SEXUALIDAD
Y HOMOSEXUALIDAD
DANIEL , 3 de agosto de 2004
Ya he ido descubriendo en varias cartas que este es un tema
que ha provocado en mucha gente, gran tensión y desquiciamiento;
no me extraña.
Por si mi experiencia y mi opinión sirven a alguien,
escribo, con sinceridad:
Antes de entrar en materia directamente, creo interesante,
comentar algo:
Cuando hablaba con el cura, recientemente en mis visitas de
cortesía, o con mi hermano, que ya he mencionado en
alguna otra ocasión, no sé cómo, salía
el tema inopinable del pecado original, ese tan terrible que
nadie recuerda haber cometido, que se hereda como la tendencia
a perder pelo, y que nos lleva a cometer otros pecados.
La última explicación que me dio el cura (y
creo que mi hermano también) de ese insigne pecado,
era que ya no es un pecado realmente, porque no ha habido
voluntad alguna al adquirir la naturaleza humana, sino que
nacemos con tendencia hacia el mal, o más finamente,
a hacer las cosas mal.
¡Vaya demagogia! Cocino bastante bien, de lo cual mi
mujer está bastante satisfecha, y cuando cocino, me
esmero; cuando estudio, me estrujo; cuando hago un examen
no tiendo a suspender: otra cosa es que el examen sea retorcidillo,
esté yo cansado porque llevo haciendo varios exámenes
seguidos, o que los libros que me han tocado sean malos (algunos
lo son y aun así apruebo).
Aunque todo esto me salga mal, mi intención es la de
hacerlo bien, lo cual me supone un esfuerzo, pero tiene su
premio.
Si me apetece más ver la tele que estudiar, no es por
un pecado que se lava con un poco de agua en la cabecita,
sino porque supone un esfuerzo y no tengo madurez para hacer
elegir lo correcto sin demora.
Que hacer las cosas bien cueste más que hacerlas mal,
es la vida misma, pero la intención de una persona
madura, responsable, sensata, emocionalmente inteligente,
es hacerlas bien, es decir, no tiene tendencia a hacer las
cosas mal, no tiene tendencia al mal per se.
Una cosa es el cansancio y la dificultad de superación,
y otra la intención ausente de mejorar, o dicho más
explícitamente, la intención de no cultivar
la virtud.
¿De verdad que todos vosotros tendéis al mal?,
¿tan malos sois?
Claro que si la tendencia al mal es cuestionarse la cantidad
de micromandamientos farisáicos que se nos imponían
si la tendencia al mal es ser consciente de la realidad impepinable
de la carne
pues sí, somos muy malos, y claro,
infundir sentimiento de culpa es una forma cómoda de
dominar y de tapar las frustraciones de quien acusa: yo
no me atrevo o no sé vivir tal tema, pues el otro tampoco,
y si lo intenta, le digo que es malo (esto en Psicología
se conoce como una de las formas de justificar la propia conducta).
No hemos nacido en el mundo para vivir en una vitrina: tenemos
un cuerpo que se nutre de aire, agua y alimentos, pero también
de sensaciones, y si lo privamos de esta relación con
el exterior, enferma, así como la psique.
En cuanto a las sensaciones, empezaré por los alimentos:
curiosamente, no nutre igualmente una comida bien preparada
y presentada, que la misma, pero con el sabor menos agradable
y con presentación cutre.
Un llanto se puede calmar con un beso, un abrazo, una caricia
Cuando nos despedimos, cuando nos encontramos, cuando nos
presentamos
cuando estamos tristes, cuando estamos alegres,
cuando nos sentimos solos
y en el Opus Dei, esa familia
buena que acoge a tantos ilusos (como lo fui yo) e idealistas
¡cuánta soledad se siente!
Cuando leo u oigo, que ciertos chicos o chicas, u hombres,
o mujeres
han tenido pensamientos homosexuales
o buscado contacto físico
lo primero que pienso
es cuán solos se sienten, y qué natural es buscar
el tacto.
Me duele que se sientan culpables y avergonzados, porque esa
vida artificial, priva de lo más natural, y se buscan
sustitutos y compensaciones por todas partes, y cada cual
las busca y las toma de donde puede.
Me gustaría que si alguno o alguna de los que se han
sentido o se sienten culpables (sucios) por buscar lo que
la Naturaleza tiene previsto, se quite de la cabeza ese sentimiento.
Si después de salir sigue con la opción de la
homosexualidad (sobre la cual no me pronunciaré, ni
a favor ni en contra; no pretendo eso en esta carta) que disfrute
lo que necesite hasta que se calme: ¿de verdad pensáis
seguir con la represión y la culpa por no pecar, aun
a costa de malvivir con una tensión que a más
de uno o una le llevan a la idea de suicidio
o lo condenan
a pastillas de por vida
mientras la procesión
sigue por dentro?
Mi historia fue bastante simple: lo prohibido me creaba ansiedad.
¿Os suena esto?
Al poco tiempo de estar en la calle, mi ansiedad
por el sexo desapareció casi por completo, así,
sin más, sin intervenciones personales, sin aventuras
de desfogue juvenil, sin locuras; así, sin más.
Pero, pero
estaba, naturalmente, mi necesidad de ser
una persona, un animal humano.
Aproximadamente un año más tarde, caí
gravemente enfermo (no entro en detalles). Una parte de mi
tratamiento consistía en tomar el sol, todo lo que
pudiera, especialmente en la cadera.
Es curioso, cómo cuando estaba enfermo, aguantaba muchas
horas de sol cada día, y nunca me quemaba ni me importaba
pasar calor.
En cuanto pude, acudí a una modesta playa nudista,
y casi me quedo dormido por la sensación de paz y libertad.
Me extasiaba la belleza femenina, pero más me afectaba
la sensación de libertad, en el cuerpo y en el alma.
En absoluto sentí esa maligna y tenebrosa influencia
del pecado original, sino que recordé la olvidada (escondida)
Inocencia Original.
Es lógico que no se nos hable de Ésta, porque
eso implica Conocimiento y Libertad.
Alguno dirá, que si hablo de Inocencia Original, implícitamente
estoy dando existencia al pecado original, al que yo prefiero
llamar ignorancia y esclavitud adquiridas.
No quiero seguir con esto; no es la esencia de la carta, no
me interesa.
Me interesa que la gente que se siente culpable se dé
cuenta de que lo normal es, incluso al margen de la sexualidad,
buscar contacto físico, caricias, abrazos, besos
y se hace con quien se tiene más cerca. ¿Acaso
no habéis visto a la gente que tiene perro o gato abrazarlos
con pasión
y nadie la llama zoofílica?,
¿acaso una madre no estruja con ternura a su bebito
y se siente reconfortada?, ¿acaso no os habéis
parado por la calle para acariciar un perrito, irresistiblemente?
Todo esto, y más, es natural; reprimirlo o criminalizarlo,
es un grave pecado, o al menos esquizofrenia.
En cuanto a la sexualidad en sí misma, no encuentro
mucho que decir, y más después de leer las cartas
tan estupendas de otros y otras.
Como este asunto del sexo es tan pecaminoso en esa escuela
de esquizofrénicos de la que procedemos y casi parece
que todo pecado queda reducido a sexo, quiero decir lo siguiente:
Pecado es herir, dañar, ofender, mentir, aplastar,
no tener compasión.
Trata a los demás como quieras que te traten a ti,
y no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan
a ti.
No creo que Dios ponga a disposición de las mujeres
y los hombres lo que necesitan y luego les diga: no, no, no
lo podéis usar, no lo podéis disfrutar; tenéis
que sufrir ansiedad y enfermedad hasta ir al Cielo, donde
podréis disfrutar de Mí, contemplándome
eternamente. He puesto en la Tierra un montón de tentaciones
para probaros, pero no para que las uséis naturalmente;
eso los pecadores y paganos.
No creo que Dios sea tan retorcido que diseñe un sutil
infierno para los buenos.
En alguna otra carta he hablado de disfrutar con Libertad
e Inteligencia; en esta lo mismo; la experiencia, es la madre
de la Ciencia, añado.
Una vez le dije al cura del opus que cómo podía
tener él el morro de predicar de lo que no sabe ni
vive. Estábamos hablando de sexualidad, pero más
en concreto, de matrimonio, separación, divorcio.
Creería en esa gracia de estado sobre la que se apoya
para hablar tan categóricamente, si viera que no existe
la famosa cuarta
planta ni los psiquiatras de buen espíritu,
que no hay algún que otro cura numerario encerrado
en un psiquiátrico, que las numerarias auxiliares son
tratadas con dignidad y son felices
En fin, ¿qué más os voy a contar de estos
sucesos escondidos?
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