Una
anécdota de la "vida de familia"
Enviado por Frida el 7 de noviembre de
2003
Cuando dejé la obra pesaba 38 kilos, no comía,
no dormía y apenas si me tenía en pie. Escribí
la carta de dimisión (bajo dictado, me avergüenzo
de decirlo) porque una doctora supernumeraria, a la que siempre
estaré agradecida, me dijo que moriría en cosa
de pocos meses y que sólo yo podía decidir si
vivir o morir. Desde aquel día hasta mi salida de la
Obra, pasó cerca de un mes.
Durante aquel mes de espera se me dijo claramente que si
el Padre quería que yo me quedara en la obra, me tendría
que quedar, "también a costa de perder la cabeza"
(textual).
Me sentía confusa como si estuviera borracha: no sabía
qué sería de mí ni cuál sería
mi futuro. Participar en las tertulias me suponía una
verdadera tortura, por eso estaba callada todo el tiempo.
Un día una de mis "hermanas", que nada sabía
mi tormento (excusad si uso una palabra tan fuerte), me hizo
una bonita corrección fraterna: "quería
decirte que deberías sonreír más e intervenir
en las tertulias". Me quedé sin palabras, no por
quién me hizo la corrección sino por quién
la autorizó.
El día de la salida, mis "hermanas" me acompañeron
a la puerta, cantando canciones de Casa con la guitarra y
tomándome el pelo porque lloraba y lloraba. Repito,
excepto el consejo local, las otras no sabían lo que
pasaba. Me compraron el billete a hurtadillas para que nadie
se percatara de que no iba al destino "oficial"
que les hacían creer -otro centro de la Obra-, sino
que me devolvían a casa de los míos, de mis
padres.
Me pusieron en un tren como si fuera un paquete postal. Saludé
a las pobres que me acompañaron con tanto entusiasmo
a la estación y me preguntaba qué podría
hacer durante las ocho horas de viaje que tenía por
delante: ¿las normas? En realidad entré y me
quedé en el baño prácticamente todo el
tiempo, ya que no lograba parar de llorar y me avergonzaba
hacerlo delante de desconocidos.
En todos estos años que han pasado, ¿se habrá
preguntado alguien por qué no me acompañaron
en aquel penoso viaje? o ¿por qué se lo dijeron
a mis padres sólo unos pocos minutos antes de que partiera
el tren? o ¿por qué no le dijeron la verdad
a mis "hermanas", evitándome así la
representación de una "salida por la puerta grande"?
De vuelta en mi ciudad me encontré, alguna semana después,
a una compañera de colegio, supernumeraria, que, con
gran naturalidad me dijo: "¿sabes? estamos organizando
una fiesta pero siento no poder invitarte: serías un
escándalo. Lo entiendes ¿no?" (textual).
Y como esta, muchas otras demostraciones de "cariño".
Perdonadme si parezco patética. Pero cuando leo "me
gustaría poder disminuir, aunque sólo fuera
un poco, los tremendos dolores que algunos habéis encontrado"
se me pone la carne de gallina y se me hace un nudo en el
estómago.
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