LOS
ABSURDOS DE LA OBRA
TOPEX, 23 de julio de 2004
Leyendo el aporte de Sergio
(22/7/04), me pareció una buena oportunidad contar
y enviarles un material sobre el tema del cine y los miembros
célibes del Opus Dei.
En 1991, yo le escribí a quien era el Padre entonces,
Don Álvaro del Portillo, justamente por inquietudes
que tenía respecto de ese criterio de los espectáculos
públicos. Les envío para su publicación
la carta (que mandé en sobre cerrado, esto es, de lectura
sólo para el Padre) y la carta que me respondió
Fernando Valenciano (según me dijeron los directores,
ya que firma pero no pone nombre) en lugar de Don Alvaro.
O sea que cuando critiquen a esta web de anonimato, que esos
acusadores sepan que la Obra ha dado el ejemplo primero: para
mi la carta que me enviaron es un anónimo, por la forma
de contestar sin ir a lo concreto y por quien contesta: el
misterioso hombre invisible. No queda nada claro quién
me envía el «fuerte abrazo» y es parte
de los absurdos de la Obra. En la Obra no sólo hay
anonimato hacia afuera: lo más increíble es
que hay anonimato de puertas adentro también. Al menos
aquí hay en la web hay nicknames y argumentos bien
personalizados, no hay divague.
Como verán, es una experiencia universal que la Obra
nunca responde de frente las preguntas que se le hacen -cuando
son de fondo-, ni aún cuando se pregunta «desde
adentro», como miembro de esa institución. Lo
que esperan es que uno se quede «tranquilo», que
no moleste, en una palabra.
Por último, aclaro que esa carta la escribí
hace muchos años y entonces gozaba de una gran ingenuidad
y benignidad hacia la Obra. Hoy, ya afuera, la escribiría
de otro modo. De todas formas, creo que refleja mejor aún
el contraste entre quien pregunta de buena voluntad y quien
responde en la forma que lo hace.
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Abril de 1991
Querido Padre:
Hace un tiempo que estoy reflexionando sobre algunos aspectos
de la vida en la Obra, y sobre los cuales me gustaría
conoce sus razones y su origen. Ya he recurrido a las instancias
inmediatas, pero como no me terminan de convencer, pensé
en escribirle directamente a Usted.
Estoy recorriendo el año de mi décimo aniversario
en Casa, y me ha parecido una buena oportunidad para poner
solución -al menos eso espero- a estas dudas que
no son recientes precisamente. Uno de esos aspectos, a los
que me refería más arriba, es el de la no
asistencia a espectáculos públicos, de los
Numerarios y Agregados. Justamente hoy a la mañana
leía en "Meditaciones" la insistencia de
nuestro Padre a que intervengamos en la vida pública
como un ciudadano más. Eso hasta me dio algunas ideas
más. Primero le voy a contar cuál es mi experiencia,
y después iré más a "la teoría".
Soy estudiante de Artes. No pocas veces me preguntan si
he visto tal o cual film, no ya por moda, sino por ser de
interés cultural y/o profesional. Ante esos interrogantes,
la respuesta puede ser de dos modos: que no voy por mi situación
de miembro de la Obra, o por razones personales, de gusto,
de horario, etc., lo que a uno se le ocurra. Ante tales
respuestas yo siento cierta vergüenza: me daría
vergüenza ajena argumentar con mi pertenencia a la
Obra, porque creo que con esa declaración la dejo
en ridículo; entonces, prefiero ser yo en todo caso
quien se sienta interiormente ridículo.
Esta es mi experiencia. Ahora, le haré un planteamiento
de más altura. Antes de esto, debo decirle que cuando
consulté sobre el tema, un Director -que tiene un
cargo de bastante responsabilidad- me dijo que "éso,
es de espíritu, y es por tanto inmodificable".
Hasta ese momento no me quedaban más dudas, y pensé
que consultarle a Usted ya no tenía sentido. Pero,
otra persona, que tiene experiencia también, me dijo
que claramente "éso no es de espíritu,
sino una pequeña mortificación que nos pidió
nuestro Padre desde el principio". Ahí se me
fue toda la seguridad. Entonces pensé, sí,
en acudir a Usted. Le confieso que la segunda respuesta
me alegró mucho, porque no me entraba en la cabeza
que sea de espíritu algo que, a mi parecer, es opinable.
Como un criterio temporal, podría ser, pero de espíritu
y que sea inmodificable por el resto de la vida de la Obra
-que eso es el espíritu- me parecía un poco
fuerte.
Vuelvo a mi planteo "de altura". Entiendo que
ese criterio ayuda mucho a las vocaciones recientes a darse
cuenta de que su vida es de entrega, y que ya no pueden
vivir de la diversión, que tienen que ser personas
hechas. Pienso en lo que decía nuestro Padre en la
carta de febrero del '74 respecto a que no debíamos
dejar que se empañara nuestra vida de entrega total
con teorías o pequeños caprichos y con hábitos
que conducirían al aburguesamiento. Teniendo en cuenta
esto, pienso que los espectáculos públicos
son parte de nuestra vida ciudadana, por la cual -entre
otras cosas- somos iguales a los demás y no nos diferenciamos
en nada; si no, nos diferenciaríamos en algo. Cuando
me dicen que ciertos ámbitos -dignos, desde ya- nos
están "vedados" (en el mejor sentido de
la palabra), me siento distinto al resto, y creo que eso
va en contra de nuestra secularidad. Y esto lo pienso viendo
la proyección de la Obra en el futuro, no esperando
un permiso personal, o excepción, o simplemente la
concesión de un capricho mío. Siempre supuse
que habría alguna razón de peso en esa decisión,
pero hasta ahora no la he encontrado.
Además, no solo creo que tales espectáculos
no hacen mal, sino que pueden hacer muy bien, hasta formar
parte de todo un programa de formación cultural,
como en mi caso serían por ejemplo los conciertos,
que no me atraen para nada. Así como se proponen
la lectura de ciertos clásicos universales, el teatro,
los conciertos y el cine deben ser centros de formación
humana, de promoción de las personas en su desarrollo
espiritual. Y creo que a veces, por lo menos en mi medio,
vivimos un poco aislados de todo ese mundo, somos distintos
a los demás. Es cierto que este planteo es demasiado
positivo para lo que el mundo de hoy nos puede ofrecer,
y que más vale no ir que asistir. Pero eso también
es negativo, porque es un quietismo paralizante, o peor,
que genera una vida paralela a la de la sociedad en general.
Por lo que he aprendido, tenemos que meternos en la sociedad,
no generar una vida paralela. En la mayoría de los
ámbitos eso no se da, pero no se tendría que
dar en ninguno.
Otro tema: los criterios generales. O mejor dicho, la generalidad
de los criterios, su aplicación universal. Pienso
en el del wisky, o en el de ver un film por mes, o en el
de no ver los días de retiro mensual, etc. En el
primero de los casos, le digo sinceramente que una sola
vez probé el wisky y no me gustó. Por tanto
mi preocupación no es tomar. Me preocupa que un problema
que no es general -la adicción o uso desproporcionado
de la bebida- sea tratado como tal; así por ejemplo,
pienso también en tantas cosas que se deben
consultar, no como forma de alentar la búsqueda de
consejo sino como un intento de controlar, de tener un orden
dentro del caos que pueda reinar en tantas otras partes.
Es muy cierto, pero creo que el control también es
perjudicial, porque evita a las personas darse de frente
con la propia responsabilidad, saber conducirse: teniendo
25 años, ¿debo necesariamente ver la
TV acompañado? Verdaderamente me rebela un poco.
Así con tantas cosas que "hay que consultar".
Y después todo depende de quién sea el Director,
ya que hay algunos más rígidos y otros menos.
La obediencia se ve así invertida: siendo los Directores
un medio para enfrentar al individuo con la voluntad de
Dios y hacerle consciente de su libertad y responsabilidad,
enseñando en definitiva que la obediencia es ante
todo un problema del hombre con Dios, puede suceder que
el papel de los Directores se transforme en un fin en sí
mismo, y que la obediencia consista en cumplir lo que manda
el Director. La obediencia sería un medio para hacer
lo que él dice. Tremendo, de sólo pensarlo.
Lo llevo al extremo para destacar la idea, pero de forma
más leve se da, siempre que hay tensión entre
las exigencias personales y los criterios generales, y eso
distrae del fin para el cual, en principio, serían
esos principios. En lugar de ser conductores son aisladores.
Para decirlo en pocas palabras, la obediencia se estropearía
por "burocracia", y los Directores no serían
más esos magníficos servidores.
Intento ponerme en su lugar, y veo que no es nada fácil
gobernar. Los problemas de dirección son sin duda
no pocas veces difíciles de resolver con exactitud.
Además, teniendo Usted el panorama de los países
avanzados, es lógico que se adelante, para que
no nos llegue, junto con el progreso, la suma de regresos.
Creo al respecto -y pensando en el carácter personal
de la formación que se da en la Obra- que ayuda mucho
el enfoque del caso concreto, aunque también ayuda
mucho la visualización de la tendencia general. Con
esto quiero decir que, a mi humilde entender, los criterios
generales orientan, pero no sirven de remedio para cada
caso concreto. Es más, creo que en algunos casos,
el criterio general limita esfuerzos y en otros alienta
una cierta "conciencia de irresponsabilidad personal"
debida a la seguridad que da la protección externa.
Nuestro Padre decía que no éramos "plantas
de invernadero", pero, con todo respeto, así
me siento a veces. Justamente porque la sociedad contemporánea
pone a prueba la resistencia de cualquiera, he comprobado
que la única forma de salir adelante es haciendo
más presión de adentro hacia afuera, y no
intentando simplemente defenderse de la presión externa,
porque esto termina desgastando totalmente, no hay revitalización
de las fuerzas a falta de un sentido plenamente positivo
y no ya sólo conyuntural, de situación de
defensa, que, por otra parte, sería permanente con
este planteo.
Frente a tanta ignorancia y falta de formación,
me siento muy tentado a dirigir la vida de los demás,
pero luego caigo en la cuenta de que el mejor bien que les
puedo hacer no es tanto dirigirlos como orientarlos y darles
impulso, porque la raíz del cambio esté en
un lugar que no nos es accesible, la conciencia y su libertad.
Por lo tanto, si no llegáramos a que los demás
se dieran cuenta de esa capacidad -al mismo tiempo que se
los orientara-, estaríamos construyendo sobre
el aire, sería toda una gran representación
de lo que queremos lograr de ellos, pero sin llegar a ser
una construcción real, sólo ilusoria. Y la
formación en Casa -lo he palpado- no tiende -en el
sentido más exacto a su espíritu- a una formación
puramente funcional, o de un conocimiento teórico
aislado, sino que verdaderamente se dirige a lo más
profundo del corazón humano, a lo que hay de más
interior en él. Por tanto, no creo estar en el desacierto
cuando pienso en el espíritu de la Obra como el portador
de toda una formación precisa para enfrentar
-valga la explicitud: de frente- las vicisitudes que
presenta la vida ordinaria en medio del mundo. Lo contrario
es más parecido a la mentalidad de encierro como
ámbito propio para desarrollarse como cristiano,
mentalidad que dificultó tanto la idea de la santidad
en medio del mundo. No creo que esto que le digo sea de
implementación fácil. De ninguna manera, pero
sí creo que debería ser una tendencia encarada
con seriedad. En fin, Usted ya me dirá.
El origen de toda esta carta está en el primer tema,
del cual sí tengo cierta urgencia por resolverlo,
ya que se me plantea cada día, y no creo que sirva
una solución futura, para dentro de diez años
o más. Además, tengo interés por enlazar
mi rama de estudio -la pintura- con el cine, y esto se ve
dificultado por aquél criterio al cual me refería
al comienzo de la carta. Por ejemplo, yo no consulto qué
cuadro puedo ver, ya que lo tengo asumido como un problema
puramente profesional. Hacer "la previa" a un
film es tanto como hacérsela a los cuadros, desde
mi perspectiva profesional.
Para terminar, algo anecdótico, pero que tal vez
pueda servir. El criterio de no ver películas los
días de retiro mensual, según me explicaron,
tiene como sentido que el retiro se extienda a lo largo
del día, y no sean sólo unas pocas horas.
Pero esto se ve contradicho por las otras opciones que existen:
el escuchar música, hacer deporte, leer una novela,
etc.
Padre, estoy totalmente abierto a lo que me diga.
Firma: Topex
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Respuesta:
Transcripción:
Roma, 8 de junio de 1991
Querido Topex:
Contesto, de parte del Padre, a la carta que le enviaste
el 23 de abril.
Desea el Padre que hables sinceramente con los Directores
de todo lo que te preocupa y te quedes tranquilo. A la vez,
te aconseja que evites complicarte con problemas que quizá
te agrande la imaginación: esas pretendidas contradicciones
desaparecen cuando nos dedicamos con alma y corazón
al trabajo y al apostolado, que no nos dejan un minuto libre:
son pequeñas manifestaciones de nuestra entrega,
de nuestra vida sobria y ejemplar, que tantas otras personas,
por motivos humanos -dedicación a la familia, estrecheces
económicas, trabajo, etc.- las viven con normalidad
y sin pensar que están haciendo nada extraordinario.
También te podrán aconsejar sobre la posible
orientación profesional que escribes al final de
tu carta y que es de gran interés apostólico.
El Padre se apoya en ti, en tu oración, en tu
trabajo santificado y en la labor apostólica que
realizas. Continúa encomendado sus intenciones.
Con su bendición más cariñosa,
recibe un fuerte abrazo de Fernando Valenciano
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Un saludo y felicitaciones por la web.
Topex
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