EL
DÍA A DÍA DE UNA NUMERARIA AUXILIAR
AMAPOLA, 16 de agosto de 2004
En una ocasión se me pidió que relatara como
era el día a día de una numeraria auxiliar dentro
del Opus Dei, y esta fue la narración:
Viernes, 7,30 de la mañana, se oye el timbre "minuto
heroico" pies al suelo, me arrodillo, beso el piso y
digo mi primera jaculatoria: "Serviam". Es invierno
y hace frío, cojo el cepillo de dientes y el jabón,
separo la cortina de mi camarilla y me dirijo al baño,
hago cola para entrar en la ducha (hay muy pocas y somos más
de 50 numerarias auxiliares, las solo numerarias tienen su
propio baño en su habitación con puerta), me
toca el turno, el agua llega directamente de la nieve de la
montaña, rezo jaculatorias mientras dejo que el calor
de mi cuerpo se evapore entre tiritones por la reacción
de éste bajo la lluvia de la alcachofa. Me enjabono
muy rápidamente y me aclaro, luego me seco a gran velocidad,
hay que dejar paso a la siguiente chica. Espero en la fila
del lavabo, me aseo y vuelvo rezando jaculatorias a mi cuarto,
me visto, hago la cama y bajo al oratorio, asisto a misa y
comulgo, después, como es viernes y tengo que azotarme
con las disciplinas, subo rápidamente, las cojo del
armario y me voy al lavabo, entro en un wc., me desnudo y
rezo mientras me pego lo más fuerte que puedo. Me visto,
devuelvo a su sitio el instrumento torturador y bajo las escaleras
de dos en dos para llegar a tiempo al desayuno.
Me gusta untarme las tostadas con mantequilla así
que hoy me las comeré sin ella. Después de desayunar
subo a ponerme el cilicio, hoy, en lugar de dos, tengo que
llevarlo tres horas para purgar un pensamiento impuro. Lo
aprieto fuertemente a mi muslo, me aguanto las ganas de gritar:
"me duele" y salgo del cuarto evitando, concienzudamente,
cojear.
Bajo al comedor, (nos daban allí las clases) hoy la
primera es de matemáticas. Después, unas cuantas,
cada una con su cometido, pasamos a la zona de retiros y convivencias,
es la hora de limpiar y las estancias están vacías.
Con unas bayetas de lana en los pies me pongo a sacarle brillo
al suelo, el cilicio se me clava más en cada impetuoso
movimiento de vaivén: plaf, plaf, adelanto el pie derecho,
luego el izquierdo, plaf, plaf, plaf...
Regresamos a la administración, hay que ir de nuevo
al comedor, en lugar de clase toca charla, se cierran todas
las ventanas, la única luz es la del flexo de la mesa
de la numeraria que imparte la ponencia. El tema es sobre
la corrección fraterna, se nos explica que no tiene
buen espíritu de la Obra quién no la practica
al menos una vez a la semana. Recuerdo que yo ese semana no
he hecho ninguna y me empiezo a romper los cascos revisando
a ver quién de mis "hermanas" ha hecho algo
reprobable, todas me parecen santas, no encuentro candidata
pero yo quiero tener buen espíritu así que recurro
a una nimiería de una auxiliar y decido llevar a cabo
la corrección, para ello es preciso localizar a la
directora de la casa, que no siempre está disponible,
y comentarle la corrección que se va ha hacer, si se
obtiene su aprobación hay que ir, buscar a la persona
en cuestión y hacerle la corrección: "Mira
fulanita, no está bien que cuando te enjuagas la boca
hagas tanto ruido". Ella, aunque piense: "Pero si
no hago ruido", tiene que decir únicamente: gracias.
Una vez realizada la penosa tarea, hay que localizar de nuevo
a la directora y decirle sin más "Misión
cumplida".
Veo que han pasado mis tres horas de cilicio, así
que subo las escaleras hacia mi camarilla, me lo quito y lo
guardo. Corro otra vez escaleras abajo, entro en el oratorio
a rezar las Preces, luego cumplo con mi cuarto de hora de
lectura obligatoria, y, a continuación voy a la cocina
pues tenemos clase de ídem.
Más tarde comemos, dos de nosotras, por turno semanal,
se encargan de recoger y fregar los platos. A las numerarias,
(a las que tenemos que llamar señoritas y de usted)
hemos de servirles la mesa vestidas con uniforme negro, delantal
blanco y cofia. A mí, en ese centro, no me tocó
esa tarea, si bien tuve que realizarla en la otra parte de
la casa a las personas que venían a los retiros.
Uno de mis mayores sacrificios era el de saber que no podría
progresar, que sería, hasta morir, una criada y que
tendría que ver a las numerarias por encima de mí,
toda la vida. Me parecía muy injusto que Dios fuese
tan clasista ¿No habíamos dado, ellas y yo,
todo lo que teníamos? No era mi culpa el haber nacido
en una familia no pudiente ¿Por qué esas distinciones?
Después de recoger fuimos al salón de las tertulias.
Después fui al planchero a coser y planchar. Estando
allí me vino a buscar mi directora de confidencias
y durante la charla me interrogó sobre el número
de jaculatorias que había rezado esa semana, yo no
lo recordaba, no las había contado, además ¿Que
importaba? ¿No iban dirigidas a Dios?, pues Él
ya las habría recibido, ella insistió en que
yo debería llevar la cuenta. Regresé al planchero.
Más tarde, en compañía de otras auxiliares,
fui a un pabellón, también de convivencias,
que se hallaba como a un km. de nuestra casa, pero dentro
de la finca, (que por cierto estaba vallada, no podíamos
ver el exterior) allí ayudé en la cocina a preparar
la cena y después, con el uniforme adecuado, serví
las mesas, luego recogimos, fregamos los platos, regresamos
a la vivienda principal y acudimos a la última tertulia.
Además de todo lo contado había rezado el rosario
y, recogida en el Oratorio, la oración mental, y, por
supuesto, muchas, muchas, muchas jaculatorias.
Al rededor de las 12 nos fuimos a dormir, pero antes, como
era primer viernes de mes y había que velar en el Oratorio
toda la noche, comprobé en la lista la hora en la que
debería levantarme, el nombre de la chica que me despertaría
y el nombre de la que tendría que despertar yo en plena
noche. Aquella noche además me tocaba dormir en tabla,
así que deshice mi cama y subí con la ropa a
la buardilla, donde volví a hacerla sobre una mesa.
En invierno, ésto era un verdadero sacrificio ya que,
al colocar la sábana directamente sobre la madera,
no se entraba en calor en toda la noche.
A la mañana siguiente, corriendo más que nunca,
pues se tardaba algo en regresar con la ropa de la cama y
hacerla, volví a comenzar un nuevo día.
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