La
vocación al Opus Dei no existe.
Y sobre el bautismo
Fede, 10 de febrero de 2004
Que yo tenía una "vocación como un piano"
es algo que escribí en la exposición
de motivos que adjunté a la carta en la que
manifestaba mi "voluntad" de dejar la Obra sin querer
dejarla. Es decir, cuando aún estaba inmerso en el
marco de referencia que el Opus te mete en la cabeza a fuerza
de machacarte una y otra vez con las mismas ideas remachadas,
además, por sutiles amenazas "sobrenaturales"
en caso de que se te ocurriese disentir o dudar. Es decir,
siendo claros, cuando mi cabeza y sentimientos aún
no eran totalmente libres, ni para pensar ni para sentir (sobre
lo segundo, sólo un par de chicas con las que salí
y mi mujer saben hasta qué punto estaba incapacitado
para recibir y dar afecto). No, decididamente, la vocación
al Opus Dei no existe como algo distinto de la vocación
cristiana. Suele decirse -así lo entendí yo,
al menos- que la vocación al Opus Dei es una "concreción",
una "determinación", una forma particular
de encarnar y vivir esa llamada originaria recibida en el
bautismo a ser "hijo en el Hijo", a identificarnos
con Cristo, allí donde uno esté y en sus circunstancias,
y que uno reconocería al advertir una especial "llamada"
a comprometerse a difundir el mensaje de que todo cristiano,
por el hecho de serlo, de estar bautizado, está llamado
a la santidad, a la plenitud de la vida cristiana. El truco
está en que, primero, a quien aprecia la belleza de
esta doctrina (que es la doctrina cristiana, a secas, y por
eso tan atractiva), se le hace creer que, por el mero hecho
de apreciarlo, ya se está llamado también por
Dios a incorporarse al Opus Dei. La excusa está en
que esa idea de la llamada universal a la santidad se habría
"perdido" con el paso del tiempo para extenderse
la falsa idea de que sólo cabría ser santo dejando
el mundo, haciéndose religioso, formulando votos, etc.
El caso es que ya se encargó el Vaticano II de actualizar
y recordar esa llamada. El Opus Dei no tiene oficialmente
doctrina alguna distinta de la doctrina de la Iglesia, por
lo que, en puridad, la "doctrina" del Opus Dei sobre
la llamada universal a la santidad es la doctrina de la Iglesia,
y se acabó. En ese sentido, efectivamente, el Opus
es "una tontería". Ahora bien, en su inexistente
pastoral vocacional pero trabajadísima estrategia vocacionista,
el Opus busca ganar prosélitos entre "quienes
quieran tomarse esto en serio". Precisamente por eso
sorprende especialmente que algunos miembros del Opus Dei
no vean las cosas a este nivel y mucho menos entiendan las
raíces últimas y las implicaciones de lo que
se supone que es "su vocación", haciendo
que uno dude de que algunos que están en la Obra sepan
realmente dónde están. En ese sentido lato es
en el que cabria hablar de "vocación al Opus Dei",
es decir, a hacer esa "obra de Dios" de "recordar"
el mensaje de la llamada universal a la santidad de una forma
muy particular: siguiendo al Fundador de la institución
y viviendo una praxis específica. No siguiendo al Vaticano
II y viviendo como cualquier tipo corriente, no (en el caso
de los miembros numerarios, sólo quien aplica restricciones
mentales logra seguir siendo un tipo que los demás
pueden reconocer, hasta cierto punto, como "cristiano
corriente", por no decir ya, es la pura verdad, como
"tío normal", porque uno mismo suele tener
grandes dificultades para verse así y, desde fuera,
te aseguro que muy pocos consideran "gente de la calle"
a los numerarios). Eso es lo llamativo de esa "llamada":
dejas de estar de mil y una formas en medio del mundo para
"santificarte" anunciando que el común de
los mortales puede y debe ser santo en medio del mundo.
¿Que uno puede "sentirse llamado" a hacer
eso? Difícilmente, porque uno no tiene ni la más
remota idea de cómo su pertenencia a la institución
va a cambiar su vida hasta extremos insospechados. El parecido
entre lo que uno pensaba que era el Opus Dei y lo que con
el paso del tiempo vive es pura coincidencia. Otra cosa es
que uno se amolde, que lo acepte o asuma, por muy diferentes
razones, y allá cada uno con las razones sobrenaturales
o humanas que encuentre para perseverar en esa "vocación".
Pero, en mi opinión, la "vocación al Opus
Dei" no existe. A todos los efectos, componente sobrenatural
que uno le atribuya o adhiera al margen (y ahí no puedo
entrar porque es cosa de cada uno con Dios, cuando realmente
sea así), esa vocación "específica"
no difiere de la vocación cristiana "genérica".
A otro nivel (ya digo, al margen de cómo viva uno subjetiva
y psicológicamente el componente sobrenatural), la
"vocación al Opus Dei" es perfectamente analogable
a la "vocación al Betis". Si se me apura,
más "carácter" imprime la llamada
al Betis que la llamada al Opus Dei, pues muchos llegan a
dudar de haber tenido vocación al Opus Dei, pero no
conozco a un solo bético que haya dudado jamás
de su vocación bética (sevillistas conozco menos,
pero quizá esto se aplique también a los seguidores
de ese club).
En fin, que todo el montaje asociado a los compromisos que
uno adquiere al hacerse del Opus Dei es eso, un montaje, que
se apoya únicamente en la hondura del compromiso que
uno haya adquirido ante Dios y en su libertad. Faltando la
segunda en muchos casos por muchos motivos suficientemente
conocidos y expuestos en este sitio, tanto antes como después
de pedir la admisión en la Obra, queda básicamente
lo primero. Y ahí uno puede haber sido llevado "como
de la mano" a firmar cheques en blanco ante Dios. Que
están, eso, en blanco, porque nada hay específico
de la Obra que quepa poner ahí. Normas, criterios,
praxis... de la institución no constituyen nada que
modifique sustantivamente la vocación originaria y
genérica a la santidad. No crean algo que quepa llamar,
en sentido fuerte, una "vocación". Sin embargo,
no cumplir esas normas, no seguir esos criterios, no vivir
esa praxis... son motivo suficiente para que, desde la Obra,
se te amoneste y se te expulse (si has hecho la fidelidad
y no han dado aún con motivos de amonestación,
para que te pidan que por tu bien, el de la Obra, etc., tú
mismo pidas que te dispensen de los compromisos). Las cosas
a las que uno renuncia y aquellas otras a las que se compromete
no son en sí mismas capaces de constituir una "materia
grave", ni por acción ni por omisión, digan
lo que digan. En apartarse de su observancia sólo ve
pecado, por tanto, quien quiere verlo o quien no puede evitar
verlo en virtud de una hábil "comedura de coco".
En ese sentido, nos engañan y nos engañamos.
Así que yo tenía "una vocación
como un piano" porque pensaba que no era yo el que había
fallado a la llamada de Dios a santificarme en medio del mundo
y difundir la llamada universal a la santidad, sino la Obra
la que había cambiado radicalmente la definición
de "numerario" y ahora me repudiaba por ser incapaz
de adaptarme a ella, no dejándome alternativa que moralmente
pudiese aceptar, y no quedándome por tanto más
salida que irme. Porque el numerario tipo (salvo "los
de enseñar") había pasado a ser idealmente
asimilable a la clásica figura del "oficinista":
un "mandao", un servidor ciego, mudo y sordo de
los fines de la institución en cuanto institución,
un ser acrítico y amoral, un ejecutor de consignas
marcado por el principio fundamental de "obedecer o marcharse".
Entonces no podía articularlo así, porque no
veía con suficiente claridad hasta qué punto
la Obra había tergiversado torticeramente el significado
de las palabras que expresaban los compromisos que yo adquirí
al incorporarme a la institución y los que la Obra
adquirió al admitirme. Fuera del marco de referencias
auto-referenciales que se monta la Obra, yo no tenía
realmente más vocación que la vocación
cristiana. Esa es la única que entraña unas
obligaciones graves de tipo sobrenatural, ante Dios. Los compromisos
asociados a la pertenencia al Opus Dei son de otro orden;
subjetivamente uno podrá ponerlos al mismo nivel y
hasta pensar que peca gravemente por admitir "dudas contra
la vocación", pero objetivamente los compromisos
son de otro orden. Subjetivamente uno se sentirá vinculado
de una forma que desde fuera es fácil llamar por su
nombre: con fanatismo. Pero objetivamente, y al margen del
componente sobrenatural que uno quiera meter, la Iglesia deja
claro que las cosas son muy distintas, y ahí están
los análisis de lo que realmente dice el Derecho Canónico
sobre las prelaturas personales.
Ahora puedo decir que la "vocación como un piano"
que yo tenía era la vocación cristiana en estado
puro, nada más y nada menos. Y que así como
en el imaginario cristiano la imagen del sacerdote tendía
a identificarse con la cercanía a Dios y por eso quien
sentía especiales inquietudes religiosas se planteaba
si acaso no tendría vocación sacerdotal, así,
si uno lo que tiene al lado es gente del Opus, pues puede
tender a plantearse ser del Opus. Es más, y esto aún
no lo había dicho en público, creo: mis padres,
como han hecho muchos padres cristianos, rezaron y se privaron
de ciertas cosas a las que tenían perfecto derecho
para que Dios eligiese a uno de sus hijos para el sacerdocio
ministerial. Y yo les manifesté, con 13 años,
que sentía esa inquietud, para gran alegría
de mis padres. Por esa época empecé a ir por
un centro del Opus Dei y, al sacerdote con el que me confesaba,
le manifesté esa inquietud. Él me aseguró
que el Opus Dei nunca sería obstáculo para esa
posible llamada y que, de hecho, ahí estaba él,
que antes no era cura y sí del Opus y ahora era cura
del Opus. Mis padres, cuando vieron cierta deriva espiritual
en mí, me propusieron hablar con un amigo suyo dominico,
con un obispo amigo u otras personas. Cuando lo dije en el
centro, faltó poco para que se armase un zafarrancho
y bloqueasen la puerta para impedirme la salida. En fin, ahí
queda eso también, que de alguna forma llevaré
siempre a cuestas, aunque tengo por norma no perder demasiado
tiempo en pensar en lo que podría haber sido y no fue.
Conste que te estoy contestando a pura vuelapluma y que,
llegado el caso, estaría dispuesto a matizar. Pero
lo básico de lo que pienso sobre la "vocación
al Opus Dei", ahí lo tienes, sin pararme en más
análisis teológicos ni sociológicos,
que hoy tampoco doy para más. Si quieres algo más,
seguimos en otro momento.
Respecto a lo que más me preocupa, que es eso que
dices de que "despues de leer todo, se me han quitado
totalmente las ganas de bautismo, religion y monsergas",
a ver qué se puede hacer.
La vocación cristiana, la llamada a ser hijos en el
Hijo, a identificarnos sacramentalmente con Cristo por el
bautismo, sea de agua, sangre o del tipo que sea, a cristificarnos
y por analogía cristificar el mundo siendo uno mismo
otro Cristo, es la más precioso que existe, es lo más
grande que cabe concebir, es lo que amo más que a mi
vida. Porque es una deificación incoada pero ya real.
Ninguna criatura puede aspirar a más, que yo sepa.
Dios quiso compartir nuestra naturaleza humana, el Hijo de
Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros, y eso
es algo que no hizo con la naturaleza angélica, que
metafísicamente cabría considerar más
perfecta. Eso mismo quizá fue "motivo de escándalo"
para algunos espíritus puros, razón para rebelarse
al tener que adorar la humanidad de una Persona divina, es
decir, de adorar una naturaleza -inseparable de la persona-
inferior en el orden del ser a la suya. En todo caso, por
ahí es por donde nos viene la elevación al orden
de la gracia, la posibilidad de vivir una vida superior a
la naturalmente humana, la invitación a la vida sobrenatural;
estrictamente, a participar en la vida divina a través
del Hijo, a dejarnos divinizar en ese admirable intercambio
en el que Él toma nuestra humanidad para darnos su
divinidad. Por ahí nos viene la posibilidad de obrar
sobrenaturalmente, de realizar actos que no son sólo
naturales, sino que son sobrenaturales. Son, para empezar,
los actos de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
Por los actos de fe podemos conocer a Dios (y cuanto a Él
se refiere, que es todo) como Él mismo se conoce, que
es, asombro de los asombros, participar en la vida del Hijo,
la Segunda Persona divina, porque el Hijo es su Verbo, la
verdadera expresión personal de Dios mismo al conocerse,
pues en Dios no hay nada accidental y el conocimiento que
de sí tiene es Personal, es el Hijo mismo. Por los
actos de caridad podemos amar a Dios como Él mismo
se ama, que es, asombro doble, participar en el Don del Espíritu
Santo, la Tercera Persona, el Amor que se tienen el Padre
al Hijo y el Hijo al Padre, la amorosa expresión personal
de Dios mismo al amarse, pues en Dios no hay nada accidental
y el amor que sostiene al nivel personal la relación
personal entre Padre e Hijo es Personal, es el Espíritu
Santo mismo. Por los actos de esperanza... no sé cómo
explicarlo, porque, como la estrellita verde que bajó
a la Tierra y no quiso volver al cielo, es la virtud teologal
propiamente humana, que en Dios no la hay o yo no lo entiendo,
y por algo siempre me decían quienes mejor me conocían
que yo no vivía la "esperanza". ¡Cómo
iba a vivirla, si cada vez que me lo explicaban al rato se
me olvidaba! Estoy un poco de broma... Lo que quiero decir
es que los seres humanos somos llamados a vivir esa vida divina
a través del bautismo, en cualquiera de sus modalidades.
Es un misterio todo esto, desde luego, y sólo un gnóstico
racionalista puede sinceramente creer que ha entendido algo
y quedarse tranquilo. El bautismo es la puerta de entrada
a esa Vida, que luego se va perfeccionando al ir secundando
las mociones divinas que llevan a imperar los actos de las
virtudes teologales y al ir avanzando en la cristificación
por los demás sacramentos. Y éstos, los administra
la Iglesia. Dejo a otros seguir por ahí, que yo ya
digo que hoy estoy poco católico.
La religión es una virtud básica del hombre,
la aspiración a religarse, a establecer y recuperar
vínculos con Dios, a adorarle. Es un movimiento natural
del hombre como criatura hacia Dios, que es su origen y su
fin más propio, aquello a lo que el hombre tiende de
suyo (teleológicamente) por ser hombre, y que se concreta
de muchas formas y en diversas doctrinas y comunidades. En
toda verdadera religión hay algo o mucho de Dios, faltaría
más. Lo que se supone que tiene de específico
la religión cristiana es que representaría la
"religión verdadera", la más humana
y divina a la vez, en el sentido de que es, además,
el resultado de un movimiento de Dios hacia el hombre. Que
culminó con Dios haciéndose hombre, asumiendo
nuestra naturaleza. Dios, según la religión
cristiana, ha enseñado al hombre cosas asombrosas sobre
sí mismo y su intimidad, como no se ve en ninguna otra
religión. Dios llama al hombre a participar en su Vida,
y va y resulta ser una Vida Intratrinitaria. Es decir, que
te revela, poco a poco para que no te asustes, que Dios es
Tres Personas. Vendrá algún filósofo
muy listo y te dirá: "Si Dios es Dios, por lo
que sabemos del mundo y de Dios, Dios necesariamente ha de
ser, al menos, tres personas. Por qué tres y no cuatro,
eso ya no lo sé. Pero si Dios existe, por lo menos
tiene que ser en tres personas. Así que eso del catolicismo
tiene visos de encerrar más verdad de lo que podría
pensarse." Y va y te lo explica (palabra de que es verdad
lo que digo, y cuando escuché las explicaciones me
parecieron convincentes; lástima que me falle la memoria,
como con lo de la esperanza). La religión no son monsergas,
es una cosa muy seria y muy alegre. Y hay una religión
que de forma privilegiada da acceso, por lo que sabemos, a
esa Vida, y se llama cristiana. Lo demás, digo yo que
estará, en lo que toca a doctrina, en el Catecismo,
y en lo que toca a vida, en la misma historia de la Iglesia
y en su presente.
La Iglesia es santa, es decir, es de Dios, y eso se puede
ver en la sublimidad de su origen, sus obras, sus fieles,
su doctrina... Pero hay que saber mirar y distinguir qué
es Dios y qué de los hombres con sus limitaciones y
demás zarandajas. La realidad es muy compleja y Dios
es Dios, la Iglesia es la Iglesia, el Opus es el Opus, y el
Opus no es la Iglesia. Sé que en la Obra te dirán
lo contrario y jugarán a la confusión de planos.
Pero te aseguro que esa identificación, después
del esfuerzo que está haciendo Salvador en sus escritos
por aclarar esto, no es la que se pretende. No confundas planos
ni a la Iglesia con el Opus, te lo pido por amor de Dios.
Me duele infinito que hayas llegado a esto, dices, después
de "leer todo". Somos hombres, hacemos lo que podemos,
tenemos muchísimas limitaciones... Es duro, durísimo,
que la Obra tienda a considerarse por encima del bien y del
mal y no reconozca públicamente sus errores, los cometidos
innumerables veces por sus directores en nombre de Dios. Es
duro que pase lo mismo con eclesiásticos de todo tipo,
con obispos y sacerdotes, y con fieles cristianos a secas.
No me voy a poner aquí a defender al Opus Dei, faltaría
más. Ya te he dicho antes lo que pienso y lo sabes
por otros correos míos anteriores. En otras condiciones,
por supuesto que podría detallar aspectos positivos
de la Obra. Pero en este sitio, si has leído todo,
sabrás que hay aclaraciones suficientes sobre de dónde
proceden esos aspectos positivos. Y siempre tienes, además
de la propaganda oficial, a tu amiga para que te enseñe
todo, todo, todo de la Obra y puedas juzgar por ti misma.
Ahora bien, es amiga tuya, pero antes es miembro de la Obra;
no olvides eso. Desgraciadamente, lo más probable es
que no te enseñe todo. Todos tenemos siempre algo que
ocultar, digamos lo que digamos (yo, un tampax, no, obviamente,
pero otras cosas sí). La Obra también tiene
cosas que ocultar. Y la Iglesia en su devenir terreno, histórico,
pues también. Aunque aquí lo que ha hecho Juan
Pablo II por la transparencia y el reconocimiento de culpas
históricas, de búsqueda de la reconciliación,
del buen entendimiento, de superación de malentendidos,
de pedir perdón, etc. no tiene parangón y es
todo un ejemplo de por dónde habría que tirar.
No sé si te he contestado suficientemente. Desde luego
que no, pero yo tengo que trabajar, que no vivo del aire ni
de filosofar o hacer apologías.
Sólo quiero, por último, interpelarte para
que seas tú misma y no "culpes" a lo que
has leído en este sitio de que ahora se te hayan "quitado
las ganas" de tal o cual cosa. Las ganas son importantes,
pero supongo que tú eres capaz de moverte por algo
más que por las ganas. En este sitio hacemos lo que
podemos por entendernos a nosotros mismos, por ayudar a quienes
están pensando en dejar la Obra, a quienes no quieren
entrar, etc. Es una web "sobre el Opus Dei, no sobre
la Iglesia". Y todo eso. Tenemos nuestras limitaciones,
los que lo promueven y los que participamos con nuestros testimonios
y opiniones. No hagas caer sobre nosotros culpas que creas
pueden exculparte, ni para esconder otros motivos que puedas
tener para bautizarte o dejar de hacerlo. Nosotros no somos
del Opus Dei: somos, en nuestra inmensa mayoría, los
que no fuimos. Nosotros no somos señores de la historia.
No controlamos todas las causas que concurren en hacer que
este sitio sea lo que de hecho es cada día y los efectos
o consecuencias que pueda tener su existencia o contenido
sobre las vidas de otros. No podemos prever que tú,
por leer tal o cual cosa, o todo, puedas decidir no bautizarte,
de forma que, si hubiéramos podido preverlo, eso que
caería sobre nosotros y nuestras conciencias. ¡Bastante
hacemos con lo que hacemos para cargar con que hayamos podido
ser ocasión de que otros no se bauticen! Te lo digo
porque lo primero es la libertad, y cada cual tiene que asumir
sus actos y omisiones. En este sentido, sólo puedo
decirte que allá tú con Dios, que yo rezaré
por ti (ya lo he hecho y estoy haciendo) y escribiré
lo que haga falta para responderte (créeme si te digo
que no tengo tiempo ni siquiera para releer lo que acabo de
escribir), pero que el tiempo que hagas ganar o perder a otros
contestándote es de los demás y, al final, digamos
lo que digamos, sólo tú tendrás la última
palabra en qué quieres hacer con el tuyo.
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