OS
LO MERECÉIS
(A los miembros de la obra que siguen dentro de buen
corazón)
C.U., 10 de septiembre de 2003
Os lo merecéis, merecéis cuanto apoyo os podamos
brindar entre todos, os merecéis la felicitación
por vuestros esfuerzo, por vuestras luchas, por vuestros sufrimientos,
por los malos momentos, las soledades, las tristezas, y cuántas
lágrimas, tantas de ellas amargas, habéis derramado
en la incomprensión de quienes os rodeaban.
Si, qué verdad ésta: difícil es el camino
de la Obra para los sensibles. Cuánto sufrimiento,
porque en la Obra uno es el camino del corazón, abandonado,
y otro el de la vida. Porque las más de las veces es
el grito del corazón el que nos despierta de la inercia,
el que nos hace retomar como algo presente y nuevo el tema
de la vocación, de la vocación propia que hemos
estado viviendo.
Ya no nos llena lo que nos llenaba antes, ni la rutina de
vida monótona ni la complejidad de la existencia pueden
acallar el que algo se ha roto dentro de cada uno. Pierde
el sentido ese plan de vida, que poco a poco chilla más
a nuestro corazón y le recuerda que está solo.
Entonces de modo especial palabras como "familia"
no sólo las vemos vacías sino hirientes. ¿Es
"familia" el no tener a nadie con quien desahogarnos,
el no tener a nadie con quien compartir nuestra realidad más
íntima? Y si tienes la dicha de convivir con alguien
de la Obra compresivo y que incluso tiene corazón,
tarde o temprano no podrás seguir comentando con él
tus ansiedades o preocupaciones porque al tocar la real existencia
de un algo "inmaterial" pero real (el "estilo"
que diría Retegui) te dirá que el error son
las personas, no la Obra. Y es cierto, pero no es exclusivamente
cierto, porque notas, sabes, que hay un algo que con vida
propia, que envuelve cuanto haces, cuanto debes decir, cuanto
debes sentir, a lo que te debes amoldar y que no funciona,
que no te hace feliz, y que ese algo -entonces no eres muy
consciente-, es la institucionalización de un espíritu,
que sofoca el mínimo resquicio de tu liberta y tus
alegrías-.
Porque entonces te preguntas que si es "familia"
por qué al enfermo se le hecha antes de que haga la
fidelidad, y por qué si la ha hecho se tienen "caridades
de monja" que no cariño real. Porque si has estado
enfermo sabrás como te trataron, como "enviaban"
a gente para que te acompañaran, pero el amor no se
disimula y tú sabías cuando simplemente "estaban"
o cuando te "querían".
Porque cuando has querido especialmente a alguien te dicen:
"renuncia" a su cariño, no trates especialmente
a nadie. Y tú corazón sabe que lo lógico
sería que te dijeran "ojalá quisiéramos
a todos como quieres a ese/a. Sigue queriéndole y pide
a Dios querer a todos igual." Pero no, te dicen "renuncia
a esa querencia especial". Lo que significa, "fúndete
en la nada anodina de la vida agitada, quizá histérica
de miles de encargos apostólicos, y no sientas, no
pienses. Siente sólo y piensa sólo: Opus Dei."
Pero tu sabes esa vida superficial, vacía, y la sabes
vacía porque aún con toda la buena voluntad
de tu entrega, tu corazón se tensa tanto que temes
que estalle en mil pedazos.
Y entonces tu corazón roto intenta huir en la entrega
a Dios renegada más que abnegada, pero no, que el corazón
no miente y sigue chillando, pidiendo un lugar real donde
descansar. Pero ese lugar no lo ves en tu centro. Porque tu
centro es parte de un todo que vive curiosamente hacia lo
exterior, la acción, pero tristemente encerrado en
sí mismo, en sus glorias y loas, en sus bondades. Pero
esas glorias no son tuyas, sus bondades no te alcanzan, sus
loas te acaban hiriendo. Si "somos humildes colectivos"
pero sólo y todo es la Obra. "Somos del mundo"
pero palpas el miedo al mundo, a la libertad que puede equivocarse,
a la decisión distinta a lo que otros hicieron antes.
Porque sólo hay Institución, y tanto ocupa que
tú no cabes. No es que no seas nada para ella, estás
en las listas, las fichas, los encargos, o en un centro como
problema, pero no estás donde más falta te hace,
en unos corazones que te comprendan y valoren por ti mismo,
por ti misma. Te sabes con el corazón que tu entregaste,
no correspondido.
Y te refugias como puedes, huyendo al trabajo, huyendo con
los planes apostólicos, pidiendo cambiar de Director
de ese inhumano a otro, simplemente, menos malo... Pero sigues
sólo y lo sabes. Y cada vez más roto.
Porques estos son, a mi modo de ver, los errores de la Obra,
pero de la Obra como estilo, como institucionalización
de los modos de ser, de actuar y de "sentir" (si
a eso se puede llamar sentir: cuando si quieres tener "buen
espíritu" -pobre palabra, como la adulteran y
manosean- no puedes demostrar el afecto, no puedes solicitar
ayuda de quien realmente te ayuda, no puedes llorar en voz
alta o pensar distinto sin que tiemblen las estructuras):
Primero, la ausencia de reconocimiento de la conciencia personal
como algo bueno y valioso.
Segundo, la ausencia de amor a la libertad personal -y por
ende, la ausencia de amor al mundo, como un sitio que merece
la pena-.
Y de fondo, como cantinela que todo lo cubre e impregna,
un ritornello: no se enseña a amar. ¿Cuántos
círculos, meditaciones, charlas, comentarios hemos
recibido, hemos dado sobre el amor? Porque el amor resolvería
muchos conflictos de criterio que hay en la Obra, muchas situaciones
inhumanas e injustas, muchas crisis y ansiedades.
Sí, nos sabemos usados, "sonrientemente"
usados, pero no queridos. Nuestro interior vacío, roto
descubre entonces más, mucha más compresión
en la madre quizá difícil que nos hizo la vida
"opusdeísticamente" imposible, que en el
teórico Director que conociera nuestra trayectoria
durante años y que nos ha dicho "eres de casa,
de mi familia, de aquellos por los me he entregado".
Y cuando te vayas de tu "casa", por esa puerta secreta,
oscura e imposible, sin que nadie lo sepa, curiosamente encontrarás
las luces del vestíbulo de la casa de tus padres iluminada
y plena, de par en par abiertas todas las puertas, para ti,
para ti simplemente.
¿Dónde queda esa "familia", dónde
esos hermanos, que harían de tu vida en la Obra "el
mejor lugar para vivir y el mejor lugar para morir"?
Y si has tenido la dicha de conocer gente buena en la obra
sientes pena por ti y por ellos. Porque en la obra hay gente
buena, honrada, un poco al margen de las estructuras, que
hacen lo que pueden (sin que les toques mucho la institución,
que es intocable). Pero hay que tener la dicha de encontrárselos,
y si los encuentras son un tesoro, porque te irás con
un recuerdo no tan malo. He incluso te ayudarán (a
mi me ha ocurrido) he intentarán borrar las huellas
tremendas, brutales de algunos otros.
Pero por mi experiencia en esto los hombres hemos tenido
más suerte que las mujeres, porque son más las
numerarias rígidas, absorbentes, obsesivas con la institución,
con la norma y el criterio en la mano y en el palo. Pero si
has conocido gente buena, sinceramente buena te harán
más llevadero el curar las heridas de esa "milicia"
que se ha olvidado de la "familia".
Y sí, recordarás que en la Obra se amaba a
Dios eucaristía, y eso me da confianza, creo en Dios
y sé que esto no quedará así. Ansío
el momento en que una mente preclara alcance el cargo de Prelado
(aunque deban aguantar todavía quizá al Joaquincín
después del Echevarría y quien sabe si alguno
más de la vieja guardia) pero llegará, y si
no se lo hará ver la Iglesia con estas cartas nuestras,
que la conciencia es intocable, inmanipulable, que la vida
es rica y libre si se respeta el espíritu, pero ¡oh
amigo! que preclaro y valiente habrá de ser quien diga:
"todo esto, lo hecho, lo vivido, lo criterificado, es
basura y es nada".
P.D. En loor de la gente buena diré que yo, pobre
de familia, tuve que trabajar, endeudarme, en mi numerariez
para pagarme los centros, los viajes, convivencias... Y una
vez yo fuera de la obra y endeudado en 24.000 euros, un numerario
de la Comisión (lástima que ya no ocupe ningún
cargo) movió cuantos contactos tuvo para que el banco
me condonara la deuda. Y vaya si lo logró. El mismo
numerario que vio mi tristeza en el Centro de Estudios y me
ayudó a seguir en todo, incluso en mi decisión
de dejar la Obra. En todo tuvo compresión y confianza.
En todo me ayudó y me quitó obstáculos.
Pero lástima que este hombre sea una excepción
en la Obra, lástima que tantos hayáis sufrido
inmiserablemente por haberos encontrado con tantos pistoleros
de la libertad y sacrílegos del santuario de la conciencia.
Dios les perdone, y les quite de en medio cuanto antes.
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