posteriori, no
puedo dejar de pensar en que mí reclutamiento se precipitó,
de modo que mi amigo -que también era una vocación
reciente- pudiera alcanzar su cuota apostólica. Sabía
que no se me podía retener en base a una decisión
tomada sin suficiente conocimiento del compromiso. De todos
modos se hace duro tomar esa decisión cuando te empiezan
a hablar de la autoridad de la Iglesia, de Dios y de la vocación.
Había empleado los seis meses previos tratando de crecer
en vida interior. No me sentía amenazado por el Opus
Dei, pero oír esas cosas fue un shock para mí.
Trabajamos ese pequeño problema. Mis directores me
dijeron que todavía debía escribir "otra
carta", pero que no iba a interferir si todavía
deseaba seguir su programa de formación espiritual.
Finalmente, escribí la carta de admisión dos
años y medio después. En los años siguientes
se me fueron explicando más cosas sobre la estructura
del Opus Dei. Al final sabes que hay que escribir varias cartas
antes de llegar a ser miembro. La primera que escribí
se llama "pitar" y no tiene ninguna relevancia o
validez en el derecho de la Iglesia. Se trata de una carta
solicitando entrar en un periodo de prueba secreto. Uso la
palabra "secreto" porque pides ser miembro, y se
te dice que tu carta ha sido aceptada. Por tanto, como he
explicado, aunque técnicamente hablando uno no es miembro,
te dicen que lo eres y empiezan en ti el proceso de disciplina
en la obediencia a los directores.
La segunda carta, llamada formalmente de admisión,
en derecho canónico no se le da un carácter
vinculante, porque de acuerdo con sus estatutos el miembro
puede irse en cualquier momento sin castigo y sin pedir permiso,
pero los directores nunca te informan de esto. Te enteras
años más tarde cuando empiezas la formación
para ser director.
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