LA SANTIDAD POR FIN
Autora: Maruja Torres
Publicado en EL PAÍS DOMINICAL, el 20-X-2002
Desde hace un par de semanas, concretamente desde que se
produjo la elevación del fundador del Opus Dei a los
altares, he notado en mí un cambio espiritual que,
sin duda, tiene que ver con mi entrada en el otoño
de la vida, con esa tardía fe interesada que, según
los más doctos, invade al humano ser, aunque trátese
de ateo recalcitrante, cuando asoman las orejas peludas del
veredicto final. No es que me haya convertido a religión
alguna, no teman los practicantes serios de religión
alguna. Pero me encantaría lograr la santidad, y creo
que san Josemaría nos lo ha puesto fácil a quienes,
como yo, somos incapaces de merecer tal supremo honor por
la vía del sacrificio, tipo santa Teresita de Lisieux.
Y eso que las reliquias de santa Teresita son muy apreciadas
en Líbano, adonde han viajado recientemente para deleite
de cristianos y francófonos, con lo cual si yo fuera
la dicha santita tendría al menos asegurado un lugar
entre los cedros del país que tanto ama mi corazón.
Mas me sé nulamente dotada para sacrificios tan altos,
para atender supurosas llagas y vaciar orinales ajenos por
amor al Heavens. Lo cual no es obstáculo, o no debería
serlo, para que, llegada a este tramo del Camino en que, lo
confieso, me gustaría disfrutar de Otra Vida como le
ha ocurrido a Joan Collins, no recapacite sobre la conveniencia
de preparar el asunto.
De aquí, y de allá, que la entronización
celestial de san Josemaría abra tantas puertas al Paraíso
como Artes, Oficios y Beneficios hay en este mundo. Es la
solución ideal: Hágase Santo Sin Salir de la
Oficina, o de su Negocio o Taller; Alcance los Cielos Siendo
Inspector de Hacienda. Sacraliza tu trabajo, aunque te dediques
a la vivisección o no seas más que un maldito
broker, y lo sagrado se te dará por añadidura.
Verdaderamente, no entiendo cómo los trasnochados progres
pudieron despreciar una doctrina como ésta, tan Llena
de Posibilidades. Perdonarán que abuse de las mayúsculas,
pero todo énfasis mayestático resulta parco
cuando la Santidad encúentrase de por medio e incluso
de por alto.
Ahora mismo, al escribir este artículo, y más
que nada por probar, voy y lo ofrezco por la salvación
de los hombres, las mujeres, los niños y los viejos
y etcétera (por si me dejo a alguien), lo cual, si
no he leído mal las crónicas, seguro que puntúa.
Luego me conecto por Internet y se lo mando a la redacción,
y el simple gesto de darle al intro también lo dedico
a los arriba nombrados, en plan anexo. Y cuando telefoneo
para ver si lo han recibido y hay un momento de titubeo y
de búsqueda, y yo entro en pánico, bueno, pues
eso también lo ofrezco a modo de sacrificio por el
mundo en general.
Hemos de reconocer que el Opus Dei es la tendencia religiosa
que mejor se compadece con Estos Tiempos, pues no sólo
permite alcanzar la santidad a un amplio espectro de profesionales
e incluso presentadores/as de televisión, sino que,
por definición, impide que los parados entren en el
reino de los cielos. Ni los parados, ni los subcontratados
a corto plazo, ni los subcontratados, ni los eventuales, ni
los becarios sin esperanza. Esa gentuza que no tiene empleo
fijo (algo habrá hecho) no puede seguir seriamente
las enseñanzas de san Josemaría. ¿Cómo
van a dedicar su trabajo a la salvación de los hombres
y etcétera, si ni siquiera saben si les van a prorrogar
el contrato? Es más, un subcontratado pierde tontísimamente
el tiempo si consagra a Causas Pías las horas en que
ejerce su oficio, pues lo único que consigue es que
la empresa contratante, la que trafica con mano de obra barata,
aumente su nivel de Santidad a sus expensas.
Lo dicho. Dedico este artículo (digamos) a la observancia
de la pureza en los restaurantes (una causa extraordinaria)
y ya sólo me queda obrar unos cuantos milagros. El
resto me será dado por añadidura, espero que
con un kit de manola. Me encantaría proceder a asaltar
los Cielos, grandiosa y contundente, cubierta con mantilla,
ensartada en peineta y envuelta en la bandera de España.
Y ciega de Anís de Mono.
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