A PROPÓSITO
DE OBISPOS DEL OPUS DEI
ANGEL, 17 de junio de 2004
La designación de un sacerdote numerario, como es Jaume
Pujol, al frente de la diócesis de Tarragona parece
ser una novedad en España. Sin embargo, les recuerdo
que los numerarios obispos han sido veintiuno dos ya
fallecidos- entre los cuales hay dos cardenales. Hasta existe
un obispo auxiliar en Denver, Estados Unidos, José
Gómez de nacionalidad mexicana. De todos ellos, varios
son españoles como el cardenal Julián Herranz
o, por ejemplo, el Arzobispo de San Salvador el numerario
Fernando Sáenz Lacalle. A estos prelados hay que sumar
los agregados y supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal
de la Santa Cruz, incluso en España a cargo de la diócesis
de Burgos.
Lo importante es ver cual ha sido su trayectoria pastoral.
En San Salvador, monseñor Sáenz Lacalle, se
ha encargado de liquidar la línea de resistencia eclesiástica
frente al autoritarismo y la violencia de la oligarquía
local, de los militares y los paramilitares, que ha tenido
mártires como monseñor Oscar Arnulfo Romero,
monseñor Joaquín Ramos o los seis jesuitas asesinados
por el Ejército en 1989. Cuando la Iglesia salvadoreña
era duramente perseguida, por su defensa de los derechos humanos
impunemente violados, Sáenz Lacalle ejercía
como capellán de las Fuerzas Armadas y bendecía
las armas con las que se reprimía. Pero el colmo del
escándalo fue cuando el Arzobispo aceptó ser
nombrado general del Ejército, colocando al lado del
báculo de pastor el bastón de mando militar.
En pocas palabras, el arzobispo se sometió a su superior
el Ministro de Defensa y al Comandante General, el presidente
de la República. Ante la repulsa popular tuvo que pedir
su baja.
En el Perú, donde hay siete obispos y un cardenal
entre numerarios y agregados de la Sociedad Sacerdotal
de la Santa Cruz- su labor en las zonas más deprimidas
de los Andes, ha sido neutralizar la protesta social y desplazar
a los sectores eclesiásticos afines a la Teología
de la Liberación.
El cardenal Juan Luis Cipriani, cuando era arzobispo de Ayacucho,
cerró los ojos ante las violaciones de los derechos
humanos y la guerra sucia en la lucha contra la subversión
senderista, como lo ha consignado la Comisión de la
Verdad sobre la violencia en ese país. El cardenal
Ciprani llegó a decir que el tema de los derechos humanos
era una cojudez (gilipollez).
Cipriani fue Vicario Regional del Opus Dei y ya como arzobispo
de Ayacucho, desarrolló una estrecha relación
con el corrupto dictador Alberto Fujimori. Ha sido llamado
el teólogo de Fujimori. Este acercamiento
lo llevó a enfrentarse con el entonces arzobispo y
cardenal de Lima, el jesuita Augusto Vargas Alzamora, crítico
del régimen de Fujimori y Montesinos. Pero no fue el
único del Opus Dei cercano a Fujimori, también
lo fueron los numerarios Rafael Rey, parlamentario, y el periodista
Federico Prieto, que influyó como funcionario en el
Ministerio de Educación.
Asimismo, podemos hablar de Chile donde clamaba al cielo
el silencio que guardó la prelatura y sus fieles ante
la dictadura de Augusto Pinochet y los atropellos a los derechos
humanos. A pesar de la posición de la Iglesia chilena.
En su visita a ese país, en plena dictadura militar,
Escrivá no hizo ninguna referencia a lo que estaba
pasando.
Poco más de un mes antes del plebiscito del 5 de octubre
de 1988, que culminó con el no a Pinochet, fue consagrado
el obispo de Los Angeles el primero del Opus Dei en Chile,
Adolfo Rodríguez Vidal, el sacerdote español
que llegó en 1950 para iniciar la labor en ese país.
El 10 de julio de 1991 se designó al segundo obispo
el primero chileno- Luis Gleisner, como auxiliar en
Rancagua. Posteriormente, el 10 de abril del 2003, el supernumerario
de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, Guillermo Vera
Soto, fue designado obispo de Calama. Todos ellos han reforzado
a un episcopado conservador, con una gran influencia en la
sociedad y la política chilena.
Podríamos seguir con Ecuador, Colombia, Brasil o Argentina.
La lista es muy larga.
Lo que tienen que preguntarse en España es por qué
le interesa al Opus Dei poner un pie en Cataluña y
cual es su objetivo y del Vaticano también- a
mediano y largo plazo. Es evidente que hay un giro conservador
y una búsqueda de restarle poder a la otrora poderosa
y conflictiva diócesis de Barcelona, fraccionándola
en tres partes, así como moderar el catalanismo. La
presencia además de un valenciano, con un nombre tan
castizo como es Agustín Cortes Soriano que contrasta
tanto con los nombres catalanes de la jerarquía eclesiástica-
no es casualidad. En este contexto, la figura de Jaume Pujol,
a la luz de otras aventuras episcopales del Opus Dei, tiene
también un significado político. En América
latina fue apoyar la lucha del Vaticano contra una iglesia
tributaria de la Teología de la Liberación y
del compromiso con los pobres; y en España, podría
tratarse de empezar a cortar nacionalismos, aperturas ideológicas
y pretensiones de autonomía.
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