NO
HABLARÉ MAL DE LA OBRA
ANTONIO PÉREZ-TENESSA*
EL PAÍS - Sociedad - 13-04-1992
Desde que abandoné el Opus Dei, he mantenido un respetuoso
silencio acerca de esa institución en la que gasté
honradamente los mejores años de mi vida; en parte,
porque así me lo exigió, en nombre de monseñor
Escrivá, Pedro Casciaro cuando me localizó en
México; y en parte por lealtad conmigo mismo y con
los juramentos promisorios que me obligaron a hacer en el
Opus Dei. Nadie me habrá oído nunca hablar mal
de esa institución, me he negado sistemáticamente
a aceptar entrevistas periodísticas de tono crítico,
y aprovecho ahora la oportunidad para desautorizar a cualquier
persona que haya utilizado mi nombre dando a entender lo contrario.A
pesar de que esta lealtad mía no ha sido siempre correspondida,
no pienso cambiar mi línea de conducta, ni siquiera
al enterarme de la publicación de ciertos documentos
en los que las dos más altas jerarquías del
Instituto vierten insidiosas acusaciones contra mí,
cuya falsedad puedo probar documentalmente. No considero elegante
enzarzarme en disputas de patio de vecindad.
Yo no he pedido en ningún momento testificar en la
causa de beatificación de monseñor Escrivá
de Balaguer -ni en pro ni en contra-, y me parece una iniquidad
que esas dos personas se atrevan a descalificarme de antemano
tergiversando los hechos, y que el tribunal eclesiástico
lo dé todo por bueno sin más averiguaciones.
Lo único completamente cierto de todo lo que dicen
-y lo único importante para el proceso de beatificación-
es que monseñor Escrivá, mientras pertenecí
al Opus Dei y le serví lealmente, me trató siempre
con un gran cariño, mucho más de lo que ya merecía
(luego, dijo de mí mil perrerías), rezó
mucho por mí, con poco fruto, y puso todo su empeño,
que era grande, para evitar que yo abandonase el Instituto.
Esto es lo positivo, lo que había que declarar en el
proceso. Lo demás es chismorrería y pura maledicencia.
Por cierto que el señor Echevarría no me conoce
más que de vista o de oídas, porque él
era un mequetrefe cuando yo estaba en el Opus.
Soy creyente, pero no me interesa ni ésta ni ninguna
otra beatificación. No quiero entrar en la polémica
que ha levantado este proceso. Me basta con aclarar que yo
fui "pescado por la cabeza", como dicen ellos, mas
no por el corazón. Nunca me encontré a gusto
dentro del Opus Dei, pero mientras estuve allí lo serví
con toda mi entrega. Siempre me quise marchar; lo saben ellos.
Me opuse a la ordenación hasta donde pude (le consta
a Pedro Casciaro, que era entonces secretario general), pero
todo fue inútil. Salirse de la Obra era poco menos
que imposible y no me parecía correcto hacerlo mientras
ocupaba puestos de dirección. Cuando ya no los tuve,
me fui, de mala manera, huyendo como un malhechor, con lo
que llevaba puesto. Pero no había otra salida. Yo sabía
la triste suerte que me esperaba en Roma si me hubiera retrasado
24 horas en escapar. Cuando me vi libre, respiré, empecé
a sentirme persona, di gracias a Dios y se las sigo dando.
No tengo resentimientos contra nadie, no culpo de nada a la
institución -muy respetable-, en la que cuento aún
con grandes amigos que deseo perseveren en su camino.
Digo sencillamente que aquéllo no era para mí.
Ése fue el error del padre Escrivá conmigo,
como lo fue el de predecir la fecha de su muerte; también
los grandes hombres y aun los santos se equivocan. Lo cual
nada tiene que ver con su proceso de beatificación.
Lo que no entiendo es que para enaltecer las virtudes del
siervo de Dios haya que recurrir al mito, a la falsedad y
a la maledicencia.
Deseo al Opus Dei los mayores éxitos, como imagen
visible de la Iglesia triunfante, y solamente les pido una
cosa: que me dejen en paz. Yo vivo muy contento con mis hijos
y no cambio un solo día de mi vida actual por todos
los años -muy interesantes, pero de pesadilla- que
pasé en el Opus.
*Antonio Pérez Tenessa es consejero permanente
de Estado. Fue secretario general del Opus Dei y consiliario
de esta institución en España.
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