Qué
pensar cuando se desea dejar la Obra
y se siente miedo
H.E., 7 de septiembre de 2003
Es natural sentir miedo de dar ese paso. Cuando ya lo hemos
pensado lo decimos a los directores y viene enseguida una
ristra de razones que nos hacen dudar, que nos infunden miedo
como:
- la vocación es para siempre
- si abandonas tu vocación no serás feliz
- si abandonas tu vocación tendrás muchas más
posibilidades de irte al infierno
- si no has sido fiel a tu vocación, tampoco serás
fiel a un amor humano (para numerarios y agregados)
- dejar el Opus Dei no arreglará tus problemas, te
los llevarás completos
- la fidelidad de muchos depende de tu fidelidad
- "quien pone su mano en el arado y mira atrás
no es apto para el reino de Dios"
- quien han dejado la Obra se han arrepentido (aquí
se ponen ejemplos)
- Dios necesita de tu fidelidad
- si luchas y te dejas ayudar, la luz volverá a tus
ojos
- debes luchar en tal o cual cosa, decidirte de verdad a entregarte,
y ya verás que Dios no te abandona
- despues de la fe, el tesoro más grande que Dios te
ha dado es el de la vocación
(No sigo adelante para no quemar mi ordenador)
Con estas y otras muchas consideraciones se trata de suscitar
duda en el interesado, miedo e inseguridad. Esas ideas se
escuchan miles de veces, mucho antes de querer marcharnos,
en círculos, retiros, meditaciones, lecturas, crónica,
libro de meditaciones... Y como quien está en la Obra
es una persona que ama a Dios y ha sido formado y troquelado
con estas ideas, el miedo aparece, y se experimenta una angustia
muy grande, fruto de la contradicción entre el deseo
de marcharse y el temor a cometer un gravísimo error.
Pocos son los que son capaces de marcharse sin sentir dudas,
sin miedo y dando la cara con una sonrisa. A mí Dios
me ayudó, y pienso que lo que a mí me sirvió
puede servir a otros.
La gran idea que quiero transmitir es que no hay que tener
miedo a equivocarse. Pero no por soberbia y vanidad, sino
por confianza en Dios, que es nuestro Padre. Si uno lo ha
pensado bien y piensa que debe dejar la Obra, que lleva ya
mucho tiempo intentando identificarse con el espíritu
y praxis del Opus Dei y no lo consigue; si sigue aborreciendo
esto y lo otro del Opus Dei; si en lugar de ir a más,
su felicidad y paz interior van a menos; si su salud psíquica
se ha deteriorado..., no hay que tener miedo a equivocarse
y dar con toda seguridad ese paso, sin ponerse nervioso.
La razón es muy clara, y es el mismo Opus Dei quien
nos la ha dado y enseñado. Hay que dar ese paso confiando
en Dios.
Supongamos lo peor: en efecto, nos hemos equivocado, hemos
sido infieles a Dios, hemos rechazado una invitación
a su amor. Pues aún así, eso no significa, de
ninguna manera, que Dios nos abandone. ¿Qué
haríamos cada uno de nosotros si un hijo nuestro cometiera
un grave error que nosotros mismos le hemos advertido? Si
somos buenos padres, trataríamos de estar al lado del
hijo descarriado, para ayudarle a rehacer su vida a partir
de ese error. A veces los padres de la tierra se comportan
mal y no proceden así, pero esto no ocurre con un padre
bueno, y menos con Dios. Por tanto, no es verdad que vayamos
al abismo, no es verdad que vamos a ser infelices, no es verdad
nada de eso. Dios estará siempre de nuestro lado. Por
eso no hay nada qué temer, ni siquiera en el supuesto
de una equivocación, de un error, de una falta de generosidad.
La filiación divina es el fundamento del espíritu
del Opus Dei, dice San Josemaría. Por eso yo digo que
el arma que utilicé para salir de la Obra me la dio
el mismo espíritu del Opus Dei. Así de claro.
Añado, además, que no es verdad que los que
se salen se arrepienten. No conozco a ninguno ex-miembro que
se haya arrepentido, y conozco bastantes. Mienten los que
dicen lo contrario; y lo dicen, mintiendo, para retener a
la gente. De mí ya han dicho que me he arrepentido,
y jamás he dado pie para que digan esa clamorosa falsedad.
Cuando se tiene esta seguridad, esta confianza, se puede manifestar
sin temores el deseo de marcharse. Yo entregué mi carta
de petición de dispensa con un ánimo entero.
Asistí a todas las entrevistas (unas 10 en total con
personas de la Comisión) con una sonrisa. Escuché,
dije que lo pensaría de nuevo y a los cuatro días
mandé un mail manifestando que era mi deseo que la
carta llegara al Prelado. El prelado me contestó que
no, que deseaba mi perseverancia. Vinieron otras entrevistas
y razones. Yo escuchaba y decía que lo iba a pensar
(y lo pensaba), pero a los cuatro días escribía
una nueva carta pidiendo de nuevo la dispensa. A la tercera,
el Prelado me contestó que sí, que me la concedía.
Me dijeron entonces que tenía cuatro días para
aceptarla o no. Dije entonces que si yo no volvía a
llamar mi decisión era la de aceptar la dispensa, que
ya no quería volver a manifestarlo explícitamente.
Pasaron los cuatro días y no llamé. Y no me
han vuelto a llamar ellos para nada después de seis
meses, a pesar de que estuve 30 años en el Opus Dei.
Es mi opinión, y sé que daré cuentas
a Dios por ella, pero no tengo miedo. Dios está a mi
lado, y también a tu lado. No tengas miedo.
Arriba
Volver a Tus escritos
Ir a la página
principal
|