Un santo controvertido
La canonización de Josemaría Escrivá
marca el ascenso del Opus Dei. ¿Qué pasará
con el próximo Papa?
10 de octubre, 2002
Por JEFF ISRAELY
ROMA (TIME) -- La mayoría de los santos ha vivido
en un pasado seguro e inescrutable. Sus milagros desde el
más allá pueden continuar, pero lo que hicieron
en vida ocurrió hace décadas, o siglos y
toda retrospectiva queda embellecida por la devoción
religiosa. Josemaría Escrivá de Balaguer no
tiene esa suerte. La canonización del prelado español
el pasado domingo, a apenas 27 años de su muerte, fue
celebrada con algarabía por cientos de miles de seguidores
en todo el mundo. Pero entre los observadores del Vaticano
menos impresionados con su obra, la canonización suscita
una preocupación por una cuestión inminente:
¿cuánto peso tendrá en la elección
del próximo Papa el movimiento al que pertenecía
Escrivá, el ultraconservador Opus Dei, con su inmensa
influencia de clérigos y laicos?
Durante décadas, este movimiento fundado en 1928 con
la premisa de que los laicos pueden aspirar a una beatitud
similar a la del sacerdocio en sus vidas cotidianas fue relativamente
desconocido. Pero en 1982 el Papa Juan Pablo II, un admirador
del movimiento de larga data, invistió al Opus cuyo
nombre significa "Trabajo de Dios" con la
categoría especial de "prelatura personal",
permitiéndole operar directamente sin responder a la
jerarquía eclesiástica y responsable únicamente
ante el Sumo Pontífice. El reverendo Richard McBrien,
un teólogo de inclinación liberal de la Universidad
de Notre Dame, afirma que el Papa lo hizo a manera de agradecimiento
por las cuantiosas donaciones del Opus Dei al movimiento sindical
Solidaridad de su Polonia natal.
Intereses opuestos no demoraron en alertar al público
sobre la singular naturaleza de la organización: su
conservadurismo, tanto doctrinario como político (miembros
del grupo participaron del gobierno del dictador español
Francisco Franco); su evidente inclinación hacia el
secreto; su afinidad con las élites financieras y gubernamentales,
y la práctica de algunos de sus iniciados de mortificar
la carne mediante la autoflagelación. Sus enemigos
sugerían que el Opus Dei era una camarilla extravagante
que amenazaba con dominar la Iglesia.
Esa caricatura se ha desdibujado un poco: este grupo de 84.000
adeptos ha ido abriendo sus puertas al escrutinio público
y entre sus miembros han aparecido no sólo beligerantes
miembros de la extrema derecha sino también pilares
de la lucha social. Pero nadie puede cuestionar su importantísimo
papel en Roma. A pesar de tener una doceava parte del número
de sacerdotes que integran la Compañía de Jesús,
su competidor de 462 años de antigüedad cuyos
miembros son conocidos como jesuitas, el Opus puede jactarse
de tener la misma cantidad de hombres en la Curia, la estructura
burocrática del Vaticano. Joaquín Navarro-Valls,
vocero del Vaticano, es uno de sus miembros y constituye un
formidable aliado. El peso y la riqueza de sus miembros en
los países de origen de muchos de los cerca de 120
cardenales que se encargarán de elegir al próximo
Papa también se traduce en influencia política.
Giancarlo Zizola, un respetado periodista especializado en
los asuntos del Vaticano, señala: "El Opus Dei
es el único grupo que opera dentro de la estructura
de poder de la Curia Romana con una organización suficiente
como para producir una diferencia significativa" en el
voto de los cardenales.
Dichas palabras han ofendido al arzobispo Julián Herranz,
el funcionario del Opus de más alto rango dentro de
la Curia. "Algunos dicen que hay un grupo de presión
del Opus Dei", dice. "Ese grupo de presión
no existe". El movimiento, asegura, "no tiene intenciones
ocultas. Su única política es el mensaje de
Cristo".
De todas maneras, los observadores especulan sobre cuáles
candidatos tendrán el respaldo del Opus. El cardenal
Angelo Sodano, un seguidor que se desempeña en el poderoso
cargo de secretario de Estado del Vaticano y que alguna vez
fuera considerado un candidato seguro, ahora tiene 74 años
y probablemente sólo actúe para ejercer su influencia
durante el cónclave secreto para elegir al sucesor
de Juan Pablo II. El único cardenal cuya pertenencia
a este grupo es conocida es el peruano Juan Luis Cipriani
Thorne, pero el Opus es importante en toda América
latina, cuna de varios posibles Papas. Dos candidatos firmes
con una fuerte asociación al movimiento son el arzobispo
de México D.F. Norberto Rivera Carrera, de 60 años,
y el arzobispo de Milán, Dionigi Tettamanzi, de 68.
Si el Opus Dei decide respaldar a Tettamanzi, sería
una señal clara de su pragmatismo. La postura de éste
es conservadora, como la de casi todos los demás integrantes
del Colegio actual, pero su actitud es conciliadora y sus
opiniones sobre el capitalismo y la globalización lo
ubican hacia la izquierda ideológica del Opus. Respaldarlo
sugeriría que el Opus está dispuesto a sacrificar
cierta pureza ideológica y alinearse tras un aspirante
con grandes posibilidades de tener éxito, lo que consolidaría
sus ventajas actuales. Cuanto menos, dice McBrien, de Notre
Dame, "quieren el mismo tipo de favoritismo que gozaron
bajo Juan Pablo II. No quieren que el próximo Papa
les retire sus prerrogativas de poder"
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