CRITICAS
AL OPUS DEI: ¿DERECHO O DEBER?
Aquilina, 10 de octubre de 2003
Si el opus pudo con nosotros es porque también en nuestro
interior ya había algo mal estructurado. Por supuesto
cualquier generalización es eso: una generalización.
O sea que puede dejar de ser valida en los casos particulares,
pero que sí ayuda para entender la mayorìa de
los casos que se quieren analizar.
Yo creo que en la educación que recibí de mi
familia, a pesar de las mejores intenciones de mis padres,
hubo algo que no me permitió llegar a la plenitud de
madurez compatible con mi edad cuando pedí la admisión
en el Opus Dei (quince años y medio). En un próximo
escrito voy a describir ampliamente este asunto. Lo que quiero
subrayar ahora es que en situaciones semejantes es evidente
una de las posturas equivocadas más frecuentes en el
Opus: que aunque se haga a menudo referencia a la "selecciòn"
que hay que cuidar en la labor de proselitismo, esta selecciòn
de hecho se concreta en rasgos exteriores de personalidad,
de "status" social y de vivacidad de caracter que
nada tienen que ver con la madurez real y el equilibrio emocional
y afectivo de la persona que se quiere ganar para la obra.
Y ese mismo insistir sobre la necesidad de tratar a chicos
y chicas adolescentes demuestra la mala fe -aunque a veces
incossciente- en este asunto.
A igualdad del proselitismo apremiante de las personas de
la Obra, ¿por qué algunos chicos acaban pidiendo
la admisión y otros se 'escapan'? En algun caso se
puede tratar de mayor o menor generosidad personal o mayor
o menor capacidad de ideales grandes, pero yo creo también
que en muchisimos casos es un problema de demasiada sublimaciòn
y de traslado de vivencias: hay chicos -y yo me pongo entre
ellos en aquellos años- que -quizàs influenciados
por una educaciòn familiar inadecuada- aún no
están preparados ni capacitados para vivir en un mundo
normal: el de fuera, y por este motivo acaban presos del proselitismo
del Opus, que les ofrece la posibilidad de considerarse anticonformistas
y mejores al amparo de orientaciones concretas y detalladas
y que le eximen del esfuerzo de ejercer su juicio y su espíritu
crítico. Lo inmoral de la actuación del Opus
es que aprovecha de esta inmadurez para ganar sus vocaciones.
Acerca de esta problematica existe un estudio que, aunque
muy difícil por su profundidad y por su extensión,
a mí me ayudó mucho en su tiempo para dar forma
y nombre a muchas ideas que intuía sin acabar de verlas
claras: hablo del libro de Drewermann acerca de la psicogénesis
de la vocación religiosa.
No creo que, pasado el tiempo, sea esteril tener juicio crítico
sobre el Opus Dei. Y aún dentro de la Obra, cada persona
permanece igual a si misma que cuando pidió la admisión:
evolucionamos y maduramos, nuestro pensamiento reflexiona
acerca de nuestras vivencias, y aún cuando no alcanza
una visión totalmente distinta de su propia vida, empieza
a darse cuenta de que hay algo que no encaja entre lo que
se cree y lo que se vive. Las críticas que empiezan
a aflorar en nuestra conciencia (esas criticas que tanto aborrecen
en el Opus) son los intentos que hace nuestra afectividad
y nuestra razón para encontrar una visión de
las cosas en la que, al final, encajen mejor los hechos. Pero
lo que pasa es que nos encontramos aún sumergidos en
la lógica del Opus: es como si intentaramos ver lo
que pasa a cierta distancia desde el mar estando nosotros
metidos en el agua hasta la cabeza. Conseguimos ver muy poco
desde dentro del agua. Cualquiera que se encuentre incluso
la orilla o esté de pie en un barco alcanza a ver un
orizonte más amplio. Encontrar esta capacidad crítica
en nuestro interior desorienta, pero ya no es posible que
otro nos indique el camino: esta vez tenemos que ser nosotros
los que decidamos sobre nuestra vida.
Quien consigue salir del Opus, superando esaa fase angustiosa
en la que tiene mucho peso la desconfianza con la que hemos
sido educados rendir el juicio propio, aunque le quede aún
un muy largo camino para recuperar su integridad existencial,
ya tiene andado el tramo más dificil y arriesgado.
Quien sale del Opus, más aún si después
de años de "formación", psicológica
y emocionalmente es un enano frente a la vida normal, debe
sentirse un gigante a lado de los que ha dejado dentro a la
institución. Aún "no sabe" moverse
en la vida real, pero por una vez "se arriesgó"
a vivirla escuchandose a sí mismo, atreviéndose
a dejar escuchar a su conciencia personal.
Yo creo que hay bastantes que se quedan en esta etapa: continuan
con categorias mentales (obediencia ciega a una autoridad
exterior, miedo a su propio criterio personal, piedad exagerada
y caridad raquítica, bloqueo para discutir las enseñanzas
de la Iglesia, búsqueda del exito profesional por encima
de todo,
) muy próximas a las de la obra. Otros
continúan su evolución. Saben detectar, o almenos
intuir, la fallos de personalidad que permitieron su mala
experiencia y los agravios que significaron los años
vividos en el interior de la instituciòn, y tienen
la humildad y el sentido común, de empezar un tratamiento
que, de alguna manera, nos hace recorrer y conocer las etapas
humanas que nos hemos saltado.
Esta hipotesis, entre otras cosas, puede explicar por qué
algunos que dejaron el Opus continuan "defendiendo"
muchos de sus aspectos. Pero lo que quiero subrayar es el
derecho a criticar y la positividad de hacerlo.
Criticar es pensar, poner dos experiencias al lado e intentar
encontrar explicaciones. Intentar distinguir lo bueno de lo
malo. Juzgar, y a menudo corregir los juicios. Cuando criticamos
podemos equivocarnos, pero cuando esta prohibido criticar
seguro que ya estamos equivocados. Hay que correr el riesgo
de equivocarse y tener el coraje de corregir nuestras criticas
equivocadas. Esta postura no es admitida en el opus.
Creo que la mayoría de nosotros, cuando se fue del
opus, se encontró con la sensación de no estar
ya tan seguro de irse al cielo cuando muriera, y después
tuvo más veces la tentación de comportarse según
los criterios de la Obra cuando se enfrentaba con alguna duda
moral que no sabìa resolver. Pero poco a poco, según
se afianzaba nuestra personalidad, descubrimos que algunas
"recetas" de la obra no eran tan morales como nos
creíamos. Y empezamos a criticar aún más
profundamente.
Esta es mi experiencia.
Las cosas no son blancas o negras. Cada uno de nosotros puede
equivocarse y de hecho se equivoca. Los otros pueden criticarnos,
y algunas veces se equivocan y otras no. Los que no se pueden
ni deben equivocar son las instituciones como el Opus que
andan por el mundo pretendiendo enseñar a cada uno
cual es la voluntad de Dios para él, y pretendiendo
enseñar lo que se puede o no hacer, lo que se puede
o no pensar, sin admitir la más mínima crítica,
-y todo esto en nombre de una Iglesia que nunca ha llegado
a conocer de manera exaustiva la doctrina del Opus y, sobre
todo, su praxis, y en nombre de un Dios que desde hace milenios
ya ha dejado de expresar en voz alta su voluntad y que deja
que su voz hable en el interior del corazón de cada
uno-. Con estas cosas no es suficiente criticarlas: hay que
poner sobre ellas un claro juicio de que están equivocadas.
Es equivocado predicar ciertas cosas como lo hace el opus
y predicarlas en nombre de Dios. No es una crítica
personal y amargada la que hacemos: es la historia de una
serie de errores sufridos por muchos, que intentamos divulgar
para que otros no tengan que sufrirlos como nos sucedió
a nosotros. Más que ejercer un derecho, estamos cumpliendo
con un deber responsable.
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