LUCES
Y SOMBRAS DE MI EXPERIENCIA EN EL OPUS DEI COMO SUPERNUMERARIA
MARYPT
El texto original, en
portugués
1. Introducción
4.10.2004
2. Separación de las secciones
femenina/ Masculina y vida de las Supernumerarias
22.10.04
3. Continuación de mi testimonio
y otras reflexiones 7.11.2004
4. Intereses concertados 19.11.2004
5. Una parada (5.12.2004)
6. Ficha de trabajo (19.12.2004)
1. Introducción
Hace algúnos meses que estoy en contacto con vuestra
web, cuyo contenido es para mí de gran interés,
ya que durante más de dos décadas tuve -con
diferentes situaciones personales- relación íntima
con el Opus Dei en Portugal.
Considero que los objetivos de "opuslibros" son
muy importantes por las razones que todos los participantes
dicen: tener acceso a libros, documentos y textos sobre el
Opus Dei, la mayoría de los cuales seguirían
'escondidos' si no fuese por la virtualidad de internet; tener
conocimiento de una inmensa cantidad de testimonios de ex
miembros y de otras personas que de alguna forma se han visto
afectadas por el Opus Dei; poder esclarecer muchas de las
dudas que a lo largo de los años se fueron acumulando
dentro de nosotros acerca de las dimensiones 'poco transparentes'
del Opus Dei, etc.
Quisiera deciros que me impresionaron (y continúan
impresionándome) los testimonios dolorosos, sufridos,
inquietantes, de tantos ex-miembros. Y quería deciros
que la principal razón que me lleva a comensar en esta
web es la fortísima convicción de que tales
testimonios son cruélmente verdaderos!.
¿Cómo quedarse indiferente ante anto sufrimiento,
especialmente de ex numerarios/ numerarias, ex-agregados/agregadas
y -sobre todo- de ex- numerarias auxiliares?
He sido 'sólo' asociada supernumeraria, reconozco
que el balance que hago sobre mi relación con el Opus
es mucho menos negativa. Por eso escogí el título
"Luces y sombrasde mi experiencia...". Y debo añadir
que las luces fueron quizá más que las sombras,
por los motivos que diversos participantes ya ha ndicho: la
situación propia de los supernumerarios/as permite
tener un gran margen de libertad en la vida y en la actuación
de cada uno; por eso, puedo afirmar que no fui víctima
de una 'inmersión en una institución totalizante',
mi personalidad no sufrió alteraciones, ni mi vida
se volvió un infiernos... ¡como les sucedió
a tantos de vosotros!
¿Cuál puede ser entonces el interés de
mi participación?
A esta pregunta respondo de la siguiente forma:
No sufrí personalmente los efectos perversos de la
actuación del Opus Dei, pero conocí muy de cerca,
tanto por los caminos que intentaron que siguiera, como sobre
todo por lo que sucedió con familiares próximos
y con un gran número de amigas y conocidas mías.
Mi vida en el Opus Dei tuvo aspectos positivos (o incluso
mucho de positivo); pero siempre hubo también aspectos
negativos, sobre todo, 'dimensiones oscuras' de la actuación
de los directores del Opus Dei, que me hicieron estar 'alerta'.
Con el paso de los años, esos aspectos negativos fueron
ganando importancia, hasta el punto de volverse para mí
imposible continuar en el Opus Dei.
Habiendo leído mucho del material que consta en la
web, me di cuenta de que, con base en mi vivencia de muchos
años en el Opus Dei, puedo transmitir hecho y reflexiones
que no he encontrado que se traten con frecuencia en los muchos
textos de "opuslibros".
Concretando
Me propongo, así, a lo largo del tiempo, escribir
acerca de mi experencia en el Opus, comenzando antes que nada
por referirme a las causas más próximas de mi
alejamiento del Opus Dei, que son las siguientes:
Firme convicción de que el 'modelo de vida' que me
era exigido como supernumeraria no era compativle con mi vida
de mujer casada y con hijos; en otras palabras, que pertenecer
al Opus Dei, en lugar de ayudarme en mi vida personal y familiar
la complicaba e incluso ¡la perjudicaba!
Verificación de que la actuación, tanto de
los responsables del Opus Dei, como de muchos de sus miembros,
se reconducía a una auténtica 'concertación
de intereses' en diversas vertientes: objetivos profesionales,
económicos, financieros, incluso tal vez políticos,
etc. Todo esto era (y es) radicalmente incompativle con la
actitud de independencia y autonomía que siempre tuve
en mi vida personal y profesional.
Objetivos de mi participación
Considero que -de una forma general- las participaciones
en esta web están hechas con sinceridad y transparencia.
También yo pretendo actuar de esa manero, por lo que
me gustaría explicar el "porqué" de
mi participación:
Sobre todo, también siento necesidad de 'desahogarme'
con personas que pueden comprender realmente de lo que hablo,
lo mismo que mis sentimientos contradictorios en mi relación
con el Opus Dei.
Pero la razón principal es la siguiente: por la dimensión
y la seriedad de vuestra web, nació en mi la esperanza
de que el material que aquí existe pueda un día
contribuir a que la jerarquía de la Iglesia altere
la postura de pasividad que tiene ante el Opus Dei.
La verdad, viviendo yo intensamente la fe cristiana, sintiéndome
parte integrante de la comunidad que es la Iglesia y teniendo
una admiración y un cariño profundo por el Papa
Juan Pablo II, creo que -como en otras épocas históricas,
algunas más bien terribles- sea posible 'allanar los
caminos y enderezar las veredas'!
2. Separación de las secciones
femenina/ masculina, y vida de las supernumerarias.
Comienzo a escribir sobre este tema que tanto afectó
a mi experiencia en la Obra con un sentimiento muy fuerte
de tristeza y conmovida por el contenido del testimonio Maria
Crístina (13-10-04) que leí hoy en Opuslibros.
Parece casi un "filme de terror" causado por el
modo deformado de cómo un ex numerario pretendió
vivir una supuesta vida conyugal y familiar. Y, de una forma
extrema, confirma el conocimiento que tengo de la Obra: la
falta de adecuación de la estructura y doctrina de
la institución en relación con la vida de las
personas casadas y de sus familias.
Dado que conocí el Opus Dei en la adolescencia, pasé
por diversas fases y relaciones con esta cuestión de
separación radical de las secciones femenina y masculina:
En una primera fase no tuve una especial confusión;
como siempre había estado en escuelas mixtas, el hecho
de frecuentar durante algunas horas los clubes sólo
de chicas incluso era divertido, porque podíamos hacer
actividades que a esas edades nos interesan mucho a las chicas
(por ejemplo, teatro o cocina).
Más tarde, cuando comencé los estudios universitarios
-y ya era de la Obra-, las cosas se volvieron más complicadas:
¡¿cómo convivir de una forma natural con
los compañeros de ambos sexos en las actividades culturales
de los centros si estaban dirigidas sólo para mujeres?!
Surgían situaciones embarazosas: invitar a una amiga
a una conferencia de una persona ilustre, amiga que aparecía
acompañada de su novio, al cual era el único
chico en la sala... Las cosas se complicaban mucho más
cuando de trataba de los medios de formación: un retiro,
una convivencia, etc. Al final de mi primer año de
universidad, ya me sentía harta de esos ambientes artificiales,
pero procuraba canalizar mis esfuerzos a otras actividades
en las que pudiera estar de forma natural con amigas y emigos:
actividades de acción social; colaboraciones en un
periódicos universitario, etc.
Creo que con esta actitud, pasé a ser considerada por
las directoras de los centros como "demasiado independiente"
e incluso "rebelde"... Pero ahora sé que
de hecho -al contrario de otras supernumerarias solteras-
no haber reducido mi vida social a mis relaciones de amistad
en el ámbito restrictivo del Opus Dei, me permitieron
mantener el sentido común o el sentido crítico.
No pienso que haya sido un mérito mío; sólo
sucedió porque ser poco dócil funcionó
como un escudo protector durante los múltiples intentos
de ponerme dentro de una "burbuja de cristal".
En esos años en la universidad, pregunté muchas
veces a las personas que atendían mi charla (y a otras
directoras), sobre esa separación absoluta entre las
dos secciones, que me parecía arcaíca e incompatible
con la santificación en medio de todas las actividades
humanas. Recibí siempre la respuesta tipo "cassete":
el fundador "vio" que el Opus Dei debía ser
así; lo dejó todo previsto en el espíritu
de la Obra... ¡Era una conversación de sordos!
Mientras tanto, la situación se volvía más
complicada: en los años 80 nacieron los primeros colegios
de Fomento en Portugal (Lisboa y Porto); al tratarse de una
"novedad", no se percibía cómo los
promotores separaban la educación de chicos e chicas.
Me manifesté siempre en contra de esa separación,
basada en mi propia experiencia de alumna en un régimen
mixto que me parecía tener muchas ventajas. A veces
me envolvía en discusiones abiertas sobre el tema,
con personas de la Obra o próximas a la Obra que se
decidían por llevar a sus hijos a esos colegios. También
insistí sobre ese asunto en charlas con algunas directoras
por lo absurdo que me parecía que se proclamase como
nuevo, un formato de educación tan trasnochado...
En una de esas charlas, la directora de turno defendía
los argumentos de costumbre; como yo contra-argumentaba, terminó
por decirme que, en última instancia, los colegios
debían de estar separados por la necesidad de respetar
las exigencias de la separación y de la distancia (¿cuántos
miles de kilómetros?) entre las dos secciones de la
Obra. Apreciaba bastante a esa persona, por lo que tuve la
sinceridad de decirle que al final, las iniciativas humanas
y apostólicas vendidas como "lo mejor del mundo",
no seguían los criterios adecuados en cada caso (en
éste, la educación y niños y jóvenes),
sino que primero se tenían que amoldar a los criterios
de la Obra. Este fue para mí un momento decisivo: tomé
conciencia de las limitaciones intrínsecas de una institución
que se consideraba "perfecta" y por tanto ¡inmutable!
De ahí en adelante, se volvió para mí
cada vez más evidente que existe una desarticulación
entre la "jerarquía del Opus Dei" (esencialmente
constituida por numerarios y numerarias) y los supuestos canales
de santificación en la sociedad, en la que se integran
los supernumerios/as, los cooperadores/as y las demás
personas que se acercan a la Obra.
Después de haber empezado a enamorarme de aquél
que se convertiría en mi marido, la situación
se agravó. En realidad, aunque teníamos la misma
fe y la vivíamos con seriedad, las exigencias que la
obra pedía (normas de piedad, medios de formación,
etc.), no nos ayudaban a preparar nuestra futura vida juntos.
Reconozco que mi marido tuvo que tener conmigo una paciencia
enorme, aceptando sin protestar que yo gastase gran parte
de mi tiempo libre en los centros de la Obra, participando
en actividad que difícilmente yo le podía explicar
en qué consistían.
Imaginaros: "-Ah, hoy tuvimos un círculo especial
por ser el día del aniversario de la primera comunión
del fundador"; o: "-Fui a confesarme y tardé
un poco más en hablar con el sacerdote..."; "-¡Más
de 50 minutos", me respondía él. "-¿Por
qué necesitas tanto tiempo?; te puedes confesar en
la parroquia que está a 5 minutos!"
Cuando, después de tres años nos casamos, yo
había tomado ya una importante decisión interior
que guardé sólo para mí: haría
todo para vivir mi vida de casada sin que el Opus Dei perturbase
la relación con mi marido, o quererme "robar"
demasiado tiempo, ni que interfiriera en las decisiones que
sólo a los dos nos competían. Y bajo ningún
pretexto, dejaría que alguien pretendiese interferir
en asuntos de nuestra vida íntima... Desde el día
de mi boda procuré comportarme con mi marido como yo
quería que él se comportara conmigo. Y en la
hipótesis de que él hubiera sido de la Obra
y yo no, quería que fuésemos un "matrimonio
cristiano" y no sólo un matrimonio formado por
cristianos; por eso, la lista interminable de exigencias que
la Obra me había impuesto a lo largo de los años,
debía de ser "aligerada", para que no cayera
sobre nosotros y convirtiera nuestra vida en un imposible.
No quiere decir esto que había cambiado radicalmente
mi relación con la obra. Continué yendo a los
medios de formación, viviendo las normas de piedad,
ofreciéndole a Dios mi trabajo... Pero procuraba hacerlo
con mucha libertad interior: no me sentía forzada a
salir a casa de madrugada para ir a misa; o a faltar a un
almuerzo con padres y hermanos para ir a una actividad al
centro; ni seguir interrumpiendo las fiestas para participar
en una tertulia con el "Padre" (D. Alvaro en ese
tiempo)...
En todas y cada una de mis charlas con quien me atendía
en la Obra, me insistían para que fuese a esta o aquella
actividad; siempre respondía que tenía que compaginar
las cosas con mi marido porque, aún respetando la autonomía
de cada uno, entendía que la felicidad de un matrimonio
pasaba necesariamente por el aprendizaje que marido y mujer
hacen por acercar sus pasos el uno al otro. Me insistían
en que le llevase a frecuentar los centros de la sección
masculina; y yo siempre respondía que a mi marido no
le apetecía y que lo importante es que viviéramos
la fe cristiana en conjunto y no en paralelo.
Éste sí que es un punto decisivo: ni en la teoría
ni en la práctica, en la Obra nada está pensado
para ayudar a que los casados vivan su matrimonio conjuntamente,
tanto en los aspectos humanos como en la dimensión
cristiana. Los responsables de la Obra no tienen (salvo raras
excepciones) sensibilidad para entender que la relación
de un matrimonio es algo muy especial y muy compejo, que no
tiene nada que ver con los simplismos con que habitualmente
son tratados los temas matrimoniales en el Opus Dei. Cada
matrimonio es diferente de los otros; tiene que dársele
un espacio propio de formación y de crecimiento, de
vivencia y superación de las crisis... Nada de esto
es compatible con la visión "estereotipada"
que los directores casi siempre tienen de la vida matrimonial.
Entre otros muchos aspectos, eso se demuestra en la frase
que el fundador que habitualmente se repetía a los
supernumerarios solteros: "¡los noviazgos tienen
que ser cortos!"
Estaría pensando en las "tentaciones de la carne"...
pero ignoraba muchos otros aspectos. Entre ellos, el más
relevante: nadie debe decidir casarse sin haber alcanzado
un equilibrio consigo mismo, sin saber bien cuál es
su lugar en el mundo y en la sociedad. Pienso que puede ser
encantandor casarse joven, como éramos mi marido y
yo, pero debe tratarse de una juventud "madura".
El matrimonio puede ser una aventura maravillosa o una pesadilla
indescriptible. Antes que nada, ha de iniciar el camino de
conocerse cada uno a sí mismo y al otro, formulando
un proyecto de vida que se irá construyendo y reconstruyendo
a lo largo del tiempo. Y, no un matrimonio sacramental contando
que la unión conyugal nos está "asegurada"
por el propio Dios. Los compromisos que se adquieren diciendo
"para siempre" no son propios de la naturaleza humana
que es esencialmente limitada y contingente. Sólo Dios
puede decir "para siempre", porque sólo Él
tiene "palabras de vida eterna".
Por todo eso, es incongruente (y también insultante
para las personas casadas) que los responsables de la Obra
aconsejen a los miembros numerarios/as o agregados/as que
salen de la institución (sin conflictos con la misma)
a "que se casen rápidamente", como si el
matrimonio fuese una medicina que se compra en la farmacia
para "remediar" vidas que parecen haber perdido
su sentido.
Por todo esto es que la lectura del testimonio de María
Cristina me "eriza": ¿cómo
puede un ex numerario pensar en ser santo, sacrificando a
su mujer, humillándola, despreciándola y llegándola
a agredir física y psicológicamente? Y -más
grave aún- -¿cómo pueden las personas
de la Obra que aconsejan a sus propios familiares supernumerarios
a fomentar ese comportamiento, en lugar de obligarles a parar
y a cambiar íntegramente su comportamiento que en todo
se asemeja a una enfermedad mental?
Creo que el espíritu y la institución del Opus
Dei poco saben acerca de la maravillosa naturaleza del amor
entre hombre y mujer, de la profundidad e intensidad que ese
amor puede alcanzar... al punto de permitir que aquellos que
-a pesar de las dificultades del camino-, al vivirlo plenamente
¡se sienten más próximos al amor de Dios!
Continuación de mi
testimonio y otras reflexiones.
Observación previa: Agradezco mucho el trabajo de
la traducción de mis textos; en relación al
último texto (22/10/2004)
me gustaría hacer una rectificación: cuando
me refiero al matrimonio-sacramento, parece que lo desvalorizo;
al contrario, valoro inmensamente el sacramento del matrimonio,
en el cual ¡el propio Dios se compromete con marido
y mujer en el camino de felicidad que ambos inician!
Me gustaría hoy tratar varios temas: son las luces
y las sombras de mi experiencia en el Opus Dei. De algunos
de estos asuntos se habla poco en Opuslibros..., quizás
porque no son muchas las supernumerarias que participan en
esta web site (y todavía menos supernumerarios), o
probablemente porque, simplemente, se tratan asuntos propios
del Opus Dei, no de mi país (Portugal). Por eso me
parece que tiene interés compartirlos con vosotros.
Más 'claroscuros' de mi experiencia en la Obra
De una forma general, es evidente que los supernumerarios/as
pueden aprovechar muchas de las ventajas de la Obra sin llegar
a sufrir sus efectos negativos. Algunas de las vivencias a
las que me voy a referir fueron para mí positivas,
pero habrían dejado de serlo si se me hubiese obligado
a quedarme 'presa' dentro de la Obra y de sus centros.
Conocía personas maravillosas (Pero...)
Igual que muchos participantes de la web, puedo decir que
encontré en la Obra personas maravillosas; y no diría
que conocí personas buenas como en todos los ambientes,
porque, en verdad, la realidad humana era bastante más
positiva que en el resto de la sociedad. De todas recibí
cariño, pero en especial de algunas numerarias bastante
veteranas y que mostraban una "juventud de espíritu"
impresionante.
El reverso de la medalla, es el hecho de que también
a mí me espantaba el ambiente tristón de ciertos
centros de las personas mayores, en los que se encontraban
algunas numerarias de otro tipo: gruñonas, con manías,
difíciles de soportar, etc. Durante un breve periodo
tuve que hacer la charla con una de ellas; el periodo fue
breve porque un día me dijo cosas tan agresivas que
salí por la puerta con la intención de no volver.
Después, la directora que era más joven y muy
dispuesta, me telefoneó para explicarme que aquella
persona no lo estaba pasando muy bien...
Pero lo que más me costaba aceptar, era saber que
en casos concretos, también las numerarias con quien
más simpatizaba, actuaran de forma dura y fría
con las personas que querían dejar la Obra. El caso
que mejor conocí, sucedió en 2003 (cuando yo
hacía mucho que había dejado de pertenecer a
la Obra), con una persona conocida mía, una numeraria
de unos 25 años a quien amenazaron de todos los males
del mundo; regresó a casa de sus padres en un gravísimo
estado depresivo. Enterarme de lo que sucedió, fue
para mí causa de una gran indignación, porque
-tal vez ingenuamente- confiaba en que las prácticas
más graves el Opus Dei, estarían ya corregidas
(...).
Ausencia de manifestaciones de racismo
En relación a ese punto, sólo puedo transmitir
un testimonio positivo: durante los muchos años (más
de veinte) de contacto intenso con la Obra, siempre encontré
una actitud de tratamiento no discriminatorio hacia las personas
en función de su raza. Me impresionó bastante
porque desgraciadamente no puedo decir eso acerca de los demás
ambientes de la sociedad portuguesa. De una forma o de otra,
aparecen siempre pequeñas (o no tan pequeñas)
manifestaciones de racismo. En los centro del Opus Dei y en
las actividades de la Obra aprecié siempre apertura
y naturalidad con las que se trataba a las personas de cualquier
raza.
Pero no podría decir lo mismo en relación a
los prejuicios de tipo social y económico. Esos sí
los encontré en el Opus Dei y un día escribiré
sobre eso.
Formación cristiana a los jóvenes después
de la revolución política de Abril de 1974
Este es sin duda uno de los aspectos específicos de
mi país. Yo conocí la Obra en mi adolescencia,
en la segunda mitad de los años 70 del siglo XX, cuando
Portugal atravesaba una situación política muy
difícil. Ciertamente sabemos que en 1974 fue derrumbado
un régimen dictatorial en el que había vivido
el país más de 40 años y se pretendió
instaurar un régimen democrático. Antes de que
esto último sucediera, estuvimos sujetos al peligro
de que se instaurara en el país un régimen de
'comunismo soviético' y en consecuencia, al peligro
de una guerra civil... Fueron tiempos emocionantes pero también
bastante peligrosos, aunque entonces yo no me diese cuenta
claramente de los peligros...
Pero lo que importa para mi relato es que los clubes juveniles
del Opus Dei tuvieron entonces un gran crecimiento, debido
a que los padres de tradición cristiana estaban muy
preocupados con el descalabro de muchas instituciones religiosas
que cerraron sus puertas o estaban paralizadas por el miedo...
Lo mismo que yo, comenzaron a frecuentar dichos clubes decenas
o centenas de adolescentes y jóvenes. Puedo decir que
muchos fuimos ayudados en nuestra formación cristiana
y también humana. Basta decir que fue ahí, que
por primera vez, aprendí argumentos serios contra la
implantación de un régimen pro-soviético.
No sé si lo que voy a escribir os va a parecer extraño,
una vez que generalmente se asocia el Opus Dei a regímenes
políticos de derecha, pero realmente la formación
de la Obra fue para nosotros una ayuda para defender una democracia
de modelo occidental y europeo.
Esto no signifiquó que los dirigentes del Opus Dei
(en Portugal y en Roma) estuviesen satisfechos con la caída
de la dictadura, régimen político que, en principio,
les sería más favorable... No sé si es
una paradoja o qué, pero en la práctica, no
lo fue. Sin ser historiadora, pienso que se puede afirmar
que -al contrario de lo que sucedió en España-,
las actividades de la Obra se desarrollaron mucho más
en los años posteriores a la 'revolución de
1974', que en los treinta años anteriores (Portugal
fue el primer país de la 'internacionalización'
de la Obra).
¿Cuál es la justificación para esta
aparente contradicción? Aunque no disponga de todos
los datos, creo que la respuesta se encuentra en el hecho
de que el régimen dictatorial era profunda y arcaicamente
nacionalista y, consecuentemente, anti-castellano y anti-español.
Con el cambio, tanto los políticos, como los responsables
de la jerarquía católica vieron con benevolencia
¡la expansión de un movimiento intrínsecamente
español! Una prueba de lo que afirmo es el hecho de
saber por fuentes seguras que uno de los más importantes
ministros de Asuntos Exteriores del antiguo régimen,
se manifestaba repetidamente en contra del Opus Dei, considerándolo
un medio para la afirmación de las teorías 'iberistas',
es decir, de unión política de la Península
Ibérica.
Más adelante volveré a hablar del ambiente
que se vivía en esa rápida expansión
de las actividades juveniles de la Obra y de sus efectos más
relevantes: la primera 'siega' de vocaciones recolectada entre
los asociados/as a los clubes, adolescentes que hasta hacía
poco tiempo ¡jugaban con muñecas o con coches!
Intereses concertados
En el primer texto que
escribí (04/10/2004) explicaba que mi progresivo alejamiento
de la Obra, hasta mi salida, se debió sobre todo a
dos motivos: por un lado, la falta de adaptación entre
las exigencias e imposiciones de la Obra y mi
vida de mujer profesional, casada y con hijos; por otro lado,
la verificación de que muchos miembros del Opus Dei,
u otras personas que se aproximan a la Obra, actúan
de forma concertada para alcanzar objetivos económicos,
profesionales, sociales, etc...
El primer motivo lo traté en el texto Separación
de las Secciones Femenina y Masculina" (22/10/2004).
Quería ahora referirme al segundo gran problema.
Primeros años
En la inocencia de mi juventud, creía que no tenían
sentido las acusaciones hechas a la Obra sobre que ésta
procuraba alcanzar poder e influencia en la sociedad, sobre
todo en el plano económico. Las actividades de bachilleres
y de estudiantes universitarias en las que participaba, no
revelaban nada de esos objetivos; la formación religiosa,
tampoco; y la familiaridad con personas de mi edad o con las
directoras de los centros tenían por base la de grupos
de jóvenes sin objetivos ocultos...
Tras el inicio de mi vida profesional
Al iniciar mi vida profesional, empecé a frecuentar
centros de la Obra donde se hacía labor de San
Gabriel, con supernumerarias relativamente jóvenes
que tenían variados trabajos profesionales. Poco a
poco, muchas de ella se casaban y constituían una familia,
pasando a tener una vida con más preocupaciones que
las que se tienen en la juventud.
En ese momento, comencé a darme cuenta de diversos
fenómenos, como por ejemplo:
-El elevado número de supernumerarias y cooperadoras
que encontraban empleo en obras corporativas, sobre todo
en colegios.
-El hecho de que las conversaciones en los centros y en
las convivencias incidieran repetidamente en temas como:
encontrar vivienda, trabajos bien remunerados para los maridos,
empeño en conseguir buenos puestos de trabajo para
hijos de supernumerarios, etc.
-Dar cuenta de que cierta persona (supernumerario/a o cooperador/a)
había pasado repentinamente a un estatus económico
más elevado; y dar por hecho de que eso de debía
a que se había integrado en una empresa financiera
fuertemente relacionada con personas de la Obra.
La verdad es que este ambiente me causó una gran perturbación
interior. ¿Sería verdad que las acusaciones
tan generalizadas en la sociedad portuguesa- tenían
fundamento? Los años fueron pasando, los indicios se
fueron repitiendo y tuve, con dolor, que reconocer que en
gran medida, esas acusaciones tenían fundamento real.
Relación coste/beneficio a favor de los/las supernumerarios/as
A medida que iba conociendo mejor los ambientes de los/las
supernumerarios/as y, sobre todo, las familias de supernumerarios
percibía que existía una gran tejido de relaciones
personales, familiares, etc., de las que los miembros de la
Obra conseguían ventajas y a veces, grandes ventajas...
Naturalmente que eso implicaba algunos costes:
respetar escrupulosamente las exigencias de todo tipo establecida
por el Opus Dei y sus directores. O sea, cumplir la inmensa
lista de normas de piedad diaria, semanal, mensual, anual,
participar en todos los medios de formación establecidos:
círculo semanal, confesión semanal; charla quincenal;
retiro breve mensual, retiro largo anual, convivencia de una
semana anual y, además, tertulias, conferencias, actividades
con cooperadoras, etc, etc.
A no ser que se sea soltero/a y sin grandes encargos familiares
o profesionales, no se piense que es una vida fácil...
Quien tenga una familia para atender, especialmente hijos
pequeños, y una profesión a ejercer a tiempo
completo (lo que sucede con cerca del 90% de las mujeres portuguesas
con edad inferior a los 50 años), ¡no se tiene
ni un minuto libre!.
Claro que este "sistema de vida" (absolutamente
distinto al de las personas normales e incluso a los cristianos
corrientes) tendrá sus compensaciones especiales si
a través de estos hilos tejidos alrededor de la Obra,
se tiene acceso a un ambiente social y a medios económicos
que, de otra forma, estarían vedados para esas personas
¡No quiero con todo esto afirmar que la generalidad
de los supernumerarios/as viven de forma hipócrita!
Estoy segura de que la mayoría está viviendo
sinceramente convencida de ese mundo especial que fue creado
para ellos (por los numerarios/as, por los centros de la Obra,
por las obras corporativas, por los encargos apostólicos).
Un mundo que, siendo cristiano, no se mezcla con otros ambientes
de la Iglesia Católica: parroquias; otros movimientos
laicales; y mucho menos congregaciones religiosas; ni siquiera,
instituciones socio-caritativas. Por definición,
el espíritu del Opus Dei es único, intrínsicamente
laical, por lo que sus miembros no se implican en las
iniciativas de los demás católicos, esos que
son únicamente católicos porque
recibieron el bautismo, pero no recibieron la especial vocación
al Opus Dei (o sea, faroles
apagados versus faroles encendidos).
El complejo de superioridad de los miembros de la Obra es,
en Portugal, idéntico al que ha sido testificado por
personas de todos los países donde se ha instalado
la Obra. Muchas veces tuve ganes de gritar contra
las manifestaciones de este elitismo socio-religioso, decir
que desconocíamos en absoluto los tesoros de la fe
y de la caridad, que existen comunidades parroquiales, grupos
de cristianos que no disponen de edificios lujosos con decoraciones
lujosas y oratorios lujosísimos...
Pero quería hacía una confidencia que nunca
pude hacer en ninguna charla; creo que tiene razón
una crítica muy fuerte que una vez tuve que hacer a
las personas de la Obra, en concreto a los supernumerarios/as:
algunos de ellos son auténticamente practicantes
nos cristianos: cumplen escrupulosamente las prácticas
cristianas, ¡pero no viven el espíritu de Jesucristo!
En efecto, puede valer la pena sujetarse a todo un proceso
de exigencias que se realizan formalmente, ¡a cambio
de alcanzar un lugar prominente en la vida económico-social!
Conociendo de cerca de algunos supernumerarios (¡aquí
ya no hay mujeres!) que ocupan puestos importantes en el sistema
financiero portugués y cuyas familias viven con todas
las características típicas de nuevos
ricos: tienen, en principio, muchos hijos; la mujer
dejó de trabajar por causa de los hijos (y también
porque ya no era necesario); viven en una maxi-vivienda asistidos
por varias empleadas; tienen 3 o 4 coches, siempre los más
altos de su gama y el chófer es indispensable... Ah!
Y la mujer supernumeraria llega siempre a las convivencias
o a los retiros con el chofer... Y después, en la charla
que se logra tener ya casada, las actitudes de convencimiento
propio salen mezcladas con referencias a preregrinaciones
a Fátima, Santiago de Compostela, o Torreciudad
y otros destinos de devoción cristiana.
Relación coste/beneficio a favor del Opus Dei
Unos verdaderosintereses concertados no tiene
ventajas sólo para una de las partes. También
aquí, la Obra sale ganado con la captación de
miembros que ocupan u ocuparán funciones importantes
en la vida económica, financiera, social. Insisto especialmente
en estos campos, porque me parece que al menos en mi
país-, la presencia del Opus Dei en otras áreas
de liderazgo e influencia, es más pequeña: me
refiero a la política y también a la vida universitaria,
a los medios de comunicación social, a la vida a artística
y cultural (en este campo es casi inexistente).
En mi escrito de 07/11/2004,
procuré explicar un fenómeno curioso de la vida
de la Obra en Portugal: como el régimen dictatorial
que imperó hasta 1974 era fuertemente nacionalista
y, por lo tanto contrario a cualquier influencia española,
la verdadera expansión del Opus Dei sólo fue
posible entre nosotros después de la llegada de la
democracia liberal (precisamente en ese año de 1974).
Sucedió entonces una auténtica transformación
de la Obra portuguesa.
-En los años setenta, los centros que conocí
eran relativamente modestos, tal vez con la excepción
de una o dos casas de retiros y convivencias (que claramente
no coincidían con los parámetros de una familia
numerosa y pobre).
-A lo largo de los años ochenta del siglo pasado,
se multiplicaron los centros y se extendieron a otras ciudades
del país, surgieron más y mejores casas de
retiro, se construyó una nueva y suntuosa sede central
del Opus Dei, se hicieron obras costosísimas en diversos
centros y casas de retiro...
-Fui presenciando todo eso paulatinamente. De vez en cuando
preguntaba a alguna directora a qué se debía
tanta riqueza y ostentación... Las respuestas fueron
siempre ambiguas y no me satisfacían.
- Tuve que llegar a conclusiones por mi propia observación
e interrelacionando datos: la Obra había conseguido
tener buen posicionamiento en las altas finanzas nacionales.
- No estoy diciendo, ni siquiera insinuando, que existan
o hayan existido situaciones irregulares de obtención
de financiación para las iniciativas de la Obra.
Al contrario de lo que sucede en España y en otros
países de América del Sur, no se conoce en
Portugal ningún abuso empresarial relacionado con
el Opus Dei.
- Pero es evidente que seguramente por vías
lícitas, como donativos personales u otros medios-
la Obra se benefició y se beneficia de un estatuto
privilegiado por lo cual: "¡Se gasta lo que
se deba aunque se deba lo que se gasta!.
Mi postura personal
La madurez nos hace perder ingenuidad. También en
relación al sueño que en un principio habían
constituido para mí los ideales de la Obra: santificar
el mundo, santificándome yo misma y ayudando a otros
a santificarse. La realidad me destruyó el sueño
y, poco a poco, me fue matando las ilusiones. Hasta que
llegué a un punto de verdadero pánico
interior que no podía compartir con nadie de
dentro o de fuera de la Obra; las directoras se quedarían
escandalizadas y mis familiares o amigos no entenderían
nada. ¿Qué miedo tan fuerte era ese? El miedo
de sentirme atrapada en los hilos de la Obra y, por tanto,
de percibir que todo lo que hiciese en términos profesionales,
familiares, personales, sería interpretado como una
actuación condicionada. Aunque yo me considerase
enteramente libre, porque seguía única y exclusivamente
los dictados de mi conciencia, exteriormente, de cara al mundo,
yo nunca sería considerada una persona autónoma.
Y, el día que hiciese algo equivocado, eso le sería
imputado a la Obra; pero también todo aquellos que
yo veía que la Obra y sus miembros hacían de
forma equivocada, ¡me sería imputado a mí!
Esta sensación de estar prisionera de
una institución a la cual me había adherido
de forma forzada y absolutamente ingenua en mi adolescencia...
me llevó a decir ¡Basta!
Hace mucho tiempo que me hubiera gustado haber dicho o escrito
todo esto... A muchos podrá parecerles poco relevante,
sobre todo cuando se confronte con los testimonios de destrucción
psicológica y física de numerarios/as, agregados/as
y numerarias auxiliares... Y sin duda que no puedo, ni de
lejos ni de cerca, comparar mi vida a la de esas
verdaderas víctimas de la Obra.
También tengo que decir que la Obra, habiéndome
enseñado y dado tantas cosas positivas como la
formación cristiana básica, el empeño
en los sacramentos, la relación con personas bien formadas,
el amor por la Iglesia y por el Papa-, al mismo tiempo, construyó
un sistema absolutamente cerrado, al que me debía someter
sacrificando lo más íntimo de mí misma:
la adhesión simple a la fe cristiana. Una adhesión
sin artificios, sin prejuicios a las otras realidades de la
Iglesia en el mundo, sin proselitismo forzado,
sin campañas económicas para construir edificios
suntuosos, sin relaciones artificiales con mis hermanas
de las Obra.
A partir de cierto momento, el escándalo
que el Opus Dei causa al mundo, se hizo patente para mí.
Ese escándalo, hecho de una mezcla entre
religión y poder económico, me hizo sentir profundamente
decepcionada. Mi ser más íntimo se revolvía
ante la normalidad con que las numerarias entienden
que se puede estar en una casa de retiros cuyo ambiente corresponde
al de las familias más ricas de la primera mitad del
siglo XX; ante la normalidad de tantas mujeres
cristianas juntas sin hacer ninguna acción social a
favor de los más pobres y necesitados; ante la contradicción
de una práctica cristiana exigente (misa y comunión
diaria, etc, etc.) en contraste con el aburguesamiento de
la vida de los centros y de la vida de muchos supernumerarios/as.
Y no voy a terminar diciendo que mi visión del cristianismo
es una visión de izquierda. En términos
ideológicos y políticos, considero que la división
derecha/izquierda está muy trasnochada.
Pero no es de esto de lo que quiero hablar, porque entiendo
que esa misma división derecha/izquierda
no tiene (nunca lo tuvo) ningún sentido cuando se aplica
a la Iglesia Católica. Cuando veo y siento las
dificultades para relacionarse entre los cristianos del mundo,
suelo recordar las palabras que un amigo mío publicó
hace tiempo en la prensa portuguesa, haciendo de ellas una
oración:
"... La Iglesia debe asumir como bueno un ejercicio
de humildad, porque su camino de regeneración pasa
por eso mismo.
La Iglesia será presencia y no poder, o no será;
será testimonio y no control, o no será; será
servicio y no estatuto, o no será.
No será en el pasado donde la Iglesia encuentre
su fuerza, sino en su origen. No será en su poder donde
la Iglesia encuentre su justificación, sino en su misión.
No será en la dependencia el estado en el que la Iglesia
encontrará su viabilidad, sino en la libertad única
y peculiar de su fe. (António Pinto Leite)
Una parada
A lo largo de varios escritos he procurado transmitiros los
aspectos más relevantes de mi vida en la Obra. Quería
hoy hacer una "parada" en esos testimonios y pedir
que me ayudaráis a reflexionar sobre algunas experiencias
que relaté acerca de:
Separación de las secciones femenina y masculina
Para mí, esta división estructural de la Obra
es de los aspectos más perjudiciales para la vida de
una supernumeraria o de cualquier persona que frecuente los
centros de la Obra sin haber escogido una vida de celibato.
Comprendo naturalmente que para los ex numerarios y ex agregados
eso "formaba parte del esquema", pero para todos
aquellos que -como yo- intentaban vivir si vida personal,
familiar, profesional, teniendo siempre que separar a las
personas (marido, hijos, hermanos, cuñadas, sobrinos,
amigos casos, etc) en dos partes: hombres y niños por
allí; mujeres y niñas por allá -la vida
se volvía muy complicada y artificial.
Por ejemplo, todos los años insistían en que
debía hacer un retiro con la Obra; y todos los años
yo les contestaba que prefería hacer un retiro con
mi marido. Sólo si tuviera tiempo y viera que lo necesitaba
iría a hacer un segundo retiro solos. Una directora
me decía que podía hacer el retiro con mi marido,
si se trataba de organizarlo con otras supernumerias, elegir
un hotel en Fátima y pedir que un sacerdote de la Obra
lo dirigiera. Pero esto no sustituía mi obligación
de "hacer un retiro anual" en el Opus Dei. Discutíamos,
porque yo consideraba que no tenía sentido que toda
la estructura de los centros de San Gabriel se ocupasen en
organizar actividades para mujeres y paralelamente, algunas
gastáramos un tiempo infinito en organizar ese retiro
'no canónico'. Pero además de que se desconfiaba
mucho, alguna vez se conseguiría llegar a la concretación
de tales encuentros 'mixtos'.
A este respecto, formularía las siguientes cuestiones:
¿Cómo vivian las ex-supernumerarias/os de España
y de otros países este tipo de problemas?
Sintieron los ex-numerarios y ex-numerarias dificultades
en entender la vida de los supernumerarios/as y de otras personas
casadas que simplemente no pretendían quedarse como
célibes?
¿Será que los niveles más altos (delegaciones,
regiones, gobierno central) de la Obra se tiene alguna percepción
de que la estructura 'dualista' de la Obra, no consigue adaptarse
a la vida de las personas que pretenden ayudar a los que viven
en un mundo donde se mezclan de forma natural las personas
de los dos sexos (¿comenzando por la familia?)
Sé que la Obra no está dispuesta a cambiar
'nada que sea importante' sobre su burocracia interna. No
se va a 'desmoronar' ante la desuactilización con la
realidad, ¿También en este aspecto de la 'separación
de sexos'?
En Portugal, han surgido especiales problemas con el funcionamiento
de las 'escuela profesionales' promovidas por la Obra, pero
con financiación del Estado o de la Unión Europea:
como es sabido, las 'escuelas de hostelería', o cosas
parecidas, en realidad, son centros donde se intenta captar
a las numerarias auxiliares, y que lo último que pretenden
es su apertura tanto a chicas como chicos. Y tienen que imaginar
mil y una habilidades para conseguir que dichas escuelas tengan
un estatuto profesional (con su respectiva financiación)
con sus condiciones de admisión tan restritivas. ¿Sucede
lo mismo en otros paises?
Ficha de informaciones sobre personas
e iniciativas de ambientes intelectuales
En relación con lo que expuse en mi último
escrito ("Intereses concertados"),
igual que se han publicado en la web informes internos sobre
miembros numerarios, pienso que es oportuno presentar aquí
el contenido de un texto utilizado en mi país en los
comientos de los años 90. Se trata de una "ficha
de trabajo" para que cada miembro de la Obra diese información
acerca de diversos temas, todos ellos respecto a personas
o actividades en ambientes intelectuales.
Trascripción:
1. Personas conocidas con prestigio y competencia profesional.
a) católicos/as practicantes
b) no practicantes con alguna (buena) formación doctrinal
c) sin formación doctrinal o con errores doctrinales
graves (en la medida de o posible, indicar en qué aspectos)
d) cooperadores/as
De éstas, indicar las personas que se podrían
invitar para alguna actividad en una obra corporativa.
2. Revistas científicas y otras publicaciones
a) revistas (nacionales o extranjeras) a las que eventalmente
se podría tener acceso para publicar;
b) editores o directores de revistas conocidas;
c) revistas en las que ya se colabora (de forma habitual o
esporádica)
3. Sugerencias de iniciativas a llevar a cabo en ambientes
universitarios
a) conferencias: tema y conferenciante; quién podría
contactarlo;
b) temas de tertulias culturales, cafés-dabete, etc.
c) interesa o no organizar algún medio de formación
más dirigido a profesoras universitarias y afines (donativos,
círculo de Cooperadoras, curso doctrinal, conferencias
de Teología o de deontología profesional, etc)
d) colaboración en actividades que ya existen: cafés-debate
previstos para [nombre del centro]
4. Temas que se enseñan en las Universidades y
que pueden tener incidencia desde el punto de vista doctrinal
a) forma en la que han sido enseñados; ¿ha
sido explícitamente abordados según la perspectiva
doctrinal?
b) maneras posibles de mejorar la exposición de estos
temas desde una perspectiva claramente apostólica.
c) experiencias que han dado buenos resultados al unir el
enfoque meramente "técnico" y neutro, y uno
más integrado y completo.
Comentario
Al momento me quedé sorprendida con el contenido de
la ficha, en especial con el punto 1., en el que se pide que
se den informaciones acerca de personas conocidas y amigas
y de sus creencias, y convicciones personales (incluyendo
"errores doctrinales graves") para -ciertamente-
constaran en un fichero interno de la Obra.
Por supuesto que no cooperé con nada de lo propuesto;
sólo 'guardé la ficha' como prueba de que en
el Opus Dei, "¡hay fines que justifican los
medios!"
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