¡QUIEN
ME HA VISTO Y QUIÉN ME VE!
Enviado por Satur. Primera entrega, el
13 de octubre de 2003;
la última, el 30 de enero de 2004
Esta serie de ¡Quién
me ha visto y quién me ve! trata de ser un aviso
a navegantes. Que nadie pueda decir al dejar la obra ¡ay,
por qué no me advirtieron de donde me iba a meter!.
Como la canción, cuando nos sucedan cosas parecidas
a las que aquí se relatan, podremos decir ¡¡¡Ya
lo sabíííííaaa, ya lo sabííííííaaaa!!!.
Cosas parecidas... o peores. (El autor)
1. -Entré en
el Opus...
2. -Después
de lo escrito...
3. -Cuentan...
4. -La mañana
que dejé la obra...
5. -Caminaba yo
por la calle...
6. -Como relaté
en mi entrega anterior..
7. -Me alegró sobremanera...
8. -Lo de "¡quién
me ha visto y quién me ve!...
9. -Una consecuencia
de dejar la Opus...
10. -El primer día
que conocí a la Piedra...
11. -Siempre me intrigó
un punto de Surco...
12. -El último texto de nuestro
teólogo...
13. -Bien, se llegó el momento ya
de separarnos...
El último texto de nuestro
teólogo, guía y padre espiritual Antonio
Ruiz Retegui titulado Dar
la vida por los amigos ha sido, para mí,
un auténtico fogonazo de magnesio en las retinas de
mis pupilas. Selecciono unos párrafos que me dejaron
especialmente, no sé, con el eje roto.
Una vez me vino una persona a "informarme"
de una hermana nuestra. Decía que sentía la
necesidad de darme esa información en conciencia.
O sea, como si la conciencia la impulsara a hablar. Pues
bien, la información que tenía que darme era
que esa hermana nuestra era una mentirosa y una vaga. Esto
es una barbaridad. No se puede dar ese tipo de comunicaciones
a otras personas. Eso es difamar. Y hay que resistirse a
la difamación.
Esto ha de ser así aunque seamos directores.
Es posible que en alguna ocasión nos llegue un supernumerario
y nos diga cosas de otras personas. La inmensa mayoría
de las veces en que las personas hablan de otras lo hacen
mal. Hay un impulso muy perverso, enraizado en el corazón
que es la crítica, la difamación, la comunicación
de detalles más o menos negativos de otras personas.
Una vez me vino una supernumeraria para decirme, por
indicación de su directora, que su esposo veía
a veces películas inconvenientes por la noche. Me
parece monstruoso, contrario a la naturaleza de las cosas,
y que por tanto ninguna conveniencia superior puede justificar,
que una esposa, que comparte la intimidad con su esposo,
lo denuncie. Lo que se debe hacer es decirlo a él,
y luego callar.
Lo de informar así, a pelo, impelido por
la conciencia, es algo muy habitual, pero mucho,
en las personas de la obra del opus. Yo mismo informaba movido
siempre por ese buen espíritu que anima a la delación
fraterna. Ruiz no habla de la corrección fraterna;
trata del que, socapa de estar haciendo la charla, o haciendo
una confidencia en un ámbito de confianza y colegui,
te suelta un dardo envenenado sobre actitudes, modos o procederes
de un tercero. Una chivateo, un cotilleo de aldeanos, una
difamación provocada por la envidia, por los celos,
por esas cosas sucias y feas que todos tenemos sembradas dentro.
Eso de chivarse pasa dentro de la opus y fuera fuera
digamos que con más mala uva, a degüello y sin
ir de buena persona (a veces)-, pero es que dentro se hace
en nombre de la preocupación por la santidad toda de
mis hermanos todos, porque veo bullir la sangre de Cristo
en esa alma, pobrina. Y vas y dices:
- Poyales es muy apostólico, de verdad, y se le ve
un tipo entregado, pero es muy superficial, se queda en la
epidermis de los asuntos, es frívolo, y eso la gente
de su grupo lo nota... se debería preparar mejor las
cosas, estudiar más, leer libros que le formen, y no
andar leyendo siempre el Marca y citar folletitos de Mundo
Cristiano Juvenil en las charlas del curso anual.
O sea, que Poyales es más tonto que mear en un porrón.
Allí no puedes decir eso de hazle una corrección
fraterna porque si es tonto es tonto, y donde no hay
mata no hay patata.
Lo de las supernumararias chivatas y pedorras, con indicación
de la directora o sin indicación de la directora, eso
es epidémico. Allí tuve el flash: me vivieron
chuzos de recuerdos, a cada cual más pintoresco, ridículo
y, en ocasiones, tristes. Se hace y mucho, y eso no lo para
ni Isidoro Zorzano cuando se peló al cero el cabolo,
colegui, tronco, pil pil.
Retegui cuenta lo del esposo que ve penículas inconvenientes
vete tú a saber qué entendía la
señora esposa y su directora por penícula inconveniente,
dudo mucho que fuese El Castillo de Metesaca;
¿quizás sería Pili y mili en el
Oeste o Sisí Empelatriz? (que lleva
unos escotes, como si dijéramos, tipo hucha de Caja
Laboral). ¡¡¡Cuánta tontería,
Dios mío!!!.
A mi me llamó una supernumeraria despechada con su
novio, también supernumerario, recién cortada
la relación de cinco años, cinco, y me contó
de todo: un chulo, un creído, no hacía las normas,
trataba mal a sus padres, un guarro, que parece mentira que
sea de la Obra de Dios, una vergüenza para la Prelatura
y para el género humano... La verdad es que tenía
de razón, pero... ella se ha casado con un supernumerario
y él, lo mismo. Lo mismo en que se ha casado, pero
no con un supernumerario,¿eh?, con una supernumeraria
que, supongo, ahora estará torrando a su directora,
al cura, y al director del crápula, con historias para
no dormir.
Otra supernumeraria, esta era íntima de una numeraria
muyyyy santa, de las primeras, que le aconsejaba que se lo
dijera al sacerdote de su marido, un sacerdote muyyyyyyy sonao,
y este un día le dijo que me lo comentara a mi entonces
director muyyyyyyy atontado del supernumerario. Me llama llorando:
¡¡¡No te cases nunca, Satur, no te
cases!!!. ¡¡¡Es todo una mentira, una jaula,
una prisión!!!. Poyales me pega, me humilla, me, me,
me... ¡¡¡MÉÉÉÉ!!!
- ¿Qué Poyales te pega?.
- Poyales es un tirano. ¡¡¡No sabéis
quién es Poyales!!!. No es lo que parece, no, os tiene
engañados
La verdad es que Poyales parecía el hermano gemelo
de la Madre Teresa de Calcuta y costaba imaginárselo
a mangazos con su señora. Pero, en fin, hablé
con Poyales.
- Oye, Poyales, ¿qué tal con tu mujer que hace
mucho que no me hablas de ella?
- Fantástico, supercalifragilístico espialidoso.
Si no fuera por ella... la quiero como el primer día.
- Que suerte, Poyales, da muchas gracias a Dios, que eso
es una suerte, campeón.
- Pues de sí.
- Bueno, de examen particular quiérela más,
pero como espiritualmente. Encomiéndala mucho.
En fin, con su pan se lo coman. Grave asunto éste-
de los más graves. Porque, como dice el de refrán,
si en el sexto no hay perdón y en el séptimo
no hay rebaja, el Cielo va a estar lleno de paja...
Pero esto de la difamación, de la calumnia, de la suficiencia
al juzgar, del mirar sin indulgencia, del no comprender, no
perdonar, no amar... todas esas cosas que Dios sólo
perdona si uno sabe perdonarlas de corazón, que dependen
más de nosotros que de Dios, cada vez que lo
hicisteis con uno de estos..., todas esas cosas cuya
solución pasa por nuestro corazón, y no por
el maestro armero institucionalizado o no-, huy, huy,
huy, como el pájaro: allí sí que nos
la jugamos.
Ahora nadie me llama. No me entero de nada; antes de seguida
me enteraba de algo: contaban conmigo, con mi criterio, mi
saber, mi sentido común, mi experiencia.
La Piedra y yo a veces discutimos, o nos enfadamos, incluso
hay días que le partiría la columna vertebral.
Son tonterías, pero sé que no irá a no
sé qué convivencia y dirá que Satur cuando
se enfada dice ¡¡¡mecagüen la
madre que parió a Panete!!!, o ¡¡¡a
que me voy a las misiones, ¿eh?, a que me voyyyyyyyyyyyyy!!!.
Y yo descanso sólo de pensar que no tengo que ir a
no sé quién a decirle que La Piedra me insulta
y me llama Pímpím, así,
con acento en las dos íes.
- Anda, calla. Pimpím.
- ¿Cómo me has llamado?, ¿cómo
me has llamado?
- PÍMPÍM, que eres un PÍMPÍM.
- ¿Pímpím yo?. Y tú tienes la
enfermedad del tordo, a ver si te enteras, listilla, la enfermedad
del tordo: cabeza pequeña y culo gordo... ¡¡¡Pimpina!!!.
Y así se nos hacen las tantas hasta el día
siguiente,que no te acuerdas de nada. El amor, como decía
Paul Jhonson, tiene una mala buena memoria.
La solución está en el Padrenuestro, es mi
secreto. Lo rezo y medito a diario y allí le pido:...
no me dejes caer en la tentación más líbrame
de La Piedra. AMÉN. AMÉN.
Bien, se llegó el momento ya
de separarnos. Poco más puedo aportar a este Quien
me ha visto y quién me ve... Sería repetirse
en argumentos que otros, desde otras perspectivas y otras
biografías, pueden completar, contrastar y aportar
visiones distintas.
Cada uno tiene su historia y, aunque no siempre podemos elegir
los acontecimientos- no somos tan libres como quisiéramos-,
tenemos el derecho de buscar nuestro mejor yo (ese que
tú no ves y que yo veo, nadador profundo por tu fondo
preciosísimo, que escribió el poeta).
Escribí para aquellos que, como yo en su día,
viven en institucionalismos vocacionales que argumentan la
fidelidad con el miedo, la duda y la sospecha sobre nuestro
futuro y nuestra capacidad de amar y ser felices. Para aquellos
que saben que no son quienes deberían ser por estar
viviendo en la mentira de unos compromisos que nunca cumplirán
y que resisten por inercia, por comodidad, por vanidad, o
por cualquiera de los miles de engaños que puede activar
el corazón interesado. Es cierto que el amor siempre
es un intercambio, pero puede ser puro o impuro, profundo
o superficial... que se centre en el ser o en el tener: que
se alimente de un modo orgánico o comercial. Las relaciones
en muchos fieles de la perlatura, y de la no perlatura, parecen
relaciones comerciales: se intercambian servicios, normas,
incluso bienes espirituales como la inteligencia, la ternura,
del mismo modo que se intercambian mercancías: el más
rico se engríe y se reserva, el más pobre se
humilla y se prodiga.
No son alianzas, son complicidades: egoísmo de dos
o de varios, reciprocidad en vanidades, en afectos normativizados
y reglados, en guiños de clan cerrado y selectivo,
en sumisiones a idénticos conformismos vacíos...
Todo muy lejos del amor. No digamos con el Amor con mayúsculas.
Escribí para aquel que ya en pocas ocasiones encuentra
que es el que deseó ser, que se encuentra como amputado,
por él y por otros, de lo mejor de ellos mismos y se
comporta de forma extraña para sí y para los
demás. Que ni siquiera ama como quisiera. Que ni siquiera
puede decir lo que querría decir de verdad y a gritos...
y no precisamente por falta de auditorio. Para aquel que,
sin embargo, intuye que aún puede volver a empezar
con Dios en el bolsillo. Ese Dios que nunca romperá
con nosotros, y más cuando sabe lo que sabe, por haber
dejado un camino que no era el nuestro.
Si de verdad sabes lo que quieres.
Si de verdad me adivinaste.
Si vas a romper frenos,
En mí todo está dispuesto.
Cuando quieras te amo.
(Gloria Fuertes)
Así es Dios. Que se enteren.
A veces tiendo a ser cursi. Es algo que no puedo evitar. Me
puede conmover la chorrez más chorra y encontrarme
haciendo pucheritos. Estar viendo en televisión Hay
una carta para ti, por ejemplo, y encontrarme junto
a La Piedra, en silencio, sobrecogido por una de esas historias
de reencuentros, o de desamores, haciendo auténticos
pucheritos como un imbécil, cogidico de su mano, hipando,
haciendo auténticos esfuerzos por no estallar en un
auyido de llanto incontrolable. Ella, entonces, me mira y
hace una de esas cosas que más me molestan cuando estoy
Pucheritos Chispipí, que es preguntarme algo justo
en el momento en que el taxista Adolfo Próstratros
de 86 años va a abrazar a su hijo, que perdió
en la guerra, y no sabía nada sobre él en todo
ese tiempo. Y el niño dice que arriba el sobre, y la
cosa está que tengo la gallina de piel total y los
ojos humedecidos
- ¡¡¡Heeeeyyyy, estás llorando!!!.
- Te quieres callar. Próstratros sufre y goza, va a
abrazar a su hijo...
- Sííí, ¡¡¡estás
llorando!!!- y me da un golpecito de colegui del insti.
- Que te calles...mira, mira... ¡¡¡UAAAAAAAAAA,UAAAAAAAAAAA!!!
Ella esto no lo entiende. La Piedra es de esas mujeres que
tratan a su macho man como si fuera un bebé; hombre,
no me acuesta en una cuna al mediodía, ni me escribe
mi nombre en un papel y me lo cose en la camisa al salir a
la calle aunque poco le falta-, pero a menudo da por
hecho que no domino el arte de pensar por mí mismo,
así que se dedica a fortalecer mis débiles sentimientos
cursis con máximas que le han enseñado en su
pueblo tipo Si el ganadero te invita a beber, o te está
jodiendo, o te quiere joder.
Esto de la vena cursi viene a cuento de algo que me sucedió
al dejar la opus. A los pocos meses confesé con un
sacerdote de esos que en la obra llaman Padre Topete.
Entré en una Inglesia y al verle en el confesionario
decidí contarle mis pecadotes y contarle un poco mi
vida desde que dejé la Perlatura. Resultó que
ese hombre era más cursi que la voz de Karina, y me
tocó la fibra esa sensurround y allí los dos
llorando a moco tendido. El tío abrazándome,
yo moqueándole el alba, los dos emocionados... Y todo
es que comenzó a glosarme quien era la Magdalena no
la Ortiz, la otra, la del Evangelio-, y dibuja la escena de
la pecadora buscando el cadáver de Jesús que
no encontró en el sepulcro vacío, y confunde
al Señor con el hortelano, y le pregunta que dónde
lo ha puesto, si él lo ha sacado del sepulcro. Y que
Jesús le dice solamente ¡María!.
Y ella vuelve la cabeza enloquecida.
Entonces va Topete y me dice que si hay mujer que alguna vez
haya llorado de alegría tuvo que ser ella. Y me pregunta:
-¿Cómo te llamas, hijo?.
-Saturnino, Padre.
-¡Saturnino!. Pues, mira Saturnino, quizás creas
que ahora todo se ha hundido para ti, y que Dios está
muerto, pero está cerca de ti y ahora, ¡¡¡
ahora!!!, te está llamando ¡Saturnino!!!!.
Lo notarás, y enloquecerás de alegría.
Y en esto que noto que se me sube el garganchón, y
que me da el yuyu, y que me licúo, que me senamora
el alma me senamora, ¡¡¡y esssooooo!!!.
Y me pongo a llorar como en un especial recopilatorio de Hay
una carta para ti. Y el cura también se emociona
y, venga, a tirar mocarros como dos tontos.
No he vuelto a saber de ese hombre. Tampoco escuché
a nadie que me llamará por mi nombre aquel día...
¡Pero qué bien me quedé, que contentín,
que tranquilo!... Porque sabía que era verdad.
Y perdón por la cursilada.
FIN DEL ESCRITO DE SATUR
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