EL
OPUS DE CRECE
Por Inmaculada SÁNCHEZ
El Siglo
14-enero-2002
El Opus Dei, Prelatura de la Iglesia católica fundada
por el español José María Escrivá
de Balaguer, está más crecido que nunca. Este
año celebrará el centenario del nacimiento de
su fundador y podrá añadir a los festejos su
deseada canonización, aprobada por el Papa las pasadas
Navidades. Tan insignes acontecimientos llegan en un momento
en que la conservadora institución religiosa acumula
más poder que nunca, con algunos de sus más
destacados fieles sentados en puestos clave del Gobierno,
la Administración y la judicatura en España.
Las pasadas Navidades fueron especialmente emotivas para
los más de 80.000 fieles del Opus Dei. Cuatro días
antes de la Nochebuena el Papa aprobó el decreto que
confirmaba un milagro atribuido a su fundador, el ya beato
José María Escrivá de Balaguer, lo que
abre la puerta a su canonización durante 2002. Curiosa
coincidencia: en el año recién estrenado se
celebra también el centenario de su nacimiento, ocurrido
en Barbastro, Huesca, el 9 de enero de 1902.
Por fin, y tras muchos esfuerzos políticos, diplomáticos
y económicos, el Opus tendrá a su santo, tal
como el propio Escrivá de Balaguer había profetizado,
y ello en un tiempo récord, apenas 27 años después
de su muerte.
Aunque la calidad de los dos sucesos milagrosos que primero
le hicieron beato y ahora le van a elevar a la santidad estén
dando munición a los críticos de la Obra por
su escasa consistencia, sus fieles no van a desaprovechar
la oportunidad de rentabilizar este nuevo ascenso dentro de
la escala de poder de la Iglesia católica justo en
un momento en que la sucesión de Juan Pablo II ya ha
desatado tensiones en el Vaticano.
Desde la misma Roma, el Prelado del Opus Dei (máxima
jerarquía de la institución desde 1994 y antiguo
colaborador del beato Escrivá de Balaguer), Javier
Echevarría, no oculta, en unas recientes declaraciones
con motivo del centenario, que el Opus cuenta "con la
simpatía del Papa", el mismo que le concedió
la categoría jurídica de "prelatura personal"
y ahora va a convertir en santo a su fundador.
Pero, aunque la Prelatura lucha por conseguir un marchamo
internacional para su ámbito de actuación y
sus datos oficiales sitúan en España a menos
de la mitad de sus miembros es en nuestro país donde,
tras la llegada del Partido Popular al poder, está
volviendo a vivir momentos de gloria.
Ya tras la victoria del 1996, Aznar dio señales de
los tiempos que se avecinaban para los opusdeístas.
En su primer Gobierno situó a dos reconocidos miembros
de la Obra, la titular de Medio ambiente, Isabel Tocino, y
el de Sanidad, José Manuel Romay Becaría, y
a otro, Federico Trillo, lo puso de presidente del Congreso
de los Diputados. Otras dos ministras, la de Agricultura,
Loyola de Palacio, hoy vicepresidenta de la Comisión
Europea, y la de Justicia, Margarita Mariscal de Gante, aun
sin ser miembros del Opus, sumaban sus puestos a la creciente
influencia de la institución debido a sus contactos
y cercanía a la misma.
Tras el segundo triunfo en las urnas y con un Aznar menos
atado a los compromisos de partido, el poderío de los
fieles a Escrivá de Balaguer no sólo no ha retrocedido
sino que se ha instalado claramente en la armadura de su Administración.
Puede que, esta vez, sólo haya un ministro con carné
de supernumerario del Opus, el ya citado Federico Trillo,
que ocupa la cartera de Defensa, pero el sigiloso ascenso
de otros opusdeístas en puestos en conexión
directa con el poder así lo confirman.
La llegada de Trillo a Defensa, aunque a costa de perder
el tercer puesto en la jerarquía del Estado, ya supuso
un triunfo en sí para la Obra. El estamento militar
sigue siendo feudo habitual de fieles al beato Escrivá
y la remilitarización que el nuevo ministro emprendió
tras su llegada al departamento, con la sustitución
de civiles en puestos clave (Ver EL SIGLO nº 452: Los
militares reconquistan Defensa), no hizo más que dar
oxígeno a su apostolado y su "santificación
del trabajo ordinario", aunque de ordinario tengan poco
los despachos que muchos de sus miembros ocupan.
La constatación de esta creciente implantación
de opusdeístas en la sensible seguridad del Estado
llevó hace unos meses al heterodoxo presidente extremeño,
Juan Carlos Rodríguez Ibarra, a denunciar públicamente
que la Defensa, las fuerzas de orden público y la judicatura
en España estaban en manos del Opus Dei.
La conocida cercanía a la Prelatura del director general
de la Policía, Juan Cotino, y, más aun, del
fiscal general del Estado, Jesús Cardenal, estaban
detrás de las denuncias de Ibarra, pero posteriores
nombramientos no han hecho más que apoyar sus palabras.
La controvertida renovación del Consejo General del
Poder Judicial, piedra angular del gobierno de los jueces
en nuestro país, llevó a finales de diciembre
a una de sus sillas a otro reconocido supernumerario de la
Obra, José Luis Requero, hasta entonces agresivo portavoz
de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura
(APM) y canalizador durante toda la anterior legislatura de
los intereses de ésta ante el Gobierno. Su nombre entraba
dentro del cupo de propuestos por el PP.
También la reciente renovación del presidente
de la Audiencia Nacional, hasta ahora ocupada por Clemente
Auger, magistrado de reconocida sensibilidad progresista,
ha llevado a este puesto a Carlos Dívar, situado desde
hace tiempo en la órbita de los jueces cercanos al
Opus, tal como la califican distintas fuentes judiciales consultadas.
Su nombre fue propuesto por la mayoría de la que ya
goza el PP en el Consejo del Poder Judicial.
En el Opus se esfuerzan en desligar la cercanía al
poder de sus fieles con sus intereses como institución
religiosa a pesar del peso de su propia historia y llegan
a señalar que preferirían que no hubiera ministros
entre sus fieles para que "se deje de decir que somos
una institución interesada en el poder", según
señala su portavoz en Madrid, Rafael Ramonet.
No es de extrañar que no les guste tan evidente conexión.
El Opus, desde su nacimiento, ha hecho del sigilo una de sus
herramientas básicas de actuación y, aunque
su actual prelado, Javier Echevarría, negaba hace unos
días a El País el secretismo del que siempre
han sido acusados, su financiación, la identidad de
sus miembros (salvo los que quieran hacerlo público),
el número y ubicación de sus residencias o los
centros de enseñanza ligados a él continúan,
aún hoy, siendo secreto de sumario. Los colegios, en
concreto, "no pertenecen" oficialmente a la Obra
sino a distintas empresas privadas, la más importante
de las cuales es Fomento de Centros de Enseñanza, cuyos
propietarios "sólo inicialmente" eran supernumerarios
y hoy "únicamente nos piden que les llevemos la
dirección espiritual del centro a través del
contrato con uno de nuestros sacerdotes", según
explican en su sede madrileña.
A pesar de estos esfuerzos por desligarse de su criticado
interés por ocupar áreas de influencia y poder
en la sociedad española, la realidad lleva tiempo dando
argumentos en contra. Con la llegada del PP al Gobierno no
sólo volvió a verse a algunos de sus miembros
sentados en el Consejo de Ministros, sino que, incluso áreas
no ocupadas por miembros de la Obra pero de evidente interés
para la misma, como es la educación ?una de sus joyas
en España es la reconocida Universidad de Navarra?,
no se resistieron a su influencia.
Al siguiente curso escolar después de la llegada de
Aznar a La Moncloa, algunos colegios de elite "con dirección
espiritual del Opus" entraron por primera vez en la categoría
de "concertados" con el Ministerio para escándalo
de la comunidad educativa. El departamento, entonces ocupado
por Esperanza Aguirre, contestó a la polémica
levantada a través de criterios técnicos: la
ley no obligaba expresamente a excluir a los colegios de enseñanza
separada entre niños y niñas, como son este
tipo de centros, a pesar de lo cual los dos que lo solicitaron
en Murcia y Valladolid se iban a transformar en mixtos ese
mismo curso, señalan hoy en el Ministerio recordando
la situación. Actualmente, para regocijo del Opus,
la subvención estatal a estos centros ha dejado de
ocupar titulares de prensa mientras el número de colegios
dentro de su órbita que han pasado a ser concertados
es un dato del que ni el Ministerio ni la Obra disponen.
Este es el gran año del Opus Dei. Sonoras celebraciones
que culminarán en la solemne ascensión a la
santidad de su fundador, para la que aún no hay fecha,
jalonarán los próximos meses tanto en España
como en Roma y otras ciudades en distintos países.
Seminarios, conciertos, exposiciones, presentación
de libros, celebraciones eucarísticas? hasta una nueva
traducción de la Biblia, tanto en su Antiguo como en
su Nuevo Testamento "traducida y comentada por profesores
de la Universidad de Navarra".
A tanto y a más se atreven los discípulos de
José María Escrivá de Balaguer, quien
descubrió para la Iglesia católica las posibilidades
de los laicos como arma contra la secularización de
la sociedad, tal como en su día reconoció el
Padre Arrupe, superior de los jesuitas en los años
de crecimiento y expansión del Opus en la España
franquista y con cuya orden tuvo y mantiene tensas relaciones.
La actual España del PP, la de reconocido Estado laico
según la Constitución, ha hecho un nuevo hueco
a la original Prelatura en su estructura. No es de extrañar
que monseñor Echevarría no tema un ambiente
polémico a la canonización de Escrivá
de Balaguer, como ha dicho. Ya lo dijo antes el fundador en
su "catecismo" Camino: "¿qué
te importa del 'qué habrán dicho' o del 'que
dirán'?".
Eficaces colaboradores de Franco
Cuando José María Escrivá de Balaguer
sea proclamado santo la Iglesia católica habrá
incorporado un nuevo franquista a la extensa nómina
abierta por el Papa Juan Pablo II con sus conocidas canonizaciones
de "mártires" de la guerra civil española.
El fundador del Opus Dei no sólo asistió y
asintió a la implantación del régimen
franquista tras la contienda como hizo la mayor parte de la
jerarquía católica, sino que tanto él
como miembros de su Obra colaboraron eficazmente con él.
Pruebas de su complicidad se han ido documentando a lo largo
de la transición por reconocidos autores, alguno de
los cuales dio a conocer la carta de felicitación que
el propio Escrivá envió al Generalísimo
después de haberse instalado en Roma (Jesús
Palacios, Los papeles secretos de Franco): "No quiero
dejar de unir a las muchas felicitaciones que habrá
recibido, con motivo de la promulgación de los Principios
Fundamentales, la mía personal más sincera.
Con la perspectiva que se adquiere en esta Roma eterna he
podido ver mejor que nunca la hermosura de esa hija predilecta
de la Iglesia que es mi Patria, de la que el Señor
se ha servido en tantas ocasiones como instrumento para la
defensa y propagación de la Santa Fe católica
en el mundo".
Años antes, Escrivá de Balaguer ya había
regañado, en 1949, a don Juan, el padre del actual
Rey, porque su falta de información le estaba haciendo
cometer un grave error en la educación de don Juan
Carlos cuando éste dudaba de enviarlo al lado de Franco.
Le argumentó entonces que estaba mal informado de las
cosas de España y que la mejor contrapartida al envío
de su hijo a Madrid era la propia "educación patriótica"
que en la España de Franco iba a recibir.
El propio Franco tampoco escatimó elogios al fundador
del Opus. En sus Conversaciones privadas con Franco, el primo
del dictador, teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo,
pone en su boca estas opiniones: "Escrivá de Balaguer
es persona que vale mucho y de gran religiosidad. El Opus
Dei hace un bien muy grande y sus confesores son magníficos".
"Al Opus Dei se le ataca por la colaboración que
algunos de sus componentes me prestan como ministros y en
otros cargos".
Esta estrecha colaboración se puso de manifiesto a
comienzos de la década de los 60, cuando un destacado
plantel de miembros de la Obra fueron nombrados ministros
por Franco, a quienes dio poder suficiente para llevar a cabo
un histórico giro en su política económica.
López Rodó, el más significativo del
conocido como grupo de los "tecnócratas del Opus",
aplicó los conocidos Planes de Desarrollo para desesperación
de otros sectores del franquismo entonces relegados. Otros
ministros como Ullastres, Navarro Rubio o López Bravo
colaboraron en aquel lavado de cara económico del régimen,
gracias al cual éste se perpetuó hasta la muerte
del general.
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