EL
OPUS EN MI VIDA
WOLF PRIX, 16 de agosto de 2004
Tuve el privilegio de hacer mi secundario en un destacado
colegio de la capital, con 12 años, supe destacarme
por mis buenas calificaciones. Paralelamente, por haber perdido
a mi padre de pequeño y ser parte de una familia con
profunda fé, acompañaba mis estudios con actividades
relacionadas con la iglesia. Con total inocencia, disfrutaba
pasar un cuarto de hora, después de almorzar, rezando
en la capilla a al que asistía semanalmente a misa.
Un día, poco después de cumplir los 13 años,
un joven de 17 que cursaba su ultimo año, me invito
a pasar una tarde en "la casa de unos curas" donde
además podriamos jugar al fútbol. Le pedí
permiso a mi madre, y ella me dejó, sin saberlo, en
el Centro del Opus Dei que hay en mi ciudad.
Al principio nada me llamo la atención, alternar estudio
y oración, tener presencia de Dios, eran cosas habituales
para mí, fruto de haber crecido en un colegio católico,
y en el seno de una familia de honestos empleados públicos.
Lo que me llamo la atención fue encontrarme con más
chicos como yo, y con adultos destacados en su labor profesional,
que seguían preocupados, en el paso de los años,
en ser nobles cristianos. Aquellos niños se convirtieron
en mis amigos y los hombres en mis referentes. Asi empece
a asistir a los medios de formación, meditaciones,
campamentos, novenas. Desde el primer día, un universitario,
estudiante de ingenieria y administrador del Centro, me habia
dicho que me iba a ayudar con las inquietudes que yo pudiera
tener, se había convertido en mi Director Espiritual
sin que yo entendiera la importancia que eso tenía
para mi vida espiritual. Al año siguiente cuando, cumpli
catorce, me empezo a hablar de Vocación, de Entrega
e Infancia Espiritual, de cómo yo debía ser
sumiso con Dios cual niño frente a sus padres, que
tenia que dejar todo por sacar provecho de lo que Dios me
había dado y que si Dios me lo había dado no
era fortuito, que yo tenía que ser numerario como él.
Poco a poco fuí dandome cuenta que aquel jóven
de mi secundario que me habia invitado, no había invitado
a nadie más a "la casa de los curas", que
me había elegido porque yo cumplia con un cierto perfil,
de manera que yo pudiera entender sin cuestionar lo que en
la Obra me enseñaran, que mi familia era respetable,
y yo era obediente y un buen estudiante. A esa edad, creo
que por una lógica cuestión cultural, mis aspiraciones
para el futuro no iban más alla de estudiar una carrera
en la universidad, recibirme, ejercer la profesion y formar
una familia con una linda y amable muchacha. No pudieron convencerme
de que pida mi admisión como Numerario, pero tampoco
me permitieron pedirla como SuperNumerario.
En un retiro espiritual, en una casa de las afueras de la
ciudad, me hablaron de ser cristiano en el medio del mundo,
algo asi como ser un sacerdote encubierto en el medio civil,
que en alianza estratégica con otros como yo, llevaríamos
la Buena Nueva del Evangelio a todos los planos de la sociedad.
Hoy sé que todos los que estabamos en ese retiro eramos
los que mas condiciones de formar parte de la Obra teníamos,
lo que puertas adentro se llama "pitables". Así
yo formaba parte de un extraño y selecto grupo de adolescentes
privilegiados.
En aquel tiempo la Obra estaba comenzando su labor en un
pais de Europa ex-comunista y a mi Director Espiritual lo
enviaron a comenzar la labor allí, mi vocación
quedo Stand By. Por aquel aventurero viaje del ingeniero,
continué mis charlas con el Director del Centro. Un
licenciado vinculado con los medios de comunicación
que, en lugar de tener un trabajo tradicional, trabajaba para
la Obra en la Casa Central. Con él comprendí
plenamente cómo funcionaba la obra. Yo ya tenía
16, 17 años y entendía de sociedades civiles
de los miembros para no comprometer a la Obra, de los emprendimientos
académicos que el Opus Dei tenía en Argentina
bajo el ala de las donaciones que cooperadores y "amigos"
realizaban. También Gracia, Santidad, y una vida espiritual
rica para mí, pero mediocre para mi Director, se habían
convertido en parte de mi vida.
Por aquel dilema entre formar una familia o entregarme por
completo, arribe con mi nuevo Director Espiritual a comprender
que la vocación que Dios me había dado a la
Obra era en un punto intermedio, para mi el más completo,
el de Agregado. Y con mucha oración, pedido de interseción
a la Virgen y apoyo de mi familia, con 18 años pedí
mi Admisión al Opus Dei escribiendole una carta al
Padre Javier, al que había conocido el año anterior.
Asi aparecio el Curso Anual, las Preces, el "Pax!",
las misas en Latín y una docena de hombres que buscaban
la Santidad en medio del mundo y me trataban más que
como a un hermano, como a un hijo. Y supervisandonos, guiándonos,
los numerarios, ahora con aires de seriedad.
Empece la Universidad, estudiando en la facultad de mayor
prestigio para mi carrera, y la demanda que esto me implicaba,
me impedía tener un trabajo, aunque fuera uno sencillo
de medio tiempo. Por esta razón mi familia me daba
una suma interesante de dinero mensualmente para mis gastos.
En el Centro, me pedían un resumen detallado de mis
gastos, para que yo no hiciera gastos innecesarios y viviera
con austeridad, lo que acompañaba mis intenciones de
ser un buen cristiano. Yo siempre estaba de acuerdo, aunque
sabía que aquel resumen detallado era parte de mi intimidad
y no era necesario mostrarselo a terceros para que yo supiera
en que usaba bien y mal mi dinero, por poco que fuera. Sin
darme cuenta, yo no estaba mostrandole al numerario administrador
que llevaba una vida austera, sino cuánto podía
yo poner en la caja del Centro y que sumas yo manejaba.
Aqui quiero hacer un parentesis y comentar algo que me acopaño
a lo largo de todos esos años. Por alguna razón,
la mayoría de los chicos que como yo asistían
a los medios de formación, no eran de mi clase social,
sino que eran de familias con buena posicion, hijos de padres
cuyos nombres salían en los diarios y yo, por ser respetuoso
y amigable, no tenía problemas en relacionarme. De
todos modos veía que su modo de vida no era el mío
y que como yo era de clase media pero "no se notaba"
igual podía integrarme.
A los pocos meses de pedir la admisión me pidieron
que todo el dinero que me daba mi familia lo depositara en
el Centro, y de ahi fuera retirando lo que necesite, que lo
que sobrara iba a ser usado en aportar a mantener funcionando
a otros Centros de la Obra que por su intenso apostolado resultaban
deficitarios y había que ayudarlos a seguir su labor.
Yo no estuve de acuerdo porque mi dinero era de mis padres
y ellos no son del Opus Dei. Estaba convencido de dos cosas:
por un lado que si no usaba algo que mis pades me ofrecían,
ellos debian disponer de eso, y por otro lado, que cuando
yo tuviera mi trabajo iba a dejarlo todo en la Obra. Pero
la insistencia no terminó, mi madre tomó conocimento
de esta situación y se sintió defraudada por
la Obra, sugiriendome que me aleje.
A este asunto, se sumaron otros dos, que fueron desencadenantes.
Aquel querido ingeniero que habia viajado a Europa, hacía
tres años que estaba allá, nunca había
vuelto a visitar a su familia y había caído
en una depresión. La Obra, de todas formas, no lo autorizaba
a viajar porque consideraba que era muy necesario en ese lejano
país. Al punto que él puso la condición
de que lo dejaran viajar unos días a ver a su familia
o abandonaba la obra. Finalmente viajo a Argentina, pero desepcionado
por el trato que había recibido, no regreso a Europa
y dejo la Obra. Este episodio me abrió los ojos sobre
las concecuencias que podía traer la Entrega a la Vocación.
Y lamente mucho todo lo que ese muchacho tuvo que pasar, incluso
después cuando empezo a ser ignorado por los que habían
sido sus "hermanos".
También en aquel tiempo, cuando yo estaba por cumplir
19 años empece a tener trato con una compañeras
de la Facultad, algunas se convirtieron en mis amigas y me
refrescaban aquellos deseos míos de formar una familia
que yo había descartado con tanta convicción.
Al año de pedir la admisión, abandoné
la obra.
Y sentí la culpa de "alejarme de Dios",
de negar mi Santidad por un par de años. Fue muy difícil
para mi comprender las caras de enojo y fastidio de mis Directores
Espiritual y Sacerdotal. Me resultaba muy complicado comprender
que podía ser Santo fuera del Opus Dei.
Mi devoción al Santo Padre, la herede de mi madre,
es un ejemplo de sacrificio y buena voluntad para nosotros.
Y siguiendo sus mensajes del Jubileo volvi a acercarme a la
iglesia más cercana a mi casa. Retome la oración,
mis lecturas. Me sentía mucho mejor, aunque me sentia
un exiliado. Al poco tiempo empece a tener novia, una chica
linda y buena como yo alguna vez había querido, cuya
familia era de un apellido con poder. Al poco tiempo, por
un contacto casual con el que había sido mi Director
Espiritual, y ahora vivia en un Centro de Numerarios Mayores,
pude contarle todos estos cambios en mi vida después
de alejarme "de casa". Y recibí en breve,
con agrado, una invitación a participar nuevamente
de los medios de formación.
Hoy mi imagen sobre la Obra no es ingenua, me siento un excelente
critico sobre cuanta opinion sobre el Opus Dei me llega a
mis manos. Y me pasa algo muy particular, creo en la instituciones,
pero no creo en los hombres. Me parece que el Opus Dei tiene
fines valiosos, pero no creo que los hombres que sirven para
ese fin sean todos desinteresados. El egoísmo y la
frivolidad nos lleva a todos a una sociedad donde los honestos
no sé si somos la mayoría, pero sí somos
los que menos influencia tienemos en el futuro de la comunidad.
Hoy, con 23 años, me gustaría construir mi
vida bajo los valores que mis padres y la iglesia me enseñaron.
Estoy orgulloso de mi familia, de mi carrera universitaria
y de quién soy, pero siento que quiero ser un SuperNumerario
sin Opus Dei. Tengo buena relación con todos los que
fueron mis "hermanos", y conservo a San Josemaría
como referent, nadie me dejo de lado, y a veces pienso si
todo esto no paso porque tengo que volver a pedir la admisión.
Gracias por leerme.
Con respecto al sitio: Me parece muy completo, necesario y
útil, de hecho estoy acá esperando una respuesta
de Uds. Pero creo que no tendrian que descalificar tanto,
hay gente para la que la Obra es todo y le pone mucho de ellos
mismos, y les debe doler leer esas cosas. Por los demas malnacidos
que han hecho cosas como las que contamos todos solo deseo
recibian un castigo y no se pudieran esconder más en
la burocrácia y las mentiras. Los que tienen la conciencia
tranquila, son los que van a vivir en paz.
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