CARTA
ABIERTA A LOS QUE NO SALUDAN POR LA CALLE
JOSE CARLOS, 6 de agosto de 2004
Querido antiguo compañero:
Que conste que yo no tengo más que agradecer cómo
me han tratado desde que salí del Opus Dei. Pero leo
en varios sitios proscritos, oigo por esos mundos de Dios,
me comentan por ahí que a algunos (¿muchos?
¿pocos? sólo sé que no a todos) ex-miembros
se les niega el saludo, o se les ignora, o se les trata con
lo que puede parecer desprecio. Un buen amigo mío,
que he conocido en una web que tú no debes leer, me
contaba con verdadero dolor cómo le había herido
el rictus despectivo y disimulado de alguien que él
consideraba "uno de los buenos."
Querría que ninguno olvidaseis que todos nosotros nos
dejamos lo mejor que teníamos por vivir el mismo ideal
que tú abrazas. Hicimos media hora de oración
por la mañana y media hora por la tarde, llenamos nuestras
agendas de los mismos propósitos, nos pusimos el cilicio
y nos duchamos con agua fría, dormimos en el suelo
rezando por ti, entregamos todo nuestro tiempo y dinero, dejamos
que te pusieras el jersey que nos habían regalado,
te acompañamos en la cena cuando llegabas tarde de
dar un círculo, te encomendamos en la tertulia, hicimos
el ganso en tu cumpleaños, te abrimos la cama cuando
te habías quedado estudiando.
Estoy convencido de que a todos nosotros, a todos los que
nos fuimos, nos movía un cariño verdadero: porque
entendemos la amistad, tenemos corazón, y siempre quisimos
tu bien. Incluso pretendíamos que esos lazos de humano
afecto duraran a pesar de nuestra marcha.
Sabemos de sufrimiento más que tú. No tienes
idea de la agonía que supone irse de la Obra. Te aseguro
que ninguno, así te lo digo, ninguno de los que nos
fuimos lo hicimos a la ligera. Decisiones pensadas y repensadas,
forjadas en conciencia paso a paso por personas adultas, que
quieren a Dios y desean hacer el bien. Y alcanzadas después
de haber asumido esa libertad radical que siempre han de tener
los hijos y las hijas de Dios. Como mínimo, ese proceso
que tú no puedes conocer merece tu respeto.
No comprendo - de verdad te lo digo - cómo puede un
seguidor sincero de Jesucristo cerrar esa página afectiva
con la frialdad que me cuentan algunos. No me cabe en la cabeza
que se les haga sentir, consciente o inconscientemente, como
si fueran leprosos. ¡Y aunque lo fuéramos! Ahí
tienes el ejemplo del Evangelio.
Puede haber o no haber debilidad humana por medio: debilidades
las tenemos todos. Pero no quieras ser tú el que tira
la primera piedra, porque todos estamos hechos de la misma
pasta. Y esa piedra de que hablo no tiene por qué ser
un insulto: piedras son también la indiferencia, el
olvido, el no darte cuenta de que seguimos siendo hermanos
en Jesucristo.
A lo mejor es que alguno teme confrontar la posibilidad de
que podamos ser felices fuera de la Obra. Pues dile que así
es. Que podemos seguir siendo católicos-apostólicos-romanos.
Que podemos seguir rezando, y queriendo, y buscando la santidad.
Ayúdale a madurar: muéstrale que si está
contento, feliz y convencido de su vocación, ¿por
qué ha de darle inseguridad comprobar que fuera también
existe la vida?
Sí, es verdad que algunos han sufrido tanto que reaccionan
con críticas acerbas hacia la Obra. O ven las cosas
de otro modo. Sé bien que cuesta sonreír y comprender,
cuando te sientes atacado en algo que tú amas. Pero
no te quieras escudar con defender la honra de lo que tú
consideras tu familia. Yo solamente te recuerdo a San Josemaría,
que se abrazó al albañil anticlerical que quería
cubrirle de cal en aquel tranvía. Atrévete a
abrazarnos.
Date cuenta, querido antiguo compañero, de que al otro
lado de la acera hay una persona con sentimientos, a menudo
a flor de piel, predilecta de Jesús por la cruz que
ha tenido que sobrellevar. No te odia, ni te exige nada que
no puedas dar: simplemente pide tu respeto, y que no te olvides
de lo mucho compartido.
Y yo, por un "cuponazo" que no me merezco, sólo
tengo que agradecer de todo corazón a Joe, Fr. Raphael,
Luke, John, Paul, Dwight, Fr. Claudio, Chris, Rino, Rich,
Greg, Francisco, Pat, Curriqui, Norbert, Peter, Jim, otro
Jim, Fr. Deo, otro Rich, Nacho, Ignacio, Javier y algún
otro que se me queda en el tintero, la cordialidad, respeto
y afecto con que siempre me habéis tratado, antes y
después de mi salida. Me gustaría que así
fuese con todos y todas.
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