POR
LA VERDAD, POR LA JUSTICIA y POR EL HONOR
Autor: Manuel Mindán Manero, Julio
de 2002
Enviado por M.A. el 26 de septiembre de 2003
En un libro publicado por RIALP, la editorial del OPUS, titulado
"Los años de seminario de Josemaría
Escrivá en Zaragoza (1920-1925)" debido a
la pluma de Ramón Hernando Prat de la Riba, se alude
al apartado que yo dediqué
en mi libro "Testigo de noventa años de Historia"
al P. Escribá, a instancias del interlocutor que me
preguntó especialmente sobre él. No se niega
en él abierta y concretamente nada de lo que dije,
pero se desvirtúa y se quiere poner en duda algunas
de mis afirmaciones, fundándose en que no conocí
ni traté suficientemente al interesado. Y se hacen
unas suposiciones falsas como acostumbran a hacer los partidarios
de dicho señor.
Me creo en la obligación de responder a estas falsedades,
en honor de la verdad, de mi honor y de mi propio prestigio.
Escribá nació en el mismo año que yo
(1902), él en enero y yo en diciembre. Escribá
vino al segundo año de Teología a estudiar al
Seminario de Zaragoza porque tenía allí un tío
carnal, D. Carlos Albás, Arcediano del Cabildo, del
cual esperaba protección y ayuda, aunque después
se distanciaron las familias Escribá y Albás
en el trato.
Se hospedó en el Seminario de San Francisco de Paula,
fundado a finales del siglo XIX por el Arzobispo Francisco
de Paula Benavides, que era un Seminario-residencia en el
que había pocos alumnos (unos treinta y tantos), adscrito
al Seminario Conciliar de San Valero y San Braulio, y que
estaba situado en los pisos altos del Seminario de San Carlos,
pero para el cual, como dije, había escalera distinta
y servicios distintos.
La vida académica era la misma para los dos Seminarios,
es decir, tenían la misma Secretaría, los mismos
Profesores, las mismas clases y el mismo Prefecto de Estudios,
que era el Jefe de todas las actividades académicas.
En cambio, en cada uno de los Seminarios se daba la formación
general y se establecía la disciplina.
Por lo que toca al Seminario Conciliar, donde radicaban la
Secretaría, las clases, etc., y residían la
mayor parte de los seminaristas, estaba encomendado el régimen
interior, desde finales del siglo XIX, a la Congregación
de Operarios Diocesanos, que se encargaban de nuestra formación
religiosa, espiritual, humana y de la educación completa
de los seminaristas. Estaban muy bien preparados para ello,
puesto que a eso estaba dedicada la Congregación, la
cual tenía muchos Seminarios en España. En cuanto
al Seminario de San Francisco de Paula, había un Rector,
nombrado por el Arzobispo entre los sacerdotes del clero secular
que a veces tenían otros cargos. Y el Rector, como
dije en mi libro "Testigo de noventa años de Historia"
solía nombrar auxiliares suyos de disciplina a dos
de los seminaristas mayores, sobre todo si llevaban ya manteos.
A veces pasaba a ejercer este cargo algún seminarista
mayor del Conciliar como pasó en el caso de Santiago
Lucus Aramendía y de José María Bregante
de mi curso, hombre serio y formal que pasó a ser Inspector
de San Francisco en el último curso de la carrera.
Vengamos a las suposiciones o falsedades que se dicen en
el escrito de ese señor. Afirma que Escribá
y yo jamás estuvimos en la misma clase. Esto es totalmente
falso y como dije en mi libro asistíamos juntos a una
de las clases de Dogma cuando yo estaba en segundo de Teología
y él en tercero. Él mismo afirma, en la página
149, que se agrupaban dos cursos distintos para algunas asignaturas,
lo que supuso que coincidiera en clase con otros seminaristas
que no eran de su propio curso.
Por lo tanto, como se puede comprender, esto era criterio
general en el Seminario para evitarse profesores en algunas
asignaturas; lo mismo que él asistió a clase
con los del curso superior, mi curso también lo hizo.
Más aún, yo solía entrar de los últimos
del Conciliar y me sentaba en los bancos superiores en una
clase que tenía los asientos en escalinata, detrás
se colocaban los de San Francisco, que eran muy pocos y Escribá
casi siempre se sentaba a mi lado y teníamos espacio
para conversar sobre muchas cosas. Tuve muchos motivos y ocasiones
para hablar con él.
Aparte de esto, uno de los de San Francisco (o como les llamábamos
familiarmente los "pacos") con quien tuve más
comunicación era Escribá, los otros eran Mauricio
Adán, Atanasio Sinués, Mariano Lanzán,
Arsenio Gómez y Jesús López Bello.
Respecto de la pelea con Julio Cortés nadie me ha
contado nada, de todo fui testigo presencial y sucedió
como dije en mi libro. Ahora bien, hay que rectificar algunas
falsedades que dice el Sr. Hernando Prat de la Riba. En primer
lugar, en la página 199 dice que el castigo que se
les impuso fue por obra del Rector del Seminario Conciliar
y hay que matizarlo.
El Rector comenzó por expulsar provisionalmente a
Julio Cortés, que era de su jurisdicción y luego
comunicó al Vicario Capitular, autoridad máxima
en la Diócesis, por estar entonces vacante, el hecho
y el castigo que pensaba ponerles, a lo cual dio el Vicario
su aprobación y beneplácito. Y a continuación
llamó al Rector de San Francisco para comunicárselo,
el cual estuvo presente el día que se nos comunicó
a las dos comunidades. Dicho castigo duró seis o siete
días, aunque se nos anunció para un mes. Todo
ello está confirmado en el único documento que
existe y que publico en nota a pié de página.
(Crónica del Seminario. Libro 11, p. 189 (4ª
línea):
"Riñen en la planta baja el diácono Julio
Mª Cortés y José Mª Escribá,
minorista e Inspector de San Francisco, ambos extradiocesanos.
Fue público y despreciando la intervención
del Superior. Los profesores lo vieron y se indignaron.
De momento se mandó a la calle al Sr. Cortés
hasta tanto resolviese el Sr. V. Capitular a quien se le
comunicó y aprobó mi determinación.
Se dispuso un acto de reconciliación delante del
Vicario Capitular y luego estar unos seis días de
rodillas en el presbiterio de nuestra capilla, mientras
las dos comunidades recen el rosario").
El castigo lo recibieron los dos protagonistas del mismo
modo, puesto que los dos cumplieron sin protestar lo más
mínimo el castigo que se les impuso, que consistió
en rezar y dirigir el rosario de rodillas en el altar mayor
ante los dos seminarios que estaban en la Capilla.
Otra falsedad enorme: en la misma página 199 habla
de un tal José Pino como Rector del Conciliar. Este
nombre no corresponde a ningún Rector, ni Superior,
ni Profesor. De Rector desde 1919 hasta la Guerra Civil española
estaba D. Lorenzo lnsa, gran Rector en todos los sentidos,
al cual debemos mucho todos los seminaristas que estuvimos
en aquel tiempo en el Conciliar.
Es falso también que fueran compañeros de su
curso Antonio Salas Sebastián y Atanasio Sinués
del San Francisco de Paula y Jesús Barrado, Luis Borraz,
Jesús Cuesta, José María Sánchez
Marqueta, Andrés Ginés y otros del conciliar,
los cuales eran de un curso superior.
Y así podríamos seguir señalando algunas
falsedades más. Y es que los adeptos que escriben de
este tiempo no conocieron ni el ambiente ni las circunstancias.
Admito que en general lo tenía como buena persona,
dos veces lo digo en mi libro. También sostengo que
era piadoso, pero que sus actitudes de piedad eran feminoides,
por eso, no por otra cosa se le llamaba "rosa mística";
su piedad no se realizaba en actos prácticos o de apostolado.
No colaboró nunca en "Nuestro Apostolado"
revistilla que fundamos para ejercitar nuestro apostolado
de prensa, ni actuó en ninguna velada que hicimos los
dos seminarios juntos, ni formó parte del Catecismo,
que teníamos los domingos por la mañana, ni
perteneció a la "Asociación Misional de
Seminaristas de Habla Castellana" que radicaba en Madrid.
Intelectualmente estaba académicamente entre los buenos:
sacaba meritísimus como muchos otros, pero nunca matrículas
de honor ni defendió nunca tesis latinas de Teología
públicas o solemnes, que los profesores encargaban
a los mejores de las clases. Y es extraño que después
de estudiar varios años en Universidad Pontificia no
obtuviese nunca ningún título o grado académico
en la misma (Bachiller, Licenciado o Doctor).
No es verdad pues que "haya sabido de él por
referencias a distancia" ni es verdad "que no coincidiese
con José María en ninguna clase de la Universidad
Pontificia". Y es falsísimo que se diga que ni
le traté, ni pude captar mínimamente y con objetividad
la personalidad de José María, ni que vea con
poca simpatía su figura, ni que me haga eco de las
incomprensiones que tuvo que sufrir por parte de algunos compañeros;
no se trataba de incomprensiones sino de criterios que la
mayor parte tenían de su persona.
Pero así se escribe la historia y sobre todo la historia
del fundador del Opus por sus partidarios, porque me temo
que cuando lo presenten para ser canonizado presentarán
un Josemaría Escrivá de Balaguer (Marqués
de Peralta, dimisonario) falso y ficticio en vez del auténtico
e histórico José María Escribá
y Albás que yo conocí.
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