LECTURAS
PARA LOS MÁS PEQUEÑINES DE LA CASA
Vida de algunos santos
DIOGNETO, 5 de septiembre de 2004
Hoy: ¡San Francisco de Sales! El santo de la
amabilidad y su llamada universal a la santidad.
Queridos amiguitos:
Hoy vamos a conocer la vida de un santo de carne y hueso,
de los de verdad, no prefabricado. Aunque el marqués
de Sándwich fue famoso por el invento que lleva su
nombre, Francisco de Sales no inventó ningún
clorato ni sal ferruginosa en particular. Se llamaba de Sales
porque había nacido en el castillo de Sales, en Thorens,
en el viejo ducado de Saboya, hijo de Francisco de Sales de
Boisy, y de Francisca de Sionnaz, que, dicho sea de paso,
eran marqueses, aunque esto a nosotros nos importa un bledo
como tampoco nos interesa saber si el bueno de Francisco era
hábil con la pala para el pescado. Y si no nos interesa
es porque hay muchas cosas pequeñas que no interesan
nada, absolutamente nada.
Nuestro amigo Francisco, aunque nació prematuro, vivió
una infancia normal, no se le conocen alucinaciones ni ensoñaciones
ni otro tipo de barruntos, quizás porque era un niño
que jugaba mucho; sí, amigos, Francisco jugaba todo
lo que podía y procuraba pasárselo bien que
eso es lo mejor y lo más importante que deben hacer
los niños: jugar mucho. Es por eso que dos de sus mejores
enseñanzas las aprendió él mientras jugaba
con sus amiguitos:
El valor de la amistad y el optimismo.
Valoraba la amistad, la amistad entre las personas, entre
los amigos, no esa amistad de los que buscan algo con interés,
con sonrisitas y pasándote el brazo por los hombros
con el ánimo de usarte para sus intereses y objetivos
personales. El ayudar a nuestros papás, hermanos y
compañeros, el ser amables como lo era Francisco; su
amabilidad llegó a ser tan admirable que San Vicente
de Paúl exclamaba: "Oh Dios mío, si
Francisco de Sales es tan amable, ¿Cómo serás
tú?".
El santo basa su práctica de la amistad en el ejemplo
de nos da Jesús con su dulce amistad a San Juan, a
Lázaro, a Marta y a Magdalena, pues la Escritura da
testimonio de ello. Y añade, como si esto no bastase:
"Sabemos que San Pedro amó tiernamente a San
Marcos y a Santa Petronila; como San Pablo, a Timoteo y a
Santa Tecla. San Gregorio Nacianceno se gloria cien veces
de la amistad incomparable que profesó al gran San
Basilio, y la describe de esta manera: "Parecía
que en nosotros no había más que una sola alma
en dos cuerpos". Y, aunque no hemos de creer a los que
afirman que todas las cosas están en todas las cosas,
hemos de creer, empero, que nosotros éramos dos en
cada uno de nosotros, el uno en el otro; los dos teníamos
una sola aspiración: cultivar la virtud y ajustar los
designios de nuestra vida a las esperanzas venideras, saliendo
así de esta tierra mortal antes de morir en ella. San
Agustín atestigua que San Ambrosio amaba a Santa Mónica
únicamente por las virtudes que veía en ella,
y que ella, recíprocamente, le amaba como a un ángel
de Dios.
Pero me equivoco al entretenerte en una cosa tan clara.
San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio, San
Bernardo y todos los más grandes siervos de Dios, han
tenido amistades muy particulares, sin menoscabo de su perfección.
San Pablo, al censurar los vicios de los gentiles, les
acusa de que son personas sin afecto; es decir, que no tienen
ninguna amistad. Y Santo Tomás, como todos los
buenos filósofos, afirma que la amistad es una virtud."
¿Os imagináis, amigos, a nuestro amigo Jesús,
caminando como un juguete de cuerda sin prestar atención
a sus amigos?, ¿corriendo como un tonto de un lado
para otro cumpliendo normas repetitivas sin saber para que
las hace y sin intentar una y otra vez ser nuestro amigo?
Yo, no.
Pero no nos olvidemos del optimismo y de la alegría.
Él decía: "el mismo Dios que toma cuidado
de nosotros hoy, cuidará de nosotros mañana
y siempre." Y: "Acontezca lo que sea, no
te desanimes; asegúrate firmemente en Dios, mantente
en paz, con confianza en su amor eterno por ti".
Y también: "Sólo confía en Dios
y Él continuará conduciéndote seguramente
a través de todo. Donde no puedas caminar, El te cargará
en los brazos". Por otra parte, nuestro amigo Francisco
nos dejó un mensaje de tranquilidad y una imagen de
Dios amigo: "No pierdas tu paz interior por nada,
aún si todo tu mundo parece venirse abajo. Si te das
cuenta que te alejaste de la protección de Dios, conduce
tu corazón de vuelta a Él tranquila y simplemente".
Sus ideales de moderación y caridad, de gentileza
y humildad, de alegría y entrega a la voluntad de Dios
son expresados con una sensatez que anima a los débiles
y alimenta a los fuertes y que provocó que fuese llamado
"el Santo Caballero".
Pero sigamos, amigos, con más cosas de este amable
santo. Al hacer su primera Comunión se propuso rezar
todos los días por la mañana y por la noche.
Él solía decir: "Todo por amor, nada
a la fuerza".
Se esforzó siempre en sus estudios, doctorándose
en Leyes y en derecho canónico en Padua en el 1.592
recibiendo el diploma de manos del famoso Pancirola y poco
después se hizo sacerdote y se ofreció para
ir a Chablais, una región en la que sus habitantes
se habían apartado de la Iglesia. Francisco lo pasó
muy mal, dos veces intentaron matarle y tenía que recorrer
caminos muy peligrosos en aquellos montañosos parajes,
hasta el punto de dormir en los montes atado en las ramas
de los árboles para evitar ser comido por los lobos.
Pero Francisco no quiso rendirse ni nunca se subió
a las espaldas de nadie para vadear los fríos riachuelos
de los Alpes. Supo ganarse el corazón de aquellas gentes
que quedaban admiradas por su amabilidad y cariño,
de madrugada, repartía papeles por debajo de las puertas
de las casas y fue tal su oración, su sacrificio y
su constancia y sabiduría para enseñar, que
a los pocos años logra convertir a nuestra Fe a los
72.000 habitantes de esa región.
El mismo Papa lo nombra obispo siendo famoso el examen que
el propio Pontífice le hace junto con Baronio, Bernardino,
El Cardenal Federico Borromeo y otros, en el que el Papa Clemente
VIII baja de su sitial a abrazarle y a decirle: "Bebe,
hijo mío, de tu cisterna y de tu manantial de agua
viva, y que tus aguas fluyan y se conviertan en fuentes públicas
en las cuales el mundo pueda calmar su sed." Más
tarde, Pío IX, en su Bula en que lo proclamaba Doctor
de la Iglesia, llama al Santo "El Maestro y Restaurador
de la Elocuencia Sagrada".
Y es que nuestro amigo Francisco hablaba con su corazón
y utilizaba palabras sencillas para hablar de Dios, su amabilidad
y suavidad estaban en todas sus palabras. "Para hablar
bien sólo necesitamos amar bien", decía;
y no había en sus sermones todo ese ornato y ostentación
de dudoso conocimiento de citas griegas y latinas, comunes
en aquellos tiempos; recordemos, amiguitos, que esto fue hace
400 años. La gente decía: "Este santo sacerdote
no dice nada raro, pero sus palabras llegan al corazón
y lo convierten". Francisco de Sales se dirigió
a todos nosotros, a todas las personas que estamos en el mundo
porque él comprendió que Dios nos llamaba
a todos a la santidad:
Dios nos llama a todos a la santidad.
"Donde quiera que estemos, podemos y tenemos que
aspirar a una vida perfecta." Así escribió
San Francisco de Sales en su obra "La introducción
a la vida devota". Pensaba nuestro amigo que todos estamos
creados a imagen y semejanza de Dios, que no somos polvo caído
y sucio ni depósito de la basura ni cacharro de los
desperdicios ni carroña hedionda, y que todos somos
llamados a la misma finalidad: la unión con Dios.
"¿No es una barbaridad -decía él-
querer desterrar la vida devota del cuartel de los soldados,
del taller de los artesanos, del palacio de los príncipes,
del hogar de los casados?"
Fijaros que cosas más bonitas dice y como nos invita
a ser santos en medio del mundo:
"En la creación, manda Dios a las plantas
que lleven sus frutos, cada una según su especie; de
la misma manera que a los cristianos, plantas vivas de la
Iglesia, les manda que produzcan frutos de devoción,
cada uno según su condición y estado. De diferente
manera han de practicar la devoción el noble y el artesano,
el criado y el príncipe, la viuda, la soltera y la
casada; y no solamente esto, sino que es menester acomodar
la práctica de la devoción a las fuerzas, a
los quehaceres y a las obligaciones de cada persona en particular.
Dime, Filotea, ¿sería cosa puesta en razón
que el obispo quisiera vivir en la soledad, como los cartujos?
Y si los casados nada quisieran allegar, como los capuchinos,
y el artesano estuviese todo el día en la iglesia,
como los religiosos, y el religioso tratase continuamente
con toda clase de personas por el bien del prójimo,
como lo hace el obispo, ¿no sería esta devoción
ridícula, desordenada e insufrible? Sin embargo, este
desorden es demasiado frecuente, y el mundo que no discierne
o no quiere discernir, entre la devoción y la indiscreción
de los que se imaginan ser devotos, murmura y censura la devoción,
la cual es enteramente inocente de estos desórdenes.
Las piedras preciosas, introducidas en la miel, se vuelven
más relucientes, cada una según su propio color;
así también cada uno de nosotros se hace más
agradable a Dios en su vocación, cuando la acomoda
a la devoción: el gobierno de la familia se hace más
amoroso; el amor del marido y de la mujer, más sincero;
el servicio del príncipe, más fiel; y todas
las ocupaciones, más suaves y amables.
Es cierto, Filotea, que la devoción puramente
contemplativa, monástica y propia de los religiosos,
no puede ser ejercitada en aquellas vocaciones; pero también
lo es que, además de estas tres clases de devoción,
existen muchas otras, muy a propósito para perfeccionar
a los que viven en el siglo. Abrahán, Isaac, Jacob,
David, Job, Tobias, Sara, Rebeca y Judit nos dan en ello testimonio
en el Antiguo Testamento, y, en cuanto al Nuevo, San José,
Lidia y San Crispín fueron perfectamente devotos en
sus talleres; las santas Ana, Marta, Mónica, Aquila,
Priscila, en sus casas; Cornelio, San Sebastián, San
Mauricio, entre las armas, y Constantino, Santa Helena, San
Luis, el bienaventurado Amadeo y San Eduardo, en sus reinos.
Más aún: ha llegado a acontecer que muchos han
perdido la perfección en la soledad, con todo y ser
tan apta para alcanzarla, y otros la han conservado en medio
de la multitud, que parece ser tan poco favorable. Lot, dice
San Gregorio, que fue tan casto en la ciudad, se mancilló
en la soledad. Dondequiera que nos encontremos, podemos y
debemos aspirar a la perfección".
También dijo: "Procura ver a Dios en todas
las cosas sin excepción, y disponte a hacer su voluntad
con alegría. Hazlo todo para Dios, uniéndote
con Él por palabras y obras". Y también:
"Haz todas las cosas en nombre de Dios y lo harás
todo bien. Ya comas o bebas, trabajes o descanses, ganarás
mucho a los ojos de Dios, al hacer todas esas cosas como Él
quiere que sean hechas".
"La devoción, decía, cuando es auténtica,
no estropea nada, antes bien, todo lo perfecciona: hace apacible
el cuidado por la familia, más sincero el amor del
esposo y la esposa, y más suaves y agradables cualesquiera
ocupaciones"
Por todo esto, el Papa Pablo VI afirmó en una Carta
Apostólica, en 1967: Ninguno de los Doctores
de la Iglesia, más que San Francisco de Sales preparó
las deliberaciones y decisiones del Concílio Vaticano
II con una visión tan perspicaz y progresista. Él
ofrece su contribución por el ejemplo de su vida, por
la riqueza de su verdadera y sólida doctrina, por el
hecho que él abrió y reforzó las sendas
de la perfección cristiana para todos los estados y
condiciones de vida. Proponemos que esas tres cosas sean imitadas,
acogidas y seguidas.
Nuestro santo San Francisco de Sales expiró dulcemente,
a los 56 años de edad, el 28 de Diciembre de 1622,
fiesta de los Santos Inocentes en la casita del jardinero
del convento de la Visitación y sin mármoles,
oro ni incienso a su alrededor.
Los milagros que empezaron a obtenerse por su intercesión
fueron tan numerosos, que el Santo Padre lo declaró
santo cuando apenas hacía 40 años que se había
muerto sin ser necesario que ninguno de sus devotos seguidores
mendigase por los pasillos del Vaticano tal consideración.
Además del Instituto de la Visitación, que
él fundó, el siglo XIX ha visto el surgimiento
de asociaciones del clero secular y de laicos piadosos al
igual que varias congregaciones religiosas, formadas bajo
el patronato del santo Doctor. Entre ellas podemos mencionar
los Misioneros de San Francisco de Sales, de Annecy; los Salesianos,
fundados en Turín por San Juan Bosco, especialmente
dedicados a la educación cristiana y técnica
de niños de las clases más pobres; los Oblatos
de San Francisco de Sales, establecidos en Troyes (Francia)
por el Padre Brisson, quienes tratan de hacer realidad en
la vida religiosa y sacerdotal el espíritu del santo
Doctor, tal como él lo transmitió a las monjas
de la Visitación.
Queridos amigos: aquí se acaba la historia de la vida
de San Francisco de Sales, tal como yo la he estudiado os
la he contado. Espero que os haya gustado.
Recordad que las historias que cuentan la vida de una persona
se llaman biografías y las narraciones sobre hechos
fantásticos o inventados se llaman fábulas o
cuentos
mejor cuentos, si, eso: cuentos.
Diogneto
Nota: El que aquí firma no tiene ninguna relación
con la Orden Salesiana ni la tuvo nunca.
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