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"De cien almas nos interesan las cien"

C.F., 15 de agosto de 2003

Quien haya sido miembro de la obra habrá escuchado esta frase cientos de miles veces. La comparto plenamente. Siempre supuse que el "nos interesan" se refería, no sólo a acercarlas a Dios, sino a darle contención humana y espiritual. Creo que lo mejor, si algún Director lee esta web, es sugerir que a partir de ahora de ahora, la frase se transforme en: "De cien almas que tengan potencialidad de ser del Opus Dei, nos interesan las cien. De resto que se ocupen otros". Creo que esta frase no es agresiva y que demuestra mejor que es lo que en realidad se hace.

He tratado de recordar alguna de la veces en que tuve que argumentar que "de cien almas nos interesan las cien", desde luego que sin ningún éxito. Si me hubieran dicho la transformación de la frase me hubiera sentido cumpliéndola. Allí van los ejemplos:

Al poco de ser San Rafael me dijeron que invitara amigos para asistir al círculo. Al círculo siguiente llevé 30 amigos. El numerario que daba el círculo me agarró después a solas y me dijo que mejor no invitara más a los que tenían bajas calificaciones en el Colegio o a los que no eran humanamente atractivos. Aún no había escuchado nunca lo de "las cien almas" pero me enseñaban lo contrario en la práctica.

Siendo ya numerario me dijeron que dejara de practicar el deporte que practicaba -había sido seleccionado para integrar la selección juvenil nacional- Cuando pregunté el porqué me dijeron casi textualmente que "era una pérdida de tiempo, porque en ese grupo -mi equipo- ya no había más "pitables"". Argumenté lo de "las cien almas" y como única respuesta recibí que discutir las indicaciones era de mal espíritu.

También en esa época (llevaba menos de 2 años en la Obra, creo que apenas habría cumplido los 16 años), iba de vez en cuando a la casa de fin de semana de un compañero de Colegio, con sus padres y dos o tres amigos. Esto lo venía haciendo desde hacía 3 o 4 años. Un día mi director me dice: no vayas más a lo de fulano. Pregunté que qué tenía de malo, si lo pasábamos en grande, hacíamos juntos muchas de las normas y yo completaba el plan de vida a solas. Respuesta: que de allí no se podían sacar más frutos. Nueva pregunta: los de "las cien almas". Respuesta: "discutir las indicaciones es de mal espíritu".

Como 10 años más adelante, vivía en la sede de la Comisión Regional. Un numerario mayor que yo, con el que había trabajado muchos años en una labor personal se fue de la Obra. Estaba muy mal. Reconozco que lo siguiente es una suposición mía, es decir que no sé si es verdad, pero mi Director en ese momento era una persona con bastante sentido común, así que intuyo que la historia sigue como la cuento porque el se habrá negado a transmitirme la indicación. Me llamó a su habitación el Consiliario. Vino a decirme que dejara de ver al exnumerario en cuestión. Nuevamente yo con lo de las "cien almas". He de decir que argumentó con bastante habilidad, ya que me dijo que de las "cien almas" quedaban excluidas las que podían hacer daño a la mía. Me puso como ejemplo que también nos interesaba el alma de las mujeres pero que yo no era el adecuado para tratarlas.

Realmente el argumento era bueno. Le dije entonces que de acuerdo, que era verdad que a mí personalmente, aunque me interesaran las cien, no podía dedicarme a las cien, pero que a la Obra sí tenían que interesarle y que por tanto que me asegurara que algún numerario con tacto lo siguiera viendo. Me dijo que no, que lo que era aplicable para mí era aplicable para cualquier miembro de la Obra. Reconozco que un poco enojado le pregunté que como era posible que nos "hiciera mal a nuestra alma" una persona que hasta 15 días antes era Director de un centro de supernumerarios, atendía charlas de numerarios, etc. "las circunstancias han cambiado" fue la única respuesta. Más enojado le dije: que iba a seguir viendo a ese numerario las veces que mi director me autorizara (que he de decir que lo me autorizó en todas las oportunidades en que le consulté), que no entendía porqué la indicación me la daba él y no mi director, que si eso era motivo para que expulsaran de la Obra que me dijera donde debía firmar y que no me hablaran más de este tema. He de decir a favor del Consiliario que yo estaba muy enojado (mi Director me contó luego que mis gritos se escuchaban en su despacho, a un piso de distancia), que me trató con cariño y me aclaró que si bien consideraba que estaba equivocado que hiciera lo que quisiera pero que eso no era motivo para expulsarme de la Obra. De todos modos el corolario es el mismo: "de cien almas nos interesaban 99".

El último hecho que recuerdo en este sentido sucedió en mi último año dentro de la Obra. Yo trabajaba administrando una pista de patinaje hielo. Realmente el trabajo no me gustaba. Tenía un horario lamentable (desde las 16 hs. hasta que cerrara -normalmente a las 3 de la mañana excepto viernes y sábados que cerraba alrededor de las 6 y media de la mañana). Tampoco el trabajo propiamente era muy adecuado a mí, pero en ese momento me permitía ganar bastante plata mientras conseguía otro más adecuado. Por supuesto que mi director estaba al tanto de esta situación, así como del apostolado que podía hacer (con un proselitismo nulo) (aclaro como detalle gracioso es que mis "metas apostólicas" se centraban en lograr que las adolescentes embarazadas bautizaran a sus futuros hijos -en varios casos tuve éxito- o que alguna pareja de "convivientes" se casara.

Tenía este trabajo hacía varios meses cuando un día se alquiló la pista para una fiesta privada a la que entre los participantes asistió la hija de un supernumerario (de esos escandalizables), que como corresponde fue a buscar a su hija a altas horas de la madrugada. No sólo me vio sino que charlamos bastante. Al mediodía siguiente (yo me levantaba normalmente a las 11.30 o 12.00 hs, ya que nunca me acostaba antes de las 4.30 hs) me llama de la delegación un director (al cual yo no le tenía ninguna simpatía), para decirme que abandonara ese mismo día el trabajo. Inicialmente, con buenos tono y modales, que a qué se debía y me contestó que era un trabajo sin posibilidades apostólicas (si se traduce por "proselitistas" no me estaba diciendo nada que yo no supiera). Argumenté lo de las "cien almas". Respuesta: es de mal espíritu cuestionar las indicaciones. Abandoné mis buenos modales: no en este tono le aclaré que era de mal espíritu dar una indicación de semejante tenor por teléfono, que era de mal espíritu no seguir los carriles correspondientes (él no era la persona adecuada para decirlo), que era de mal espíritu no informarse antes de decidir y que le anticipaba que tenía claro que era de mal espíritu pero, dicho finamente, "se fuera a freír buñuelos". Fui a ver a mi director que me aseguró -y le creo- que no estaba al tanto de nada. Cambié de trabajo cuando conseguí otro.

Estas son algunas de las anécdotas que recuerdo sobre lo de las "cien almas". Vuelco a insistir: si hubieran dicho: "De cien almas nos interesan las que potencialmente tengan vocación del Opus Dei, y que del resto se ocupen otros", al menos no se faltaría al espíritu como se falta. O que les interesen las cien de veras o blanqueen que sólo interesan algunas.

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