ABIERTAS
PARA ENTRAR Y CERRADAS PARA SALIR
Enviado por FML el 16 de octubre de 2003
Tenía 14 años cuando me fui a un colegio de
fomento, ese año empecé 2º de ESO. En el
colegio me encontré un ambiente de cordialidad muy
bueno, y lo que más me llamó la atención,
que había personas que se preocupaban por mí
desinteresadamente. ¿Desinteresadamente? No. Me preparaban
el camino para pitar.
Recuerdo el día que comenté al sacerdote que
me gustaría en un futuro ser de la Obra, pero que en
ese momento no me veía capaz de tomar una decisión
tan grande. Esa insinuación fue una persecución,
un continuo hablar cuando no era con el director, era con
el preceptor del colegio y cuando no con el sacerdote. Recuerdo
hablar con mi preceptor y decirle que por favor, me sentía
coaccionado y que lo que hiciese lo haría con plena
libertad. Pararon esta famosa "santa coacción"
y pité el 26 de junio de 1999, con tan solo 15 años.
Un milagro de nuestro Padre -decían algunos-, pero
no, pité ese día porque me dio la gana.
En el centro de Almería pasé unos años
muy buenos, excepto el último año. Empecé
a vivir en el centro los fines de semana, y veía que
la vida allí no era tan color de rosa como te la pintan.
Ves broncas, riñas entre "residentes", incluso
aquel que veía tan bueno se escaqueaba de los encargos.
Aguanté como buen borrico de noria, y me fui al centro
de estudios a Granada. El director vivía muy bien la
pobreza, se iba a Sierra Nevada a esquiar todos los meses,
pero claro, era un plan apostólico. Yo ingresaba 150.000
pesetas todos los meses, con la condición de que con
ese dinero tendría que comprarme ropa, libros, etc.
Recuerdo un día que consulté comprarme un pijama
de invierno porque los que tenía eran de verano. Me
dijo el secretario que mejor me echase una manta más,
y así se evitaba el gasto. Ante esto me quedé
perplejo. Mi madre cuando me veía decía que
me comprase ropa, que no iba muy bien vestido y además,
alguna me estaba grande. Pedí comprarme ropa, y fuimos
al armario de recuperación, a ver si algo me venía
bien. No me servía nada. Pasado un mes mi madre me
llevó ropa. ¡Qué vergüenza! Allí
veía a personas que no estaban felices en casa, y otras
que trataban a los del centro de estudios como niños
y otras con mala leche
Horario de estudio fijo para
todos durante 3 horas y media diarias, comer poco y a veces
mal, vas a ver a tus padres cuando le da la gana al director,
en la universidad no puedes tener apertura de miras, censura
de libros, no se escucha música, en definitiva noté
que de Francisco Mellado querían hacer un numerario
estándar, pero así con todos.
Estuve unos días en casa de mis padres, en mi verdadera
casa, durante el puente de Diciembre. Fueron solo dos días,
estaba haciendo la maleta para irme y lloraba. Me sorprendió
mi madre. Se sentó en mi cama junto a mí y empezamos
a hablar. Mi madre ya se imaginaba lo que le decía,
me comentó que en la canonización, cuando me
vio pudo comprobar que no estaba a gusto, porque cuando nos
vimos me notó muy feliz y al despedirnos demasiado
triste. Allí cimenté mi salida de la Obra, encontré
el apoyo necesario para irme. Llamé al centro y le
comenté que me quedaría unos días más.
Volví el día 9 de diciembre y le dije al director
que me iba.
Y empieza el peloteo por parte de la Obra. Salidas por las
tardes a tomar algo, mejora la comida, que si quería
recortar el plan de vida, que podía hacer esto y aquello
lo que antes consultabas y te decían no lo hagas y
ofrécelo, ahora me lo ponían a la vista. ¡Que
sepulcros blanqueados, que hipocresía!
Estuve hablando con el vocal de estudios de la delegación
de Granada contándole mi situación y que estaba
dispuesto a aguantar hasta el 19 de marzo viviendo allí
pero que ese día no renovaba y la navidad la pasaba
con mi familia de sangre, la única y verdadera. Me
dijo que eso era una tontería, que me quedaba en el
centro incluso en navidad y que el 19 de marzo renovaría.
Me lo dijo con autoridad e imperativamente. Esa tarde compré
un billete de autobús y se lo enseñé
al director, diciéndole que allí se quedaba,
que a mí no me impone mi futuro nadie. Me fui un jueves
y como tenía previsto volví el domingo. La navidad
la pasé en Almería, volví a reencontrarme
con mis antiguos amigos, que me entendieron y me ayudaron
un montón, gracias a todos ellos creo que pude tirar
para adelante. Y empecé a funcionar como un cristiano
normal.
Volví en Enero, y curso de retiro obligatorio y todos
los días hablando y hablando. El 1 de febrero me fui
y no volví. Me instalé en un piso solo, muy
cerca de donde vivían mis amigos. Y pasé una
situación mala. Una semana antes llegué a ir
a hablar con el director para renovar, pero cuando hablé
con el vocal de s. Miguel, me di cuenta de que el Opus Dei
no había cambiado. Y por supuesto y gracias a Dios
no renové. Me llevaron las maletas a Correos, porque
no podía entrar al centro. Al poco tiempo mis padres
fueron a hablar con el director para pedirle por qué
se habían hecho las cosas así, este les dijo
que era costumbre y por discreción. Mis padres le dijeron
que quien trata a un hijo suyo así es un hijo de puta,
fue literal.
En junio me encontré con un director, me pidió
hablar y tras decirle que no, me obligó prácticamente.
Me dijo que callase, que no hablase mal y que me pedía
perdón en nombre del Opus Dei. Le dije que cuando uno
pide perdón, debe de rectificar, cosa que ellos no
han hecho, por lo tanto no me vale ese perdón.
FML. Almería (España)
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