La
canonización de la "santa coacción"
por Un damnificado
El ojo crítico
Sábado, 7 de diciembre de 2002
NO LLEGUÉ a conocer vivo al, desde hace unos meses,
nuevo santo Josemaría Escrivá de Balaguer. Sin
embargo, los avatares de la vida han propiciado que en mi
camino, y no para bien precisamente, se haya cruzado su obra,
el Opus Dei. Lógicamente, no he sido el primero, pero
tampoco creo que el último. Por desgracia, la lista
de damnificados es, y continuará siendo, amplísima.
En torno al Opus siempre ha habido una leyenda negra que yo,
inicialmente e influenciado por miembros de esta institución
católica -que creía amigos-, siempre censuraba
y a la que no daba visos de realidad.
Luego, uno, cuando sufre en sus propias carnes la fuerte presión
psicológica que los numerarios -miembros célibes
de la obra- propinan a todos los futuribles, piensa claro,
analiza y saca conclusiones que hoy me llevan a afirmar, sin
paliativos, que el funcionamiento interno del Opus es similar
a la de cualquier otra secta "oficial".
Desconozco los pormenores de la biografía de Escrivá,
y ello me impide enjuiciar si el sacerdote nacido en Barbastro
debe o no ser una persona elevada a los altares. Hay muchas
comentarios que apuntan a que era un hombre con un fuerte
carácter, poco tolerante, al que le gustaba "figurar"
-se dice de él que compró un título nobiliario-
y codearse con los poderosos. Puede que, como en toda historia
que se cuenta desde un ángulo parcial, haya partes
que sean verdaderas y otras patrañas. Por eso, no quiero
entrar en consideraciones sobre si "el hombre de Villa
Tevere" debería ser santo o no. El actual papado,
en el que el Opus cuenta con contactos muy influyentes, ha
decidido que Escrivá debe ser santo. Sin valorar la
corrección de su decisión, sí quisiera
insistir en la idea de que, dentro de la Obra, hay comportamientos
calificables en toda regla de sectarios.
Y me explico. La captación de miembros de la obra
es, en muchos casos, coercitiva, a pesar de que los pertenecientes
a ella lo niegan tajantemente. En teoría, la adhesión
al Opus Dei, de manera oficial, sólo se puede formalizar
cuando se alcanza la mayoría de edad (los 18 años).
Pues bien, por mi propia experiencia, puedo dar fe de que
esto no se cumple. He visto a muchos amigos en edades que
iban desde los 14 a los 16 años llevando una vida similar
a la de cualquier numerario, a excepción de que no
vivían en los centros como ellos. Me parece aberrante
que ya, a esa edad tan temprana, en la que un adolescente
no tiene muy claro qué va a hacer con su vida, a éste
se le exija una disciplina similar a la de cualquier miembro.
Además, es evidente que se aprovechan de estos chicos
y chicas, quienes son fácilmente influenciables en
esa etapa de su vida. Se les crea una conciencia en la que
casi todo es pecado. Se les quiere introducir un miedo atroz
a lo que ellos llaman "vivir sin estar en gracia de Dios".
Para lograr esto, como decía, se les presiona psicológicamente
a estos chavales.
Los numerarios, cínicamente, suelen justificarse al
comentar que ellos no ponen ninguna pistola a nadie. Dicen
que todo es libre y que cada uno actúa según
su libre albedrío. Esto es falso. A los jóvenes
susceptibles de ser captados se les persigue durante todo
el día. Generalmente suele haber un numerario, que
podríamos llamar "sombra", encargado de hacerse
"amigo" del potencial prosélito. Esta amistad
es totalmente interesada, pues sólo se trata de que
la presa pique el anzuelo con la mayor celeridad posible,
por lo que queda a las claras que las vocaciones al Opus son
más bien forzadas. La "santa coacción"
que dice Escrivá en "Camino".
Inicialmente, la golosina para atraer al adolescente es invitarle
a campamentos, actividades deportivas y culturales, entre
otras. El siguiente paso es incitarle a que se una a actos
de oración en el centro de la obra de su ciudad. En
muchos de ellos, la cabeza del joven es bombardeada con multitud
de mensajes que hablan de santificación y de "estar
en gracia de Dios". Aparentemente, eso no es malo, lo
que ocurre es que muchos de estos mensajes tienden a crear
en el chaval un permanente sentimiento de culpa. Se le martillea
con la idea de que su vida no es todo lo santa que debiera,
con que no es bueno ante los ojos de Dios. Y hete aquí
el talón de Aquiles del Opus: el sexo. Al parecer,
según la obra, casi todos los pecados mundanos -egoísmo
o soberbia, por ejemplo- hunden su raíz en la sexualidad.
De hecho, ellos hablan de la castidad como una virtud capital
para desarrollar otras. Desde este ángulo, el ataque
a la conciencia del adolescente es furtivo. Al chaval se le
pregunta por sus intimidades sexuales de manera insistente.
Quieren saber todos los detalles de este ámbito para,
así, poder arremeter contra la conciencia del joven.
Le quieren introducir una especie de 'chip' por el que cualquier
acto, pensamiento o deseo "impuro" deba ser considerado
por el joven como la aberración más infame que
se pueda cometer. Si el mensaje surte efecto, la víctima
cree que su vida anterior a la Obra fue poco menos que la
de un pecador consumado.
Después de estos pasos previos, y si la "sombra"
ha logrado su objetivo, el chaval actuará como un numerario
más. Así hasta el momento en el que esté
obligado a vivir en un centro junto con otros numerarios.
Es allí donde la absorción de la personalidad
propia se remata. El joven sustituye su auténtica familia,
la biológica, por otra: la formada por los integrantes
de la Obra. De hecho, al referirse al prelado -actualmente,
monseñor Javier Echevarría- lo llamarán
como "el padre", del mismo modo que cuando aludan
al fundador Escrivá de Balaguer. Se produce una situación
antinatural y paradójica en relación a la hipócrita
apuesta que el Opus dice hacer por la familia, pues ésta
es suplantada y relegada, por imposición de los principios
de la Obra, a un secundario lugar. El nuevo numerario pierde
el contacto con sus padres y hermanos. Apenas puede verlos
e, incluso, no puede reunirse con ellos en fechas tan señaladas
como la Navidad. Si dicen que ellos impulsan la familia y
la defienden como un núcleo de socialización
básico, ¿por qué esta actitud tan contra
natura? La razón de tal medida quizá estribe
en que, en el caso de los nuevos numerarios cuya familia no
esté unida al Opus o, muy al contrario, lo deplore,
la desligazón familiar se hace apremiante. Sin embargo,
en muchos casos, el joven ya viene embocado por su propios
padres si éstos son supernumerarios -miembros de la
Obra no célibes-. En este último caso, la presión
sobre el joven se redobla, pues ya en casa le inoculan la
parafernalia ideológica que las "sombras"
y el entorno sectario no cesan de repetirle. Este acoso y
derribo termina por minar el criterio propio del chaval y,
llegado a tal punto, éste cree fervientemente que siente
una verdadera vocación por la Obra de Escrivá.
La llamada a la santidad a través de esta prelatura,
como se ve, no es algo que germina espontáneamente
en la mayoría de las supuestas "vocaciones".
Es la intermediación de un ambiente de presión
constante la que, en muchos casos, propicia una adhesión
a ciegas de muchos jóvenes. Y muchos de ellos, cuando
consiguen reunir las suficientes fuerzas como para decir basta,
salen de la Obra y, en la mayoría de los casos, la
repudian visceralmente. Son los denominados, en palabras del
entorno opusino, como "rebotados".
Y merced al relato de muchos de estos "rebotados"
he conocido el anormal comportamiento interno de los miembros
del Opus. Un botón de muestra es el uso que hacen de
artilugios, como el llamado cilicio, para mortificarse. No
termino de entender el sentido de este tipo de conductas.
Si se vanaglorian de ser tan racionales, por qué se
fustigan para evitar la tentación o para "ofrecer"
esos absurdos sacrificios. Creo que el amor a Dios se demuestra
más con la ayuda al prójimo que por estas manifestaciones
tan tendentes al egocentrismo. Esta idea, además, viene
reforzada por el hecho de que todos los numerarios portan
una libretilla -yo la denomino la "libreta egocéntrica"-
en la que apuntan lo buenos que han sido cada día o
los sacrificios que han hecho; o, al contrario, las carencias
de su vida espiritual o la falta de mortificaciones realizadas.
Este automiramiento del ombligo propio evidencia la inexistencia
del amor al prójimo que ellos pregonan. Bueno, amor
sí que hay: el totalmente interesado que le profesan
a las nuevas víctimas hasta que caen en sus redes.
Amor también sienten por las cosas materiales, pese
que no pierden oportunidad de recordar sus votos de pobreza.
Porque, en los centros de la Obra, lo que salta a la vista
no es precisamente un desasimiento de los bienes mundanos.
Y no digo con esto que los numerarios no tengan derecho a
vivir en condiciones dignas, pero es manifiesto que su vida
en las magníficas instalaciones de los centros del
Opus entra en paradoja insalvable con sus archicacareados
votos de pobreza.
Ciertamente, este último comentario no deja de ser
una opinión muy subjetiva, porque considero que, al
fin y al cabo, cada uno puede hacer lo que le plazca con su
dinero. Pero recalco esta situación pues sé
que los numerarios suelen soltar en sus mensajes de autobombo
que, en ningún modo, son elitistas ni marginadores
de los pobres. Y es esto lo que no se presta a apreciaciones
subjetivas, pues ellos suelen seleccionar a los nuevos numerarios
entre las clases pudientes o entre chavales con una gran capacidad
intelectual que, merced a ésta, puedan labrarse en
el futuro un prestigioso estatus profesional. El elitismo
en el Opus, pese a que desde allí no paran de negarlo,
es una realidad que quienes hemos conocido de cerca la Obra
podemos constatar. A este respecto, un dato bastante revelador
es la pléyade de grandes empresarios, líderes
de medios de comunicación, ministros y destacados políticos
que hay ligados al Opus. No es casualidad la tradicional vinculación
que se le ha reprochado a esta organización con importantes
y adinerados personajes.
Premeditadamente, los dirigentes de los clubes del Opus seleccionan
cuidadosamente a los futuribles. Estos centros no abren sus
puertas a cualquiera. Hay bastante información sobre
la situación financiera de los posibles numerarios
y, en caso de que éstos no cuenten con un boyante estatus
económico, las "sombras" se aseguran de que
la víctima sea alguien aplicado en sus estudios. Como
respuesta a esto, un numerario -adoctrinado en protocolarios
argumentos ante estas críticas- diría que también
hay miembros de la Obra campesinos, gentes que no poseen cuentas
bancarias atiborradas de ceros. Pero la cuestión es:
¿qué proporción de miembros de la Obra
son gentes de extracción humilde frente a la ingente
cantidad de "opusinos" que gozan de una holgada
posición económica y social? La excelente salud
económica de las empresas e instituciones ligadas al
Opus, ya sean colegios, universidades, hospitales o fundaciones,
nace precisamente del gran pulmón financiero de la
Obra, que recibe el oxígeno monetario de sus acaudalados
miembros.
Con esta digresión en torno al elitismo del Opus,
no quisiera desviarme del propósito de este texto:
poner de relieve el daño que esta organización,
santificada ahora por la Iglesia, ha hecho a tantos jóvenes
y, por extensión, a tantas familias. Es eso lo realmente
censurable de la Obra de Escrivá. Las lesiones psicológicas
y psíquicas que ha provocado -y provocará- el
Opus en legiones de personas es lo que hay que denunciar,
sobre todo en estos momentos, cuando parece que todo son parabienes
para esta organización que dice buscar la salvación
de las almas a través del cumplimiento del deber cotidiano.
Aunque, en realidad, para la salvación del alma propia,
quizá no sea necesario ligarse a ninguna institución
religiosa ni seguir a pies juntillas un decálogo de
preceptos morales.
Quizá, para lograr esto, sólo se necesite regalar
una sonrisa a quien esté afligido, escuchar al que
necesita ser escuchado, ayudar a quien nos pida apoyo, dar
una palabra de aliento al alicaído y actuar siempre
intentando ser fiel a nuestra conciencia. En definitiva, sólo
se trata de ser una buena persona y eso, generalmente, sólo
se logra cuando se piensa más en los demás que
en uno mismo. Espero que estas líneas, al menos, hayan
servido para abrir los ojos a aquellos que ahora puedan estar
en el punto de mira del Opus. A ellos les digo: sean escépticos
y analicen si, hasta ahora, han seguido con ustedes el proceso
de captación aquí descrito. En caso afirmativo,
pregúntense: ¿por qué se interesan por
mí? Quizá descubran que, tras lo que creían
que era una amistad desinteresada y un ambiente saludable
y cordial, se escondía todo lo contrario. Pero esto
es sólo un consejo...
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